Limónov, un ruso obsesionado con la fama al que la cárcel convirtió en un escritor mediocre
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20 de mayo de 2024

Cartel de la película de Serebrennikov 'Limonov: the ballad of Eddie'

Cartel de la película de Serebrennikov 'Limonov: the ballad of Eddie'

Limónov, un ruso obsesionado con la fama al que la cárcel convirtió en un escritor mediocre

El cineasta Kirill Serebrennikov rescata a este personaje provocativo y estrafalario en la película que presenta en Cannes, Limonov: The Ballad

En Cannes ya no se mira con recelo al director ruso Kirill Serebrennikov, cuya última aparición en el festival en 2022 con La mujer de Tchaikovsky estuvo envuelta en polémica por la recién iniciada invasión rusa a Ucrania. Hay dos opciones para que ya no importune su presencia, que Europa haya captado el mensaje de que ser ruso no significa apoyar a Putin o que, en esta ocasión, el personaje que nos presenta en la película tenga más morbo que Tchaikovsky.
Serebrennikov rescata a Eduard Limónov en su última película Limonov: The ballad como hizo Emmanuel Carrére en el año 2011 con un libro –novela publicada en castellano por la editorial Anagrama– en el que advertía de que estaba hablando de un personaje real. Esa biografía en vida fue considerada por Limónov una resurrección como escritor. La realidad es que no hubo nada que resucitar porque a Limónov, como artista, no lo conocía nadie fuera de Rusia (por mucho que se empeñase en afirmar que era mejor que el autor francés).
Eduard, Savienko antes que Limónov, nació en 1943 en Dzerzhinsk, una ciudad rusa a 400 kilómetros de Moscú. Creció en Járkov (Ucrania) junto a una familia a la que nunca trató bien y a mediados de los 70 –tras una adolescencia delictiva y mostrando una creciente megalomanía– se mudó a Nueva York. Limónov siempre ha estado envuelto en un halo de heroísmo que inexplicablemente ha llevado a idealizar a un personaje a todas luces repulsivo.
En América se colgó la medalla de parásito profesional, en lo sentimental y en lo laboral. Tachó a su mujer de promiscua mientras él se dedicó a humillar homosexuales. Trabajaba de cualquier cosa que le permitiese vivir como quería (albañil, camarero o corrector de publicaciones rusas) hasta que pudo aprovecharse de un rico trabajando como su mayordomo. En ocasiones se hizo pasar por el dueño de la casa organizando cenas y fiestas que le brindaron cierto grado de la fama que buscaba.
Limónov presumía de tratar bien a las mujeres pero no era más que un misógino. Cuando en 1980 se muda a París lo hace acompañado de otra mujer diferente, con la que también se casó. A pesar de lo seductor es complicado confiar en la palabra de una persona que nunca dejó de despreciar al prójimo. Las cosas que hacen feliz a la gente eran para Limónov justificaciones de fracasados, y, por supuesto, como crítico literario para él no había un escritor en toda la historia de Rusia que mereciese la pena.
En París –ciudad a la que se muda por ser el único lugar donde encontró editor– logró introducirse en los círculos literarios a codazos y si se hizo relativamente conocido fue gracias a sus análisis de la rusia soviética y sus críticas políticas, para nada por sus dotes literarias. Escribió en varias publicaciones francesas y casi siempre lo hacía para analizar la actualidad o el pasado de su país de nacimiento desde una perspectiva nacional-bolchevique.
En los años 90, cuando tras la caída de la Unión Soviética regresa a Rusia, en España, solo lo habían descubierto los editores de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Era la época en la que Pawel Pawlikowski –coguionista del largometraje dirigido por Serebrennikov– lo filmó para la BBC sobre una loma barriendo a tiros con un Kalashnikov el corazón de Sarajevo junto a Radovan Karadzic, el líder serbobosnio que ocupó la presidencia de la autoproclamada República Srpska. También en esos años fundó el Partido Nacional Bolchevique y un periódico para el partido, Limonka (que, si la memoria no me falla, significa granada de mano). Pero la fama le llegó tras el éxito de Carrére.
Sobre el cabecero de su cama lucían tres retratos: el del dictador libio Muamar el Gadafi, el del asesino Charles Manson y el suyo. Quizá esas eran las tres caras de Limónov en una intimidad que decidió confesar a Carrére como parte del precio a pagar para hacerse famoso. En 2019 estuvo en España. Se bañó en el Mediterráneo, fue a los toros en Las Ventas y estuvo firmando libros en la Feria del Libro de Madrid; donde también conversó con el periodista Manuel Jabois en una entrevista en la que no hubo ni una pregunta incómoda.
Murió en 2020 debido a unas complicaciones tras una intervención quirúrgica. Se marchó subestimando al Vladimir Putin que tanto había criticado, no lo consideraba lo suficientemente agresivo. Dos años después de su fallecimiento, Putin introdujo al ejército ruso en Ucrania a través de Járkov; la ciudad que lo vio crecer y ahora escenario de la nueva ofensiva de Rusia.
El director de Limonov: the ballad, kirill Serebrennikov

El director de Limonov: the ballad, kirill Serebrennikov

Es indudable que el personaje elegido por Kirill Serebrennikov suscitará la curiosidad del público tras su estreno en la gran pantalla en el Festival Cannes que se celebra entre el 14 y el 25 de mayo. Con Limonov: The ballad da una segunda oportunidad al público general de conocer al personaje que ya presentó Carrére hace más de una década. Precisamente, Carrére es otro de los coguionistas de esta producción franco-italiana que protegerá con su nacionalidad la reputación de Serebrennikov sobre una posible financiación de oligarcas rusos próximos a Putin como ya ocurrió con otras de sus películas anteriores.

Obras de Limónov editadas en España

  • Soy yo, Édichka. Editorial Marbot. Primera Edición 2014. Segunda Edición 2020.
  • El libro de las Aguas. Fulgencio Pimentel. Junio de 2019.
  • Diario de un hombre sin amor. Fulgencio Pimentel. 2020.
  • Historia de un servidor. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Mayo de 1991.
  • Historia de un granuja. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Mayo de 1993.

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