Como introito me permito un atrevimiento literario, contando una fábula del vulgo popular que no dista mucho de la verdad. Meditando sobre su precaria situación, casi enfermiza, el talud de la Badea, bautizado románticamente por el Arquitecto Diken Castro, como el Telón Verde, elucubra sobre su presente y futuro, recordando un pasado tenebroso donde su estructura corpórea se ve invadido por seres acuíferos extraños de forma serpentina que reptan por su interior, moviendo en masa su ya adolorido suelo (subsuelo).
El dolor amenaza su estabilidad haciéndose más vulnerado, entristeciendo su entorno sin sabor y apreciando que se está en riesgo. Ante tanta incertidumbre, el compungido Talud implora ayuda a sus inefables amigos, los pobladores disfrazados de depredadores, decidiendo requerir audiencia con los mal llamados dirigentes delegatarios de la misión de gestar el territorio específico.
Estos inefables personajes detentan nombres rimbombantes de Gobernador, Alcalde, Gestor de Riesgo, Director Corporativo de Ambiente y sostenibilidad y otros tantos, como la fronda burocrática lo permita, gracias a la voluntad de un pueblo que solo le interesa su beneficio individual. Don Talud, cansado de ruegos habla con un amigo inseparable llamado Rio Otún, para que lo ayude en su protección.
El Rio, experto milenario en luchas y fatigas aconseja a su fraternal ecológico; “Quédese tranquilo que yo hablaré por usted”. Dicho y hecho, pega un bugido estremecedor que se escucha desde la Laguna hasta la desembocadura de un hermano mayor llamado Cauca; su ira arrasa con todo lo que encuentra, sin querer, afecta a su defendido el Talud surgiendo una amenaza, más conocida como avalancha. Todo sucede en momentos que denotan la tormenta y su consecuente calma; el sosiego dura poco, de nuevo, por efecto de intervenciones humanas y descomedidas, se repite la historia; Don Talud más herido que antes siente que sus fuerzas se extinguen llorando (lluvias) desconsolado por su infortunio.
Como toda historia de la vida real, al Talud se le aparece la Ada Madrina, que viene del Reino del Calentamiento Global. Con; voz trémula, llena de ternura le dice: “Hijo mío no te quejes más, en compañía de tu parner, el Rio Otún, ve y habla con los pobladores a través de sus egregios representantes, diles que el problema todos los días que pasen se agranda hasta el punto de una imposible mitigación; diles que tus hermanos ecológicos son más vulnerados que antes, que están seriamente amenazados, solamente los humanos con la mano de Dios (el de ellos) tienen la solución. El Talud aprecia la celestial recomendación y se la comunica a sus parientes de nacimiento y afinidad. Todos se ponen de acuerdo, por eso son ecologistas (tratado de la casa grande ), deciden sustentablemente delegar a un representante, el Rio Otún; como es procedente escogen el interlocutor y piden cita.
El interlocutor, posiblemente valido, es el Señor Corporativo Ambiental que actúa en representación de los pobladores, fungiendo como delegatario de los componentes del Ágora de Sabios donde él sobre sale.
El Rio Otún bien preparado con documentación testimonial histórica expone con sapiencia la insatisfacción, observa el ordenamiento, propone, como debe ser un plan o modelo de intervención. El Sabio Julios escucha atentamente, propone soluciones, no sin antes exigir que, por el mandado, requiere que los ocupantes de la zona de influencia del desatre garanticen la votación por uno de sus candidatos políticos que, son a la vez, los que avalan el voto en el Ágora, para permanecer por tiempos inmemoriales.
Moraleja: Lo que la política electoral no logra, no lo logran ni los privilegiados del Olimpo: Ríos, montañas, taludes, cañadas; siempre permanecerán en permanente riesgo, porque la amenaza es latente y la vulnerabilidad plenamente demostrada.
Lumica74@hotmail.com