[Histoire des Girondins]. Obra de Alphonse de Lamartine (1790-1869), publicada en 1847. El poeta de las Meditaciones poéticas (v.), en la plenitud de sus fuerzas, quiso medirlas en una gran obra histórica, pues la historia es «la tragedia más alta, el drama más difícil, la obra maestra de la inteligencia, la poesía de la realidad». Y se propuso en ella un fin políticomoral: indicar, en la repugnancia hacia la monarquía de los Orleáns y el egoísmo burgués, un ideal de revolución que, continuando su curso desviado de la primera, no repitiera sus errores y crímenes. Así representa este drama moderno en su fase central y culminante, escogiendo como punto de enfoque el patíbulo de los girondinos, víctimas de su horror hacia el crimen.
La historia empieza con la muerte de Mirabeau. Al caer con él el principal soporte de la monarquía, se afirmó entre los diputados de la Gironda y sus partidarios de las varias provincias un nuevo movimiento destinado a dar a la Revolución una orientación republicana. Su primer núcleo procedía del Burdeos parlamentario y comercial, en constantes relaciones con América, y patria de Montaigne y Montesquieu, orgulloso de sus tradiciones romanas y amante del énfasis latino en la elocuencia política. Entre ellos destacaban Brissot, político y publicista; Vergniaud, orador fascinante; el grave Roland; el patético Buzot, y el popular Petion, alcalde de París. La joven esposa de Roland, ahogando sus afectos, que habían sido sacrificados en aquel matrimonio de mero acuerdo intelectual, con su austera virtud y ambición, comunicaba al grupo su ardor y su intransigencia. Girondinos y jacobinos actuaban juntos para minar las bases de la monarquía, que no daba ninguna garantía de solidez a la nueva Constitución.
Sin embargo, los primeros, aceptando con Roland el poder político, se pusieron en la ambigua posición de denigradores del gobierno que servían, sin un programa preciso, instrumentos de un movimiento histórico que nunca supieron dominar. Frente a su lógico desarrollo retrocedieron, comprometidos en todas las violencias de la revolución por voluntad o cálculo político, hasta en la muerte del rey, y la dictadura revolucionaria superó su carácter de moderados y «federalistas», es decir hostiles a la hegemonía de la capital. Después de su expulsión de la Convención (31 de mayo de 1793) y la rebelión en las provincias que ellos fomentaron, se desencadenó el Terror: el 30 de octubre los girondinos detenidos, entre ellos Vergniaud, Brissot y Valazé, fueron condenados a muerte. La vida común en las cárceles, el banquete en la noche anterior al suplicio, su comportaiento en el patíbulo, no desmintieron la actitud de aquellos hombres sedientos de heroísmo y ambiciosos de gloria.
Siguieron la condena de Mme. Roland y el suicidio de los pocos supervivientes fugitivos: Roland, Condorcet, Barbaroux, Buzot, Petion. La narración comprende, además de los azares de los girondinos, todos los acontecimientos contemporáneos y llega hasta la muerte de Robespierre. El autor se documentó cuidadosamente, aunque sin emitir ningún criterio, de manera que su libro resulta un repertorio de todas las leyendas revolucionarias, además de las que él mismo creó. Tampoco la moderna crítica puede aceptar la interpretación según la cual los girondinos cayeron «por no querer dar más sangre al pueblo». Sin embargo, los juicios resultantes del análisis de su conducta política y de sus errores han quedado confirmados en lo fundamental. La enorme difusión del libro tuvo un notable efecto político en vísperas de la otra revolución, de la que el mismo autor fue uno de los protagonistas. Pero el éxito de la obra fue principalmente literario, y puede ser llamada el más bello de los poemas épicos en prosa suscitados por la Revolución francesa.
P. Onnis
Lamartine elevó la historia a la altura de la novela. (Dumas)
…talento incompleto: poderosa imaginación, vivaz inteligencia, poca paciencia, escasa meditación, poca profundidad. (De Sanctis)
La Historia de los Girondinos, tan poco histórica, toda calor y elocuencia, iluminada por retratos encantadores, llena el alma de un vago y poderoso entusiasmo revolucionario. (Lanson)