El reino del Planeta de los Simios (2024), de Wes Ball

Han pasado varias generaciones desde que el simio evolucionado César condujo a los suyos a un oasis, en el que ahora han surgido diversos clanes. Mientras, los pocos humanos supervivientes han retrocedido a un estado salvaje. Acompañado de sus amigos Anaya y Soona, el joven chimpancé Noa trata de conseguir un huevo de águila, como rito iniciático para pasar a la edad adulta. Escala a lo alto de un antiguo edificio ahora rodeado de plantas donde se encuentra un nido de estos seres. Al regresar, a Noa le reclama su padre, poco antes de que los monos al servicio del tiránico líder Proximus César arremetan contra los vecinos de su aldea. Mientras Noa busca a los suyos dará con una misteriosa humana que ronda por las inmediaciones, y encontrará un mentor en el sabio orangután Raka, que repite siempre el mantra: "La obra continúa".

Cuarta entrega de la recuperación moderna de la saga basada en la novela de Pierre Boulle, tras El origen del Planeta de los Simios, El amanecer del Planeta de los Simios y La guerra del Planeta de los Simios, que explicaron los sucesos anteriores al film original protagonizado en 1968 por Charlton Heston, que ha cumplido 55 años. Se incluyen numerosos homenajes a esta cinta emblemática del género de ciencia ficción, como una persecución, una muñeca y un grito que los cinéfilos enseguida reconocerán. Y se insiste en el tema central que vertebra la franquicia, la irresponsabilidad del ser humano, que puede llevar a su propia destrucción.

Esta vez la realización ha recaído en manos de Wes Ball, responsable de las entregas de El corredor del laberinto, que se supera a sí mismo, con secuencias de acción bien llevadas. Destaca el tramo inicial con las peripecias de Noa y sus amigos. Corría el riesgo de que el espectador empatizara poco con los protagonistas, ya que los humanos están en clara minoría. Pero los asombrosos efectos visuales obran el milagro, tanto Noa como los secundarios parecen realistas, y con expresiones convincentes. Quizás a veces cuesta distinguir a algunos personajes, pero los efectos por ordenador cada vez resultan más asombrosos.

En esta tesitura, casi salen peor parados los humanos. Tiene peso el personaje de Freya Allan, conocida por dar vida a una princesa en The Witcher, y aunque la actriz se emplea a fondo, su personaje es tan enigmático en el guión que no resulta cercano. Aparece por ahí William H. Macy, a su nivel habitual, aunque su personaje apenas tiene presencia.