(PDF) “Dido en Etruria: la pasión musical de María Luisa de Borbón”, Scherzo, 338, marzo 2018, dossier “Música de corte en femenino”, pp. 82-85. | Ana Lombardía - Academia.edu
DOSIER MÚSICA DE CORTE EN FEMENINO Dido en Etruria: la pasión musical de María Luisa de Borbón A na Lom ba r día prácticamente no había sido investigada antes del año 2000. Los Hace casi exactamente doscientos años, a finales de 1817, la infanta recientes estudios al respecto revelan un interés continuo por todas las María Luisa de Borbón (1782-1824), bien conocida en la historia política manifestaciones artísticas: en sus etapas como reina regente y duquesa, como la reina de Etruria, encargó un retrato al prestigioso pintor e incluso en los años intermedios como “reina sin reino”, María Luisa romano Vincenzo Camuccini (Fig. 1). Aparentemente se trata de una promovió continuamente la creación de obras de arquitectura, representación convencional, en el estilo neoclásico de inspiración escultura, literatura, pintura y música. Además, ella misma cultivó pompeyana entonces a la moda en los retratos femeninos. aficiones como la pintura, la interpretación musical e incluso la La protagonista aparece sentada en actitud serena, sin apenas joyas, pero luce las insignias de dos órdenes femeninas que marcan su rango social y composición. Como resultado de este entusiasmo, reunió colecciones riquísimas de arte, instrumentos musicales y partituras, en especial su linaje: la de la Cruz Estrellada, concedida por las emperatrices de Habsburgo, y, más visible con su banda bicolor, la de la reina María Luisa, durante los veinte años que pasó en Italia. concedida por su propia madre, María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. No parece casualidad que la infanta, recién nombrada duquesa de Pro t ec t or a de l a s a rt e s Lucca tras años de lucha por sus derechos dinásticos, se hiciera retratar en esta actitud de dignidad reconquistada. En el campo de las artes visuales, la infanta realizó encargos a Sin embargo, este lienzo contiene otro símbolo que hasta ahora artistas de renombre que contribuyeron a decorar o reformar los había pasado totalmente desapercibido, pero que resulta muy revelador diferentes palacios en los que vivió. Es el caso del escultor Antonio sobre la imagen pública que la reina de Etruria deseaba proyectar. El haz Canova y el pintor François-Xavier Fabre en el Palacio Pitti de Florencia, de luz que cruza el cuadro en diagonal ilumina la falda de raso blanco de donde Fabre realizó el retrato de familia de los Reyes de Etruria y sus la protagonista y, a continuación, un libro de música del que sobresale hijos conservado actualmente en el Museo del Prado. En Roma, la una partitura instrumental. Siendo la propia infanta la comitente de la infanta residió en los palacios Ercolani (hoy Grazioli) y Rinuccini (hoy obra, no cabe duda de su intención de ser identificada con la música, arte Bonaparte), de cuyas paredes colgaron obras de pintores tan que cultivó con verdadera pasión durante toda su vida. demandados en su tiempo como Vincenzo Camuccini y Gaspare Landi. La de María Luisa fue una vida itinerante y llena de “aventuras”, No obstante, algunas de las obras que ella encargó en Roma, incluido el como reza el título original de sus memorias, que ella misma dictó en mencionado retrato, fueron llevadas al palacio Ducal de Lucca, 1814 e hizo publicar en cinco idiomas para reivindicar sus derechos en el reformado por Lorenzo Nottolini. Como reconocimiento a su Congreso de Viena, un gesto que da fe de su independencia en el terreno promoción de las bellas artes, en 1819 la Accademia di San Luca (Roma), político. Su biografía tuvo como principales escenarios la corte de nombró a la infanta “Accademica d’onore”. Madrid, Florencia, Roma y Lucca. En la corte española contrajo matrimonio con su primo Luis de Parma (1773-1803) y dio a luz a su hijo Además de apoyar a artistas cuya memoria ha permanecido en la historia del arte, Carlos Luis de Borbón (1799-1883), ambos la reina de Etruria promocionó la obra de otros casi invisibles en los manuales retratados junto a ella en La familia de Carlos IV por el hecho de ser mujeres de Goya. En 1801 Luis fue nombrado rey de Etruria, un estado satélite de la Francia napoleónica establecido sobre el anterior Gran Ducado de Toscana, con capital en Florencia. Pero Luis, que padecía de Además de apoyar a artistas cuya memoria ha permanecido en la epilepsia (en ocasiones había que ponerle la camisa de fuerza), falleció historia del arte, la reina de Etruria promocionó la obra de otros casi sólo dos años después, dejando a María Luisa como regente, con apenas invisibles en los manuales por el hecho de ser mujeres. Es el caso de la 21 años. El reino fue disuelto en 1807 y ella regresó a Madrid, donde se pintora Matilde Malenchini, que la retrató en la Capilla Sixtina encontró con el Motín de Aranjuez y el Levantamiento del Dos de Mayo, rodeada de artistas, o de la poetisa Teresa Bandettini, quien le dedicó que la obligaron a un segundo exilio en Compiègne y Niza. Desde allí varios textos de su Poesie Estemporanee. Tanto estos poemas como las intentó fugarse a Inglaterra con ayuda de un banquero de Livorno, pero pinturas encargadas por la infanta reflejan su interés por temas fue descubierta y Napoleón la hizo encerrar en el monasterio de Santi femeninos e incluso, dentro de la mentalidad conservadora propia de Domenico e Sisto de Roma, donde estuvo prisionera durante dos años y su estatus social y época, “feministas”. De hecho, las heroínas de la medio. Sin duda, su biografía es digna de un guión de Hollywood, con Antigüedad y la mitología clásicas sirven como pretexto para episodios tan curiosos como el nacimiento de su hija Luisa Carlota de representar virtudes femeninas en lienzos como Veturia de Landi y Borbón (1802-1857) en plena travesía marítima o su reunión con Cornelia de Camuccini, así como en los poemas de Bandettini Napoleón durante una representación de ópera en la Scala de Milán. protagonizados por Andrómeda, Ariadna o Dido. Seguramente Pero la reina de Etruria no es sólo un personaje relevante desde el María Luisa se identificaría con personajes como Cornelia, viuda punto de vista político o biográfico, sino también desde la perspectiva dedicada a la educación de sus hijos que rechazó un segundo del mecenazgo artístico, una faceta mucho menos conocida que matrimonio, o Dido, reina en solitario del pequeño Cartago en 82 SCHERZO DOSIER Florencia, Gallerie degli Uffizi, Galleria d’Arte Moderna, Palazzo Pitti, Inv. Oggetti d’arte Pitti no. 1430. MÚSICA DE CORTE EN FEMENINO Fig. 1: Vincenzo Camuccini: María Luisa de Borbón, reina de Etruria (Roma, 1817). ausencia de su amado Eneas, al igual que María Luisa gobernó Etruria en ausencia de Luis. Precisamente este mito, puesto en verso por el famoso Pietro Metastasio en su Didone abbandonata (1724), continuaba de moda entre las damas de la élite social casi un siglo después, cuando el aria de Dido “Son regina e sono amante” inspiró una composición dedicada a la reina de Etruria por Filippo Moroni, su maestro de música en Roma. No se trata de un ejemplo aislado, sino todo lo contrario: formaba parte de una colección de unos dos mil volúmenes de música que la infanta atesoró a lo largo de décadas, sin duda motivada por una enorme pasión. De hecho, no se limitó a ejercer de mecenas y coleccionista musical, sino que además fue intérprete e incluso compositora. Como intérprete fue especialmente polifacética: además de cantar y tocar instrumentos de teclado, actividades frecuentes en la práctica musical femenina de la época, también aprendió a tocar la guitarra, el arpa y el violín. Su colección de instrumentos incluía desde violines Stradivarius y Amati hasta los más variados instrumentos de teclado, en una época en la que el clavicémbalo iba siendo desplazado por el fortepiano (antecesor del SCHERZO 83 84 SCHERZO Biblioteca Palatina de Parma, Fondo Borbone piano actual) y los constructores competían por lanzar nuevos modelos. Solamente en la etapa de Florencia, la infanta adquirió once instrumentos de teclado, entre ellos dos modelos experimentales enviados desde Viena. En esos años era habitual que las damas de la alta sociedad estudiaran música y la practicaran en el ámbito privado como “aficionadas” (término opuesto al de “maestro” o profesional). Sin embargo, no era tan frecuente que las mujeres escribieran música o que coleccionaran partituras e instrumentos con la avidez de María Luisa de Borbón, ni mucho menos que les dieran un uso prácticamente diario, como demuestran diversos documentos relacionados con ella. Uno de los más reveladores es el catálogo de su colección musical, realizado en 1821, que contiene una enorme variedad de géneros: óperas completas, en números sueltos (arias, duetos, tercetos, etc.) o en arreglos para teclado; repertorio instrumental solista para teclado, arpa y guitarra; música instrumental para conjuntos diversos (desde dúos a dos violines hasta sinfonías para orquesta completa); canciones con acompañamiento de piano, guitarra o arpa; cantatas, música vocal religiosa, obras para órgano, música de baile, obras para banda y más de veinte tratados teóricos. De modo insólito y afortunado en comparación con otras colecciones de la época, una parte sustancial de esta se ha conservado en el Fondo Borbone de la Biblioteca Palatina de Parma. Hasta el momento, son más de seiscientas las partituras identificadas con el nombre de María Luisa de Borbón como dedicataria o poseedora, muchas de ellas marcadas con sus iniciales en letras doradas (MLB). En esta biblioteca musical conviven lo internacional y lo local: junto a compositores famosos en la época que aún hoy forman parte del canon musical, aparecen otros prácticamente desconocidos, pero mucho más representativos de los estilos predominantes entonces. Se trata sobre todo de autores activos en España e Italia y de partituras producidas y vendidas en las ciudades donde residió la poseedora, como cabría esperar. No obstante, la reina de Etruria también adquirió obras de compositores activos en París, Viena y otras ciudades europeas, mayoritariamente en ediciones manuscritas. Entre los “grandes nombres”, se repiten, entre otros, los de Rossini, con trece óperas completas y diez arreglos de sinfonías, o Pleyel, con cincuenta obras para teclado, incluidas tres sonatas de la serie “Diario de damas” que se vendía en Madrid. En menor medida, aparecen otros nombres perfectamente conocidos hoy, como los de Haydn, Mozart, Beethoven, Paër o Clementi. Entre los compositores menos conocidos destacan los distintos “maestros” que trabajaron para María Luisa, como Francesco Federici en Madrid, Gherardo Gherardi en Florencia, Tommaso Barsotti en Compiègne y Niza, Filippo Moroni en Roma y Franz Shoberlechner en Lucca. Escribieron para ella composiciones a la última moda de géneros diversos, desde las obras religiosas de Gherardi, seguramente interpretadas en la capilla florentina de la infanta, hasta las canciones amorosas de Federici y Moroni sobre poemas de Metastasio. Asimismo, desde Italia la infanta continuó haciéndose con la música más reciente de los compositores activos en Madrid, tanto en la Villa como en la Corte, y es probable que diera a conocer este repertorio entre sus amistades internacionales. Como demostró en 2015 un primer estudio del grupo de investigación MECRI realizado por Ll. Betran, A. Lombardía y J. Ortega, el Fondo Borbone contiene más de trescientos manuscritos españoles, coleccionados en una primera fase por María Luisa junto a su esposo, y desde 1803 en solitario. Por un lado, hay música de maestros de la corte española, incluidas fuentes únicas de Luigi Boccherini y Gaetano Brunetti. Por otro, está muy presente el repertorio más comercial de las librerías madrileñas, incluyendo obras de inspiración popular española, como seguidillas y fandangos para teclado, la mayoría anónimos. La infanta también coleccionó canciones en español compuestas al estilo operístico italiano, de autores como Andrés Rosquellas o José Rodríguez de León. Otras obras representativas de la recepción de tendencias extranjeras en España son seis lieder de Mozart traducidos al castellano, anunciados en el Diario de Madrid en 1806. Toda esta música era interpretada cotidianamente en “academias” (reuniones) de “música de cámara” organizadas por la infanta, en las cuales participaba un número variable de músicos, en ocasiones muy elevado. En esa época “música de cámara” no significaba necesariamente MÚSICA DE CORTE EN FEMENINO Fig. 2: Partituras que pertenecieron a la reina de Etruria y su hija Luisa Carlota de Borbón. Biblioteca Palatina de Parma, Fondo Borbone DOSIER Fig. 3: María Luisa de Borbón – reina de Etruria, Sinfonía a piena orchestra. “música para grupos reducidos”, sino que más bien hacía referencia a un contexto de interpretación exclusivo, reservado a los organizadores y sus invitados en estancias privadas. Las academias abarcaban desde la práctica doméstica más íntima, realizada en solitario o en compañía de familiares y amigos, hasta reuniones semiprivadas relativamente populosas, donde el círculo social se ampliaba a otros parientes, conocidos, personas con quienes interesaba estrechar lazos políticos o visitantes de paso por la ciudad. Es significativo, por ejemplo, que en esta colección haya muchas más arias con acompañamiento de varios instrumentos que canciones para voz y piano. Además, el hecho de que haya partichelas independientes para los instrumentos de la orquesta, MÚSICA DE CORTE EN FEMENINO DOSIER (Roma, Ratti y Cencetti, 1822) cuando el compositor se encontraba en la ciudad. En cuanto a Rossini, María Luisa no se limitó a coleccionar sus obras con gran interés, sino que además le encargó una ópera con motivo del matrimonio de su hijo, aunque el compositor sólo llegó a entregar un acto, truncándose los planes de estrenarla en Lucca. Pero, sin duda, el testimonio más revelador sobre la actividad musical de María Luisa son los manuscritos de las cuatro sinfonías que ella misma compuso, dos de ellas fechadas en 1821, desconocidas hasta ahora pero de gran importancia histórica, pues son las obras orquestales más tempranas de una compositora española localizadas hasta el momento (Fig. 3). Más allá de esta circunstancia, se trata de obras únicas por su combinación de elementos de la música La figura de la reina de Etruria es reveladora sobre el activo papel de italiana y española de la época. De hecho, las mujeres en la vida musical de principios del siglo XIX, cuando no sólo reflejan cómo la infanta asimiló el estilo de eran intérpretes y coleccionistas, sino también mecenas y compositoras, los compositores cuyas sinfonías de ópera a menudo conectadas en redes de apoyo mutuo (esto es, introducciones en un solo movimiento) tocaba habitualmente en forma de arreglos para teclado, como Rossini y Donizetti. Además, incorporan elementos típicamente españoles, como imita bordados, a la manera del merletto italiano, y los folios están unidos el esquema rítmico-armónico del fandango. Aunque se trata de las por cintas de raso (Fig. 2). Otros miembros de la corte también se únicas composiciones de la reina de Etruria localizadas por ahora, hay interesaron por la música; el conde Bernardino Orsetti, por ejemplo, constancia de que ya escribía música durante su exilio en Francia en tomaba prestadas obras para teclado de la biblioteca de la entonces 1809, y es de suponer que antes de componer para orquesta se habría duquesa de Lucca. ejercitado con obras de menor formato, como sonatas para piano o canciones. Quizá futuros estudios permitan identificar otras obras suyas R e de s de com p osi t or a s entre los numerosos manuscritos anónimos de su colección. En suma, la figura de la reina de Etruria es reveladora sobre el activo Asimismo, la música fue para la infanta un medio de socialización papel de las mujeres en la vida musical de principios del siglo XIX, con otras damas, tanto aficionadas como profesionales. Así lo revelan cuando no sólo eran intérpretes y coleccionistas, sino también mecenas tres partituras del Fondo Borbone firmadas por compositoras hasta y compositoras, a menudo conectadas en redes de apoyo mutuo. Su ahora desconocidas: Nunziata Mazzini, Nunziata Roberti y Anna colección musical brinda una oportunidad única para reconstruir las Marchi. Las anotaciones de los propios manuscritos indican que la veladas de música de cámara que compartían las “aficionadas” de la élite Sonatina de Roberti, dedicada a la desconocida Anna Cesarini, es obra de social, cuya mentalidad e intereses, reflejados por los textos de las una aficionada (“dilettante”). También Mazzini debió de serlo, pues en su canciones, podrían sorprender al oyente actual. Por ejemplo, la letra de sonata programática Melancolía (“Malinconia”), dedicada a la reina de Aquel que gime y suspira de Andrés Rosquellas gira en torno a la libertad Etruria, se dirige a ella como a una amiga. En cambio Marchi, de Siena, femenina en materia amorosa, con altas dosis de ironía, reiterando los debió de ser una compositora profesional, a juzgar por la cuidada versos “entre amar y aborrecer/prefiero mi libertad”. De manera algo presentación de sus tríos para fortepiano, violín y violonchelo, que más velada, la mencionada Son regina e sono amante es un manifiesto de llevan una dedicatoria convencional dirigida a la infanta. El hecho de que autonomía femenina, tanto en la política como en el amor. Precisamente estas obras de compositoras estén dedicadas a otras mujeres, junto al esta aria da título al proyecto de musicología sobre la infanta apoyo de María Luisa a pintoras y escritoras, parece indicar que en la desarrollado recientemente en la Real Academia de España en Roma con vida cultural italiana de principios del XIX existieron ciertas redes apoyo de AECID (2016-2017), cuyo resultado será la próxima publicación femeninas en las que la infanta participó muy activamente. de un estudio académico y de la edición crítica de las sinfonías (ICCMU). En el ámbito público, María Luisa de Borbón asistía con asiduidad a Además, el proyecto ha generado una serie de conciertos-conferencia en los estrenos de ópera y participaba en academias musicales populosas Italia y España, el próximo de ellos previsto para otoño de 2018 en uno organizadas por otros miembros de la élite social. En algunas de esas de los Reales Sitios, en colaboración con Patrimonio Nacional.¶ ocasiones coincidió con músicos y artistas cuya fama ha llegado a nuestros días. Es el caso de Niccolò Paganini, a quien la infanta pudo escuchar tocar el violín en casa del embajador austriaco en Roma en 1819, Ana Lombardía ante unas seiscientas personas. En esa velada se interpretó un cuarteto de Instituto Complutense de Ciencias Musicales cuerda de Beethoven con un pintor de prestigio en la parte de segundo violín, Jean-Auguste-Dominique Ingres. Pocos días después, María Luisa recompensó a Paganini con el pago de una gratificación. Otros músicos famosos a quienes la infanta pudo haber conocido personalmente son Donizetti y Rossini. De hecho, ella patrocinó la edición impresa de la cantata Teresa e Gianfaldroni de Donizetti en reducción para canto y piano algunas de ellas duplicadas, señala claramente que esas copias recibieron un uso práctico. Se conocen los nombres de algunas de las personas que compartieron academias musicales con la reina de Etruria. En el ámbito familiar, también fueron músicos aficionados sus padres Carlos IV (violín) y María Luisa (canto), su marido Luis (teclado, canto y realización de arreglos), su hijo Carlos Luis (violín) o su hija Luisa Carlota (teclado). El nombre de esta última aparece en una serie de partituras para teclado cuya decoración particularmente “femenina” se detecta también en algunas partituras coleccionadas por su madre: la orla de la portada B ibl io gr a fía Barberio, Francesco (1953), “La Regina d’Etruria e Rossini”, Rivista musicale italiana, LV, 64-74. Bertran, Lluís, Lombardía, Ana, y Ortega, Judith (2015), “La colección de manuscritos españoles de los Reyes de Etruria en la Biblioteca Palatina de Parma (1794-1824): Un estudio de fuentes”, Revista de musicología, XXXVIII (1), 107-90. 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