El cielo está en cualquier lugar (2022), de Josephine Decker

Lennie Walker, de 17 años, estaba unidísima a su hermana mayor Bailey, pero esta ha muerte repentinamente. Su mundo sufre una fuerte sacudida, nada puede volver a ser igual. Ella vive con su abuela y su tío, y los tres han acusado la pérdida. Romántica hasta los tuétanos, refleja sus impresiones en un diario, y su imaginación le ayuda a ver las cosas con ojos optimistas, dentro de lo que cabe, pues sigue instalada en el luto. Aspirante a entrar en la prestigiosa escuela musical de Juilliard, tocando el clarinete, conoce las sacudidas del corazón, no sólo porque añora a Bailey, sino porque el novio de ésta, Toby, se ve atraída por ella; y por otra parte, un chico nuevo del instituto, Joe, despierta su atención.

Adaptación de una novela superventas de Jandy Nelson, que ella misma se ha ocupado de convertir en guión. Dirige el film otra mujer, Josephine Decker. Aunque no soy un experto en Federico Moccia, de quien conozco algunas adaptaciones fílmicas de su obra, el tono algo relamido y sensiblero recuerda a este autor. O también a Nicholas Sparks.

El film juega con las resonancias literarias de “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë, que encantaba a las hermanas, aunque poniendo en cuestión la posición de instalarse todo el tiempo en consideraciones lúgubres sobre la felicidad perdida por la ausencia de un ser querido. Y recurre a una fotografía luminosa, con recreaciones fantasiosas, realizadas con efectos visuales, de una naturaleza que florece acompañando al estado de ánimo de la protagonista, encarnada por una adecuada Grace Kaufman, con amplia experiencia televisiva. No acaba de convencer la abuela de Cherry Jones, y definitivamente el papel de Jason Segel como el tío es de escasa relevancia. Tampoco los novietes, sobre todo el pelambreras al que encarna Jacques Colimon.