Tres mil años esperándote (2022), de George Miller

Alithea es una mujer madura, soltera, profesora de universidad y especialista en narratología, lo cual le lleva a ver mundo para encontrarse con otros eruditos colegas de diversa procedencia. Así llega a Estambul para participar en un congreso. En el gran bazar compra un frasco que le llama la atención y al empezar a limpiarlo en el hotel, un ser enorme y poderoso sale del objeto. Se trata de un Djinn, un genio de gran poder que está dispuesto a concederle tres deseos a Alithea.

Siete años después de la admirada Mad Max: Furia en la carretera regresa a la pantalla grande el director australiano George Miller. Lo hace con una película nítidamente fantástica, a la que a priori nunca asociaríamos a Miller, lo cual no sería más que un prejuicio si nos atenemos a una filmografía que incluye productos tan distintos como Mad Max, Las brujas de Eastwick, El aceite de la vida o Happy Feet. Rompiendo el hielo. Aquí retoma el legendario mundo de las leyendas orientales que beben de los relatos de “Las mil y una noches” para ofrecer un homenaje a la imaginación y un tributo a los contadores de historias.

Parte la trama de Tres mil años esperándote de un guión coescrito por Miller y la desconocida Augusta Gore, a partir del cuento “The Djinn in the Nightingale's Eye” de A.S. Byatt. Se da la circunstancia de que cuando la protagonista Alithea (un nombre que remite al griego “Alétheia”, que se traduce por “verdad”) y el Djinn (“genio” en el lenguaje vulgar) están frente a frente las cosas se complican y discurren por caprichosos vericuetos. Y es que la mujer no quiere pedir ningún deseo, pues afirma ser feliz como está, mientras que el genio necesita cumplir los deseos de su dueño para liberarse. Entretanto, ambos establecerán entonces una larga conversación en la que el pasado milenario del genio saldrá a la luz y que paradójicamentes le convertirá en una especie de Sherezhade frente a su dueña.

Como no podía ser menos, visualmente Miller ofrece una película extraña e imaginativa, con momentos que parecen salidos del mundo excesivo de Tim Burton, con numerosas historias llenas de exótico atractivo, que acontecen en reinos pretéritos, con príncipes, damiselas, concubinas, etc., y donde el barroquismo, la ambientación densa y las estancias opresivas expresan el mundo oriental con todo su colorido y abigarramiento, en contraste con el minimalismo pulcro y luminoso de la habitación de hotel en donde se narran los relatos. Por otra parte, este contenido narrativo –principal foco de atracción del film– es ligero, con sucesos esbozados a brochazos, donde las peripecias incluyen muertes, amores, degracias, etc. y también unos cuantos momentos impúdicos y sexuales, con algunas escenas bizarras que ensucian a veces demasiado.

Tres mil años esperándote carece de momentos especialmente memorables, emocionantes o tiernos y tampoco se pone énfasis en la música o en los efectos especiales, presentes y dignos pero siempre en un segundo plano. De fondo, sin embargo, estamos ante una película que habla de la soledad y de la necesidad de afecto y compañía, aunque en ocasiones no parece que haya detrás una orientación muy clara, más allá de ese leve toque final casi capriano. Los actores, con Tilda Swinton y Idris Elba al frente, están correctos.