No añoro mi juventud (1947), de Akira Kurosawa

Yagihara, un profesor de universidad, adoctrina con ideas democráticas a sus alumnos. Cuenta con numerosos seguidores, como Noge, un joven prometedor. Yuiko, la hija de Yagihara se siente atraída por Noge. A su vez, Itokawa, otro de los estudiantes, está enamorado de Yuiko. Súbitamente, el profesor Yagihara es apartado de la docencia, mientras que Noge acaba en la cárcel. Yuiko intenta vivir al margen de la política. Con el paso del tiempo se reencuentra con Noge, y después de diversos avatares, ambos acaban contrayendo matrimonio.

Esta vez Akira Kurosawa –el más internacional de los realizadores japoneses­–, reflexiona sobre la libertad de expresión, la política y también sobre la situación de la mujer. El director ya dejaba patente su buen hacer en la puesta en escena y que su cine estaba muy influido por el cine occidental. El film va ganando en intensidad dramática hacia la segunda mitad, cuando la acción se traslada al medio rural. A pesar de que rodó esta cinta con un presupuesto muy reducido, Kurosawa le saca mucha tajada a la historia.