¿Puede un legítimo mausoleo de la cultura pop británica con más de sesenta años cautivar a los centennials? Ahí radica el desafío de Doctor Who, la remozada versión de una longeva serie que Disney+ estrenó el último viernes. “Me llaman Doctor, pero no soy esa clase de doctor. Mi estatus actual es estar de paso. Soy mi propio empleador y vivo en esa caja telefónica azul”, se presenta el protagonista (Ncuti Gatwa de Sex Education) y decimoquinto actor en interpretarlo de manera canónica. Hasta Rowan “Mr. Bean” Atkinson y Hugh Grant le dieron cuerpo en versiones extraoficiales al mutante del que solo se sabe su condición como viajero. Aquí está de nuevo junto a su compañera humana para vivir sus aventuras desde la era de la Regencia inglesa hasta mundos postapocalípticos.

Inoxidable como su TARDIS (esa nave con forma exterior de cabina policíaca) junto al aire enigmático, y algo absurdo, de la propuesta que esta vez apunta desvergonzadamente a las nuevas generaciones con sus bailes en una discoteque, guardarropa y mohines. Cabe agregar que este reboot cuenta con Russel T. Davies como showrunner. Responsable junto a de Steven Moffat del reverdecer Doctor Who en este siglo con una fórmula no demasiada alejada de su matriz y plena consciencia del fandom global. Tras la antesala del especial de navidad por el sexagésimo aniversario, estos nueve episodios alternan enemigos como duendes, sujetos todo poderosos y periplos fuera de la norma. “Tengo al universo en la palma de mi mano y estoy completamente solo”, invita el doctor a Ruby Sunday (Millie Gibson). Su ladera, en esta ocasión, es una adolescente cuyos orígenes son tan enigmáticos como los del sujeto del título.