La aspirante (2021), de Lauren Hadaway

Alex Dall se inscribe en el equipo de remo de la universidad, que le daría la posibilidad de conseguir una beca que costee sus estudios. Su dedicación para sobresalir entre sus compañeras raya lo enfermizo, si es que no lo supera con toda claridad. Pues se resienten sus amistades y relaciones amorosas, se vuelve arisca de modo que los que le rodean evitan su trato, y castiga su cuerpo de modo inmisericorde, casi como si se infligiera un programa de autotortura.

Deprimente drama deportivo, que dejando aparte cualquier consideración romántica o saludable sobre la competición o el “mens sana in corpore sano”, nos retrata un desagradable personaje de eso que, resulta obvio, necesita atención psíquica. Porque obsesionada hasta el extremo en ser la primera y descollar, experimenta un vacío interior que no conduce a ninguna parte. Resulta terrible ver cómo acostarse con un estudiante podría ser el equivalente a probar un coche, o cómo su relación lésbica con una chica que se muestra cariñosa con ella no conduce a ninguna parte, se asemeja a ese cangrejo, potente imagen, al que no le afecta el agua hirviendo de una cazuela, al menos en apariencia, por la protección de su caparazón.

La mirada a la competición insana recuerda a filmes como Cisne negro o la reciente Slalom, donde el deporte deja de ser algo bello, que se disfruta, para convertirse en un idolillo al que se ofrecen sacrificios, e incluso el propio alma, a cambio... de nada. Quizá el contraejemplo en positivo, también reciente sería El método Williams, sobre las famosas tenistas y el modo en que su padre gestiona su carrera.

Se trata del debut en el largometraje de la veterana sonidista Lauren Hadaway, que antes había dirigido un corto también dedicada a la disciplina deportiva del remo, donde paradójicamente lo que se supone un deporte en equipo lleva a un individualismo autodestructivo.