Críticas de El secreto de mi éxito (1987) - FilmAffinity
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El secreto de mi éxito

Comedia Brantley Foster, un joven de Kansas que acaba de licenciarse, ha soñado siempre con triunfar en Nueva York, pero pronto descubrirá que los empleos, al igual que las chicas, son difíciles de conseguir. Cuando Brantley visita a su tío, el multimillonario Howard Prescott, sólo consigue un trabajo como mensajero en la oficina postal de su empresa. Allí conoce a la ejecutiva Christy Wills y, para conquistarla, se hace pasar por el ejecutivo ... [+]
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
3 de enero de 2021
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El secreto de mi éxito tiene mucho que ver con Armas de mujer, ciertamente. Ambas nos muestran a un personaje joven que decide introducirse de forma no muy honesta en el mundo de la empresa, y ve como su vida sentimental se va complicando al tiempo en que también lo hace la laboral.
Además, la película de Herbert Ross, es más cómica que la de Mike Nichols y menos dramática (dentro de que Armas de mujer tenía mucho más de comedia que de drama, sin duda) y aprovecha maravillosamente el incomparable encanto y carisma que tenía Michael J. Fox. Quizás nunca otro actor haya logrado encarnar tan bien en la pantalla al clásico chico bueno, pero con un punto juguetón, que la estrella de Regreso al futuro. Es guapo, simpático, adorable, un tanto pícaro, pero esencialmente bueno. El novio que todas las chicas quisieran tener y el yerno perfecto, vaya. Y eso que en esta ocasión se nos despendola y lo vemos en determinadas situaciones romántico-sexuales con una serie de señoritas.
Una muy agradable y entretenida comedia que representa el encanto que tenía el cine ochentero.

Lo mejor: Su simpatía y el trabajo siempre impecable de Michael J. Fox
Lo peor: Nada realmente. Es lo que es.
Sibila de Delfos
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27 de abril de 2022
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Alegoría que podría servirnos del mismo Michael J. Fox, una vez llegado a la cima del éxito un par de años antes, al interpretar a un joven recién salido de la facultad, con ganas de abrirse al mundo y comérselo. Y el secreto de su éxito consta en su currículo como un ascenso meteórico forjado a golpe de bragueta, que no es premio menor para quien se convierte, en su recién estrenado trabajo, en el más listo de la clase.
Esa sería, tal vez, la manera bruta, y también un tanto injusta, de describirlo. Porque es cierto que es la síntesis de su éxito, pero en ningún momento alardea, por muy acelerado que parezca el proceso y muy idiotas que parezcan todos a su lado. ¿Por cierto?, ¿he mencionado que entre sus logros va incluido en el menú la consecución de la chica de sus sueños? No, verdad. Pues es cierto; ahí donde vemos a este pequeño vivaracho y perfecto sabelotodo de las finanzas, venido de una granja como cualquier otra del estado de Kansas, encuentra el amor en una atractiva neoyorquina, ejecutiva situada varios peldaños por encima en el escalafón laboral y social sobre la que posa sus ojos. A pesar de las advertencias que le dicen que se encuentra fuera de su órbita, el pequeño Mike (perdón por la confianza), pez pequeño en un estanque enorme, se convierte en el gran Mike, consiguiendo con su descaro, simpatía innata y naturalidad, salvar los muebles con su doble juego de personalidad y cómo no, a la chica de sus sueños.

El éxito, diseñado tras un visillo quimérico por Hollywood, es esa cosa que transita desde que uno sale del cascarón y consigue todo cuanto desea. Al menos, es el poso que deja a entender tras completar su recorrido emocional y laboral en tiempo récord, derribando puertas y enemigos y conquistando corazones. Como un elegido para entrar en el cielo en la tierra tocado por una deidad, ¡vaya!.
Un éxito, valga la redundancia, menor en la exigua carrera de Michael J. Fox si lo comparamos con la famosa trilogía que protagonizó para Zemeckis, aunque sí lo suficiente como para ser recordado, que encuentra en su falta de sentido realista el método apropiado para convencernos de que todo es posible, siempre y cuando sea bajo el canon hollywoodiense. Muy entretenida cinta sobre excitaciones juveniles y triunfos a pedir de boca.
John Dunbar
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16 de abril de 2024
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Michael Fox interpretando a Michael Fox por enésima vez, y aun así uno no se cansa de verle.
"El Secreto de mi Éxito", que descubrí en mi infancia, destila buenas vibraciones a pesar de que su premisa y las profundas reflexiones que deja su historia son lo menos divertido que uno pueda esperar.

Pero sólo necesitamos esa escena inicial, incomparablemente ochentera, con Night Ranger de fondo y New York y sus bellas neoyorkinas expuestas por Carlo di Palma en colores pastel cual videoclip de MTV: entonces la representación "cool" del Sueño Americano del típico adolescente; hoy la representación de la nostalgia por una época única. Como dijo el actor, había mucho de su propia vida en la del personaje que interpretaba aquí (un universitario de Kansas con grandes ambiciones, igual que las que él tenía cuando se mudó de su Alberta nativa a Los Angeles con tan solo 18 años para ser una estrella) tras la gran decepción que supuso para el público, que no para la crítica, "Light of Day".
Pero el genio de la comedia y el musical Herbert Ross supo encontrar en él otra vez la faceta que tan bien sabía explotar; enamorado de su modestia, le filma con cierta fascinación, y Fox hace el resto. Es imposible no simpatizar con su Brantley al poner los pies en una jungla urbana como esa New York de alta criminalidad y delincuencia, y es curioso lo mucho que contrasta la alegre introducción con la visión bastante deprimente que el veterano guionista de Disney, A.J. Carothers, nos ofrece de la ciudad. De no ser por esa luz esperanzadora que proyecta Fox la película resultaría difícil de creer...

Si bien ya de por sí lo es. El guión retocado por la pareja Jim Cash/Jack Epps nos quiere hacer tragar la bendición del protagonista de contar con un supuesto tío y jefe de una multinacional, la clase de bendición que separa la historia de la realidad (ya nos gustaría a todos tener un tío millonario para conseguir trabajo así de rápido...); guión que no puede obviar el interés romántico del joven héroe, muy necesario, claro (en este caso Helen Slater, previa Supergirl y también chica de los sueños de cualquiera con buen gusto). Lo que no es necesario, y jamás entenderé su razón de existir, es la esposa del jefe y tío de Brantley (una salvajemente sensual Margaret Whitton).
Dicho personaje, que tiene una aventura con él nada más empezar la historia por culpa del equívoco, debería ser tratado con cierta dignidad, pues sólo hace que todo se derrumbe sin remedio y prevalezca uno de los motivos que guían la trama hasta el final: el cinismo, en su más descarnada esencia. Y es que nadie aquí tiende a decir la verdad. Mentir, engañar, fingir, es la base para triunfar, y esto lo aprende Brantley muy rápido, aprovechando un despacho vacío para transformarse en ejecutivo de finanzas (o de lo que sea...), compaginando así esta nueva identidad con su empleo real de mensajero.

Pero si aceptamos la acumulación de mentiras que aborda el personaje con tanta picaresca y tan poca vergüenza para encajar en el estándar del Sueño Americano de aquella Norteamérica de los '80 es debido a una razón: Fox, su entrañable carisma y encanto, sólo así podemos seguir queriéndole aunque haya engañado a quien le dio el trabajo con su esposa mientras, por otro lado, intenta encandilar a la rubia de Slater. De ser un actor distinto el tono se oscurecería, y tal vez recordaría más a "Wall Street", estrenada unos meses después, pero Ross mantiene una línea tan desenfadada y colorida que termina convirtiéndose en algo así como la versión absurda del film de Stone...
Y a su vez una versión moderna del clásico de los '60 "Cómo Triunfar sin dar Golpe" (¿no parece que Fox quisiera imitar los gestos exagerados de Robert Morse?). Otra cosa que intenta el guión, y ya van muchos intentos, es equilibrar la sátira hacia el depredador mundo de los negocios con la comedia de enredo de toda la vida; en este sentido la trama sí que patina, porque la intención de sátira se diluye en líos de oficina y romances dentro de ascensores bloqueados, tanto que hace que la película parezca desfasada incluso para la época en la que se estrenó.

Funciona por alguna extraña razón, porque el director sabe llevar un "timing" adecuado y lo parodia todo desde la estupidez más inocentona, por mucho que aquí se acuesten unos con otros sin pudor, de vez en cuando sirviéndose del "slapstick" y volviendo a las comedias sobre las guerras de sexos de dos décadas atrás. De repente el Blake Edwards más gamberro se cruza con John Hughes, prevalece el entretenimiento, la sensación de fantasía, como bien admitía Fox en sus entrevistas sobre la película; ese aspecto se mantiene de principio a fin, el estar dentro de la fantasía de un joven con más aspiraciones de las que la vida real le permite.
¿Habrá por ahí un pedazo de celuloide con un final pesimista donde toda la trama es eso, un sueño del protagonista que echa por tierra el "happy ending" que el público esperaba ver? El sueño, sin embargo, se mantiene, a unos niveles de delirio imposibles de describir; la imagen que se nos queda es la del triunfo, la de Fox colándose en el ascensor al ritmo de "Walking on Sunshine" para cambiarse de ropa y volver a ser el triunfador americano por excelencia. Si eres guapo, ambicioso y un poco cabrón quizás te salga bien...en los '80, ahora y siempre; la taquilla por supuesto acompañó a la película, hasta ser una de las más exitosas del año, y de las más odiadas por la crítica.

Pero Fox seguía en su empeño de no encasillarse, y así apareció en un título que ningún fan esperaba: "Noches de Neón", donde el sueño adolescente por fin acababa.
Chris Jiménez
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9 de septiembre de 2006
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quitando un par de ideas interesantes, como lo de una vida sexual tan ajetreada y enredada que lleva al joven Brantley a tirarse a su propia tía, el resto es una comedia romántica muy blandita que abusa de los tópicos y que no encuentra en el histérico Michael J. Fox al complemento ideal.
Es totalmente inverosímil lo de la suplantación, y aún lo es más lo de que el joven recién salido de la universidad sea tan competente. Es incluso estúpido.
Pero lo peor es la sucesión continua y abusiva de escenas al ritmo de la cancioncita pop o del tema clásico de turno.
jastarloa
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28 de septiembre de 2011
7 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de las genialidades que suelta el amigo Fox... No se por donde empezar, quizás por el hecho de que no recordaba el cine de los 80 tan rematadamente malo, y aquí asistimos a un recital de todos (toditos) sus defectos. Esta pretendida comedia es una majadería de tomo y lomo con cuyo libreto se masturbaba Reagan, y con el que aún disfrutan los magos de las finanzas que nos han llevado a la ruina: les desafío a que encuentren un argumento más repugnante que esta apología del (falso) sueño americano, del capitalismo salvaje, de la "comedia" de enredo trasnochada y de las hombreras. Por si esto no fuera poco, por que al menos Wall Street se seguía con interés, tenemos una dirección absolutamente mediocre, unas interpretaciones lastimosas, por muy bien que me caiga Michael y un recital de estética ochentera. Ah, por cierto, como buen director de la época que se precie, el señor Ross toma al espectador por imbécil y refuerza las escenas de alegría con éxitos como "Walking on sunshine" y las de éxito con el "Ooooh Yeah" de Yello. En definitiva, puede que alguien la ve con cierto cariño por sus años mozos, pero no resiste un segundo visionado serio.
Tio Penthal
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