DOSIER
MÚSICA DE CORTE EN FEMENINO
Dido en Etruria: la pasión musical de
María Luisa de Borbón
A na Lom ba r día
prácticamente no había sido investigada antes del año 2000. Los
Hace casi exactamente doscientos años, a finales de 1817, la infanta
recientes estudios al respecto revelan un interés continuo por todas las
María Luisa de Borbón (1782-1824), bien conocida en la historia política
manifestaciones artísticas: en sus etapas como reina regente y duquesa,
como la reina de Etruria, encargó un retrato al prestigioso pintor
e incluso en los años intermedios como “reina sin reino”, María Luisa
romano Vincenzo Camuccini (Fig. 1). Aparentemente se trata de una
promovió continuamente la creación de obras de arquitectura,
representación convencional, en el estilo neoclásico de inspiración
escultura, literatura, pintura y música. Además, ella misma cultivó
pompeyana entonces a la moda en los retratos femeninos.
aficiones como la pintura, la interpretación musical e incluso la
La protagonista aparece sentada en actitud serena, sin apenas joyas, pero
luce las insignias de dos órdenes femeninas que marcan su rango social y composición. Como resultado de este entusiasmo, reunió colecciones
riquísimas de arte, instrumentos musicales y partituras, en especial
su linaje: la de la Cruz Estrellada, concedida por las emperatrices de
Habsburgo, y, más visible con su banda bicolor, la de la reina María Luisa, durante los veinte años que pasó en Italia.
concedida por su propia madre, María Luisa de Parma, esposa de Carlos
IV. No parece casualidad que la infanta, recién nombrada duquesa de
Pro t ec t or a de l a s a rt e s
Lucca tras años de lucha por sus derechos dinásticos, se hiciera retratar
en esta actitud de dignidad reconquistada.
En el campo de las artes visuales, la infanta realizó encargos a
Sin embargo, este lienzo contiene otro símbolo que hasta ahora
artistas de renombre que contribuyeron a decorar o reformar los
había pasado totalmente desapercibido, pero que resulta muy revelador
diferentes palacios en los que vivió. Es el caso del escultor Antonio
sobre la imagen pública que la reina de Etruria deseaba proyectar. El haz
Canova y el pintor François-Xavier Fabre en el Palacio Pitti de Florencia,
de luz que cruza el cuadro en diagonal ilumina la falda de raso blanco de
donde Fabre realizó el retrato de familia de los Reyes de Etruria y sus
la protagonista y, a continuación, un libro de música del que sobresale
hijos conservado actualmente en el Museo del Prado. En Roma, la
una partitura instrumental. Siendo la propia infanta la comitente de la
infanta residió en los palacios Ercolani (hoy Grazioli) y Rinuccini (hoy
obra, no cabe duda de su intención de ser identificada con la música, arte Bonaparte), de cuyas paredes colgaron obras de pintores tan
que cultivó con verdadera pasión durante toda su vida.
demandados en su tiempo como Vincenzo Camuccini y Gaspare Landi.
La de María Luisa fue una vida itinerante y llena de “aventuras”,
No obstante, algunas de las obras que ella encargó en Roma, incluido el
como reza el título original de sus memorias, que ella misma dictó en
mencionado retrato, fueron llevadas al palacio Ducal de Lucca,
1814 e hizo publicar en cinco idiomas para reivindicar sus derechos en el
reformado por Lorenzo Nottolini. Como reconocimiento a su
Congreso de Viena, un gesto que da fe de su independencia en el terreno
promoción de las bellas artes, en 1819 la Accademia di San Luca (Roma),
político. Su biografía tuvo como principales escenarios la corte de
nombró a la infanta “Accademica d’onore”.
Madrid, Florencia, Roma y Lucca. En la corte
española contrajo matrimonio con su primo
Luis de Parma (1773-1803) y dio a luz a su hijo
Además de apoyar a artistas cuya memoria ha permanecido en la historia del arte,
Carlos Luis de Borbón (1799-1883), ambos
la reina de Etruria promocionó la obra de otros casi invisibles en los manuales
retratados junto a ella en La familia de Carlos IV
por el hecho de ser mujeres
de Goya. En 1801 Luis fue nombrado rey de
Etruria, un estado satélite de la Francia
napoleónica establecido sobre el anterior Gran
Ducado de Toscana, con capital en Florencia. Pero Luis, que padecía de
Además de apoyar a artistas cuya memoria ha permanecido en la
epilepsia (en ocasiones había que ponerle la camisa de fuerza), falleció
historia del arte, la reina de Etruria promocionó la obra de otros casi
sólo dos años después, dejando a María Luisa como regente, con apenas
invisibles en los manuales por el hecho de ser mujeres. Es el caso de la
21 años. El reino fue disuelto en 1807 y ella regresó a Madrid, donde se
pintora Matilde Malenchini, que la retrató en la Capilla Sixtina
encontró con el Motín de Aranjuez y el Levantamiento del Dos de Mayo,
rodeada de artistas, o de la poetisa Teresa Bandettini, quien le dedicó
que la obligaron a un segundo exilio en Compiègne y Niza. Desde allí
varios textos de su Poesie Estemporanee. Tanto estos poemas como las
intentó fugarse a Inglaterra con ayuda de un banquero de Livorno, pero
pinturas encargadas por la infanta reflejan su interés por temas
fue descubierta y Napoleón la hizo encerrar en el monasterio de Santi
femeninos e incluso, dentro de la mentalidad conservadora propia de
Domenico e Sisto de Roma, donde estuvo prisionera durante dos años y
su estatus social y época, “feministas”. De hecho, las heroínas de la
medio. Sin duda, su biografía es digna de un guión de Hollywood, con
Antigüedad y la mitología clásicas sirven como pretexto para
episodios tan curiosos como el nacimiento de su hija Luisa Carlota de
representar virtudes femeninas en lienzos como Veturia de Landi y
Borbón (1802-1857) en plena travesía marítima o su reunión con
Cornelia de Camuccini, así como en los poemas de Bandettini
Napoleón durante una representación de ópera en la Scala de Milán.
protagonizados por Andrómeda, Ariadna o Dido. Seguramente
Pero la reina de Etruria no es sólo un personaje relevante desde el
María Luisa se identificaría con personajes como Cornelia, viuda
punto de vista político o biográfico, sino también desde la perspectiva
dedicada a la educación de sus hijos que rechazó un segundo
del mecenazgo artístico, una faceta mucho menos conocida que
matrimonio, o Dido, reina en solitario del pequeño Cartago en
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Florencia, Gallerie degli Uffizi, Galleria d’Arte Moderna, Palazzo Pitti, Inv. Oggetti d’arte Pitti no. 1430.
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Fig. 1: Vincenzo Camuccini: María Luisa de Borbón, reina de Etruria (Roma, 1817).
ausencia de su amado Eneas, al igual que María Luisa gobernó Etruria
en ausencia de Luis.
Precisamente este mito, puesto en verso por el famoso Pietro
Metastasio en su Didone abbandonata (1724), continuaba de moda entre las
damas de la élite social casi un siglo después, cuando el aria de Dido “Son
regina e sono amante” inspiró una composición dedicada a la reina de
Etruria por Filippo Moroni, su maestro de música en Roma. No se trata
de un ejemplo aislado, sino todo lo contrario: formaba parte de una
colección de unos dos mil volúmenes de música que la infanta atesoró a
lo largo de décadas, sin duda motivada por una enorme pasión. De
hecho, no se limitó a ejercer de mecenas y coleccionista musical, sino
que además fue intérprete e incluso compositora. Como intérprete fue
especialmente polifacética: además de cantar y tocar instrumentos de
teclado, actividades frecuentes en la práctica musical femenina de la
época, también aprendió a tocar la guitarra, el arpa y el violín. Su
colección de instrumentos incluía desde violines Stradivarius y Amati
hasta los más variados instrumentos de teclado, en una época en la que
el clavicémbalo iba siendo desplazado por el fortepiano (antecesor del
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Biblioteca Palatina de Parma, Fondo Borbone
piano actual) y los constructores competían por lanzar nuevos modelos.
Solamente en la etapa de Florencia, la infanta adquirió once
instrumentos de teclado, entre ellos dos modelos experimentales
enviados desde Viena. En esos años era habitual que las damas de la alta
sociedad estudiaran música y la practicaran en el ámbito privado como
“aficionadas” (término opuesto al de “maestro” o profesional). Sin
embargo, no era tan frecuente que las mujeres escribieran música o que
coleccionaran partituras e instrumentos con la avidez de María Luisa de
Borbón, ni mucho menos que les dieran un uso prácticamente diario,
como demuestran diversos documentos relacionados con ella.
Uno de los más reveladores es el catálogo de su colección musical,
realizado en 1821, que contiene una enorme variedad de géneros: óperas
completas, en números sueltos (arias, duetos, tercetos, etc.) o en arreglos
para teclado; repertorio instrumental solista para teclado, arpa y
guitarra; música instrumental para conjuntos diversos (desde dúos a dos
violines hasta sinfonías para orquesta completa); canciones con
acompañamiento de piano, guitarra o arpa; cantatas, música vocal
religiosa, obras para órgano, música de baile, obras para banda y más de
veinte tratados teóricos. De modo insólito y afortunado en comparación
con otras colecciones de la época, una parte sustancial de esta se ha
conservado en el Fondo Borbone de la Biblioteca Palatina de Parma.
Hasta el momento, son más de seiscientas las partituras identificadas
con el nombre de María Luisa de Borbón como dedicataria o poseedora,
muchas de ellas marcadas con sus iniciales en letras doradas (MLB).
En esta biblioteca musical conviven lo internacional y lo local: junto
a compositores famosos en la época que aún hoy forman parte del
canon musical, aparecen otros prácticamente desconocidos, pero
mucho más representativos de los estilos predominantes entonces. Se
trata sobre todo de autores activos en España e Italia y de partituras
producidas y vendidas en las ciudades donde residió la poseedora, como
cabría esperar. No obstante, la reina de Etruria también adquirió obras
de compositores activos en París, Viena y otras ciudades europeas,
mayoritariamente en ediciones manuscritas. Entre los “grandes
nombres”, se repiten, entre otros, los de Rossini, con trece óperas
completas y diez arreglos de sinfonías, o Pleyel, con cincuenta obras para
teclado, incluidas tres sonatas de la serie “Diario de damas” que se vendía
en Madrid. En menor medida, aparecen otros nombres perfectamente
conocidos hoy, como los de Haydn, Mozart, Beethoven, Paër o Clementi.
Entre los compositores menos conocidos destacan los distintos
“maestros” que trabajaron para María Luisa, como Francesco Federici en
Madrid, Gherardo Gherardi en Florencia, Tommaso Barsotti en
Compiègne y Niza, Filippo Moroni en Roma y Franz Shoberlechner en
Lucca. Escribieron para ella composiciones a la última moda de géneros
diversos, desde las obras religiosas de Gherardi, seguramente
interpretadas en la capilla florentina de la infanta, hasta las canciones
amorosas de Federici y Moroni sobre poemas de Metastasio.
Asimismo, desde Italia la infanta continuó haciéndose con la
música más reciente de los compositores activos en Madrid, tanto en la
Villa como en la Corte, y es probable que diera a conocer este repertorio
entre sus amistades internacionales. Como demostró en 2015 un primer
estudio del grupo de investigación MECRI realizado por Ll. Betran,
A. Lombardía y J. Ortega, el Fondo Borbone contiene más de trescientos
manuscritos españoles, coleccionados en una primera fase por María
Luisa junto a su esposo, y desde 1803 en solitario. Por un lado, hay
música de maestros de la corte española, incluidas fuentes únicas de
Luigi Boccherini y Gaetano Brunetti. Por otro, está muy presente el
repertorio más comercial de las librerías madrileñas, incluyendo obras
de inspiración popular española, como seguidillas y fandangos para
teclado, la mayoría anónimos. La infanta también coleccionó canciones
en español compuestas al estilo operístico italiano, de autores como
Andrés Rosquellas o José Rodríguez de León. Otras obras
representativas de la recepción de tendencias extranjeras en España son
seis lieder de Mozart traducidos al castellano, anunciados en el Diario de
Madrid en 1806.
Toda esta música era interpretada cotidianamente en “academias”
(reuniones) de “música de cámara” organizadas por la infanta, en las
cuales participaba un número variable de músicos, en ocasiones muy
elevado. En esa época “música de cámara” no significaba necesariamente
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Fig. 2: Partituras que pertenecieron a la reina de Etruria y su hija Luisa Carlota de Borbón.
Biblioteca Palatina de Parma, Fondo Borbone
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Fig. 3: María Luisa de Borbón – reina de Etruria, Sinfonía a piena orchestra.
“música para grupos reducidos”, sino que más bien hacía referencia a un
contexto de interpretación exclusivo, reservado a los organizadores y sus
invitados en estancias privadas. Las academias abarcaban desde la
práctica doméstica más íntima, realizada en solitario o en compañía de
familiares y amigos, hasta reuniones semiprivadas relativamente
populosas, donde el círculo social se ampliaba a otros parientes,
conocidos, personas con quienes interesaba estrechar lazos políticos o
visitantes de paso por la ciudad. Es significativo, por ejemplo, que en esta
colección haya muchas más arias con acompañamiento de varios
instrumentos que canciones para voz y piano. Además, el hecho de que
haya partichelas independientes para los instrumentos de la orquesta,
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(Roma, Ratti y Cencetti, 1822) cuando el compositor se encontraba en la
ciudad. En cuanto a Rossini, María Luisa no se limitó a coleccionar sus
obras con gran interés, sino que además le encargó una ópera con
motivo del matrimonio de su hijo, aunque el compositor sólo llegó a
entregar un acto, truncándose los planes de estrenarla en Lucca.
Pero, sin duda, el testimonio más revelador sobre la actividad
musical de María Luisa son los manuscritos de las cuatro sinfonías que
ella misma compuso, dos de ellas fechadas en 1821, desconocidas hasta
ahora pero de gran importancia histórica, pues son las obras orquestales
más tempranas de una compositora española localizadas hasta el
momento (Fig. 3). Más allá de esta
circunstancia, se trata de obras únicas por su
combinación de elementos de la música
La figura de la reina de Etruria es reveladora sobre el activo papel de
italiana y española de la época. De hecho,
las mujeres en la vida musical de principios del siglo XIX, cuando no sólo
reflejan cómo la infanta asimiló el estilo de
eran intérpretes y coleccionistas, sino también mecenas y compositoras,
los compositores cuyas sinfonías de ópera
a menudo conectadas en redes de apoyo mutuo
(esto es, introducciones en un solo
movimiento) tocaba habitualmente en forma
de arreglos para teclado, como Rossini y
Donizetti. Además, incorporan elementos típicamente españoles, como
imita bordados, a la manera del merletto italiano, y los folios están unidos
el esquema rítmico-armónico del fandango. Aunque se trata de las
por cintas de raso (Fig. 2). Otros miembros de la corte también se
únicas composiciones de la reina de Etruria localizadas por ahora, hay
interesaron por la música; el conde Bernardino Orsetti, por ejemplo,
constancia de que ya escribía música durante su exilio en Francia en
tomaba prestadas obras para teclado de la biblioteca de la entonces
1809, y es de suponer que antes de componer para orquesta se habría
duquesa de Lucca.
ejercitado con obras de menor formato, como sonatas para piano o
canciones. Quizá futuros estudios permitan identificar otras obras suyas
R e de s de com p osi t or a s
entre los numerosos manuscritos anónimos de su colección.
En suma, la figura de la reina de Etruria es reveladora sobre el activo
Asimismo, la música fue para la infanta un medio de socialización
papel de las mujeres en la vida musical de principios del siglo XIX,
con otras damas, tanto aficionadas como profesionales. Así lo revelan
cuando no sólo eran intérpretes y coleccionistas, sino también mecenas
tres partituras del Fondo Borbone firmadas por compositoras hasta
y compositoras, a menudo conectadas en redes de apoyo mutuo. Su
ahora desconocidas: Nunziata Mazzini, Nunziata Roberti y Anna
colección musical brinda una oportunidad única para reconstruir las
Marchi. Las anotaciones de los propios manuscritos indican que la
veladas de música de cámara que compartían las “aficionadas” de la élite
Sonatina de Roberti, dedicada a la desconocida Anna Cesarini, es obra de
social, cuya mentalidad e intereses, reflejados por los textos de las
una aficionada (“dilettante”). También Mazzini debió de serlo, pues en su
canciones, podrían sorprender al oyente actual. Por ejemplo, la letra de
sonata programática Melancolía (“Malinconia”), dedicada a la reina de
Aquel que gime y suspira de Andrés Rosquellas gira en torno a la libertad
Etruria, se dirige a ella como a una amiga. En cambio Marchi, de Siena,
femenina en materia amorosa, con altas dosis de ironía, reiterando los
debió de ser una compositora profesional, a juzgar por la cuidada
versos “entre amar y aborrecer/prefiero mi libertad”. De manera algo
presentación de sus tríos para fortepiano, violín y violonchelo, que
más velada, la mencionada Son regina e sono amante es un manifiesto de
llevan una dedicatoria convencional dirigida a la infanta. El hecho de que
autonomía femenina, tanto en la política como en el amor. Precisamente
estas obras de compositoras estén dedicadas a otras mujeres, junto al
esta aria da título al proyecto de musicología sobre la infanta
apoyo de María Luisa a pintoras y escritoras, parece indicar que en la
desarrollado recientemente en la Real Academia de España en Roma con
vida cultural italiana de principios del XIX existieron ciertas redes
apoyo de AECID (2016-2017), cuyo resultado será la próxima publicación
femeninas en las que la infanta participó muy activamente.
de un estudio académico y de la edición crítica de las sinfonías (ICCMU).
En el ámbito público, María Luisa de Borbón asistía con asiduidad a
Además, el proyecto ha generado una serie de conciertos-conferencia en
los estrenos de ópera y participaba en academias musicales populosas
Italia y España, el próximo de ellos previsto para otoño de 2018 en uno
organizadas por otros miembros de la élite social. En algunas de esas
de los Reales Sitios, en colaboración con Patrimonio Nacional.¶
ocasiones coincidió con músicos y artistas cuya fama ha llegado a
nuestros días. Es el caso de Niccolò Paganini, a quien la infanta pudo
escuchar tocar el violín en casa del embajador austriaco en Roma en 1819,
Ana Lombardía
ante unas seiscientas personas. En esa velada se interpretó un cuarteto de
Instituto Complutense de Ciencias Musicales
cuerda de Beethoven con un pintor de prestigio en la parte de segundo
violín, Jean-Auguste-Dominique Ingres. Pocos días después, María Luisa
recompensó a Paganini con el pago de una gratificación. Otros músicos
famosos a quienes la infanta pudo haber conocido personalmente son
Donizetti y Rossini. De hecho, ella patrocinó la edición impresa de la
cantata Teresa e Gianfaldroni de Donizetti en reducción para canto y piano
algunas de ellas duplicadas, señala claramente que esas copias recibieron
un uso práctico.
Se conocen los nombres de algunas de las personas que
compartieron academias musicales con la reina de Etruria. En el ámbito
familiar, también fueron músicos aficionados sus padres Carlos IV
(violín) y María Luisa (canto), su marido Luis (teclado, canto y realización
de arreglos), su hijo Carlos Luis (violín) o su hija Luisa Carlota (teclado).
El nombre de esta última aparece en una serie de partituras para teclado
cuya decoración particularmente “femenina” se detecta también en
algunas partituras coleccionadas por su madre: la orla de la portada
B ibl io gr a fía
Barberio, Francesco (1953), “La Regina d’Etruria e Rossini”, Rivista musicale italiana,
LV, 64-74.
Bertran, Lluís, Lombardía, Ana, y Ortega, Judith (2015), “La colección de
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Parma (1794-1824): Un estudio de fuentes”, Revista de musicología, XXXVIII (1),
107-90.
Borbón, María Luisa de (1814), Avventure della Regina d’Etruria; traducción de Marcos
Gándara (1815), Memoria histórica de S. M. la Reina de Etruria, escrita por ella misma
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Borbón-Parma, Sixto de (1928), La Reine d’Étrurie (París: Calmann-Levy).
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duchessa di Lucca”, Paragone. Arte, 3 (31), 79-96.
Cirani, Paola (2016), Maria Luisa, Infanta di Spagna, Reggina e musicista (Viareggio:
Accademia Maria Luisa di Borbone - Graffiche Ancora).
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