Crítica de la película 'Amigos Imaginarios' con Ryan Reynolds
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'Amigos Imaginarios' con Ryan Reynolds, el regreso al cine familiar que hacían Amblin y Pixar

Amigos imaginarios, que se estrena en cines el viernes 17 de mayo, quiere ser un regreso a cierto tipo de cine familiar bien hecho.

Amigos imaginarios, que se estrena en cines el viernes 17 de mayo, quiere ser un regreso a cierto tipo de cine familiar bien hecho.
Amigos Imaginarios | Paramount

Quizá es una exageración buscar paralelismos en la carrera de John Krasinski con la de Tom Hanks. Pero existían antes y existen ahora, y el estreno de Amigos Imaginarios, su nueva película en calidad de director y actor (secundario) no hace más que abundar en ello. Ambos, al fin y al cabo, se han hecho famosos por interpretar con eficacia tipos sardónicos y afables, ese americano medio que parece continuar de algún modo la tradición de James Stewart (cuya película El invisible Harvey guarda enormes similitudes con la presente, y recibe de hecho un explícito homenaje). Y ambos, Krasinski y Hanks, han debutado en la dirección con resultados aceptables, cosa que el primero parece haber potenciado y diversificado con las dos entregas del thriller de terror Un lugar tranquilo y ahora con Amigos Imaginarios, un homenaje -no del todo logrado, pero siempre voluntarioso- a los agradables melodramas clásicos de Frank Capra y, sobre todo, a su adaptación en clave comercial vivida por la productora Amblin de Steven Spielberg en los ochenta y noventa y su traslación al cine animado de la invencible Pixar de los primeros 2000.

Palabras muy grandes, enormes, lo sabemos, pero las intenciones son las que son y aunque Amigos Imaginarios no pueda o sepa replicar siempre los resultados de las mejores, sí que sorprende por su voluntad de conmover al público familiar con un estilo añejo y bienintencionado. Ciertas decisiones narrativas de Krasinski son discutibles y frenan la eficacia del cuento, pero otras generan el impacto adecuado en una película apta para todos los públicos y que destaca, en todo caso, por su firme voluntad de elevar el nivel del cine familiar de gran estudio, más bien estancado y ordinario, con cierto pedigrí técnico (la fotografía de Janusz Kaminski, precisamente habitual de Steven Spielberg, o la música del considerado heredero espiritual de John Williams, Michael Giacchino) y una sensibilidad a flor de piel más bien poco habitual en nuestros días.

La película sigue la historia de Bea (Cailey Fleming), una niña que descubre en el piso de arriba una suerte de refugio de amigos imaginarios abandonados mientras espera el resultado de una operación quirúrgica vital de su padre (Krasinski, en un rol secundario como el que se le reservó a Hanks en La fuerza de la ilusión). Una fuga de la realidad evidente en la que el Krasinski director adopta el punto de vista de la niña pero que él mismo ahoga con excesivos minutos de explicaciones innecesarias y mucha, mucha exposición, quizá para dar algo que hacer a un Ryan Reynolds demasiado ansioso de acaparar protagonismo... pero incapaz de sintonizar la energía que un Robin Williams hubiera otorgado al film, cosa que éste pide a gritos. Tanto él como Fleming, no obstante, logran una química competente y están en la misma película de Krasinski, que demuestra ser un director dotado pero que aquí cae en todo aquello que precisamente logró evitar en Un lugar tranquilo y su secuela: tratar de razonar por qué hace las cosas anulando cierto sentido de la aventura, del descubrimiento, ahogando la película justo cuando más necesita respirar.

El resultado, no obstante, es una cinta bienintencionada que trata de latir y sentir a la manera de esas películas Amblin (y otras que no lo son pero podrían como, se me ocurre, Cocoon) a las que Krasinski rinde sentido homenaje. Pese a anular la poesía de esa fuga y apostar desesperadamente por la fantasía tradicional, algunos segmentos en los que Bea y Cal exploran la naturaleza del recuerdo y el paso a la vida adulta resultan poéticos y entretenidos, y la manera en la que Krasinski integra con la imagen real el espíritu de dibujo animado Pixar resulta loable. A final Amigos Imaginarios agrada por lo que es, y eso es más que suficiente, pero también queda la impresión de lo que podría haber sido.

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