Título original: Los ojos siniestros del Doctor Orloff

Año: 1973 (España)

Director: Jesús Franco

Productor: Jesús Franco

Guionista: Jesús Franco

Fotografía: Antonio Millán

Música: Jesús Franco [acreditado como David Khunne]

Intérpretes: William Berger (Dr. Orloff), Montserrat Prous (Melissa Comfort), Robert Woods (Sweet Davey Brown), Edmund Purdom (Inspector de policía), Kali Hansa (Lady Comfort), Loreta Tovar (Marta), José Manuel Martín (Matheus, el Mayordomo), Jesús Franco (Lord Comfort, padre de Melissa), Jaume Picas, Lina Romay (Amiga de Sweet Davey Brown)…

Sinopsis: Todas las noches Melissa se despierta presa del terror que le produce una pesadilla recurrente. La hermosa joven se ve a sí misma, de niña, perseguida por una difusa figura que cuando la alcanza baña sus piernas de sangre. Este sueño lo sufre desde que a los diez años su padre muriera y ella quedara paralítica. Los familiares que cuidan a la joven al conocer la noticia del retorno del famoso doctor Orloff lo llaman para que la visite. El supuesto científico aprovecha la oportunidad para someter a Melissa a su voluntad y convertirla en el brazo ejecutor de su venganza contra toda la familia.

El personal e intransferible universo cinematográfico de Jesús Franco es un terreno acotado y poblado por una limitada y reconocible fauna. Al Pereira, Labios Rojos o Radek son sólo algunos de estos habitantes que con suma insistencia asoman dentro de una obra que, por otra parte, tiende al autocanibalismo argumental y a la repetición actoral. Y es que, haciendo un símil escénico, la filmografía global del director de Miss Muerte se asemeja a una compañía de cómicos condenada a escenificar la misma pieza de forma perenne salvo ligeras variaciones.

De entre todo este bestiario de criaturas franquianas (que no franquistas), sin duda su más reconocible y emblemática creación es la del Doctor Orloff, hasta el punto de que su figura haya sido retomada en otras cintas ajenas a su autor, como es el caso de Orloff y el hombre invisible / La vie amoureuse de l’homme invisible (1971) de Pierre Chevalier. Patriarca de una nutrida estirpe, a tenor de la multitud de personajes con los que comparte apellido a lo largo de la obra de su creador, este siniestro mad doctor toma su nombre del papel que interpretara Bela Lugosi en la británica Los ojos misteriosos de Londres (The Dark Eyes of London, 1940) de Walter Summers, adaptación a su vez de una novela de cierto autor que a su vez pasa por ser una de las más palpables y reiterativas influencias de Franco: el británico Edgar Wallace.

El bautismo cinematográfico de este peculiar científico se produciría en la que hoy es considerada por la mayoría de los especialistas como la obra cumbre del director madrileño, la seminal Gritos en la noche / L’horrible Dr. Orloff (1961), en la que ya quedaban sentadas las bases por las que se regiría el personaje en sus futuras apariciones. De este modo, la presencia de Orloff se iría prolongando en el tiempo a través de títulos como El secreto del Dr. Orloff / Les maîtresses du Dr. Jekyll (1964), El siniestro Doctor Orloff (1984) o la que hasta la fecha es su última (re)encarnación en la pantalla, si bien sea desempeñando cometidos secundarios, con Los depredadores de la noche / Faceless / Les prèdateurs de la nuit (1987).

Dentro de tan inconexa saga, Los ojos siniestros del Doctor Orloff (1973) es una de las pocas entregas en la que el villano no sería interpretado por el actor que lo popularizara y al que está asociada su imagen de forma indeleble, el suizo Howard Vernon, sino que en esta ocasión dicho rol fue encarnado con las facciones del austriaco William Berger. Al igual que en muchas otras cintas de Franco (dentro y fuera de la franquicia), el esqueleto argumental de la película remite a grosso modo al visto en la referida Gritos en la noche, dividiéndose su narración en dos arcos narrativos condenados de antemano a confluir: por un lado, con la sucesión de los distintos homicidios asociados a su protagonista y, por otro, la investigación policial destinada a clarificar dichos asesinatos, los cuales, al contrario de como ocurriera en el modelo en que se inspira, ni son ejecutados por Orloff en primera persona, valiéndose para ello de una inocente paralítica gracias al poder del mesmerismo, ni responden en última instancia a un fin humanitario, erigiéndose como el último peldaño de una calculada (y algo estúpida) venganza del aquí psiquiatra contra la familia del hombre que se casó con la mujer a la que amaba.

Quizás lo más interesante de la cinta se oculte en el carácter puramente contradictorio de la misma desde sus propios gérmenes. Realizada en plena radicalización del estilo cinematográfico que Franco iniciara con Necronomicon – Gëtraumte Sünden [dvd: Succubus (Necronomicon), 1968] en pos de su anárquica forma de entender el cine lejos de cualquier convencionalismo narrativo, ésta fue producida por el propio cineasta a través de su sello Manacoa Films. Sin embargo, y en contra de lo que pudiera deducirse en un primer momento, tal circunstancia no sirvió para que éste diera rienda suelta a su ansiada libertad narrativa; más al contrario, Los ojos siniestros del Doctor Orloff acaba por resultar, paradójicamente, mucho más académica, y por ende, más comercial (si es que se pueden mezclar tales conceptos con el nombre de Jesús Franco) que otros títulos coetáneos realizados por su director para otros productores.

Todo esto no quita para que el film haga alarde de muchas de las señas identificativas de la obra de su autor, como puede ser la citada extravagancia de retomar historias y tramas empleadas con anterioridad, ya que, en realidad, y a pesar de lo dicho previamente, su argumento no deja de ser una suerte de relectura del de Les cauchemars naissent la nuit [dvd: Sangre en la noche, 1970], el cual, dicho sea de paso, conocería posteriormente una nueva versión con Sola ante el terror (1983). En él, Franco vuelve a explorar otra de las constantes de su filmografía, la difusa línea que separa la vigilia del sueño, por medio de los anunciados asesinatos cometidos por la ingerencia del hipnotismo, y que su verdugo creerá identificar como recuerdos oníricos. Del mismo modo, la pedestre puesta en escena exhibida a lo largo del metraje coincide con uno de los cánones más relacionados con tan prolífico realizador: su planificación basada en el exagerado empleo del zoom y los espasmódicos movimientos de cámara, que, junto a la fría dirección de actores (por llamarla de algún modo), acaba por producir un curioso efecto en determinadas partes – la entrevista entre Orloff y Melissa -, como si de esta forma Franco tratara de conjugar el estatismo físico (y facial) de su reparto con el movimiento constante de sus imágenes.

El fruto es un película más digerible de lo acostumbrado para los no familiarizados con la carrera de tan personal realizador, a lo que ayuda tanto la casi absoluta ausencia del erotismo exacerbado innato al cine franquiano – aunque ello no quite para que tanto Lina Romay como Loreta Tovar se pasen todo el metraje ataviadas con unas camisolas que dejan entrever su ropa interior, o que entre líneas se insinúe una relación lésbica y de connotaciones incestuosas entre el personaje de Tovar y el de Kali Hansa -; el que detrás haya un guión más o menos perfilado (es un decir), y que Franco se dedique a narrar… a pesar de que resulte demasiado evidente que su mayor interés se concentra en las distintas escenas de asesinato, tal y como demuestra la desidia con las que son despachadas las pesquisas del inspector de policía al que da vida Edmund Purdom y su inesperado colaborador, y, sobre todo, su abrupto final, en el que los títulos de crédito se solapan con la acción.

José Luis Salvador Estébenez