La visita - Faro de Vigo

Opinión | Crónica Política

La visita

La visita –solicitada, pero todavía no confirmada: a ver si hay suerte esta vez– entre los presidentes Sánchez y Rueda tendrá, probablemente, una característica diferente. Es una opinión personal, como siempre, pero si se produce el encuentro quizá logren ambos llegar a un acuerdo para que Galicia deje de ser políticamente hablando la más remota de cuantas conviven hoy en España. Remota en todos los sentidos, desde el de la inversión hasta el de la colaboración con el Gobierno central. Se dice así porque ambos políticos no han conseguido de momento ni un solo instante de coincidencia para abordar en serio asuntos que lo son, y además de carácter estratégico para el Noroeste.

No se trata de un óptica pesimista, sino de repasar con cuidado los precedentes. Tampoco de apuntar responsabilidades a cualquiera de los dos mandatarios, sino de recorrer los precedentes: hasta ahora, si la memoria no falla, ni uno ni otro han tenido la ocasión de anunciar juntos algún evento importante y menos de inaugurarlos o de anunciar su comienzo a modo de proyecto. Ese detalle debería tenerse en cuenta si la visita solicitada por el señor Rueda es aceptada por Moncloa. Y no ya para cruzar puntos de vista lejanos sino sencillamente por respetar las formas, que en una democracia son a veces tan importantes como el fondo.

Con las cosas como están ahora mismo, para que solicitud y aceptación de la cita se produzca habrá de cambiar el marco. Ni don Pedro Sánchez puede mantener, al menos en la privacidad del posible diálogo, la posición general que por el momento sostiene con este Antiguo Reino. Especialmente en lo que se refiere al trato para con la sociedad gallega, que no pasa de promesas electorales que no se cumplen ni siquiera con su aparición práctica en los presupuestos generales. El señor Rueda a su vez tendrá que rebajar algo su queja permanente para evitar que por muy fundada que esté de la impresión de que solo busca el deterioro de su quizá interlocutor.

(El cambio, si se produce, nada tendrá que ver con debilidad o con hostilidad. Ni tampoco con que le falten razones al presidente gallego para formularla. Pero si evitaría que la oposición aquí siguiera reiterando el mensaje de que la Xunta está “al servicio de Feijóo”. Algo que puede parecer solo propaganda, pero que a base de repetirse llega a la gente del común, que no siempre es impermeable a ese tipo de mensajes. Conviene no olvidar lo que dijo en su momento un personaje que no vale la pena citar por su nombre: “una mentira repetida mil veces acaba por aparentar algo cierto”).

En definitiva, lo que Galicia necesita para lograr alguna de sus reiteradas demandas, es que cambie el clima entre Madrid y Compostela. Un clima hasta ahora desfavorable, y quizá podría ser muy interesante que, si hay visita, su señoría se citase antes con la oposición. Seguramente no para lograr acuerdos, sino para informar de las cuestiones que lleve en su cartera y recabar la opinión de sus antagonistas. Parece una quimera, pero en todo caso sería un quimera fundamental. Y, al fin y al cabo entraría de lleno en el propósito anunciado pero aún no iniciado, que el señor Rueda mostró en su discurso de investidura. Que no era otro que abrir un diálogo razonado y razonable con las fuerzas parlamentarias.