El caballero, la dama y la muerte - La Cámara del Arte

El caballero, la dama y la muerte

Ficha técnica

Título: El caballero, la dama y la muerte
Autor: Hans Baldung Grien
Cronología: antes de 1503
Estilo: Renacimiento
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Museo del Louvre, París
Dimensiones: 35 × 30 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL CABALLERO, LA DAMA Y LA MUERTE

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO Y FORMAL

Hans Baldung Grien nació en Schwäbisch Gmünd en 1484 o 1485 y estudió con un maestro que se desconoce. Tan solo tenía 17 u 18 años cuando comenzó a realizar esta obra maestra, pero aún no se encontraba en el taller de Albert Durero en Núremberg. 

Una de las virtudes de Durero que pudo interesar más a Baldung fue la construcción de un espacio paisajístico, ya que él comienza sus creaciones con césped, helechos y suelo llano en el primer plano del cuadro, crea en la parte derecha una hondonada con árboles y casas, destacando también en sus obras una montaña y edificios de difícil identificación. Ya no se trata del paisaje típico en la Edad Media, Baldung compone un paisaje tridimensional.




La mitad superior de El caballero, la dama y la muerte está dominada cromáticamente por el azul y el rojo. Junto con el negro y el blanco, son los dos colores más cargados de símbolos y asociaciones. 

  • El azul es fidelidad, el color del cielo, de la infinitud y, desde el Romanticismo, también de la nostalgia. Antiguamente fue considerado como uno de los colores de la aristocracia «sangre azul«, y actualmente es el color favorito de las organizaciones pacifistas internacionales. Desde el siglo XII también fue azul el vestido de la Virgen María. Además de aplicarla al cielo, Baldung extiende la tonalidad azul a las nubes y al paisaje. 
  • El rojo es el color de la pasión y el peligro, del amor, el fuego y la sangre. Este color representó durante mucho tiempo un rango superior; sólo la aristocracia podía llevar ropa o calzados rojos. 

Los dos colores predominantes de la mitad superior del cuadro producen un efecto estimulante y positivo, tanto cada uno de ellos por separado como en virtud de su fuerte contraste. También Baldung recurre al blanco para la cofia, el penacho de plumas y la atmósfera extendida sobre las montañas. Esta parte superior de la obra, hasta la cola del caballo y las riendas, alegra el ánimo del espectador aunque no sea más que por los colores elegidos. Y más todavía por la impresión de que los colores corresponden exactamente a los sentimientos del hombre y de la mujer respecto del caballo que se precipita hacia delante: felicidad y peligro. 

La parte inferior de El caballero, la dama y la muerte es totalmente diferente. Interviene la muerte como si fuese una salteadora de caminos Los colores predominantes son el marrón y el negro, hasta el verde es más oscuro. Los perfiles no son tan nítidos como en la parte superior; cabría pensar que el pintor ha perdido su visión clara.

Baldung creó un cuadro bipartito en el que da a entender, simplemente a través el color y el dibujo, que relaciona y contempla cosas distintas que no pueden ser opuestas: el amor y la muerte

En la época de Baldung, los esqueletos que se mueven como hombres contaban ya con una tradición. Existe documentación de los mismos, la más antigua en una historia francesa, desde el siglo XIII. Tres nobles jóvenes salen a cazar y hallan tres cadáveres. El primero se conserva relativamente bien, el segundo está medio descompuesto y del tercero solo queda el esqueleto. Están de pie o yacen tumbados en sus féretros, cubiertos con los restos de sus mortajas. 

El primero de los jóvenes dice que la visión es horrible, el segundo que los cadáveres son un espejo que le han puesto delante y el tercero describe las bocas  devoradas por los gusanos, las narices inexistentes y las concavidades de los ojos. Los tres cadáveres transmiten una lección: en algún momento los jóvenes tendrán un aspecto tan horrible como ellos mismos, la vida puede acabar de repente y un cristiano deberá estar preparado para rendir cuentas a Dios.

La familiaridad con los muertos vivientes dio origen a las series de las danzas de la muerte que se reprodujeron como frescos en Francia, Italia y Alemania y sus grabados, se vendían en los mercados o los distribuían los predicadores ambulantes. 

Las fantasías de la danza de la muerte dieron lugar a los diferentes cuadros que Baldung pintó o a los grabados que realizó. Eso sí, Baldung no representó a sus muertos vivientes en forma de esqueletos o de cadáveres marchitos y resecos. El cráneo carece de carne y solo tiene un mechón de cabellos en la parte posterior, el cuerpo aparece en estado de descomposición, la pierna y el tronco están reventados y del vientre salen los intestinos.

Los detalles de este tipo no eran un descubrimiento suyo ni tampoco productos de una fantasía necrofílica absolutamente personal. Todo lo contrario, 100 años antes de Baldung algunos príncipes y duques se hicieron construir monumentos funerarios de dos plantas; en la superior, aparecían idealizados con todo esplendor y en la inferior, revestidos con la mortaja y con signos de descomposición, una manera aristocrática de advertir que Dios otorga el cuerpo y el rango social con carácter estrictamente temporal.

Tanto en la Edad Media como a comienzos de la Edad Moderna, la muerte era un proceso con el que se estaba familiarizado y los restos mortales no recibían el mismo tratamiento  que hoy. Baldung se ganó buena parte de su sustento diario con encargos para altares, cuadros religiosos y retratos. Con pocas excepciones, únicamente atendió su propio interés en los grabados y dibujos, es decir, en trabajos que no suponían  una gran cantidad de tiempo y de material.

La mayor parte de ellos se centra en el tema de la muerte, de los muertos vivientes, que se acercan lentamente a una persona, generalmente, a una mujer. Sin embargo, lo que interesa a Baldung son los blancos cuerpos femeninos con sus suaves curvas, en contraste con los angulosos esqueletos fracturados. 

Lo mismo sucede con las brujas de Baldung, que, como los muertos y las bellezas femeninas, constituyen un completo independiente en su obra, con sus cabellos al viento, sus gestos no contenidos y sus miradas lascivas. Las brujas fueron también objeto de venta en los mercados en forma de grabados y los predicadores recurrían a ellas como material de propaganda en sus amonestaciones.

El pantalón del caballero consta de dos perneras, cada una de ellas atada a la camisa. La casaca debía cubrir las nalgas y generalmente llegaba hasta el muslo. En varios cuadros de esta época aparecen bandas negras hilvanadas sobre tejido rojo; eran distintivos de comerciantes y oficiales. Si el caballero era un miembro de las familias dirigentes, la casaca tenía una orla de piel y el codo presentaba un ojal por donde salía una camisa blanca de seda. 

La mujer que va en su caballo lleva una cofia y, por lo tanto, esta casada. Será el espectador quién decida si el caballero abraza a su esposa o a la de otro, es decir, si se encuentra ante un adulterio o ante un amor legal. 

Lo más probable es que Baldung se propusiese representar lo que los especialistas llaman «galope de caballo«, un movimiento de fuga, una salida como la que se puede observar en las carreras. Pero entonces la cabeza estaría extendida hacia delante y el jinete no podría mantenerse erguido. De cualquier modo, el caballo no está logrado y algunos expertos piensan que esta obra no es de Baldung, entre otras cosas porque después fue un especialista del caballo. 

En sus cuadros los caballos son poco frecuentes, pero en sus dibujos y grabados forman un grupo propio, como las brujas y los muertos. Hacia 1500 el caballo constituía un nuevo desafío para todos los artistas centroeuropeos, desafío que, como tantas otras cosas en esta época, tenía su origen en Italia, donde los artistas descubrieron el caballo. Estudiaron los movimientos y el juego de los músculos y, siguiendo los modelos antiguos, los tradujeron a formas ideales. 

En El caballero, la dama y la muerte, los amantes se abrazan y el esqueleto intenta separar el uno del otro. Con esta imagen Baldung recupera uno de los temas más antiguos de la historia de la cultura occidental, el del amor que conduce a la muerte. Actualmente se desconocen los motivos que le impulsaron a la creación de esta obra, pero es de suponer que a sus 17 o 18 años se enfrentaba por primera vez a los poderes que posteriormente tradujo en formas artísticas logradas con sus brujas y sus caballos y con las bellezas eróticas que la muerte persigue. 

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