En la larga fila que da acceso al nivel 0 del Antel Arena, donde el público aguarda para entrar, hay un clima de cita en el aire. Peinados perfectamente alineados, algunos labios rojos, y una producción digna de encuentro aguardado. Adentro, quedan pocos lugares vacíos y en los primeros asientos se agitan carteles, a la espera de Roberto Carlos, quien no visitaba Uruguay desde hace casi una década.

El público, conformado previsiblemente por mayores de 40 años, aguardaba con ansias y hasta empezó una ola de aplausos con la esperanza de que el cantante se apresurara en salir.

Eran las 21.10 cuando lo vimos entrar y pararse al lado del gran piano blanco dispuesto en el escenario. Llevaba su característico traje blanco, color que solo alterna con el azul como parte de sus supersticiones.

“Quiero decirles algo”, empezó, creando expectativa antes de dar inicio a “Emociones”. “Cuando estoy aquí. Yo vivo este gran momento, mirándote así, tantas emociones siento”, cantó, dando una muestra de lo que sigue siendo su voz pese el paso de los años: límpida, mansa y de una potencia elegante a la vez.

El coro de voces de un Antel Arena repleto acompañó cada estrofa, y fue el inicio de una noche de continuos puntos altos. Enseguida Roberto inició una charla con el público, algo que seguiría por todo el concierto: entre una canción y otra, hubo declaraciones, anécdotas y hasta confesiones.

“Gracias por el cariño y las cosas lindas que he recibido de ustedes durante toda mi vida. Hace unas semanas me di cuenta de que hace mucho tiempo que nací, realmente hace mucho tiempo”, dijo quien cumplió 83 años el 19 de abril, sacando risas del público.

Siguió con “Que será de ti”, un clásico —aunque hablar de Roberto Carlos y clásicos es casi redundancia— de su disco homónimo de 1972, que quedaría conocido también en la voz de Daniela Mercury y popularizado en la novela Lazos de familia en 2001.

Para “Detalles” ya se encontraba sentado cerca del piano. En los pequeños silencios entre una estrofa y otra, se escuchaban los gritos del público que iban desde declaraciones de amor hasta pedidos de canciones.

“Hace mucho tiempo, pero el amor es cada vez más grande”, introdujo antes de entonar “Lady Laura”, en la que homenajea a su madre, acompañado por las casi 7.000 voces que le contestaron los estribillos. Con “Calhambeque” recordó su época de Joven Guarda y empezó a presentar su banda de excelentes músicos que lo acompañan desde hace décadas.

Foto: Estefanía Leal

Luego, y como parte de su ida y vuelta cariñoso con el público, una anécdota: “Un día pensé ‘¿habré dicho todo lo que me gustaría decir sobre el amor?’. Y me di cuenta que me faltaba hablar de sexo", empezó arrancando risas de la platea. "Pero pensé conmigo mismo, ¿como voy a hablar de sexo?, ¿qué van a pensar de mí?", entonces me atreví y escribí una canción hablando de sexo, pero con amor", contó antes de conmover a los presentes con “Propuesta” y hacer algunas señoras llevaren las manos al pecho con “Cóncavo y Convexo”.

La noche siguió con más historias. Roberto se confesó sobre cuando le llegó la letra del que sería uno de sus mayores éxitos en español, "El gato que está triste y azul". "No entendía porque un gato seria azul, ni porque andaba volando por ahí", dijo provocando carcajadas y confirmando que sigue con su carisma intacto.

Luego pidió permiso para cantar "El día que me quieras". “Gardel es increíble, un genio. Canto esa canción sin ninguna pretensión de hacer cómo él la hacía”, introdujo, antes de lanzar un “gracias maestro”. Terminó ovacionado.

Ya avanzada la segunda mitad de un concierto que duró casi dos horas. Al entonar “Amigo”, no dejó pasar un homenaje a su compinche Erasmo Carlos, fallecido en 2022. "No preciso ni decir, todo eso que te digo, pero es bueno sentir que Erasmo es mi amigo”, cantó apuntando hacia el cielo.

Luego con “Jesus Cristo” encendió al público y ensayó una despedida con el tradicional y aguardado momento en el que entrega rosas a sus fanáticas. Decenas se amontonaron a los pies del escenario y entre gritos y gestos desesperados pedían por uno de los regalos del rey.

Tras tirar la última rosa volvió y cantó “Amada Amante”, canción que compuso junto a Erasmo en 1971. El estribillo fue coreado por un público visiblemente emocionado y estrofas como "Este amor siempre sincero/ Sin saber lo que es el miedo/ No parece ser real/ ¿Qué me importa haber sufrido?/ Si ya tengo lo más bello/ y me da felicidad", nos recordaron porque Roberto se ganó un trono de rey en la canción romántica.

Foto: Estefanía Leal

Ya próximo del final de su reencuentro con el público uruguayo, hizo dos amagues de “Un millón de amigos” pero al final dejó a todos con las ganas. El concierto terminó con “Solamente una vez” como broche de oro a una noche memorable.

Ya afuera, las que lograron atajar en el aire uno de los regalos del cantante, sonreían con sus flores en mano. Una señora la besa y la muestra orgullosa, otra hace una videollamada y a los gritos cuenta emocionada a alguien del otro lado de la pantalla que consiguió agarrar una de las rosas del rey: “valió la pena”, exclamó.

Contrastando con el frío de una noche de otoño más bien invernal, nos fuimos con un calor en el pecho. Una especie de abrazo a las memorias afectivas encendidas por las canciones de Roberto Carlos, el cantante, la leyenda, que lleva un capítulo importante de la música brasileña en la espalda y que tras más de seis décadas sigue defendiendo con elegancia su título de rey.

Foto: Estefanía Leal