Irving Kristol: la biografía de una idea | GEES

Irving Kristol: la biografía de una idea

por Juan F. Carmona y Choussat, 24 de septiembre de 2009

El hecho de que el conservadurismo sea en Estados Unidos mucho más saludable que en Europa, mucho más efectivo políticamente, seguramente tiene que ver con la existencia del neoconservadurismo. Pero los europeos, que piensan que es absurdo mirar a los Estados Unidos en busca de lecciones de innovación política, rechazan decididamente considerar esta posibilidad. Irving Kristol, 2005.
 
Ha muerto Irving Kristol a los 89 años. Era la biografía de una idea, y esa idea, es el neoconservadurismo.
 
En su libro My love affair with America, cuenta su amigo Norman Podhoretz que cuando comenzó a ir al colegio en Brooklyn lo hizo en una institución pública en la que predominaban las maestras irlandesas. Como tales, eran católicas, y la primera cosa que los niños hacían al llegar a la escuela era cantar un himno religioso que, con el objetivo de no resultar demasiado inapropiado para un grupo en el que abundaban los judíos, inocentemente eludía la figura de Cristo. Decía así:
 
¡Santo, Santo, Santo! Señor Dios Todopoderoso/ Al amanecer, nuestra canción se eleva a Ti/ Santo, Santo, Santo. Misericordioso y Poderoso/Un Dios y Tres Personas, ¡Bendita Trinidad!
 
Comenta Podhoretz que si pensaban que la Santísima Trinidad resultaba más aceptable en los hogares de los que provenían iban listas, pero el caso es que, las cosas siendo entonces diferentes, ni sus padres ni el propio Podhoretz hubieran levantado voz alguna contra el colegio en el que aquellas señoritas irlandesas introducían a niños de muy diversos orígenes en el melting pot. Elevaron la temperatura del cazo al menos hasta el punto en que, a través de las clases de pronunciación, se evaporaran las impurezas de su i goink op de stez y pasara a expresarse con el distinguido inglés con el que lo hace hoy. Del mismo modo, nada impidió a Irving Kristol, cuyos padres judíos eran creyentes pero no especialmente practicantes, nacer, como dice él, con un temperamento geotrópico, integrarse plenamente en América y afirmar, dando con ello una de las claves del anti-utopismo de los neoconservadores:
 
Lo que más me impresionaba (de los teólogos cristianos) era su certidumbre (…) de que la condición humana ponía ciertos límites a las posibilidades humanas. El Pecado Original era una manera de expresarlo, y yo no tenía inconvenientes con tal doctrina…
 
Añadía, con una de esas salidas que le han dado fama: siendo judío y americano podía haberme sentido elegido en dos sentidos, pero supuse que con una ya bastaba.
 
Quedan así relatados los dos caracteres más importantes del neoconservadurismo: el patriotismo y la religión.
 
El recorrido intelectual de Kristol comenzó en el NY City College en el que, alrededor de unos precarios bocadillos traídos de casa, en un extenso comedor cuya salubridad provocaría el cierre de las atentas autoridades de nuestro tiempo, se reunían para hablar de cosas tan poco venerables como el trotskismo, el socialismo real y la renovación ideológica de América. De aquellas eternas discusiones saldría ese primer Kristol trotskista, nadie es perfecto, de finales de los 30.
 
Andando el tiempo y con la convicción de que la II Guerra Mundial había dejado a una potente Unión Soviética como enemiga de esa nación que el teotrópico Irving tanto apreciaba, Kristol se fue alejando del comunismo y el socialismo, recalando en la gran familia progresista (liberal). Aquella que, según Lionel Trilling, el crítico literario, era la única opción intelectual posible en la América de la posguerra.
 
Pero llegaron los sesenta y así como Reagan decía que no abandonó el partido Demócrata, sino que el partido le abandonó a él, lo mismo le sucedió a Kristol. Al ver los excesos de la contra-cultura y las irracionales medidas económicas que se proponían en la versión del estado de bienestar desligada de la crisis del 29 - la llamada Gran Sociedad de Johnson -, se puso a estudiar economía.
 
Durante los años siguientes, en la revista The Public Interest, acompañado de personas de los inteligentes Nathan Glazer o Daniel Bell, fueron poniendo negro sobre blanco, el resultado de sus indagaciones y las políticas que fomentaban:
 
Una de esas (políticas) era la reducción de impuestos para estimular un crecimiento económico estable. (…)
 
Y esta era otra:
 
Lo que nos lleva al asunto del papel del estado. A los neoconservadores no les gusta la concentración de servicios en el estado de bienestar y se alegran del estudio de alternativas a la prestación de estos servicios.
 
Aunque este tránsito hacia el conservadurismo americano no estaba exento de interés por los elementos tradicionales de la sociedad:
 
…las preocupaciones sobre la calidad de la educación, las relaciones entre iglesia y estado, la regulación de la pornografía, y otros asuntos similares. (…) Como el conservadurismo religioso es tan débil en Europa, el potencial neoconservador allá es débil en consecuencia.
 
No obstante, la esencia del neoconservadurismo original fue la limitación del estado de bienestar. Este no solamente no lograba sus objetivos sino que generaba una población dependiente. Lo que era peor a los ojos de los neoconservadores, causaba un mal irremediable a los presuntos beneficiados, al impedirles llevar una vida digna, en la que dependieran de sí mismos. Alejaba a las personas de las tradicionales preocupaciones:
la vocación, la familia, la religión, la comunidad, no permitiendo a los ciudadanos llevar una vida suya en la que hacerse responsables de sus éxitos y fracasos. De ahí su enamoramiento por la curva de Laffer, o la generación de una holgura propia desde la que cada hogar o persona se forja su propio destino; sin tener que pedir permiso al estado.
 
Fue más tarde cuando el neoconservadurismo comenzó a ocuparse de la política exterior, por la que hoy ha adquirido fama mundial.
 
Respecto a ella, sin ni siquiera pretender por un instante disipar la interesada confusión que reina en la materia - no hay nada que explicar a los que no quieren escuchar -, he aquí las dos claves. La primera es que la obra fundamental es la Guerra del Peloponeso de Tucídides, o más concretamente, la Oración Fúnebre de Pericles. Ello da idea de la estrecha vinculación entre las convicciones domésticas y las externas. La segunda postula la necesidad de defender a una nación democrática - con la que los Estados Unidos han de sentir afinidad - frente a otra que no lo sea, o en general, a una nación frente a ofensas no democráticas, ya sean internas o externas. Todo ello se manifestó con claridad durante la Guerra Fría - de la que el mejor partidario siempre fue su iniciador, Harry Truman, quizá un neocón avant la lettre- y hoy, con la guerra que ha declarado el terrorismo islámico a Occidente.
 
Por fin, hay otra serie de ideas que han ido dando forma al neoconservadurismo. Muchas, como clara reacción a su uso desmedido por el progresismo. Se resumen en la constatación por Leo Strauss, reiterada por Kristol, de que no se trata de ver a los antiguos como pobres seres que no llegaron a conocer nuestra inconmensurable e inmejorable realidad de hoy, sino de vernos a nosotros a través de los ojos de los clásicos. Lo que lleva al prudente rechazo del multiculturalismo, el relativismo, y la discriminación que pretende borrar injusticias pasadas con monstruosidades presentes.
 
Esta es la historia de esa idea, el neoconservadurismo, de la que Irving Kristol es la biografía, y durante la que trabajó para hacer más habitable nuestra Babilonia.
 
El sacerdote católico, Richard J. Neuhaus, en su libro American Babylon, sobre la condición peregrina del hombre en este exilio terreno, comenta las palabras de Jesús a la samaritana: Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos, diciendo que los judíos no son sólo un punto de partida sino
 
La continua presencia y promesa de un punto de llegada, al que nosotros, cristianos y judíos, rezamos juntos para poderlo alcanzar juntos. En esa oración común está la esperanza del mundo de que Babilonia, no es para siempre.
 
Amén a eso.

 
 
Juan F. Carmona y Choussat es Analista del GEES.