Ram�n Mar�a del Valle Incl�n

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Ram�n Mar�a del Valle Incl�n

(comp.) Justo Fern�ndez L�pez

Historia de la literatura espa�ola

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Ram�n Mar�a del Valle Incl�n

BIOGRAF�A

Ram�n Mar�a del Valle Incl�n (1866-1936) naci� en Villanueva de Arosa (Pontevedra) y muri� en Santiago de Compostela al comenzar la guerra civil. Su verdadero nombre era Ram�n Mar�a de Valle Pe�a. Estuvo en M�xico en su juventud como soldado y periodista.

Tras iniciar sus estudios universitarios de Derecho en Santiago de Compostela, decidi� dedicarse a la literatura y abandon� la carrera para marcharse a Madrid en 1890, donde tom� contacto con los poetas modernistas y entabl� amistad con Rub�n Dar�o. En Madrid se distingui� por su extravagancia en el vestir, sus grandes gafas, largas melenas y prolongadas barbas de profeta. Su atuendo f�sico le vali� el calificativo de �la mejor m�scara a pie que cruzaba la calle Alcal�.

Sus gestos desmesurados, su exagerada imaginaci�n y su terrible mordacidad le dieron la fama de hombre novelesco y extravagante. Se erigi� en la figura t�pica de la bohemia madrile�a de primeros del siglo XX. Un rasgo de su car�cter fue su gran af�n de fama y de gloria, que le llev� a presentar acontecimientos de la vida diaria de una forma tan extraordinaria que parec�an historias fant�sticas.

Buena parte de su tiempo lo pasaba en las tertulias literarias de los caf�s madrile�os. Dos tertulias se hab�an formado entonces en Madrid: una presidida por Jacinto Benavente y Valle-Incl�n y la otra por P�o Baroja y Azor�n, polariz�ndose as� las dos corrientes literarias del modernismo y de la generaci�n del 98.

Por su car�cter riguroso y vehemente se hizo inc�modo durante los a�os de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, al que convirti� en blanco de todo tipo de burlas, por lo que fue detenido en 1929. Son numerosas las an�cdotas sobre sus respuestas y salidas de tono en tertulias y discusiones.

En sus �ltimos a�os, comienza a rehumanizar su obra y el triunfo de la Segunda Rep�blica en 1931 le dio un respiro desde el punto de vista pol�tico. As� fue nombrado en 1931 Conservador General del Patrimonio Art�stico y despu�s director de la Academia Espa�ola de Bellas Artes en Roma, cargo que desempe�� hasta 1934. Se retir� por motivos de salud a Santiago de Compostela hasta su fallecimiento en 1936.

Orientaci�n literaria

Merced al virtuosismo de su prosa narrativa y a su creaci�n dram�tica bautizada como esperpento elev� la lengua literaria castellana a las cotas est�ticas m�s altas. Destac� en todos los g�neros que cultiv� y fue un modernista de primera hora que satiriz� amargamente la sociedad espa�ola de su �poca.

Su labor literaria, iniciada dentro del Modernismo m�s decadentista, ir� evolucionando hacia un expresionismo descarnado paralelo a una evoluci�n ideol�gica que lo llev� desde un carlismo est�tico hasta un comunismo cercano al anarquismo en sus �ltimos a�os. Aunque muchos lo ven como integrante de la generaci�n del 98, no hay en su obra preocupaciones de �ndole moral, ni af�n de reforma pol�tica, in inter�s por las reformas nacionales o por las tradiciones espa�olas, ni por el paisaje de Castilla t�picas del 98. Tampoco tiene su estilo la sobriedad del de los autores del 98. Valle-Incl�n no tiene la tem�tica directa del 98 y sus obras revelan m�s bien inter�s por el arte y la belleza literaria, sin embargo, fue evolucionando hacia un estilo m�s de humor desgarrado y menos decorativo. Al final revelan sus obras una s�tira grotesca de la realidad nacional. Por eso merece ser tratado tambi�n como representante de la generaci�n del 98.

Su obra, que hab�a comenzado en la estela modernista de Rub�n Dar�o, fue evolucionando hacia una est�tica de deformaci�n de lo bello y sensual mediante la t�cnica del esperpento como m�todo para distorsionar de forma extrema la realidad y mostrar el absurdo de toda realidad social. Con la t�cnica del esperpento, Valle-Incl�n logra darnos un retrato moral de una sociedad deformada por la hipocres�a, en la que los valores defendidos por las clases conservadores s�lo encubren una brutalidad primitiva y ego�sta.

La formulaci�n de la t�cnica del esperpento apareci� en la primera edici�n de Luces de Bohemia (1920) y supuso la asunci�n declarada de la deformaci�n como medio expresivo, algo que Valle llevaba practicando desde hac�a varios a�os.

La actividad literaria de Valle estuvo permanentemente vinculada al g�nero teatral. Sus ambiciones dram�ticas chocaron en primer lugar con la pobreza del mundo teatral de su tiempo y, posteriormente, con la incapacidad de llevar a escena sus proyectos dram�ticos con los medios de la �poca.

Los dos estilos de Valle-Incl�n

Valle comienza siendo uno de los mayores artistas modernistas, pero supera pronto esta primera etapa para crear un nuevo estilo literario que le permitiera ver la tragedia de la vida de forma m�s humor�stica y grotesca.

Estilo modernista de la primera �poca:

Estilo modernista puro, preocupaci�n formal, arte por el arte, color y musicalidad. Prosa refinada y preciosista, de gran musicalidad. Crea un mundo decadente, se�orial y arcaico, donde el recuerdo nost�lgico ocupa un lugar primordial. Es el estilo de sus poes�as Aromas de leyenda (1907) y el de sus cuatro Sonatas (1902-1905).

Estilo de la segunda �poca:

Valle empieza a apartarse del modernismo y sus temas y estilo se parecen cada vez m�s a los de la generaci�n del 98. Deja las formas decorativas modernistas, la melancol�a decadente y la nostalgia, pasando a un humor desgarrado con colorido chill�n. Ahora Valle ve la aburguesada aristocracia del XIX con picaresca mirada. Para satirizar de forma caricaturesca y desgarrada la realidad nacional, crea un nuevo estilo que culmina en su creaci�n personal: el esperpento.

La t�cnica del esperpento

Seg�n el Diccionario de la Real Academia (DRAE):

�esperpento (de origen incierto): Hecho grotesco o desatinado. G�nero literario creado por Ram�n del Valle-Incl�n, escritor espa�ol de la generaci�n del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboraci�n muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. Persona o cosa notable por su fealdad, desali�o o mala traza.� [DRAE]

El esperpento como t�cnica literaria se caracteriza por buscar una deformaci�n sistem�tica de la realidad, intensificando sus rasgos grotescos y absurdos, y por una degradaci�n de los valores literarios consagrados. En Luces de Bohemia, Valle-Incl�n compara la est�tica del esperpento con el efecto deformador de la imagen que producen los espejos c�ncavos del Callej�n del Gato en Madrid.

La t�cnica del esperpento en literatura equivale al estilo de Goya en la pintura. Los esperpentos de Valle-Incl�n son obras que presentan la realidad deformada o vista en un espejo c�ncavo. La teor�a del esperpento fue expuesta por Valle en Los Cuernos de Don Friolera y en Luces de Bohemia, as� como en una entrevista en 1928 para el diario ABC. Valle describe tres formas de enfrentarse a los propios personajes:

a)  desde abajo, mir�ndolos como h�roes sobrehumanos como en la tragedia griega;

b)  de frente, mirando a los personajes como a semejantes al modo de la novela del siglo XIX o de las obras dram�ticas de Shakespeare;

c)  desde arriba, desde la perspectiva del titiritero que mira a sus mu�ecos, mirada que para Valle era la m�s espa�ola, era la mirada de Cervantes sobre Don Quijote, la de Quevedo sobre el Busc�n y la de Goya en sus Disparates.

Valle-Incl�n explica as� qu� entiende por esperpento:

�Hoy tres modos de ver el mundo art�sticamente: El primero es verlo de rodillas, es la posici�n antigua. El autor ve a sus h�roes en una condici�n superior a los seres humanos, por lo menos, superior al autor. Es la posici�n cl�sica. As� Homero ve a sus h�roes condiciones sobrenaturales. La otra forma de ver es la de pie: ver a los personajes a la misma altura que el autor, con las mismas virtudes y defectos que el autor, como un doble del autor. Es la manera que m�s prospera. Es todo Shakespeare. La tercera forma es la que mira al mundo desde un plano superior, viendo a los personajes como mu�ecos, como seres inferiores al autor, con un punto de iron�a. As� los dieses se convierten en personajes de sainete. Es la manera muy espa�ola, la del demiurgo, que no se cree hecho del mismo barro que sus mu�ecos. As� Quevedo, Goya, Cervantes. Cervantes se cree m�s cabal que Don Quijote y jam�s se emociona con �l. Esta consideraci�n es la que me movi� a dar un cambio en mi literatura y a escribir los esperpentos.� [Francisco Ruiz Ram�n: Historia del Teatro Espa�ol Siglo XX, p. 122]

Este tercera perspectiva o forma de contemplar la realidad es la del esperpento. Luces de Bohemia (1920) fue la primera obra que Valle-Incl�n calific� de esperpento. A esta obra seguir�n Los cuernos de Don Friolera (1921), Las Galas del Difunto (de 1926, titulada El Terno del difunto en su primera edici�n) y La Hija del Capit�n (1927), que fueron publicadas de nuevo juntas en 1930 bajo el t�tulo de Martes de Carnaval.

Seg�n Valle-Incl�n: �Los h�roes cl�sicos reflejados en espejos c�ncavos dan el esperpento. El sentido tr�gico de la vida espa�ola s�lo puede darse con una est�tica sistem�ticamente deformada. Espa�a es una deformaci�n grotesca de la civilizaci�n europea. Las im�genes m�s bellas en un espejo c�ncavo son absurdas, pero la deformaci�n deja de serlo cuando est� sujeta a una matem�tica perfecta. Trasformar con matem�tica de espejo c�ncavo las normas cl�sicas, tal es mi est�tica actual. Deformemos la expresi�n en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de Espa�a.�

El esperpento no es tanto un nuevo g�nero literario como de un nuevo criterio est�tico: la �nica forma de presentar una realidad es distorsion�ndola sistem�ticamente para mostrar sus aspectos m�s grotescos y absurdos, obligando as� al espectador a adoptar una nueva postura ante el mundo que le rodea. Es la distorsi�n de la imagen que produce un espejo c�ncavo.

Los personajes de la serie esperp�ntica son gentes marginadas, oscuras, deformes, que poseen, sin embargo, la lucidez del buf�n. Lo grotesco parece funcionar de modo gratuito. Esperpento es el triunfo del absurdo y el fracaso del humanismo ingenuo. �Farsantes� llama Valle-Incl�n a los tr�gicos. La deformaci�n esperp�ntica, al ser sistem�tica y matem�tica, deja de serlo. El autor es el demiurgo que juega con el caos y lo estructura.

El esperpento de Valle-Incl�n entronca con las corrientes est�ticas de Europa, tales como el expresionismo en la pintura, las parodias grotescas de los futuristas italianos, el movimiento Dad� surgido durante la Primera Guerra Mundial y caracterizado por la expresi�n de una protesta nihilista contra la totalidad de los aspectos de la cultura occidental, o el surrealismo, que despu�s de la II Guerra Mundial desembocar�an en el teatro del absurdo, la farsa de Alfred Jarry (1873-1907) en Ubu rey (1896). Algunos autores ha visto paralelos en el sarcasmo de Pirandello, las novelas de Kafka, el teatro de Ionesco, D�rrenmat, las obras de Max Frisch, el cine de Chaplin, el nihilismo sensualista del pintor espa�ol Solana, el cine de Luis Bu�uel. Se compara el teatro de Valle con la forma de distanciamiento de la realidad de Brecht: La realidad se le presenta al espectador tan deformada que �ste queda at�nito, la ve como incre�ble, y as� el espectador pone en duda los valores que crey� hasta ahora sustentaban la realidad.

Al hacer pasar la realidad por un espejo c�ncavo, la imagen queda est�ticamente deformada, de forma que as� puede coincidir con el modelo real que quiere expresar el autor. La �ptica esperp�ntica pretende la recomposici�n de la figura real. Valle afirma el absurdo sin decirle s�, y lo niega sin decirle no. El esperpento es una forma de ver el mundo y de desenmascarar la realidad, es una ruptura con la tradici�n aristot�lica del teatro occidental.

El esperpento est� en el centro entre dos extremos: la tragedia y el disparate.

OBRAS

La obra de Valle-Incl�n oscila entre dos extremos: el esteticismo decadentista de sus primeras obras y el desgarro deformador de sus esperpentos.

OBRA PO�TICA

Se ha citado como enunciaci�n de su po�tica el volumen titulado La l�mpara maravillosa, en el que, dentro de un esoterismo que envuelve la explicaci�n con elementos teos�ficos y gn�sticos, explica la relaci�n entre la creaci�n art�stica y lo inefable (identificado con lo m�stico muchas veces).

Es lo menos conocido y, probablemente, lo menos significativo de su obra. Su primer volumen de poes�a es Aromas de Leyenda, de 1907, que se presenta como una trasnochada y anacr�nica pervivencia del Romanticismo, en la que no aparece nada de lo que m�s tarde ser� representativo de la obra del autor.

De los dos vol�menes de poemas El Pasajero (1920) y La Pipa de Kif (1919), el primero todav�a remite a la est�tica modernista; por el contrario, La Pipa de Kif muestra la coincidencia de Valle con algunos presupuestos de la literatura de vanguardia, singularmente con el Ultra�smo, que el propio autor criticar�a.

NOVELAS

La novel�stica de Valle comienza dentro del Modernismo decadentista. Sus primeras publicaciones son

Femeninas (1895) con el relato �La ni�a chole� de inspiraci�n mexicana y Flor de santidad (1904), colecciones de relatos en los que comienzan a aparecer personajes de la Galicia rural y arcaica que se encuentra en las Comedias B�rbaras y, en parte, en la Sonata de oto�o. Flor de santidad relata la historia de la pastora Adela, que seducida por un peregrino, es tenida por loca por la gente. Supersticiones, posesi�n demon�aca y creencias gallegas forman el fondo de esta novela.

Sonatas (Sonata de oto�o, de 1902; Sonata de est�o, de 1903; Sonata de primavera, de 1904; y Sonata de invierno, de 1905)

Obra maestra de la primera etapa y culminaci�n del modernismo espa�ol. Cuatro sonatas seg�n las cuatro estaciones del a�o. Representan su obra modernista. Son las memorias noveladas del Marqu�s de Bradom�n, un Don Juan ochocentista, c�nico y sensual (�feo, cat�lico y sentimental�). Bradom�n es un hombre del Rococ�, decadente y galante. Las Sonatas son una sinfon�a modernista en cuatro movimientos. Bradom�n es cat�lico, pero irrespetuoso; feo, pero seductor; sentimental, pero lascivo; espa�ol, pero a su modo; Don Juan, pero m�s Casanova.

Las cuatro estaciones muestran las cuatro edades del protagonista, desde la casi adolescencia de la Sonata de primavera hasta la vejez de la Sonata de invierno. De las cuatro, ha sido la de oto�o la m�s valorada, tanto por ser la m�s decadente de todas como por presentar el ambiente de la Galicia feudal que volver� a aparecer con frecuencia en obras posteriores del autor. En las Sonatas se funden los temas del erotismo, la muerte y la religi�n. La superaci�n de lo permitido (el incesto, la profanaci�n, la necrofilia) constituye tanto un elemento del decadentismo como una forma de mostrar las contradicciones de la moral burguesa imperante. Valle muestra la amoralidad voluptuosa de un personaje de profunda fe cat�lica e ideas carlistas.

Trilog�a de las Guerras Carlistas: Las Guerras Carlistas: Los Cruzados de la Causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de anta�o (1909).

Es una visi�n de las guerras carlistas como lucha de partidas rurales, sin sentido �pico alguno. En esta trilog�a se acerca Valle a la novela hist�rica, aunque de forma diferente a como lo hab�a hecho Benito P�rez Gald�s en sus Episodios Nacionales (1873-1912).

Tirano Bandera (1926) es la obra capital de la narrativa de Valle. Para algunos autores es la mejor obra de tema hispanoamericano que se compuesto. La obra est� inspirada por el viaje que, en 1922, llev� al autor a M�xico con motivo de la conmemoraci�n de su independencia. La novela describe la vida de lucha y el salvaje individualismo de los cabecillas americanos. La acci�n tiene lugar en un M�xico ut�pico, pero t�pico pa�s hispanoamericano. El personaje Banderas recuerdo al revolucionario Pancho Villa. El humorismo tr�gico de esta novela se aleja de Sonatas y se acerca ya al estilo posterior de Valle: el esperpento. La obra parodia estupendamente el espa�ol de Am�rica.

Tirano Banderas es una verdadera anticipaci�n de la novela del dictador hispanoamericana, convirti�ndose en inspiraci�n de las novelas de realidad deformada y lenguaje dif�cil que trataron el tema del dictador o tirano a partir de El Se�or Presidente (1946), de Miguel �ngel Asturias, El reino de este mundo (1949), Alejo Carpentier y de El oto�o del patriarca (1975), de Gabriel Garc�a M�rquez. Cuando fue publicada en Espa�a la novela de Valle, muchos cr�ticos la vieron como uno m�s de los ataques que se dirig�an al general Primo de Rivera, que ejerci� la dictadura (1923-1930) durante el reinado de Alfonso XIII y llevaba el gobierno con singular torpeza y dubitante actitud.

El Ruedo Ib�rico. Trilog�a: La corte de los milagros (1927), Viva mi due�o (1928) y Baza de espadas (1958).

La perspectiva deformadora que aplic� Valle a Am�rica en Tirano Banderas, la enfoca ahora hacia la historia de Espa�a en esta trilog�a novel�stica que retrata de forma burlesca y corrosiva la corte de Isabel II, reina de Espa�a (1833-1868) e hija del rey Fernando VII (1808-1833). La corte de Isabel II hab�a sido descrito pocos a�os antes por P�rez Gald�s en las series tercera y cuarta de sus Episodios Nacionales. La trilog�a forma parte de la visi�n esperp�ntica de la realidad: caricatura de la Corte, el Parlamento, los toreros y los militares. Las escenas recuerdan los famosos Disparates de Goya, as� como a la pintura de Guti�rrez Solana (1886-1945), vinculado al expresionismo.

TEATRO

El teatro de Valle-Incl�n es de lo m�s original en el siglo XX espa�ol. Desde la Celestina y el teatro del Siglo de Oro, no se hab�a creado en Espa�a un teatro de tal fuerza y novedad. Valle-Incl�n cre� un teatro original y nuevo que culmina en la creaci�n del esperpento, una t�cnica de desmitificaci�n. Su primera obra, fechada en 1899, es el drama titulado Cenizas, que refundi� en 1908 y volvi� a estrenar con el t�tulo de El Yermo de las Almas. Desde esta pieza inicial, de un marcado tinte modernista, la producci�n dram�tica de Valle evoluciona hacia el expresionismo deformador del esperpento, en una l�nea que se acerca y se aleja de ambos puntos.

La obra dram�tica de Valle-Incl�n supone uno de los intentos teatrales m�s originales de toda la escena espa�ola del siglo XX. Podemos dividir el teatro de Valle en varios ciclos:

EL CICLO M�TICO

La l�nea m�tica no es la �nica del teatro de Valle, ya que, al mismo tiempo, va a explotar el mundo de la farsa desde 1909 (fecha de la publicaci�n de la farsa infantil de la Cabeza del Drag�n) hasta el mismo 1920, en que ve la luz Farsa y licencia de la reina castiza, de nuevo sobre Isabel II. Entre medias, quedan las piezas tituladas La Marquesa Rosalinda (1912) y Farsa italiana de la enamorada del rey (1920). La Cabeza del Drag�n, representada por ni�os, supone un primer acercamiento a lo que ser�n los esperpentos de Martes de Carnaval, toda vez que en ella somete Valle a un proceso de deformaci�n a los poderes f�cticos de la Espa�a de su tiempo. Por su parte, La Marquesa Rosalinda supone el cruce del mundo de la farsa con el del Modernismo que est� ya abandonando el autor. El tono de la historia oscila entre el rid�culo de los personajes secundarios y la nobleza de la protagonista, dama madura que tiene amores con un c�mico de la legua en el marco oto�al de los jardines de Aranjuez. Con ello, se despide Valle de un estilo del que ya ha extra�do lo que le interesaba. El contraste entre lo sentimental y lo grotesco se hace mucho mayor en la Farsa italiana de la enamorada del rey, donde el amor de una moza de venta (Mari-Justina) por el rey Carlino se muestra como un enga�o de la imaginaci�n. La intencionalidad pol�tica de la farsa se hace aqu� mucho m�s expl�cita en la reducci�n al absurdo del amor de la joven (el pueblo) por un rey "viejo chepudo / estevado y narigudo" que es consciente de no merecer ese amor.

Comedias b�rbaras: �guila de blas�n (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922).

Abras de gran estilizaci�n dram�tica en un ambiente violento de resonancias medievales. En Cara de plata, de 1922, vuelve a observarse el giro hacia las consideraciones de cr�tica social.

Son comedias escritas de forma dialogada dif�ciles de representar. Ofrecen un mundo grandioso de pasiones primitivas y de violencia dram�tica. Estas comedias b�rbaras marcan el cambio de Valle del modernismo a un estilo que culminar� en el esperpento. Presentan el final de una familia aristocr�tica, los Montenegro, que acaba sus d�as de poder y gloria en mitad de las luchas internas por lo que queda de la herencia familiar. Un mundo sobre el que imperan el diablo y la muerte. Es un mundo pose�do del mal, la destructividad y la muerte. Juan Manuel Montenegro no conoce fronteras entre el bien y el mal, es patriarcal y donjuanesco, fiero y sensual, acompa�ado de su esposa m�rtir Mar�a y de sus hijos retorcidos y fieros, sin la nobleza del padre, que al final lo matan.

Los degenerados Montenegro, arist�cratas sin aristocracia, �ltimos restos de una raza, se mezclan con el pueblo bajo: prostitutas, mendigos, ladrones, borrachos, y ciegos. El pueblo bajo que ahora resurge y limpia al mundo de aquellas princesas imaginarias de los modernistas. Este teatro recuerda un poquito a los dramas americanos de William Faulkner (1897-1962), y a Tennessee Williams (1911-1983).

Este ciclo supone la ruptura con el teatro al uso. Sus personajes vuelven hacia el primitivismo de los or�genes del drama, alej�ndose del teatro realista del momento y otorg�ndole al hecho dram�tico una dimensi�n m�tica que no desaparecer� en el resto de la producci�n del autor y que se muestra en los impulsos brutales de los personajes, precursores de la dramaturgia de Artaud.

El embrujado es el mismo mundo de las comedias b�rbaras. La acci�n pasa en un mundo regido por la fatalidad, la avaricia y la lujuria. La v�ctima es un ni�o, s�mbolo de la inocencia. Al final vence la muerte, porque el �nico contrincante de la muerte, el amor, est� ausente.

Con esta obra intermedia, la l�nea m�tica del teatro de Valle-Incl�n culmina en 1920 con

Divinas Palabra (1920)

Tragicomedia campesina, obra horrible y a la vez po�tica, construida en torno a un enano hidroc�falo, Laureani�o el Idiota. Su grotesca y terrible pasi�n y muerte enlaza todas las escenas de la obra.

Primer acto: La madre gana dinero con su hijo el Idiota, mostr�ndolo en ferias, ventas y caminos. Al morir la madre, los hermanos se pelean por la posesi�n y explotaci�n del Idiota. La sacristana abandona su hogar para correr por las ferias mostrando a un enano hidroc�falo, hijo de una de sus cu�adas. Mari-Gaila se lanza a la vida libre y a explotar al Idiota. En una feria lo deja en una taberna, mientras ella se a fornicar con un amigo Miau. En la taberna el marica Miguel�n hace beber al Idiota copa tras copa, el p�blico se divierte. El Idiota se muere. Mari-Gaila hace una escena de hist�rica pla�idera. Tercer acto: El cad�ver del Idiota es encontrado en la calle con la cara y el cuerpo comido por los cerdos. La gente expone el cad�ver ante la Iglesia, para recoger dinero par el entierro. Mientras tanto, Mari-Gaila es descubierta en el campo fornicando con Miau. Perseguida por perros y gentes, se la obliga a desnudarse y la llevan en un carro a la iglesia. Su marido, Pero Gailo, se arroja desde el campanario y dice al pueblo las �divinas palabras� de Cristo ante la turba que quer�a lapidar a la ad�ltera: Qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidam mittat� (el que est� libre de pecado que tire la primera piedra). El conjuro de los latines (las "divinas palabras") impide a sus r�sticos vecinos, que no entienden los latines, la ejecuci�n de tan brutal castigo. De la mano del marido se acoge Mari-Gaila al asilo de la Iglesia.

Es dif�cil encontrar en todo el teatro europeo una obra m�s atrevida, negra y desagradable. Junto a la crueldad, hay profunda piedad para con los personajes. El ambiente de lujuria y avaricia, se carga al final de una extra�a espiritualidad, provocada por unas palabras en lat�n que la gente no entiende. Las palabras sin sentido causan un efecto m�gico y frenan el instinto agresivo de la gente. Es un teatro del absurdo a lo Eug�ne Ionesco (1909-1994) o Samuel Beckett (1906-1989).

A la crueldad al�a Valle una profunda piedad por los personajes, que le lleva a la ir�nica escena final de la salvaci�n del marido ultrajado y su esposa, amparados bajo el manto milagroso de las �divinas palabras�. El universo dram�tico de la lujuria y la avaricia se carga al final de espiritualidad. Una espiritualidad provocada por unas palabras que no significan nada para el coro de los personajes, pues son ininteligibles para �l. Cuando un poco antes son dichas en castellano, no obran efecto alguno. La represi�n de la pasi�n y la animalidad irracional no se origina por unas palabras dotadas de sentido, sino por unas palabras �divinas� y, por tanto, sin sentido. La pasi�n irracional se funde con la piedad irracional tambi�n. Las �divinas palabras� son signo de esa irracionalidad que est� latente tanto en lo bueno como en lo malo. Los personajes de la tragedia de Valle, como los de la tragedia cl�sica, est�n situados m�s all� de todo bien y mal, m�s all� de toda �tica. Divinas palabras termina con una verdadera catarsis. Es la danza de la muerte, de la lujuria y la avaricia, danza medieval m�tica de lo irracional en Galicia. Los personajes de esta obra de Valle son �figuras ululantes, violentas y carnales, pero de un sentido religioso profundo, que mueven al amor como los dioses, y este es el don sagrado de la fatalidad� (Valle-Incl�n). Recordemos la vida pasional irracional de los dioses en la mitolog�a greco-romana.

EL CICLO DE LA FARSA

La cabeza del drag�n (1909)

Valle somete aqu� a una coherente deformaci�n (esperpento) los valores tradicionales y los tipos representativos (militar, realeza y nobleza) y la tradici�n sin contenido. Reduce la tradici�n sin sustancia al absurdo y muestra la est�pida crueldad del hombre cuando se aferra a las formas de una tradici�n vaciada de todo sentido de la realidad. Valle reduce lo humano a la pura elementalidad hueca y deformada. Esta obra es la primera s�tira del Poder en Valle-Incl�n.

La marquesa Rosalinda (1912)

Farsa sentimental y grotesca en verso. Mezcla de teatro de marionetas con la Comedia dell�Arte. La mezcla de lo sentimental con lo grotesco da a la pieza su car�cter tragic�mico. Esta obra es la liquidaci�n ir�nica del sue�o modernista de amor y princesas.

Farsa italiana de la enamorada del rey (1920)

Otra vez el contraste entre la nobleza y el pueblo, entre lo sentimental y lo grotesco. Liquida el mito hist�rico de la uni�n entre realeza y pueblo, tal como lo presenta Lope de Vega en Fuenteovejuna. El lazo de uni�n de estos dos elementos contrapuestos es el artista, como representante del esp�ritu del arte. El ciclo de la farsa de Valle es la liquidaci�n de los sue�os modernistas del autor. Una vez liquidado el mito modernista y los sue�os de nobleza y amor, Valle podr� mirar con dolorosa lucidez la realidad espa�ola.

Farsa y licencia de la reina castiza (1920)

Con dolor renuncia Valle ahora a la fijaci�n �sentimental� modernista. Lo sentimental desaparece en esta �ltima farsa y queda solamente lo �grotesco� intensificado, presagio de sus esperpentos de las �ltimas obras. El lenguaje achabacanado y achulado es la forma estil�stica para reflejar el mundo degradado, y es, al mismo tiempo, instrumento de distanciamiento entre autor y mundo dram�tico. Valle presenta aqu� la realidad espa�ola (la corte isabelina) sin patetismo ni tesis, con un lenguaje distanciado y deshumanizado que presenta muy bien la realidad hist�rica que el autor quiere ridiculizar. Sin recursos intelectuales ni metaf�sicos, Valle nos muestra aqu� un teatro del absurdo anterior al �teatro del absurdo� europeo posterior. La degradaci�n de la realidad se expresa en los dos polos de la sociedad tradicional: monarqu�a y pueblo. Valle presenta con estos temas un mundo m�s moderno que el de los que han escrito temas de m�s actualidad.

Con esta �ltima obra y con Divinas palabras comienza Valle su nueva creaci�n original: el esperpento. Antes de pasar al ciclo esperp�ntico, conviene citar dos obras intermedias:

Cuento de abril (1909).

Es su primera pieza escrita en verso, de car�cter modernista en el lenguaje y la tem�tica. La obra presenta la confrontaci�n de la cultura castellana (asc�tica) y la cultural provenzal (sensual y l�rica). Cuento de abril es la expresi�n de la crisis est�tica del autor: la imposibilidad de unir dos mundos y est�ticas opuestas, la castellana y la francesa. Es la liquidaci�n del modernismo, la imposibilidad de casar una forma castellana con contenido ajeno franc�s. Es la paradoja del modernismo: Intentar meter en el verso castellano el esp�ritu franc�s (los modernistas estaban influenciados por el parnasianismo y el simbolismo franceses). La obra se mueve dentro del estilo modernista, pero que evidencia lo poco que puede sacar ya el autor de dicho movimiento est�tico, y su escaso inter�s en adaptar los metros franceses al espa�ol.

Voces de gesta (1911).

Muestra el esp�ritu heroico del castellano, primitivo y elemental. Esta obra es la m�s floja de estructura dram�tica. La obra, subtitulada "tragedia pastoril", est� relacionada con las novelas de Las Guerras Carlistas y con el mundo de las leyendas caballerescas medievales.

EL CICLO ESPERP�NTICO

Luces de Bohemia (1920) fue la primera obra que Valle-Incl�n calific� de esperpento. A esta obra seguir�n Los cuernos de Don Friolera (1921), Las Galas del Difunto (de 1926, titulada El Terno del difunto en su primera edici�n) y La Hija del Capit�n (1927), que fueron publicadas de nuevo juntas en 1930 bajo el t�tulo de Martes de Carnaval.

Luces de bohemia (1920)

Supone la culminaci�n de las tres corrientes dram�ticas cultivadas hasta este momento por Valle-Incl�n. Es la primera obra que Valle llam� esperpento.

Luces de Bohemia muestra el recorrido por Madrid del poeta Max Estrella, acompa�ado por Don Latino de H�spalis, en la que ha de ser la �ltima noche de su vida. La grandeza de la figura del poeta ciego contrasta con la sordidez del mundo en que se mueve: lo m�s tr�gico de su sino se muestra en la forma en la que se cruza con la buena suerte sin llegar a encontrarla. Max Estrella es un poeta ciego como Homero. Su cabeza rizada y ciega, de car�cter arcaico y cl�sico recuerda a Hermes. A la dignidad del h�roe no corresponde la dignidad del mundo en que se mueve. Es un mundo sin posibilidad de nobleza y grandeza, propias de la tragedia cl�sica. La obra presenta la tragedia del bohemio escritor modernistas del primeros del siglo XX. El escenario es el pueblo bajo de Madrid. Es un retablo deshumanizante del Madrid del 98 y modernista.

La obra se presenta dividida en una serie de escenas en las que se detalla el recorrido de toda una noche por los bajos fondos de Madrid, desde el s�rdido espacio de una taberna a los oscuros rincones del parque de El Retiro, pasando por los sucios entresijos de un ministerio y por los sobrecogedores calabozos de una comisar�a. La acci�n se inicia con una invitaci�n al suicidio y termina con un suicidio. Con ello, logra Valle crear la sensaci�n de mundo cerrado del que no se puede salir sino con la muerte.

Mediante la deformaci�n y la caricatura logra Valle hacer brotar la tragedia, que surge de la propia desnudez de la realidad caricaturizada. El esperpento, lejos de negar lo tr�gico, es el �nico modo l�cito de dar testimonio de lo tr�gico, sin negarlo ni traicionarlo. La forma cl�sica de la tragedia es la falsedad. La �nica forma aut�ntica es lo grotesco reflejado en un espejo c�ncavo, el esperpento. Para que su testimonio sea ver�dico, el h�roe tr�gico moderno debe renunciar a toda actitud tr�gica falsa. Esta obra presenta la vida y la muerte del nuevo h�roe moderno. El esperpento es la negaci�n absoluta de la ret�rica. �La realidad es siempre m�s cruel que la mala ret�rica� (Valle-Incl�n).

Sobre los h�roes del esperpento pesa una fatalidad que no viene desde arriba ni desde un �m�s all� del mundo�, sino desde el centro neutro e insignificante del mismo mundo. Contra esta fatalidad no cabe ni rebeli�n heroica ni aceptaci�n heroica. Contra esta fatalidad s�lo es posible la rabia, la impotencia y la verg�enza. Al h�roe cl�sico le era posible la lucha, la agon�a, con la que pod�a medir su grandeza y dignidad. Al h�roe moderno ni siquiera le queda esa posibilidad. Max Estrella, no habiendo podido alimentar a su familia, abofeteado, encarcelado, perdida su dignidad al aceptar una pensi�n mensual, se muere a la puerta de su casa, traicionado por su grotesco lazarillo. Su muerte es confundida con una borrachera y degradada con el diagn�stico de �catalepsia� (accidente nervioso repentino, de �ndole hist�rica, que suspende las sensaciones e inmoviliza el cuerpo en cualquier postura en que se le coloque).

Las tres obras siguientes fueron publicadas juntas en 1930 bajo el t�tulo de Martes de Carnaval:

Los cuernos de Don Friolera (1921)

Es una nueva versi�n del motivo de la honra cl�sico. Valle presenta tres versiones distintas del mismo hecho correspondientes a las tres formas de ver el mundo: �de rodillas, en pie o levantado en el aire�.

Don Friolera es un teniente de carabineros que se entera, por un an�nimo, de la infidelidad de su mujer. La obra parodia las tragedias del honor del dramaturgo del Siglo de Oro Pedro Calder�n de la Barca (1600-1681), en las que el h�roe expresaba en sus mon�logos la divisi�n de su conciencia. Don Friolera siente el enfrentamiento de sus dos naturalezas: La profesional y la humana. Seg�n el c�digo militar, debe matar. Como persona siente su imposibilidad de representar el papel que el cuerpo de carabineros le impone: �En el cuerpo de Carabineros no hay maridos cabrones�. Don Friolera es un pobre hombre (�Me reconozco un calzonazos�) que tiene que hacer el papel de h�roe que la sociedad le impone y exige de �l: �La galer�a no se conforma con una honrosa separaci�n, quiere ver t�teres y agradece el espect�culo... Pim, Pam, Pum... El principio del honor ordena matar�.

Los Cuernos de Don Friolera presenta en lugar de seres humanos, verdaderos fantoches que se comportan de acuerdo con unos patrones preestablecidos a los que no pueden sino obedecer: tanto el marido ofendido como la esposa infiel y el seductor no son libres de comportarse de otra forma que como lo han hecho. De la misma manera, y en lo que se presenta como una contrafigura de los dramas calderonianos, el marido debe de vengarse dentro del c�digo del honor, lo que choca de plano con su forma de ser.

Las galas del difunto (1926)

En su primera edici�n la obra llevaba el subt�tulo de El Terno del difunto. El fil�sofo Jos� Ortega y Gasset (1883-1955) fue el primero en relacionar este esperpento con el Don Juan Tenorio de Jos� Zorrilla (1817-1893). Don Juan Tenorio queda degradado a Juanito Ventolera, que roba el terno a un muerto para irse a raptar a la Daifa, contrafigura de Do�a In�s que est� no en un convento sino en un prost�bulo. El comportamiento de los fantoches muestra que, mientras que el don Juan cl�sico es un rebelde que se salta la norma social, Juanito Ventolera no es sino una v�ctima de �sta.

La hija del capit�n (1927)

Es el �ltimo esperpento y la �ltima pieza teatral de Valle-Incl�n. La obra supuso todo un esc�ndalo, toda vez que pon�a en solfa la dictadura del general Primo de Rivera (1923 y 1930) y la propia monarqu�a de Alfonso XIII que lo manten�a en el gobierno. Prohibida su circulaci�n durante la dictadura, la obra aparece en 1930. Es una s�tira de los pronunciamientos militares y una cr�tica a la dictadura militar del general Primo de Rivera que entonces era realidad. Es una cr�tica de toda forma de poder moderna, poniendo al descubierto su mec�nica interior: La toma de poder de un general que manda asesinar a un viejo �pisaverde�, amante de la Sini, que a su vez lo es del General, con consentimiento de su padre, el Capit�n. Para evitar el esc�ndalo, el General, en nombre de la �familia militar� y en honor a la patria, toma el poder. Entre la muerte del Pollo de Cartagena (�viejales pisaverde� y el golpe de estado militar, no existe ninguna relaci�n l�gica. Ante el golpe dado por el general, las fuerzas vivas de la cultura y el poder, las damas de las organizaciones caritativas y el propio rey, as� como el alto clero, se ponen de parte del General y aclaman su acci�n. Valle pretend�a mostrar as� a la luz p�blica la trama socioecon�mica sobre la que se asentaba el poder del dictador, al tiempo que la bajeza personal de �ste como hombre, pues todos los ideales patrios no eran sino excusas al servicio de su propia ambici�n personal.

AUTOS PARA SILUETAS Y MELODRAMAS PARA MARIONETAS

Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1927)

Finalmente, forman parte tambi�n del g�nero esperp�ntico las cuatro piezas que integran el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte: El Embrujado y Son Ligaz�n (1926), Sacrificio (1927) subtituladas Autos para siluetas; La rosa de papel (1924) y La Cabeza del Bautista (1924) ambas subtituladas Melodramas para marionetas. En ellas se a�na la estructura del esperpento con el escenario de las tragedias m�ticas y con los procedimientos de la farsa para esperpentizar las tres fuerzas naturales que figuran en el t�tulo.

La acci�n de los esperpentos transcurr�a, fundamentalmente, en la ciudad. En estas piezas para siluetas vuelve Valle al escenario del ciclo m�tico: Las fuerzas c�smicas con toda su acci�n destructora y mal�fica, con toda su irracionalidad, la fatalidad ciega de la existencia humana.

En el ciclo de siluetas y marionetas funde Valle sus ciclos anteriores: Tem�tica del ciclo m�tico fundida con las marionetas del ciclo de la farsa y con la t�cnica sincopada y deformante del esperpento. Valle esperpentiza las tres grandes fuerzas del ciclo m�tico: la avaricia, la lujuria y la muerte, as� como los personajes de la farsa. Lo que cambia no es la visi�n de la realidad, sino la realidad visionada, que no es aqu� la del mundo social de los esperpentos. Estas �ltimas obras son por su t�cnica y visi�n de la realidad verdaderos esperpentos, pero de contenido diferente a los del ciclo esperp�ntico.

En los melodramas de marionetas completa Valle el proceso de esperpentizaci�n de la realidad. A la esperpentizaci�n de la realidad hist�rica, del honor, del patriotismo, de la realeza, del donjuanismo une ahora la esperpentizaci�n del mundo del melodrama y marionetas del ciclo de la farsa. As� integra al final los tres ciclos. El ciclo m�tico es ahora desmitificado mediante el esperpento.

Es la uni�n de lo absurdo y tr�gico al mismo tiempo, visi�n esperp�ntica del mundo donde �la superaci�n del dolor y la risa� son la �nica condici�n para poder mirar y ver al hombre. �Dios no mira lo que hacemos: Tiene la cara vuelta� (Valle-Incl�n).

 

Realidad irracional de lo tr�gico

Tragedia cl�sica

Esperpento

Disparate absurdo

Toma lo tr�gico en serio.

Presentaci�n racional de lo irracional

Respeto lo tr�gico en su esencia irracional y lo presenta en su irracionalidad.

La obra de arte es el reflejo sistem�ticamente deformante y como tal copia fiel de lo tr�gico.

No toma en serio lo tr�gico-irracional.

Presentaci�n jocosa y distanciada de la realidad: no quiere ni reflejar ni comprender.

Niega en el fondo indirectamente el absurdo.

 

Proceso en Valle-Incl�n

Modernismo

Crisis

Liquidaci�n del modernismo

Sonatas

Comedias b�rbaras

Farsas y esperpento

El desenga�o ante el sue�o modernista le lleva a la deformaci�n sistem�tica del modernismo.

 

Bibliograf�a

Gibbs, Virginia: Las sonatas de Valle-Incl�n: kitsch, sexualidad, satanismo, historia. Madrid, 1991.

Risco, Antonio: La est�tica de Valle-Incl�n en los esperpentos y en �el ruedo ib�rico�. Madrid, 1966.

Salper, Roberta L.: Valle-Incl�n y su mundo. Ideolog�a y forma narrativa. Amsterdam, 1988.

Sender, Ram�n Jos�: Valle-Incl�n y la dificultad de la tragedia. Madrid, 1965.

Zamora Vicente, Alonso: Las sonatas de Valle-Incl�n. Madrid: Gredos, 1969.

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