Capítulo 63 - La Transformación del Creyente - Teología Sistemática por Alfa G. Huffer

ÍNDICE

Parte Cinco
Soteriología

Capítulo 63
La Transformación del Creyente

La mayor bendición que Dios puede conceder a un pecador es hacerlo su Hijo. Una dádiva tan rica no se puede imaginar. Ser como Cristo es experimentar lo mejor. Es la intención de Dios que los creyentes sean "conforme a la imagen de su Hijo" (Romanos 8: 29). De acuerdo con el plan de Dios el hombre redimido se volverá como Jesús de una doble manera, en su naturaleza física y en su carácter y conducta. Cuando Jesús venga de nuevo, el creyente será como él en su gloriosa naturaleza física inmortal. (1 Juan 3: 2, Filipenses 3: 21.) Hoy, el creyente debe ser como Cristo en su carácter divino y conducta justa. (Filipenses 2: 5, Romanos 12: 2.) El cambio de carácter del hombre debe preceder a su cambio físico. Se debe tener la mente de Cristo, antes de que se pueda tener un cuerpo como Cristo.

I. Uno de Cuatro Cambios

La transformación interior del creyente es uno de los cuatro cambios requeridos en el hombre: (1) cambio de naturaleza física; (2) cambio de posición ante Dios, (3) cambio de carácter, y (4) cambio en conducta.

El cambio físico del hombre, de la mortalidad a la inmortalidad, ocurrirá cuando Jesús venga. Su cambio en posición delante de Dios, de la condenación para justificación, ocurre en la conversión. Su cambio en carácter, de la mente carnal a la mente espiritual, ocurre cuando el creyente permite que Cristo sea su Señor transformador. Su cambio en conducta, de las obras de la carne al fruto del Espíritu, resulta del cambio de su carácter. La transformación interior del hombre es una parte importante de la salvación.

II. Justificación y Transformación

La justificación sin la transformación es incompleta. El cambio del hombre en la posición ante Dios no es la completa salvación. La salvación implica un cambio interno vital en los pensamientos y acciones, así como un cambio externo legal en su posición ante Dios. Muchos teólogos liberales niegan el aspecto judicial de la salvación. Ellos ignoran la santidad de Dios, el sacrificio vicario de Cristo, y la justificación por la fe. Muchos teólogos conservadores, por otro lado, ignoran el aspecto vital de la salvación. Ellos dan la impresión de que la salvación es simplemente un proceso de un guardaespaldas celestial, que es enteramente judicial en naturaleza. Sin embargo, la salvación incluye ambas justificación y transformación. Ambas son requeridas; una sin la otra está incompleta. El cambio del creyente de posición y su cambio de condición son igualmente importantes. Su cambio en posición se refiere a su nueva posición ante Dios. Su cambio en condición se refiere a su nuevo carácter y conducta.

Posición Condición
Relación legal Relación de vida
Posición Estado
Externo Interno
Posicional Personal
Objetivo Subjetivo
Justificación Transformación
Lo que Cristo es para nosotros Lo que Cristo hace por nosotros
El sacrificio de Cristo El poder de Cristo
Pena del pecado Poder del pecado
Donde la persona está Lo que la persona es
En Cristo Cristo en vosotros
Justificación imputada Justicia impartida
Terreno santo Camino santo
Templo santo Lleno de gloria
Ropas de justicia Costura fina
Rama injertada en la vid Vida de la vid en la rama
Israel fuera de Egipto Egipto fuera de Israel
Creyente fuera del mundo Mundo fuera del creyente
Hombre ahogándose rescatado Agua removida de los pulmones

La justificación precede a la transformación. El cambio de posición del hombre delante de Dios debe preceder a su cambio de carácter y conducta. El creyente debe estar en Cristo antes de que Cristo pueda estar en el creyente. Alguien debe ser salvo de la pena del pecado antes de que pueda ser salvo del poder del pecado. La rama debe ser injertada en la vid antes de que la vida de la vid pueda fluir por la rama y producir fruto. Alguien debe sacar del agua al hombre ahogado antes de que pueda sacarle el agua de sus pulmones. Alguien debe colocarse en suelo santo antes de que pueda tener una amistad viva con el santo Hijo de Dios. Alguien debe experimentar los beneficios de la muerte sacrificial de Cristo antes de que pueda experimentar los beneficios de su poder transformador. La relación externa legal y objetiva debe preceder a la relación interna vital y subjetiva.

III. Necesidad de Transformación Interior

Pablo exhortó a los cristianos en Roma, "No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12: 2). Pablo se refirió a la necesidad del creyente por una transformación interior, un cambio interior, una renovación de la mente. ¿Por qué el hombre necesita una transformación interna? ¿Qué hay dentro del hombre que necesita ser cambiado? El hombre necesita experimentar una transformación interna porque su vida es gobernada por el individualismo, por la naturaleza antiDios, la cual es la fuente del pecado. El carácter produce la conducta. El hombre hace lo que hace por ser lo que es. El hombre naturalmente peca porque él es dominado por un carácter heredado que es antiDios. Las obras del pecado son expresiones de una naturaleza interior de pecado.

Nuestro Señor mostró la necesidad de una transformación interna en el hombre cuando advirtió, "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos."(Mateo 7: 16-18). "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca." (Lucas 6 : 45). "Porque del corazón proceden los malos pensamientos, muertes, adulterios, prostitución, hurtos, falsos testimonios y blasfemias." (Mateo 15: 19). "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"(Jeremías 17: 9). El corazón corrupto genera la corrupción. La naturaleza interior del hombre es la fuente de la cual proceden las obras del pecado. Pablo escribió, "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus apetitos; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia." (Romanos 6: 12, 13).

La Biblia hace diferencia entre el pecado y los pecados. El primer término se refiere a la naturaleza corrupta interior del hombre; el segundo término se refiere a los hechos o acciones del hombre. Estos dos factores se contrastan en la siguiente tabla:

Pecado Pecados
Naturaleza interior de pecado Obras o acciones
Carácter Conducta
Lo que el hombre es Lo que el hombre hace
Rama Fruto
Dolencia Síntomas
Fuente Agua
Carne Obras de la carne

Cuando el carácter es gobernado por la carne (Gálatas 5: 16, 17), la conducta es la obra de la carne. (Gálatas 5: 19-21.) "Obras de la carne" se refiere a lo que el hombre hace; "La carne" se refiere a lo que el hombre es. Cuando la vida es gobernada por Cristo a través del Espíritu, la conducta es el fruto del Espíritu. (Gálatas 5: 22, 23.) Una persona que tiene obras de la carne u obras del fruto del Espíritu está determinada por lo ella es dominada, ya sea por la carne o por el Espíritu. Pablo explicó, "porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna." (Gálatas 6: 8).

El esfuerzo del hombre por cambiar lo que hace sin cambiar lo que es sería como un médico que trata los síntomas de una enfermedad pero no la enfermedad en sí. El dolor puede ser remediado y lo inconfortable puede desaparecer, pero la enfermedad mortal continuará su progreso sin ser curada. El cambio de conducta sin cambio de carácter sería como una persona tratando de secar el agua del suelo sin cerrar el grifo. El que quiere limpiar su jardín de malas hierbas debe arrancarlas por las raíces.

¿Cuál es precisamente la fuente del pecado? ¿Qué es lo corrupto en la naturaleza interior? ¿Qué es este corazón "Engañoso más que todas las cosas, y perverso"? La naturaleza interior es la mente del hombre en su estado anormal de antagonismo a Dios. Es designada en la Biblia como "la carne", la "mente carnal", "el viejo hombre", "individualismo", y "yo".

"La palabra" es la condición de la sociedad que resulta de la expresión exterior de la naturaleza corrupta del hombre. Alguien puede definir la "palabra" como la naturaleza Adámica como se expresa en las relaciones sociales.

La carne

Romanos 7:5 Cuando estamos en la carne
Romanos 8:4 No andar según la carne
Romanos 8:5 Los que viven según la carne
Romanos 8:8 Los que están en la carne
Romanos 8:9 Ustedes no están en la carne
Romanos 8:12 No somos deudores a la carne
Romanos 8:13 Si vivimos según la carne
Romanos 13:14 No satisfagáis la carne
Gálatas 3:3 ¿Queréis ahora quieren perfeccionarse por la carne?
Gálatas 5:16 No obedecer a la carne
Gálatas 5:17 La carne lucha contra el Espíritu
Gálatas 5:19 Las obras de la carne
Gálatas 5:24 Habiendo crucificado la carne
Gálatas 6:8 De la carne se cosecha corrupción
Efesios 2:3 En los deseos de la carne
Colosenses 2:11 Pecados de la carne
Colosenses 2:23 a satisfacción de la carne
2 Pedro 2:10 Andar según la carne
2 Pedro 2:18 Agradar la voluntad de la carne
1 Juan 2:16 La voluntad de la carne

La mente carnal

Romanos 7:14 Yo soy carnal vendido al pecado
Romanos 8:6 Ser carnal significa muerte
Romanos 8:7 La mente carnal es enemistad con Dios
1 Corintios 3:1 Como a carnales
1 Corintios 3:3 ¿No sois carnales y andáis según la carne?
1 Corintios 3:4 ¿No sois vosotros carnales?

El viejo hombre

Romanos 6:6 Nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo
Efesios 4:22 El viejo hombre, que es corrupto
Colosenses 3:9 Dejar el viejo hombre con sus hechos

El yo

Mateo 16:24,25 Niéguese a sí mismo
Gálatas 2:20 Estoy crucificado con Cristo

El pecado es igual al "yo" contra "Dios" y el "yo" separado de "Dios". La esencia del pecado es la afirmación del "yo" en antagonismo de la autoridad de Dios. El "yo" dentro del hombre usurpa la posición de autoridad de Dios. La personalidad del hombre es gobernada por el yo, el tirano, en vez de ser por Dios, el Rey. Siendo así, los pecadores, son enemigos de Dios. El "yo" y Dios se mueven en direcciones opuestas; no están en común propósito. "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios." (Romanos 8: 7, 8). "¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios." (Santiago 4: 4). Después de enumerar las obras de la carne, Pablo advirtió, "Los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Gálatas 5: 21). El carácter del pecador debe ser cambiado.

IV. Método de Transformación

¿Cómo puede alguien vencer el poder de la mente carnal, de la carne, y del viejo hombre? ¿Cómo puede el hombre experimentar una transformación interior? ¿Puede alguien transformarse en la imagen moral de Cristo por esfuerzo propio? ¿Puede alguien adquirir el fruto del Espíritu por la aplicación de la psicología humana? ¿Puede él obtener la verdadera espiritualidad por el ascetismo, penitencia, o negación del yo? ¿Cómo se puede cambiar el carácter del hombre?

1. No por esfuerzo humano. El hombre no puede cambiarse a sí mismo por sus propios esfuerzos. La transformación interior del pecador es una obra divina. “No por obras, para que nadie se gloríe... pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras." (Efesios 2: 9, 10). Dios y Jesús son los autores del cambio interior del cristiano. El fruto del Espíritu, que resulta de este cambio es la justicia de Cristo concedida.

2. Obra de Cristo que habita en el interior. La transformación interior del creyente resulta de la obra de Cristo que habita en su interior. A través de la conversión, el pecador reconoce a Jesús como Señor. Él reconoce la autoridad de Cristo en su vida y permite que sea la influencia dominante en sus pensamientos y acciones. El Cristo resucitado, sentado a la diestra de Dios en el cielo, habita en el creyente que se rinde a través de su poder, el Espíritu Santo. A través de este poder, Cristo transforma al creyente conforme a su semejanza moral.

3. El poder transformador de Cristo. El Espíritu Santo, el poder impersonal de Dios, es el medio a través del cual Cristo cambiará el cuerpo del creyente de la mortalidad a la inmortalidad en la primera resurrección, y es el medio por el cual transforma el carácter del creyente así como su conducta actual. El Espíritu Santo es el poder mediante el cual Cristo realiza toda su obra de salvación. Cada vez que el Espíritu es mencionado como haciendo alguna obra durante la era de la Iglesia, es lo mismo que decir que Cristo está haciendo la obra. Cristo y el Espíritu que habitan internamente son expresiones equivalentes. Las Escrituras afirman que el Espíritu está en el creyente (Juan 14: 17, Romanos 8: 9, 11, 1 Corintios 3: 16, 6: 19, 2 Corintios 1: 22, Gálatas 4: 6, Efesios 2: 22, 5: (1 Juan 3: 16, 1 Juan 3: 24), la misma verdad de las escrituras afirma que Cristo está en el creyente (Gálatas 2: 20, Juan 15: 4; Gálatas 4: 19).

Cristo es el trabajador; el Espíritu es el medio a través del cual opera. Cristo es el sol; el Espíritu es el brillo del sol. Cristo es el dínamo; y el Espíritu es la electricidad. Cristo es la vid; el Espíritu es el fluido vivo que corre hacia las ramas. Cuando la Biblia enseña que el creyente debe tener el Espíritu, significa que debe permitir que Cristo habite en su vida a través de este poder. El fruto del Espíritu, por tanto, es el fruto de Cristo, el cual resulta mediante su obra por el Espíritu.

4. El Espíritu equilibra la carne. En las cartas de Pablo, el Espíritu y la carne están en contraste. Lo opuesto a la carne es el Espíritu. Yo y Cristo, la carne y el Espíritu, la mente carnal y la mente espiritual, el viejo hombre y el nuevo hombre, las obras de la carne y el fruto del Espíritu se colocan como antítesis en el Nuevo Testamento.

Carne y Espíritu en contraste

Romanos 8:4 No en la carne sino en el Espíritu
Romanos 8:5 La carne, el Espíritu
Romanos 8:6 La inclinación de la carne, la inclinación del Espíritu
Romanos 8:9 No en la carne, en el Espíritu
Romanos 8:13 Por el Espíritu, carne
Gálatas 5:16 Andar en el Espíritu, no en la carne
Gálatas 5:17 La carne es contra Dios
Gálatas 5:19,22 Las obras de la carne, el fruto del Espíritu
Gálatas 6:8 El que siembra para la carne
1 Corintios 3:1 No como a espirituales sino a carnales

El Espíritu es el antídoto para la carne. La Biblia presenta el poder de Cristo no sólo como el opuesto de la carne sino también como aquel que puede contener la influencia de la carne. Pablo exclamó, "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7: 24). Él respondió esta pregunta diciendo, "¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!" (Romanos 7: 25). Jesús es el medio a través de quien el hombre puede librarse del poder del yo, la naturaleza carnal. El Espíritu de Cristo es el único poder que puede equilibrar el poder de la carne. Pablo insistió, "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5: 16). Él dijo a los creyentes que no estaban bajo el dominio de la mente carnal, sino bajo el dominio de la influencia de Cristo en sus vidas a través de Su Espíritu. (Romanos 8: 9.) El "yo", o la mente carnal, da al pecador una propensión al pecado; Cristo a través de su Espíritu da al Cristiano una inclinación hacia la justicia. Cuando el cristiano se encuentra en una prueba, la balanza de la decisión pesa fuertemente en favor de la justicia. El Señor victorioso habilita al creyente a ser vencedor. Alguien dijo: "Nuestra responsabilidad es nuestra respuesta a su habilidad."

El creyente puede experimentar un cambio de carácter sólo en su dependencia, momento tras momento, en Cristo, el Señor transformador. La relación a la que el creyente tiene con el Espíritu es la relación que tiene con Cristo, que obra a través del Espíritu. Cuando la Biblia dice que los creyentes son "guiados por el Espíritu" (Gálatas 5: 18, Romanos 8: 14), ella enseña que ellos son guiados por Cristo, que obra en sus vidas a través de su poder. La Biblia enseña que los creyentes "están en el Espíritu" (Romanos 8: 9), "andan en el Espíritu" (Gálatas 5: 16, 25), "caminar según el Espíritu" (Romanos 8: 4), "son fortalecidos por el Espíritu "(Efesios 3: 16), y son cambiados por el Espíritu (2 Corintios 3: 18).

5. Coexistencia de la carne y el espíritu. Dos naturalezas, la carne y el Espíritu, existen juntas dentro del Cristiano. Sólo una naturaleza, la carne o la mente carnal, habita dentro del pecador. El creyente, sin embargo, tiene dos naturalezas que están en conflicto una contra la otra. "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais." (Gálatas 5: 17). (Romanos 7: 15-25). El conflicto entre la carne y el Espíritu no es evidencia de que el cristiano ha caído de la gracia, sino que, por el contrario, demuestra que está en estado de permanente gracia. El conflicto entre la vieja naturaleza y la nueva criatura dentro del creyente muestra que la nueva criatura es una realidad dentro de él. Como Francis Pieper escribió: "Sólo cuando la lucha termine la caída de la gracia habrá terminado" (Op. Cit., Vol. III, página 15).

El cristiano experimenta un incesante y simultáneo triple conflicto: con el mundo, con la carne, y con el mal. La vida del cristiano es como una carrera, un andar, un combate. En una carrera (Hebreos 12: 1, 2) “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. (Romanos 8: 4, Gálatas 5: 16, 17) el poder de la carne debe ser vencido combate (Efesios, 6: 10-12) Satanás y sus huestes deben ser dominados. El conflicto con la palabra es exterior y de ello demanda una separación drástica, el conflicto con la carne es interior y demanda una completa seguridad en la fuerza divina y por un inteligente y respetable entendimiento de las íntimas fuerzas de la vida humana, el conflicto con Satanás está ampliamente dominio espiritual e implica la misma plena dependencia del poder suficiente del Espíritu que habita interiormente. (Chafer, Op. Cit., Vol. VI, pág. 178)

6. La carne no puede ser erradicada. Contrario a la enseñanza de los teólogos perfeccionistas, la carne no puede ser erradicada; no puede ser removida del creyente. El creyente nunca puede, en esta vida, obtener una posición donde sea imposible para la mente carnal afirmarse. Aunque, por el poder de Cristo el creyente está apto "a no pecar" nunca durante esta vida, él puede obtener un lugar donde él esté "no apto para pecar." La vieja naturaleza puede ser reconocida como muerta y estar en sujeción, pero nunca puede ser erradicada. Es siempre posible para la vieja naturaleza reafirmarse y tener influencia en la vida de alguien.

Los perfeccionistas y grupos de "santidad" erróneamente enseñan que, en algún tiempo después de la conversión, el cristiano puede experimentar una "segunda crisis" o una "segunda obra de la gracia" en la que la carne puede ser entregada a la muerte de una vez por todas. Ellos enseñan que es posible vivir posteriormente sin pecado. Esta doctrina, en varias formas, ha sido enseñada por los católicos romanos, cuáqueros, arminianos, wesleyanos, el movimiento de la santidad moderna (incluida, por ejemplo, la Iglesia del Nazareno, el Ejército de Salvación, la Iglesia de la Unión Misionera, Santa Iglesia Pilgrim, Iglesia Metodista Wesleyana, Iglesia Misionera Unida, Asambleas de Dios, muchas denominaciones pentecostales), y muchas otras. Esta visión se expresa en los escritos de los escritores Arminianos: Richard Watson, Theological Institutes (Nueva York: Lane & Scottt, 1851); John Miley, Theology (New York: The Metodist Book Concern, 1892); William B. Pope, Compendium of Christian Theology; H. Orton Wiley, Christian Theology (Kansas City: Beacon Hill Press, 1952); Ernest S. Williams, Systematic Theology (Sprinfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1953). Perfeccionistas clásicos incluyen John Wesley's Plain Account of Christian Perfection; J. A Wood's en Perfect Love; y Daniel Steele's en Love Enthroned.

Un excelente libro que muestra la enseñanza de la "segunda obra de la gracia" y que el perfeccionismo no es de bíblico fue escrito por el Dr. Harry A. en inglés, en francés, en alemán y otros. Argumentos contra la teoría de la erradicación se pueden encontrar también en muchas obras teológicas.

V. Lo Que el Creyente Debe Hacer

1. Rendirse a Cristo. La obra transformadora de Cristo dentro del creyente depende de su entrega a Cristo, su Señor. Él debe ceder a la autoridad y dirección de Cristo. Debe entregar su voluntad a la voluntad de Cristo. El creyente que se entrega asume una determinación seria en convertirse a Cristo y serle agradable. El rendimiento del creyente debe ser voluntario, completo, y decisivo. Si el acto de entrega no es espontánea, la rendición sólo se hace en el nombre y no tiene valor espiritual. Si la entrega es incompleta, no puede considerarse una entrega. "Si Jesús no es el Señor de todo, Él no es el Señor absoluto." La entrega a Cristo debe ser decisiva y permanente. Se debe hacer sin reservas; inalterable e irrevocable. La realidad del que se entrega debe ser reconocida diariamente, pero la propia rendición en sí es un acto que debería hacerse de una vez por todas.

2. Muerte para la vieja naturaleza. Antes de que Cristo pueda reinar absoluto en una vida, el "yo" debe ser erradicado. La carne, la mente carnal, el viejo hombre, debe ser contado como dominado, crucificado, y muerto. El creyente debe andar de manera que la vieja naturaleza no tenga la oportunidad de afirmarse. Las obras de la carne (Gálatas 5: 19- 21) deben ser reprimidas para que el fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22, 23) pueda ser mostrado. El "yo" debe ser destronado de modo que Cristo pueda ser entronizado. La acción negativa de reprimir el "yo" debe estar acompañada de una acción positiva de Cristo habitando en el interior del creyente.

Gálatas 2:20 Crucificado con Cristo
Gálatas 5:24 Crucificar la carne
Romanos 8:13 Hacer morir las obras de la carne
Romanos 13:14 No dar lugar a la carne
Romanos 6:6 El viejo hombre crucificado
Efesios 4:22 Despojados del viejo hombre
Colosenses 3:9 Despojados del viejo hombre
Gálatas 6:14 Es mundo está crucificado para mí
Romanos 6:12 No reina el pecado en ustedes

La muerte de la vieja naturaleza no ocurre mediante ascetismo o tortura propia. De acuerdo con Pablo, la muerte de la naturaleza de pecado del creyente ocurre judicialmente en la cruz. Mediante su vital unión con la raza humana, Jesús se convirtió en el sustituto del pecador y murió por todos los individuos. La vieja naturaleza fue crucificada con Él. Por lo tanto, la provisión fue hecha por la rendición del poder de la vieja naturaleza mediante el sacrificio de Cristo. La liberación de esta influencia está acompañada del poder que habita interiormente.

3. Los creyentes deben saber, reconocer y ceder. Pablo dijo a los creyentes en Roma que ellos no debían pecar porque sus viejas naturalezas habían sido crucificadas con Cristo. En el capítulo seis de Romanos, Pablo exhorta a los creyentes a hacer tres cosas: (1) saber, (2) reconocer, y (3) ceder.

(1) Conocer. Para ser liberado del poder de la vieja naturaleza, los creyentes deben saber que el pecado de su pecado natural fue juzgado en la cruz y que fue crucificados, judicialmente, con Cristo. El sacrificio de Cristo quitó la culpa de la naturaleza del pecado, así como sus actos de pecado. Los versos que describen la crucifixión del creyente se refieren a la acción que ya ocurrió. “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6: 2). "Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Romanos 6: 6). "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2: 20). "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo." (Gálatas 6: 14). El creyente debe reconocer que su vieja naturaleza fue crucificada con Cristo en la cruz. Comentando las palabras de Pablo, "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gálatas 5: 24). Lewis Sperry Chafer escribió:

En un sentido pasado y completo, la carne del cristiano, con sus pasiones y deseos, fue crucificada cuando Cristo fue crucificado. Por lo tanto, esto quita la idea de que el creyente se esfuerza en crucifixión propia por cualquier medio que sea; pero la gran transacción fue hecha y la responsabilidad que reposa sobre el cristiano es creer y reconocer que esto es verdad. La completa seguridad puede ser obtenida en que el camino está también abierto para que el Espíritu Santo cumpla una experiencia completa de libertad del poder del pecado reinante. La declaración de este pasaje es directa y concluyente. Todo el que es de Cristo ha crucificado la carne. Esta es la realización divina en Cristo y por Cristo en su muerte. Es más evidente que esto se refiere a una realidad posicional más que experimental; sin embargo, ¡cuán ilimitado es el valor del creyente en el hecho de que el juicio se cumple y la victoria es posible! (Op. Cit., Vol. VI, Pág. 190).

4. Reconocer. Habiendo reconocido que la provisión fue hecha para la liberación del poder de la vieja naturaleza mediante el sacrificio de Cristo, los creyentes deben entonces reconocer que esto es verdad y deben actuar de acuerdo a esto. Ellos cuentan, consideran, observan, y asumen que sus viejas naturalezas están muertas, exterminadas, y sin poder. "Así también vosotros considerad como muertos para el pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Jesús, nuestro Señor." (Romanos 6: 11). "... Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los deseos de la carne." (Romanos 13: 14). El creyente debe hacer morir la vieja naturaleza, no la debe alimentar. Se insiste en que no le dé oportunidad para que se afirme, para que no tome el asiento del conductor, para permanecer en el timón, ni sentarse en el trono de su vida. "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus apetitos." (Romanos 6: 12).

5. Ceder. Pablo urge con los romanos a que cedieran los poderes de sus mentes y cuerpos al dominio de Cristo. Con el "yo", el "tirano" muerto y Cristo reconocido como el Señor, el círculo de la vida adquiere un nuevo centro; los planetas en un sistema solar circulan alrededor del nuevo sol. Cristo, el Señor que habita interiormente, opera dentro del creyente que se rindió y produce dentro de él la verdadera justicia y santidad. El cristiano debe entregarse o rendirse a la autoridad de Cristo, estar dependiente de su poder transformador y mantener actitud de humilde fe en él.

"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." (1 Corintios 6: 19, 20). " Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia." (Romanos 6: 13).

VI. El Cuerpo Humano no es Pecaminoso

El cuerpo del hombre no es pecaminoso. Dios creó la humanidad y al final de su obra se alegró. El hombre peca no porque tiene un cuerpo físico mortal, sino porque él es gobernado por el yo, por la mente carnal.

La palabra "carne" como es usada por Pablo en muchos textos como en Romanos 8: 4, 5 y Gálatas 5: 16- 19 no se refiere al cuerpo físico del hombre. Él se refiere a la mente carnal, el principio antiDios que gobierna la vida y las acciones de los pecadores. La palabra griega que se refiere al cuerpo del hombre es "soma" la palabra griega que se refiere a la mente carnal o a la carne es "sarx". Cuando Pablo dijo a los cristianos en Roma que "ellos no estaban en la carne" (Romanos 8: 9), él no indicó que ellos estaban sin cuerpos. Él afirmó que ellos no estaban más bajo el dominio de la mente carnal que era la influencia controladora en sus vidas. Cuando él dijo que no "debían satisfacer los deseos de la carne" (Romanos 13: 14), él no los instruía a descuidar sus cuerpos y cesar en darles el cuidado apropiado. Él declaró que ellos no debían dar la oportunidad para que la mente carnal pudiera expresarse.

Cuando Pablo dijo: "los que son de Cristo han crucificado la carne" (Gálatas 5: 24), no indicaba que en verdad los creyentes deberían experimentar la crucifixión física. Él enseñó que ellos deberían reconocer que sus viejas naturalezas fueron crucificadas y no debían permitir que la mente carnal influenciara sus pensamientos y acciones. Sarx, la carne o la mente carnal, no hace referencia al cuerpo del hombre; se refiere a la mente humana en un estado anormal de antagonismo a Dios.

Platón, el filósofo griego, y sus seguidores en el cristianismo enseñaron que todas las cosas materiales, incluyendo el cuerpo del hombre, son pecaminosas. Esta filosofía de dualismo es responsable de muchas falsas enseñanzas en el cristianismo. Conectado con esta enseñanza está la falsa teoría de que el hombre tiene una sustancia invisible e inmaterial dentro de él y que puede existir fuera de su cuerpo. Los hombres que aseguran esta teoría afirman que esta sustancia es el hombre real que es inmortal. Platón describe el cuerpo del hombre como una prisión o sepultura de su "alma." La muerte es figurada como una amiga por la cual el hombre real es liberado de su cuerpo y del mundo material. La filosofía de que la materia es pecaminosa resulta en falsas teorías de la inmortalidad del alma, hacia el cielo en la muerte, rechazo de la futura resurrección física hacia la inmortalidad, y la negación del futuro reino de Cristo sobre una tierra purificada. La Teología de Agustín, que se convirtió en la teología oficial de la Iglesia Católica Romana, se basaba en la filosofía de Platón.

Tomás de Aquino, un segundo gran teólogo de la Iglesia Romana, basó su teología sobre la filosofía de Aristóteles, alumno de Platón. La teología dualista enseña que el cuerpo es miserable, malo, y contaminado, y que el objetivo de la vida es elevarse por encima de todos los deseos e instintos del cuerpo. La autonegación y la autotortura del ascetismo y la actitud de la Iglesia Católica Romana hacia el sexo y el matrimonio se basan en esta filosofía dualista.

En contraste al dualismo de la filosofía helenística, la Biblia presenta la actitud naturalista y positiva en relación al mundo material y al cuerpo del hombre. Nuestro Señor Jesucristo es una persona real con un cuerpo material real. Antes de su resurrección, nuestro Salvador era mortal. Él "fue en todo tentado como nosotros, pero sin pecado" (Hebreos 4: 15). La mortalidad no es el pecado. Jesús era mortal, pero no pecó. El hombre hoy peca, no porque es mortal, sino porque está dominado por la naturaleza del pecado. El cuerpo humano y los deseos dados por Dios no son pecaminosos. El cuerpo del hombre no es justo ni pecaminoso; es neutro. Cuando alguien dirige un coche de una manera prudente, una jornada en seguridad es probable. Cuando alguien lo dirige de forma imprudente, un desastre es casi cierto.

La imprudencia o la prudencia, en este caso, está determinada no por el coche, sino por el conductor. La mano del hombre no es justa o pecaminosa; es neutral. Él puede usar su mano para dar, trabajar, levantar, o él puede usar la misma mano para robar, matar, o golpear la nariz de su prójimo. Alguien puede usar la lengua para hablar la verdad, anunciar el evangelio, y cantar alabanzas a Dios, o puede usarla para mentir, murmurar, y maldecir. Los instintos de autopreservación concedidos por Dios, sexo, amor, hambre, sed, improvisación, y expresión no son pecaminosos. Estos deseos se vuelven pecaminosos sólo cuando son desencaminados, mal dirigidos, y mal aplicados. El hambre no es pecado; se vuelve pecado cuando resulta en glotonería. El sexo en sí no es pecaminoso. Usado apropiadamente, el sexo se expresa en amor y en el matrimonio. Aplicado de forma inapropiada, el sexo resulta en adulterio, fornicación, e inmoralidad. La perversión de los deseos concedidos por Dios en relación a la sed puede resultar en intemperancia y borrachera. El abuso del instinto de seguridad y la autopreservación puede resultar en orgullo, egoísmo, vanagloria, individualismo, avaricia, robo, y ambición. El deseo por amor puede ser pervertido en crítica, envidia, resentimiento, odio, y asesinato. La justicia resulta cuando los instintos concedidos por Dios encuentran una aplicación adecuada. El pecado resulta cuando estos poderes de la mente y el cuerpo se expresan de manera inadecuada. Las fuerzas de la naturaleza, como el fuego, el agua, los rayos, y el viento producen muchos beneficios cuando se controlan y se utilizan para propósitos específicos. Cuando estas fuerzas están sin control, ellas pueden ser desastrosas. Cada una de estas fuerzas puede ser amiga o enemiga. De la misma forma, las grandes fuerzas de la vida humana pueden producir justicia o pecado.

Individualismo más mortalidad es igual a pecado. Cristo más la mortalidad es igual a la justicia. Cuando el "yo" gobierna el cuerpo físico mortal del hombre en todos sus poderes e instintos, el pecado resulta. Cuando Cristo controla la vida del hombre, la justicia es producida. Cuando Jesús dirige la vida del creyente a través de su Espíritu, el fruto del Espíritu es producido. El creyente debería reconocer que su naturaleza de pecado fue crucificada con Cristo en el Calvario. Debería reconocer la mente carnal como habiendo abdicado de la posición de dominio en su vida. Debería rendirse a la autoridad de Cristo y conceder todas las fuerzas de su mente y cuerpo a Cristo, de modo que él pudiera usarlas y operarlas. Los deseos concedidos por Dios, como la auto preservación, el sexo, el amor, el hambre, la sed, la autoimprovisación, y la autoexpresión, se convierten en medios mediante los cuales Cristo puede producir justicia. Romanos 6: 12, 13, 17- 19.

VII. Naturaleza de la Vida Transformada

Esta parte podría ser titulada, "La psicología de la vida transformada". Deseamos considerar precisamente lo que sucede dentro del creyente que experimenta una transformación interior. ¿Qué cambia exactamente dentro de él?

Pablo escribió: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12: 2). La transformación interior es un cambio básico dentro del creyente que tiene una referencia especial con su mente. La mente humana es el poder gobernador, la influencia dominante dentro del hombre. Ella es la autora de las acciones, el centro del círculo, el que maniobra el timón. Alguien dijo: "No es lo que el hombre piensa que es, sino que es lo que piensa." Salomón observó: "porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él" (Proverbios 23: 7). Físicamente, usted lo que come; mentalmente, usted es lo que usted piensa. Puesto que la mente gobierna las acciones, la esencia del cambio interior es la transformación del creyente en su mente, pensamientos y actitudes. Mediante la rendición del creyente a Cristo, el "yo" abdica y la mente carnal no tiene oportunidad para operar. Los poderes de la mente, previamente organizados en torno al individuo se reorganizan alrededor de Cristo como centro de la vida y Señor. Los instintos concedidos por Dios son purificados; el cuerpo mortal del hombre, ni justo ni pecaminoso en sí, es cedido para el uso de Cristo. La mente carnal más el cuerpo mortal es igual al pecado. Cristo más el cuerpo mortal del hombre es igual a la justicia.

1. Renovando la mente. Con Cristo al timón, la vida toma un nuevo curso; el creyente tiene una nueva dirección de mente, una nueva actitud, un nuevo objetivo. Pablo describió esta nueva condición de la mente como "nuevo hombre" (Efesios 4: 24, Colosenses 3: 10- 17), y el proceso de cambio que produce esta condición como renovación de la mente. Él escribió: "que os transforméis por la renovación de la mente" (Romanos 12: 2), y "os renuevan en el espíritu de vuestra mente" (Efesios 4: 23). Pablo se refirió a la actitud producida por la mente centralizada en Cristo cuando él escribió: "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra." (Colosenses 3: 1, 2).

2. La mente espiritual. Los poderes de la mente cuando se organizan alrededor de sí constituyen la mente carnal. Pero como reorganizada en torno a Cristo, ellos forman la mente espiritual. (Romanos 8: 5, 6) La mente espiritual es la condición mental que resulta cuando la mente se rinde a la influencia de Cristo. Ella es descrita como "espiritual" porque el Espíritu es el medio mediante el cual Cristo influye en la mente. La nueva condición mental aparece en el término "la mente de Cristo" (Filipenses 2: 5, 1 Corintios 2: 16) porque Cristo es el autor de esta influencia.

3. Cambiado en la imagen de Cristo. Cuando el creyente se rinde al poder transformador de Cristo, gradualmente se vuelve semejante a Cristo. Él adquiere semejanza de los pensamientos, actitudes, y acciones de Cristo. Se convierte en una reflexión de los atributos morales de Cristo. "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor." (2 Corintios 3: 18). Así como la imagen de un objeto fotografiado se imprime en la película de una cámara, así Cristo se forma dentro del creyente. (Gálatas 4: 19).

El creyente se reviste "del nuevo hombre, el cual es renovado en conocimiento según la imagen de aquel que lo creó" (Colosenses 3: 10). Él está conforme, en parte, a la imagen moral del Hijo de Dios, Jesucristo. (Romanos 8: 29.) La renovación de la mente, la mente espiritual, la mente de Cristo, y el cambio a la imagen de Cristo, hacen referencia a la nueva condición mental dentro del creyente que resulta de Cristo habitando interiormente en el creyente mediante el suyo espíritu. (Ver el capítulo "La vida cambiada," en Henry Drummond en The Greatest Thing in the World. Londres: Prensa Collins Clear.)