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La publicidad comercial también controla la información

 

 

La publicidad comercial también controla la información

Hace ya diez años se estrenaba el corto documental ‘Una mosca en una botella de Coca-Cola’, dirigido por el exeurodiputado Javier Couso y en el que se analizaba cómo los grupos privados controlaban la información que recibimos. En referencia al título, se habla de que en EE. UU. se puede escribir contra el presidente demócrata, también contra el presidente republicano, pero nunca se podrá publicar la noticia de que se haya descubierto una mosca en una botella de Coca-Cola. Esta afirmación pretende resumir cómo, más allá del control gubernamental o por parte de partidos políticos, son las grandes corporaciones las que más presión hacen sobre qué se publica y qué no en los medios de comunicación. Por ese motivo, ahora que se habla de la regulación de los medios y está sobre la mesa la publicidad institucional, cabría preguntarse: ¿y qué hacemos con la publicidad comercial?

Está claro que un medio necesita anuncios para subsistir. Este mismo artículo tendrá a su derecha o a su izquierda (o a ambos lados) algún banner publicitario de a saber qué empresa. Aunque hay algunos medios que priorizan resistir gracias a los socios y evitando la promoción de empresas que violan los derechos humanos y/o laborales, los grandes conjuntos mediáticos no podrían mantenerse sin el dinero de estas corporaciones. Pero ¿cómo se puede informar con total libertad cuando una de tus principales fuentes de ingresos es una empresa con intereses económicos y geoestratégicos?

Por ejemplo, El Corte Inglés sigue siendo la empresa que más invierte en publicidad en radio. ¿Cómo se va a dar en la SER, por ejemplo, una noticia mala de esta empresa? Es impensable que un medio de comunicación informe negativamente sobre un anunciante de tanto peso. Si esto sucede, ¿dónde está la libertad de prensa? ¿Quién decide el contenido? Y no se está mintiendo, no hay fake news, pero decidir qué se publica y qué no es otro modo de desinformar.

Otro ejemplo, que no responde a las noticias falsas, pero que sería un caso de información interesada, es toda la campaña contra la ocupación que existe en algunos medios de comunicación. ¿A qué responde crear esta falsa alarma? Básicamente satisface a sus principales anunciantes. Securitas Direct y Línea Directa, dos empresas que ofrecen (según ellos) "protección contra la ocupación ilegal", gastan cantidades ingentes de dinero en publicidad comercial en las principales cadenas televisivas y radiofónicas. Si no se genera una sensación de peligro, de que puedes bajar a hacer la compra y tener 15 ocupas en tu casa o irte de vacaciones y volver con la cerradura cambiada, ¿cómo va a funcionar su negocio? ¿Cómo van a seguir financiando esos medios si no engordan sus ingresos?

Sacar una noticia aislada de una ocupación no es mentir, no entraría en el contador de bulos y tal vez quedara fuera de una supuesta ley de medios o la autorregulación de periodistas (ja) de la que se habla, pero, insisto, dar una información interesada para desviar la atención de los principales problemas de la vivienda (precios de alquiler, desahucios) y vender alarmas es otra manera de manipular y crear una urgencia social y una necesidad vacua. La realidad es que estás más cerca de un desahucio que de una ocupación, pero si pones un rato Espejo Público acabas comprando una puerta acorazada y haciendo la compra online para que no te entren mientras sales de casa.

Que los anunciantes son parte de los principales mandamases de algunos medios de comunicación es algo que se intuye, pero que pocas veces se denuncia. A veces son grupos de extrema derecha, con más tiempo libre, más odio y una pésima catadura moral los que saben cómo funciona el juego y dónde presionar. Un caso sonado (nunca mejor dicho) fue el de Dani Mateo en El Intermedio y su gag donde se sonaba los mocos con una bandera de España. Finalmente, el presentador y humorista tuvo que pedir perdón. Seguramente no fue por ofender a alguien o por un chiste sin gracia (hay miles a diario), sino porque la presión a la que sometieron a sus anunciantes y que alguno amenazara con retirar la publicidad de su espacio televisivo. Una vez más, la publicidad decide de qué se informa o, en este caso, sobre qué se puede bromear o no.

La realidad es que la información (sobre todo la de mayor alcance) tiene grandes presiones políticas y económicas proveniente de muchos focos. La principal desde los consejos de administración, donde se sientan banqueros, jefes de grandes empresas y otros trajeados con intereses políticos y económicos. Así que ya podemos hablar de ley de medios, de autorregulación o con mil eufemismos más, que mientras sea el que pone el dinero quien decide sobre qué se habla, estaremos lejos de una información veraz y democrática. Por eso está bien hablar de publicidad institucional, que es la principal valedora de los pseudomedios de nueva creación, pero también hay que abrir el melón de cómo las grandes marcas presionan a las principales fuentes informativas de este país.

 

 

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