(PDF) El discurso sobre la democracia: las demegorías de Demóstenes (2013) | Laura Sancho Rocher - Academia.edu
LOS DISCURSOS DEL PODER / EL PODER DE LOS DISCURSOS EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA LOS DISCURSOS DEL PODER / EL PODER DE LOS DISCURSOS EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA CÉSAR FORNIS (ED.) LIBROS PÓRTICO Imagen de cubierta: “Perikles, von Kleon und seinem Anhang wegen der Bauten auf der Akropolis von Athen angegriffen” (1853), de Philipp von Foltz. © Los autores Maquetación del texto: Juan Luis López Fernández-Golfín Maquetación de la cubierta: Lola Martínez Sobreviela Edita: Libros Pórtico Distribuye: Pórtico Librerías, S. A. Muñoz Seca, 6 - 50005 Zaragoza (España) distrib@porticolibrerias.es www.porticolibrerias.es ISBN: 978-84-7956-123-9 D.L. Z 1729-2013 Imprime: Ulzama Digital Impreso en España / Printed in Spain ÍNDICE Prólogo 9 El discurso sofístico: el poder del dêmos en Protágoras Domingo Plácido 11 El discurso fúnebre: El epitaphios logos de Pericles en Tucídides Adolfo J. Domínguez Monedero 19 El discurso ecuménico: geografía griega e imperialismo persa en Heródoto Francisco Javier Gómez Espelosín 37 El discurso de género y del honor: Artemisia de Halicarnaso y Aminias de Palene en Heródoto Violaine Sebillote Cuchet 55 El discurso sobre el bárbaro: Aqueménidas, Arsácidas y Sasánidas en las fuentes grecorromanas Manel García Sánchez 73 El discurso sobre la democracia: las demegorías de Demóstenes Laura Sancho Rocher 111 El discurso romano republicano: filosofía, palabra y poder en Cicerón Pedro López Barja de Quiroga 129 El discurso sobre la monarquía: los discursos Sobre la realeza de Dión de Prusa Mª José Hidalgo de la Vega 141 El discurso a Roma: el A Roma de Elio Aristides Fernando Lozano Gómez 157 El discurso en la corte: retórica, ficción e interpretación histórica en Dion Casio Juan Manuel Cortés Copete 173 El discurso laudatorio cristiano y pagano: los panegíricos a Teodosio de Ambrosio y Pacato Manuel Rodríguez Gervás 189 El discurso ante el senado: la relatio de Anicio Acilio Glabrio Faustus Mª Victoria Escribano Paño 205 PRÓLOGO Muchos y variados fueron los discursos del poder que conoció la Antigüedad grecorromana. En todos ellos la palabra, el lógos, se nos presenta como un eficaz vehículo adaptado a las necesidades, intereses y circunstancias de quien lo pronuncia y de quien lo auspicia. Hay por tanto una relación estrecha, una imbricación simbiótica, entre el discurso y las esferas de poder (ya sea éste político, social, intelectual, religioso, de género, etc.). El libro que aquí prologamos pretende mostrar toda esa riqueza a través de un abigarrado repertorio de modelos discursivos encarnados en conspicuas personalidades representativas de los mismos y contextualizados en distintos momentos espacio-temporales, desde la Grecia clásica a la Antigüedad Tardía, con el fin de que nos ayuden a comprender mejor un mundo antiguo en el que la oralidad era hegemónica. El denominador común es que todos hablan sobre el poder, bajo distintas formas y parámetros, y todos se libran desde una posición de poder, sea éste de la naturaleza, el grado y el alcance que sea. Los capítulos que configuran la presente obra constituyen en su mayoría las ponencias presentadas en las jornadas que, bajo el mismo título, celebramos los días 18 y 19 de febrero de 2013 en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, entre un más que notable interés y aceptación de colegas, estudiantes de Grado y Posgrado e incluso un público más amplio atraído por el tema del poder y la oratoria en la Antigüedad. Dos únicas variaciones han sido introducidas con respecto al programa original. Por un lado, se ha incorporado el discurso de género, aunado coherentemente con el discurso sobre la virtud cívica por parte de la Dra. Violaine Sebillote; ni el epígrafe ni la profesora gala formaron parte de aquellas jornadas. Por otro, no ha sido posible incluir el texto sobre el discurso fúnebre expuesto en su día por la Dra. Ana Iriarte, quien ya lo tenía comprometido con otra publicación, de modo que ha sido sustituido por el elaborado ad hoc por el Dr. Adolfo Domínguez Monedero. No quisiera cerrar este sucinto prólogo sin el reconocimiento debido hacia quienes han hecho realidad este volumen colectivo. A cada uno de los autores, por su total disposición a la hora de contribuir con sendos textos en los que ponen de manifiesto su capacidad para condensar magistralmente la complejidad de un paradigma discursivo; a la Universidad de Sevilla, que financió las Jornadas que están en el origen del libro que ahora toma cuerpo, sobre todo en unos tiempos en que la precariedad económica daña sensiblemente la tan necesaria labor de las instituciones científicas; a Pórtico Librerías, y particularmente a Marián Torrens, por haber considerado que tanto el tema abordado como la forma de hacerlo revestían interés para su publicación; finalmente, mi agradecimiento y afecto más especial al Ldo. en Historia Juan Luis López Fernández-Golfín, antiguo alumno y ahora buen amigo que desinteresadamente ha puesto sus vastos conocimientos informáticos al servicio de la maquetación del volumen, solventando cuantos obstáculos han ido surgiendo durante la misma. César Fornis Sevilla, a 16 de noviembre de 2013 EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA: LAS DEMEGORÍAS DE DEMÓSTENES* LAURA SANCHO ROCHER Universidad de Zaragoza / grupo Hiberus La relevancia de los textos de Demóstenes para estudiar el grado de vitalidad del sistema democrático se explica por el hecho de que de ningún otro político activo se conservan discursos asamblearios reales. Los de Demóstenes se enmarcan en unos límites cronológicos significativos y muy críticos, a saber, entre el momento que sigue a la Guerra Social (357-355 a.C.) y el instante anterior a la derrota griega de Queronea (338). En el presente estudio, mi objetivo es analizar las convicciones políticas del consejero y, a través del uso retórico que de los tópicos de la democracia hace el orador, también el vigor y dinamismo del principio de soberanía popular. En general, los intérpretes modernos desconfían de que su oratoria, a la que no niegan fuerza y belleza, se fundamente, además, en un ideario consistente y, por tanto, pocas veces se ha hecho el esfuerzo de examinar sus arengas desde el supuesto de que fueron pronunciadas ante un auditorio democrático que establecía ciertas exigencias e imponía determinados límites. En consecuencia, la opinión más extendida es que los ideales democráticos –los que en la centuria anterior representara por antonomasia otro gran dirigente popular, Pericles– carecían ya, en la fase final de la vida independiente de Atenas, de vitalidad popular y de defensores persuasivos. Mi objetivo ahora es intentar modificar en cierto modo esta visión, y me propongo hacerlo a través de una lectura que se limitará a las demegorías, es decir a los trece discursos supuestamente pronunciados ante la asamblea en deliberaciones reales. Es evidente que, con el fin de ser publicados, los textos que la transmisión secular nos permite conocer pueden haber sufrido muchos cambios tras su ejecución práctica. Pero esta circunstancia no me parece un inconveniente serio desde el punto de vista metodológico, pues lo que pretendo subrayar es la gran coherencia del mensaje demosténico desde el punto de vista de la interpretación y defensa de la democracia; congruencia que evidentemente el orador puede haber ido perfilando a lo largo de su dilatada vida asamblearia. La consistencia de este mensaje alcanza, por lo demás, a los discursos pronunciados con anterioridad a 346, fecha en la que se juzga que Demóstenes habría podido cambiar su alineación política, abandonando el grupo de Eubulo, al cual se relaciona con una política economicista, en general, y menos belicista, en concreto, frente a la amenaza macedónica que la de nuestro orador. La continuidad aludida significaría que el ideal de democracia, del que Demós* Trabajo realizado en el marco del Proyecto HAR2011-26191. Las traducciones de Demóstenes son las de López Eire en la Biblioteca Clásica Gredos, en ocasiones ligeramente modificadas. 112 LAURA SANCHO ROCHER tenes partía, fue el mismo antes y después de haber identificado en el rey macedonio al enemigo de la ciudad y su politeía. No negaré que el objetivo de Demóstenes fuera convencer al demos de la imperiosa urgencia de tomar las armas contra Filipo, ni que al servicio de ese fin pusiera toda su artillería retórica; pero no basta con repetir este extremo, lo que no es sino hacer mención del marco histórico, de las condiciones objetivas en las que se desarrolla la acción política de Demóstenes. Conviene indagar un poco más, y resulta más esclarecedor considerar los modos elegidos por Demóstenes para transformar su visión en opinión mayoritaria. La tesis central que quiero exponer es que el de Peania apelaba en última instancia al sentido de responsabilidad que el individuo-ciudadano debía cultivar en una democracia, al hecho de que solo el ciudadano común, con su acción, podía combatir la merma de su peso decisorio. Cuando Filipo irrumpió en el ámbito tradicional de los intereses de Atenas (Tracia), Demóstenes sumó pronto la defensa de los intereses nacionales con la de la democracia como sistema político. Su discurso sobre la obligación y la acción no cambió, pero ganó en firmeza y efectividad gracias a la forma en que repetidamente dirigía sus apelaciones al conjunto de la polis y a todos los estratos sociales;1 y merced también al contraste que establecía siempre entre Atenas y su democracia con la tiranía como forma de poder con la que caracterizaba al rey macedónico. Si las palabras de Demóstenes son capaces de transmitirnos sensación de autenticidad, y captan el interés del lector actual, es porque el orador, con particular maestría, consigue subrayar los vicios adquiridos por demos y rétores e, incluso, se atreve a señalar una terapia apropiada para su corrección. 1. EL PASADO COMO MODELO DE ACCIÓN: ATENAS, DEFENSORA DE LA DEMOCRACIA Tal vez convenga empezar por una cuestión apuntada arriba –el pasado democrático de Atenas como paradigma–, para subrayar el gran relieve que Demóstenes concede al status de la ciudad. La utilización del pasado, especialmente el relativo a la Pentecontecia, y en general, el uso retórico de la ‘heὄencia ὄecibida’ como una llamada al deber es, en Demóstenes, algo muy peculiar y conspicuo. Toda esta retórica encaja a la perfección en la imagen que los atenienses han elaborado y aceptado de sí mismos a lo largo del siglo V, es decir, durante la época en que habían ejercido la hegemonía política sobre el Egeo. Es un lenguaje que favorece la aὅimilacióὀ pὁpulaὄ del beliciὅmὁ impeὄialiὅta pὄeὅeὀtáὀdὁlὁ cὁmὁ ‘gueὄὄa humaὀitaὄia’ y juὅta, auὀque eὀ eὅte caὅὁ eὅté máὅ bieὀ al ὅeὄviciὁ de deὅpeὄtaὄ una disposición propicia a la defensa.2 Y, realmente, pocas reflexiones atribuibles al propio Demóstenes se pueden extraer de algunos pasajes en los que es palpable una grandilocuencia rayana en lo tópico, y la sumisión del orador a los lugares comunes más 1 A fines del siglo IV, la democracia ateniense seguía aspirando a la unanimidad como fuente de felicidad (Dabdab Trabulsi 2006: 83, 94-95); y como fundamento de la uniformidad en la acción política (Epstein 2011: 90). 2 Ober (1978: 127-129) afirma que el vínculo entre democracia y poderío naval, que era frecuente en el siglo V, deja de serlo en el IV. Según este estudioso, en la cuarta centuria quedaba con todo clara consciencia de la necesidad de la flota para la defensa de Atenas. Sin embargo, Demóstenes, al asociar el avance de Filipo con el fin, no solo de Atenas, sino de su sistema político, anima a los atenienses a recuperar su ‘primacía’ (que no podía ser sino naval), por lo que establece indirectamente una relación entre poderío militar y democracia (XIII 16-17). EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 113 manidos (cf. VIII 61; X 62). Véase el caso del discurso Sobre los asuntos del Quersoneso: [VIII ζί] …ὅiὀ embaὄgὁ [ἔilipὁ] cὁὀtὄa ὀada lucha ὀi iὀtὄiga ( π υ ) más que contra nuestro sistema político ( π ) y a nada en absoluto dirige sus miras con mayor interés que al modo de destruirlo ( α α ). [41] … pueὅ ὅabe certeramente que aunque se haga dueño ( ) de todo lo demás, nada le será posible poseer con firmeza ( α ), en tanto que vosotros os gobernéis democráticamente ( α )ν pὁὄ el cὁὀtὄaὄiὁ, ὅi le acὁὀtece uὀ fὄacaὅὁ, … vendrán y se refugiarán a vuestro lado todos los pueblos que ahora están unidos por la fuerza. [42] Pues vosotros personalmente no estáis bien dispuestos por naturaleza para obtener provecho y mantener un imperio ( α ὶπ α αὶ α α ῖ ὴ ὖ π φυ ), pero para impedir que otro lo consiga o arrancárselo a quien lo tenga, sois diestros ( ) y, en una palabra, estáis prestos a importunar a quienes quieran ejercer un dominio absoluto ( α ῖ υ ) y a recobrar a toda la humanidad para restablecerla en lὁὅ cauceὅ de la libeὄtad ( αὶ π α π υ υ α α ) [cf. X 14]. En consecuencia, él no quiere que la libertad que de vosotros se expande esté al acecho de sus buenas oportunidades ( ῖ αυ α ῖ ὴ πα ᾽ α φ ). Con todo, vamos a indagar otra línea discursiva, una en la que se puede comprobar que desde la época más temprana nuestro orador espolea a los ciudadanos al rearme moral, rechazando que una actitud cicatera o cobarde pueda compatibilizarse con el carácter democrático y con el honor de ser ateniense. Veamos un ejemplo tomado del discurso Por la libertad de los rodios, de 353.3 Rodas se había enfrentado a Atenas en la reciente Guerra Social y, tras la victoria de los aliados rebeldes, la isla había quedado bajo una oligarquía. En la fecha del discurso, muerto ya Mausolo, los demócratas rodios acariciaban la posibilidad de volver a su ciudad en democracia con la ayuda de su anterior aliada. El joven Demóstenes se esforzaba en hacer ver a los atenienses que debían ayudar a quienes, a pesar de su ‘locura’ anterior (XV 16), ahora estaban del lado de las democracias. Nuestro orador afirmaba que los atenienses, por encima de todo, habían de obrar en justicia si pretendían que se los considerase: [XV ἁί] …cὁmὁ defeὀὅὁὄeὅ geὀeὄaleὅ de la libeὄtad de tὁdὁὅ lὁὅ gὄiegὁὅ ( π α π υ α ἶ α ); ὶ y añadía: … lὁ máὅ difícil paὄa vὁὅὁtὄὁὅ eὅ ὁbὄaὄ cὁmὁ eὅ debidὁ ( ὰ α). Por libertad de todos los griegos aquí se entiende la defensa de la democracia frente al avance de las oligarquías y, en los párrafos que siguen, para cerrar su alocución recurre a una exhortación al cumplimiento del deber, y establece un parale3 En discursos tempranos (XV 17-21; XIII 8) Demóstenes excepcionalmente opone democracia y oligarquía: Leopold 1981: 233. Sucintamente da las razones de la preferencia por la democracia: que con hombres libres es más fácil llegar a acuerdos o que las democracias comparten los principios. A partir de las Olínticas (I 5; cf. 23), politeía tiende a sustituir a demokratía, pues nuestro orador trataría de marcar la alteridad, o no helenidad, de Filipo; cf. Leopold 1981: 237, 242-243. 114 LAURA SANCHO ROCHER lismo entre lo que se exige al soldado en la batalla y lo que se debe exigir a los responsables de la dirección política, es decir a los consejeros: [XV ἁἁ] …ὅeὄía meὀeὅteὄ que tambiéὀ a lὁὅ que abaὀdὁὀaὀ la ὁὄdeὀacióὀ cὁὀὅtitucional legada por nuestros antepasados ( ὺ ὴ πὸ π π ᾳ) y adoptan principios oligárquicos (π υ υ α ), se les privase del derecho a aconsejaros a vosotros mismos ( υ υ υ α ῖ ). La loa a los antepasados, según el orador, no puede quedarse en mera contemplación: en la emoción que produce oír el relato de las gestas pretéritas (§ 35), sino que ha de inspirar la imitación, es decir inducir a la acción que en cada momento exija la dignidad de la ciudad. Son las virtudes de los antepasados las que se erigen en paradigma y determinan la obligación ( ὰ α) y lo que es justo; y el principal compromiso es atenerse tanto a un orden militar para defender la ciudad, como a una forma de politeía que también impone (obsérvese el lenguaje militar, táxis) ciertas condiciones a los consejeros. Porque, al decir de Demóstenes, la salvación de la democracia ateniense depende de que el resto de ciudades no vaya cayendo en formas políticas oligárquicas (§ 19). En conexión con este último punto, en otro discurso temprano (350 a.C.), Sobre la organización financiera, cuya autenticidad han defendido recientemente diversos especialistas, de nuevo encontramos este tipo de reflexiones un poco más elaboradas y formando parte de la crítica a la inacción (XIII 8, 32). [XIII κ] …peὄὁ eὅ el caὅὁ que vὁὅὁtὄὁὅ aὅpiὄáiὅ a la primacía (π )… ; en medio de vuestra tranquilidad e indiferencia ha sucumbido la democracia de Mitilene, en medio de nuestra tranquilidad ha sucumbido la democracia de Rodas; alguien podía decir: «el pueblo rodio, al menos, era enemigo nuestro». Sí, pero es menester considerar más grande nuestro odio hacia las oligarquías, por el mismo hecho de sus principios políticos ( πὲ α ὴ π α ), que hacia las democracias, cualesquiera que sean los motivos. Es muy frecuente en las demegorías de Demóstenes la referencia a la distancia entre las palabras (los atenienses son expertos tanto en pronunciarlas como en entenderlas) y los hechos, así como es regular en él la priorización de lo que se hace sobre lo que se dice (pues los atenienses demoran la acción, pierden la oportunidad, y abandonan fácilmente sus propósitos4). Los antepasados actuaban de manera inversa y son, en el discurso referido (XIII 21ss), el ejemplo a seguir para recuperar el orgullo cívico y la dignidad que requiere ejercer la primacía. Es muy interesante el pasaje de esta arenga en que Demóstenes se defiende de la acusación, que seguramente le hacían otros políticos, de emplear un lenguaje sublime o panegirista (§ 18). Frente a las sátiras que de él se hacían, aseveraba que su oratoria aspiraba a estar a la medida de los méritos de la ciudad, por lo que aconsejaba a los ciudadanos comunes que no permitieran que de los réditos de la misma se apropiaran indebidamente los políticos: 4 Mader 2006 argumenta que Demóstenes utiliza hiperbólicamente la imagen del contraste entre las grandes decisiones y la inacción para atraer a la ciudadanía hacia su postura antimacedónica. Werlings 2001: 108, comenta que Demóstenes subraya frecuentemente cómo Filipo engaña fácilmente a los atenienses. EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 115 [XIII 31] La causa de todo ello es que en aquel entonces el pueblo era dueño y señor ( π αὶ ) de todo y que los demás, cada uno en particular, se contentaban con obtener de él participación en algún honor, cargo o beneficio cualquieὄa… ahὁὄa el pueblὁ ὁcupa el lugaὄ del lacayὁ y eὅtá eὀ ὅituación accesoria ( π υ αὶ π )έ Pero, para Demóstenes, este estado de cosas no era necesario ni inevitable; su reversión dependía de la actitud de los ciudadanos comunes: [XIII 25] Y si os ha dado por actuar así no es porque en vuestras naturalezas ( ὰ φ ) seáis inferiores a vuestros antepasados, sino porque para ellos era consubstancial tener buena opinión de sí mismos ( α φ ῖ ), mientras que a vosotros de ese orgullo se os ha despojado (π α ). Poco después, durante la crisis de Olinto (349/8 a.C.), Demóstenes volvía a llamar a la acción, ahora ya sin duda a la participación militar, remitiéndose de forma similar a la actitud de los antepasados (III 23ss), los cuales durante la Pentecontecia habían ejercido el podeὄ eὀ ἕὄecia ‘ὅiὀ levaὀtaὄ el ὄecelὁ ὀi la eὀvidia de ὅuὅ aliadὁὅ’έ δa ὄaὐóὀ eὄa queμ [III ἁί] …eὀ aquel eὀtὁὀceὅ el pὄὁpiὁ pueblὁ, al atὄeveὄὅe a actuaὄ y a haceὄ campaña por sí mismo, era señor de todos los políticos y dueño, él mismo, de todos los bienes (π αὶ α α α ὸ π π υ αὶ α ὸ π α ); los demás, cada uno en particular se contentaban con recibir de manos del pueblo honor, autoridad, y algún que otro beneficio. En suma, la censura de Demóstenes se orienta hacia la influencia que los oradores tienen sobre la inacción de los ciudadanos; y la situación ideal es para él aquella en la que los ciudadanos toman sobre sí mismos la responsabilidad de conducir la ciudad, recuperan la gloria pasada y actúan según las virtudes heredadas que son objeto constante de admiración. Que además esa acción sea alentada, en un principio, en contra de las oligarquías y, finalmente, en contra de Filipo, es meramente cuestión de coyuntura y oportunidad. Así, en Sobre los asuntos del Quersoneso, discurso de fecha avanzada (341 a.C.), vuelve a apelar al orgullo patrio y a la herencia de los antepasados en relación con la necesidad de cumplir el deber (VIII 50): [VIII ζλ] …έ Veὄgὁὀὐὁὅὁ (α ) ὅeὄía… e iὀdigὀὁ de vueὅtὄa ciudad y de laὅ hazañas de vuestros antepasados ( αὶ πα π αὶ π π α ῖ π ), dejar caer en la esclavitud ( υ α ) a todos los demás griegos por bien de vuestra particular molicie ( α α ᾳ υ α ). En los años justo antes de Queronea, Demóstenes recrudecía sus acusaciones contra los rivales tachando de traidores y corruptos a los políticos que no se oponían abiertamente a Filipo, no aconsejando al pueblo hacerle frente con las armas. En esos momentos, la situación general de los griegos era, para él, el producto de una ceguera negligente, la de no saber o querer distinguir entre los consejeros honrados y los venales. Así, en la Tercera Filípica (IX 36-45), donde apenas distingue entre la dejadez de los atenienses y la actitud de los otros griegos, se queja de que muchos 116 LAURA SANCHO ROCHER son los que ya han sucumbido a Filipo; pero en la Cuarta Filípica (342/1 a.C.) vuelve a la idea tradicional de que la causa de todos los males actuales es que: [X ζἄ] ἡὅ habéiὅ apaὄtadὁ… del pὄiὀcipiὁ fuὀdameὀtal, ὅὁbὄe el que ὁὅ dejaὄὁὀ asentados vuestros antepasados ( π φ᾽ π α π ) y ὁὅ habéiὅ dejadὁ cὁὀveὀceὄ…έ de que eὅtaὄ a la cabeὐa (π ΐ α α ) de lὁὅ gὄiegὁὅ y teὀeὄ uὀ ejéὄcitὁ eὀ pie de gueὄὄa ( α υ υῖα ) cὁὀ el que defeὀdeὄ a tὁdὁὅ lὁὅ que ὅufὄeὀ atὄὁpellὁὅ ( ῖ υ ῖ ) era tarea superflua y gasto inútil; en cambio, pasar la vida en medio de la tranquilidad y no hacer nada de lo debido ( υ ᾳ αὶ ὲ π ), aὀteὅ bieὀ, iὄ abaὀdὁὀáὀdὁlὁ tὁdὁ, uὀa cὁὅa tὄaὅ otra, dejando que otros se apoderen de ellas, considerabais que proporcionaba maravillosa prosperidad y seguridad ( αυ α ὴ α α αὶ π ὴ φ α )έ [ζἅ] …pueὅ uὀa ὅituacióὀ pὄeὅtigiὁὅa, eὀcumbὄada y bὄillaὀte (π α ὰ αὶ α αὶ α π ), pὁὄ la que cὁὀtiὀuameὀte laὅ máὅ poderosas ciudades andaban enzarzadas en disputas, al estar los lacedemonios desvalidos de la fortuna, los tebanos ocupados por causa de la guerra focidia y nosotros despreocupados, [Filipo] la encontró abandonada y la tomó ( ). Una primera conclusión de nuestro recorrido es, pues, que la mirada retrospectiva hacia el pasado tiene por objetivo emplear el ejemplo de los antepasados para elevar el orgullo cívico, promover la responsabilidad de los ciudadanos en la toma de decisiones y hacerlos asumir las consecuencias de sus deliberaciones enfrentándose a los enemigos externos que amenazan los intereses tradicionales y el sistema político de la ciudad. 2. SOBRE LA INACCIÓN DE LOS ATENIENSES Y LA RESPONSABILIDAD CÍVICA El asunto de la responsabilidad cívica es axial en el discurso demosténico y penetra todos los campos en los que nuestro orador encuentra argumentos para su causa. Hemos visto, por el momento, que volver los ojos hacia el pasado era una vía para apelar al compromiso con la politeía y el estatus de la ciudad, pero este mismo problema de la responsabilidad es presentado por Demóstenes, en otras ocasiones, de forma más directa, criticando la inercia y la molicie de los ciudadanos, el acomodo de los líderes,5 y, muy en particular, la confusión general sobre los procedimientos en los que se debe hacer efectiva la soberanía popular. Una táctica, que emplea frecuentemente nuestro orador para introducir mensajes poco atractivos, es apelar a la franqueza (parresía) como advertencia previa de que lo que el consejero está a punto de decir puede no gustar a la audiencia.6 Invocar la sinceridad propia tiene, evidentemente, otras consecuencias y lecturas: es una acusación implícita hacia el resto de los oradores de los que quien habla se distancia; y es una manera de 5 Las virtudes del político son la previsión, la capacidad de exposición de su diagnóstico y la incorruptibilidad: cf. Th. II 60.5 y Dem. XVIII 246-247. Para las diferentes obligaciones de demos y oradores, cf. las reflexiones que aporta Dabdab Trabulsi 2006: 151ss. 6 Carmignato 1998, relaciona la reivindicación de franqueza de su discurso por parte de Demóstenes, con un programa de renovación de la democracia que lo enfrenta al resto de los oradores. Según Treu (1991: 129) solo políticos del nivel de Demóstenes renuncian a la lisonja y estampan la verdad en la cara de su auditorio sin contemplaciones. Dabdab Trabulsi 2006: 140, opina que la actitud demosténica de regañar a los ciudadanos es contraproducente. EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 117 subrayar que quien habla asume riesgos personales por el bien común y al margen de consideraciones egoístas. Pero alegar que uno es sincero no prueba nada en sí, ὅiὀὁ que pὁὄ el cὁὀtὄaὄiὁ puede fὁὄmaὄ paὄte de lὁ que ha dadὁ eὀ llamaὄὅe la “ὄetóὄica de la aὀtiὄὄetóὄica” (ώeὅk ἀίίί)έ Eὀ el caὅὁ de ὀueὅtὄὁ ὁὄadὁὄ, aὀaliὐaὄemὁὅ los contextos en los que esta llamada sirve para introducir juicios intuitivos o perspicaces sobre el funcionamiento democrático. Empecemos por un ejemplo ilustrativo que está tomado de la Primera Filípica, un discurso en el que Demóstenes propone, para hacer frente a Filipo, hacer un esfuerzo económico y militar para constituir un destacamento estable en las islas del norte del Egeo, y otro, preparado para actuar desde la ciudad. Ante las reticencias esperables de los ciudadanos, Demóstenes se empeña en cambiar la óptica habitual que les induce a no implicarse en las guerras; y lo hace invocando la facultad exclusiva del demos para tomar las decisiones y hacer que estas sean aplicadas.7 En base a este principio, sostiene que es preciso que los jefes militares sean atenienses y elegidos por el pueblo; que la ciudad les aporte el dinero y haga campaña bajo su dirección, pues solo de esa manera los ciudadanos resultarán autorizados para hacer, posteriormente, una auditoría de los resultados y de los gastos: [IV 33] Cómo y cuándo se empleará este ejército lo decidirá según la ocasión el jefe designado por vosotros (πα ὰ ὸ α ὸ α α ὰ φ᾽ υ α ); pero lo que es necesario por vuestra parte es que toméis la iniciativa ( ᾽ π α ῖ πα ᾽ ), eso es lo que yo he propuesto por escrito. Si proporcionáis, varones atenienses, en primer lugar, ese dinero que digo, y luego, preparando lo demás –los soldados, las trirremes, la caballería–, constreñís al ejército entero y completὁ, mediaὀte uὀa ley ( ῳ), a permanecer en el campo de acción de la guerra, convirtiéndoos vosotros mismos en administradores y proveedores del dinero ( α ὶ α α αὶ π αὶ ), y poniéndoos en condiciones de reclamar al general la razón de las acciones ( ὸ ), dejaréis de deliberar siempre sobre lo mismo sin realizar progresὁ alguὀὁέ [ζἅ]… ἑuaὀdὁ vὁὅὁtὄὁὅ, vaὄones atenienses, designéis a los mismos hombres soldados, testigos ( υ α ) de las operaciones militares y jueces de las rendiciones de cuentas ( α ὰ … υ ) una vez hayan vuelto a su patria, de modo que vosotros no sólo escuchéis ( ὴ ) vuestros propios intereses, sino que además estéis presentes para verlos (πα α )… Este párrafo es una llamada a los ciudadanos para que tomen en serio la cuestión de la defensa de los intereses de la ciudad (Wooten 2008: 113-114); tan en serio como las celebraciones religiosas regidas por protocolos estrictos y a las que nunca se llega tarde (§ 35-37). El modo de salir de la parálisis sería cambiar de actitud hacia las deliberaciones, uniendo la acción a la resolución alcanzada; ser soberano en la ciudad significaría asumir los costos y riesgos de la defensa; y, en función de esa conducta, los agentes resultarían competentes para juzgar los éxitos o los fracasos de sus generales y ejércitos. Y concluye: [IV 51] Yo, por mi parte, en ninguna ocasión me resolvía a deciros en plan de halago (π ὸ ) algo de lo que no estuviera convencido que os iba a ser útil; y 7 Para Demóstenes, si los oficiales y generales no asumen las operaciones militares, sino que casi exclusivamente desempeñan funciones ceremoniales (Wooten 2008: 86-87), la responsabilidad es de los ciudadanos por no tomar la iniciativa política de la acción. 118 LAURA SANCHO ROCHER ahora todo lo que pienso, sin disimular nada, os lo he confesado con franqueza (π πα α α )…έ χunque lo que me resultará de la propuesta está en terreno incierto, sin embargo, me resuelvo a exponerla en el convencimiento de que si la lleváis a efecto, os resultará conveniente. En otro alegato, Sobre la organización financiera, redactado muy poco después, la censura de la actividad habitual de los políticos es explícita; la consecuencia que tendría esa forma de comportamiento mentiroso es la confusión en la que están los ciudadanos acerca del ámbito en el que ejercen su poder sobre los dirigentes: [XIII 1ἀ] … eὅ meὀeὅteὄ que el que quieὄa haceὄ algúὀ bieὀ a la ciudad cuὄe pὄimeramente vuestros oídos, pues están infectos, hasta tal punto estáis acostumbrados a oír mentiras innúmeras (π ὰ αὶ υ )… [1ἃ] Eὀtὁὀceὅ ¿de qué maὀeὄa se produce la disolución [de la democracia]? Nadie lo dice ni se atreve a comunicarlo con franqueza (πα α )…,[ ] cuaὀdὁ vὁὅὁtὄὁὅ … iὀcὁὄὄectameὀte dirigidos (φα ), lleguéis a estar desprovistos de recursos y armamento a pesar de vuestro número, sin organización (π ὶ αὶ π αὶ π αὶ α ) y desconociendo todas estas cosas ( αὶ ὴ α ὰ ), y cuando ni el general ni quienquiera otro que sea se preocupe de lo que vosotros decidáis, y nadie esté dispuesto a denunciar estos hechos, ni los corrija ( πα ῖ)… Y eὅὁ eὅ lὁ que cὁὀtiὀuameὀte eὅtá paὅaὀdὁ ahὁὄaέ [16] Y, por Zeus, varones atenienses, también otras frases engañosas ( υ ῖ ) y muy dañinas paὄa la cὁὀὅtitucióὀ ( ὴ π α ) ὅe haὀ infiltrado hasta llegar a nosotros, como «en los tribunales radica nuestra salvación» y «es necesario proteger la constitución con el voto secreto ( φῳ)» ...esos tribunales son soberanos ( α) en los asuntos de justicia entre vosotros, sin embargo es con las armas con lo que hay que vencer a los enemigos y en ellas está la salvación de la constitución ( π α )έ [1ἅ] … lὁὅ que cὁὀ laὅ aὄmaὅ veὀceὀ a lὁὅ eὀemigὁὅ ὅὁὀ quieὀeὅ ὁὅ proporcioὀaὄáὀ la facultad y la ὅeguὄidad paὄa vὁtaὄ… Para un orador, en una democracia directa y populista como la ateniense, el favor popular es vital y es preciso ganarlo día a día, ya que cada decisión asamblearia equivale a unas elecciones modernas. El orador tiende por ello a querer complacer al demos, aun a costa de sus convicciones o de sus intereses de clase, pues sin el apoyo popular el político no es nadie. Por eso es encomiable la insistencia de Demóstenes en subrayar la confusión en la que, según su diagnóstico, estaban los ciudadanos comunes como conὅecueὀcia, ὅegúὀ ὅuὅ palabὄaὅ, de laὅ ‘meὀtiὄaὅ’ habitualeὅ de otros demagogos. Conviene subrayar que en el pasaje anterior, Demóstenes combatía una idea muy arraigada: la de que el demos es soberano porque tiene poder sobre la elite; y porque puede doblegar en los tribunales populares a los individuos ambiciosos, corruptos o enemigos del demos. Para él, el demos demostraba su soberanía tomando la iniciativa de la acción, más que persiguiendo el delito, lo que significaba ir detrás de los hechos. La opinión de Demóstenes podía levantar ampollas porque parte del discurso democrático de la época radicaba en la creencia de que la supervivencia de la democracia dependía de la aplicación de la ley, función que dependía del demos en los dikastéria. El tema del abuso de la criminalización de los generales8 reaparece en la Segunda Olíntica, donde trata de evitar las dilaciones de las operaciones militares, y 8 Low 2011: 70-72, analiza el problema de la gran proporción que en la democracia del siglo IV adquiere la criminalización de personajes implicados en la dirección militar y política y que actúan fuera de Atenas, y se pregunta si es indicio de una crisis de la estructura política o, por el contrario, del EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 119 donde vuelve a poner, en relación con la necesidad de asumir la soberanía, esta actitud entorpecedora de la acción: [II ἀἅ] …que ὀὁ acuὅéiὅ a ὀadie antes de dominar la situación ( ὲ ᾽ α π ὶ π α α ) y que entonces lo hagáis juzgando ( α α ) por los propios hechos, y honréis a los merecedores de elogio y castiguéis a los culpables, que eliminéis las excusas y vuestras pὄὁpiaὅ ὀegligeὀciaὅ… [30] Así pues, hay que acabar con eso, es necesario que seáis también ahora dueños de vosotros mismos y que consideréis la deliberación, el consejo y la acción como derechos comunes a todὁὅ ( αὶ α αὶ υ ὸ αὶ ὸ υ α αὶ ὸ αὶ ὸ π π α ). Un caso concreto en el que el demos se mostraba amenazante y áspero, aunque para Demóstenes estaba abandonando su deber de actuar soberanamente, es el que se abre a raíz de las maniobras de fines de los años 40 realizadas por Diopites en el norte del Egeo. Este, y otros generales, actuaban contra Filipo y a favor de la causa ateniense, y recibía dinero, especialmente, de otras ciudades e islas de la zona. En Atenas, al parecer, Diopites era muy criticado, no solo por los más que probables abusos de sus tropas, sino también por el costo de sus operaciones. Por ello, los atenienses eran reacios a seguir enviándole dinero, y seguramente muchos amenazaban con llevarlo ante los tribunales y otros sugerían que el dinero que se le entregaba era dinero que se robaba al demos. Demóstenes defendió la necesidad de respaldar políticamente a Diopites y financiar sus campañas, porque eran la única garantía de salvaguarda de los intereses de la ciudad. Y añadía que eso no excluía auditar los gastos y controlar a generales y tesoreros: [VIII ζἅ] … eὅ meὀeὅteὄ ὁὄgaὀiὐaὄ uὀa fueὄὐa [ὄegulaὄ] ( α ) y procurar para ella manutención ( φ ), tesoreros ( α α ) y fondos públicos ( υ ), y que la vigilancia de los fondos ( ὴ φυ ) empleados sea rigurosísima ( ) dentro de lo posible; y, una vez hecho esto, pedir cuentas del dinero a los tesoreros ( ὸ ὲ πα ὰ α ) y de las operaciones al comandante ( ὸ ὲ πα ὰ α )… [ἃζ] … lὁ teὄὄible ὀὁ eὅ cuáὀtὁ gaὅtemὁὅ ( απα ) para nuestra salvación sino cuánto vamos a sufrir si no estamos dispuestos a hacerlo. En cuanto al dicho de que «el dinero público será arrebatado ( α πα α ὰ α α)»,9 hay que impediὄlὁ pὄὁpὁὀieὀdὁ uὀ ὅiὅtema de vigilaὀcia (φυ α ) mediaὀte el cual ὅe cὁὀὅeὄve ( α ), ὀὁ abaὀdὁὀaὀdὁ ὀueὅtὄὁὅ iὀteὄeὅeὅ ( υ φ )έ [ἃἃ] χuὀque yὁ… me iὄὄitὁ… pὁὄque a alguὀὁὅ de vὁὅὁtὄὁὅ eὀtὄiὅtece que ὅe llegue a arrebatar el dinero público ( ὰ ὲ α α υπ ῖ ὰ α πα α ), cuya vigilaὀcia (φυ ), aὅí cὁmὁ la pὁὅibilidad de castigar ( ) a quieὀeὅ la cὁὀtὄaveὀgaὀ, eὅtáὀ eὀ vueὅtὄaὅ manos, y en cambio no os eὀtὄiὅtece que… ἔilipὁ vaya aὄὄebataὀdὁ tὁda ἕὄecia ( ὴ ᾽ Ἑ α π α ὶ Φ ππ φ π υπ ῖ), y eso que lo hace con la intención de atacaros a vosotros. desarrollo de un buen sistema de control político. Aquí no me planteo concretamente si los atenienses se habían pasado en el sentido de la persecución o del premio de sus generales (cf. Low 2011: 79-80) sino en qué medida, según Demóstenes, el espíritu correctivo paralizaba la acción política. 9 Cf. el mismo texto en X 56. 120 LAURA SANCHO ROCHER Demóstenes aplica de nuevo la doctrina democrática según la cual la soberanía reside en los ciudadanos que deliberan, actúan y, solo más tarde, pueden castigar a los individuos que hayan incurrido en responsabilidad penal en el ejercicio de su cargo.10 En consecuencia, combate el supuesto de que la justicia preventiva sustituya a la soberanía popular. Aunque no existe en la democracia antigua el concepto de dirigente en sentido moderno sino, como mucho, el de rhétor, consejero o demagogós, es evidente que la multitud tiende a desplazar la responsabilidad de los resultados de toda acción hacia la persona del mentor. Sobre todo, si las cosas salen mal. En ese marco, Demóstenes insiste en aplicar el principio de soberanía del demos; y para cerrar este apartado subrayaré la unidad del discurso demosténico en dos arengas separadas por un decenio, Sobre la organización financiera y la Cuarta Filípica: [XIII ἁἄ] … eὀ ὀiὀgúὀ mὁmeὀtὁ lὁὅ ὁὄadὁὄeὅ ( ) os hacen o perversos u hombres de provecho, sino vosotros los hacéis ser de un extremo o de otro, según queráis, pues no sois vosotros los que aspiráis ( ) a lo que ellos desean, sino que son ellos los que aspiran ( π υ ῖ ) a lo que estimen que vosotros deseáis. [X 76] He aquí la verdad, con toda franqueza ( , ὰπ πα α ), lo mejor [para vosotros] expresado sin fingimiento y con buen deseo ( π ᾳ), no un discurso, en plan de adulación, rebosante de daño y de meὀtiὄa ( α ᾳ αὶ π ), enderezado a hacer dinero ( ) paὄa el ὁὄadὁὄ y a pὁὀeὄ lὁὅ iὀteὄeὅeὅ de la ciudad eὀ maὀὁὅ de ὅuὅ enemigos. Así pues, o habrá que abandonar estas costumbres ( ) o no se habὄá de acuὅaὄ (α α ) de que tὁdὁ vaya mal (φα ) a nadie sino a vosotros mismos. 3. DEMOCRACIA Y GRUPOS SOCIO-ECONÓMICOS Para cerrar mi exposición he reservado el comentario de la cuestión socioeconómica, pues es ella la que permite reflexionar sobre el carácter de la democracia de esta fase histórica y sobre la postura de Demóstenes al respecto. En ese sentido, conviene tener presentes ciertos antecedentes que resumiré en pocas palabras. Tras la Guerra Social, que finaliza en el año 355, las arcas de Atenas estaban exhaustas y la ciudad se vio definitivamente obligada a renunciar a lo que Ernst Badian (1995) muy aceὄtadameὀte llamó “el faὀtaὅma del impeὄiὁ”έ Pὁὄ eὅa épὁca uὀ pὁlítico muy conocido cuyo nombre es Eubulo, seguramente apoyado en un grupo de opinión sólido e influyente (Jenofonte, Ingresos; Isócrates, Sobre la Paz), asumió las riendas de una reorientación de las finanzas atenienses. A esta política se atribuye el éxito económico que reconoce el mismo Demóstenes (X 37) cuando asegura que hacia 340 las rentas regulares de Atenas ascendían a 400 talentos, mientras que, al 10 Dabdab Trabulsi 2006: 189 comenta, sobre el reparto de responsabilidades, que la inconsistencia del demos es inherente al sistema democrático. Demóstenes se queja tanto del alboroto asambleario (VIII 33) como de la hiperactividad judicial, por ser modos de obstruir la verdadera deliberación. Su ideal de ciudadano se corresponde con un individuo que reflexiona y decide racionalmente. Acerca de los modos en que se forma la opinión del demos, son interesantes las reflexiones de Mara 1993. EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 121 final de la mencionada guerra, estaban apenas en 130.11 En buena medida, los éxitos de esta actuación proceden de la explotación de los recursos propios (minas), y de la mejor gestión del puerto y de sus posibilidades comerciales. A Eubulo se asigna también la organización, si no la creación, del Theorikón; y su conversión en el tesoro más importante de Atenas. De él procedían las subvenciones populares, los repartos de dinero realizados con motivo de los festejos religiosos y de la asistencia a las representaciones dramáticas. Pero no solo eso, porque el Teórico financió muchas obras públicas que dieron trabajo a numerosos thêtes. De la política de Eubulo, Demóstenes censura exclusivamente el hábito que las donaciones públicas de dinero habría generado en los ciudadanos libres, al hacerlos pasivos y convertirlos en clientes de aquellos políticos que podían abrir o cerrar la mano según les pareciera. Recuérdese la advertencia de Eubulo en 346 (Dem. XIX 291) según la cual, si no se llegaba a uὀ acueὄdὁ cὁὀ ἔilipὁ, “[ὅeὄía] meὀeὅteὄ bajaὄ de iὀmediatὁ al Piὄeὁ y pagar contribuciones y convertir los fondos para espectáculos en fondos para empresas militaὄeὅ”έ ¡Y lὁὅ ateὀieὀὅeὅ ὅuὅcὄibieὄὁὀ la Paὐ de Filócrates! No obstante, hay que recordar que misthós, diobelía12 y theorikón son procedimientos de gratificación muy parecidos entre sí, a los que ningún político podía renunciar si necesitaba del apoyo popular en las asambleas, y que el origen del primero de ellos procede de la época de Pericles (451 a.C.). Pὁὄ ὁtὄa paὄte, hemὁὅ de cὁὀὅideὄaὄ tambiéὀ la ὅituacióὀ de lὁὅ ‘ὄicὁὅ’, lὁὅ que contribuían con sus fondos privados a financiar las liturgias –militares y religiosas– y la guerra, a través de las contribuciones extraordinarias (eisphoraí). Es sabido que la escasez de recursos para la guerra, tras la pérdida del arché, obligó a las autoridades atenienses a reorganizar el cobro de la eisphorá en coincidencia con la creación de la Segunda Liga naval (378 a.C.). Ello supuso que los ciudadanos más ricos, propietarios de un capital mueble e inmueble, calculado en unos 6000 talentos en conjunto, y organizados en unidades fiscales (sinmorías), estuvieran obligados por esta tasa cuando y en la medida en la que la asamblea lo decidiera. De modo paralelo, justo antes de la Guerra Social (358/7), la ley de Periandro (Dem. XLVII 21) había reestructurado la financiación de la trierarquía, obligando también a los más ricos, organizados en sinmorías al efecto, a sufragar los barcos necesarios que los geὀeὄaleὅ demaὀdaὄaὀέ δὁὅ máὅ ὄicὁὅ, ὅeguὄameὀte ‘lὁὅ mil dὁὅcieὀtὁὅ’, ὅὁlíaὀ buscar modos de evadir la presión fiscal, y para contrarrestar la evasión los políticos habían ideado recursos como la antidósis y la proeisphorá, procedimientos sin coste para la comunidad y que obligaban a los propios ricos a autocontrolarse. Si la línea de acción de Eubulo había contribuido (igual que el beneficio compartido del imperio en el siglo V) a atenuar la tensión social, el regreso a una mayor inversión militar tal como predicaba Demóstenes podría suponer, como veremos, el aumento de dicha tensión. Obviamente, si Demóstenes exhortaba a la iniciativa bélica, tenía que enfrentarse a una doble presión: la previsible reserva de los ricos ante la exigencia de realizar mayores esfuerzos fiscales, y la probable reticencia de los más pobres a renunciar a la obtención gratis de donativos públicos, que habría de 11 En otros contextos Demóstenes afirma que la ciudad posee recursos para afrontar la guerra pero que los gasta mal (I 19; IV 35; IX 40). Todavía, hay pasajes en los que exhorta a los ciudadanos a no confundir la verdadera riqueza de una ciudad con los bienes que entran por el mercado (VIII 66; X 69). Y otras, reconoce que necesita recursos para enfrentarse a Filipo (X 31). 12 Ath.Pol. 28.3-4; X. Hell. I 7.2; Arist. Pol. 1267b. 122 LAURA SANCHO ROCHER ser sustituida por sueldos militares. En suma, cabe prever que cada grupo propendería a maximizar su interés; y que debido a la aplastante mayoría popular, los políticos tenderían menos a enfrentarse con el demos que con la minoría de los contribuyentes (Lyttkens 1994; Burke 2005). Con esas premisas, voy a considerar cuál es la doctrina demosténica sobre la relación de la democracia con las riquezas y los ricos.13 Demóstenes regularmente sostenía: que la riqueza privada debía dejarse en manos de los que la poseían (I 28; XIV 25-ἀκ), y que ellὁὅ la eὀtὄegaὄíaὀ vὁluὀtaὄiameὀte ‘cuaὀdὁ fuera necesaὄiὁ’ (convicción fundamentada en la comprobación de que los contribuyentes aportan más fácilmente su dinero si conocen y aprueban en qué se invierte); que la ciudad tenía más riquezas que ninguna otra e incluso más que en tiempos pretéritos; y que la verdadera riqueza de una ciudad la constituían, no los bienes que hay en su mercado (VIII 66; X 69), sino la confianza depositada en ella, la fama que deriva de sus actos, y el número de sus aliados (lo que enlaza con nuestro primer tema).14 Prácticamente la totalidad de este mensaje lo hallamos ya en el discurso Sobre las sinmorías (§§ 24-28), de 353. El tema más delicado, sin embargo, para un político popular, era el de las distribuciones de dinero, pues era allí donde arriesgaba la pérdida de apoyo. Por eso, seguramente, nuestro orador se mostraba siempre cuidadoso en ese capítulo: manifestaba saber que muchos estaban en la miseria y que entendía sus preocupaciones, para acto seguido afirmar que podrían ganarse ese dinero que la ciudad les entregaba gratuitamente, a cambio de un servicio militar: [XIII ἀ] Yὁ pὁὄ mi paὄte, ὀi pὄὁpὁὀdὄía tal diὅtὄibucióὀ ὀi la atacaὄía…ν ὅiὀ embargo os exhorto a que consideréis y reflexionéis vosotros mismos sobre el hecho de que el dinero ese, acerca del cual tomáis consejo, es insignificante, mientras que el hábito que con ello se engendra, es asunto serio. Así que si, juntamente con la realización de lo que conviene, organizáis también los cobros ( ὸ α )… procuraréis los mayores beneficios a la ciudad y a vὁὅὁtὄὁὅ miὅmὁὅ… [ζ] Y laὅ rentas todas ( ὰ π α… π α) que revierten a la ciudad, las particulares ( En X ζμ “divididὁὅ lὁὅ de las ciudades entre estos dos ( α α αῖ )μ uὀὁὅ que ὀὁ quieὄeὀ ὀi gὁbeὄὀaὄ pὁὄ la fueὄὐa a ὀadie ὀi ὅeὄ eὅclavὁὅ de ὁtὄὁὅ ( ᾽ ᾳ α ὸ υ ῳ), sino participar en la política de manera igual con libertad y según las leyes ( ᾽ υ ᾳ αὶ ἴ υ π α ); otros, en cambio, que desean maὀdaὄ ὅὁbὄe ὅuὅ cὁὀciudadaὀὁὅ y ὁbedeceὄ a uὀa teὄceὄa peὄὅὁὀa, … lὁὅ que ὅe avieὀeὀ a lὁὅ deὅigὀiὁὅ de aquél ( υ π α ), los que ambicionan tiranías y juὀtaὅ ( υ α αὶ υ α π υ ), haὀ veὀcidὁ pὁὄ dὁquieὄ, y ciudad cὁὀ ὄégimeὀ de demὁcὄacia eὅtable ( α υ α ), ὀὁ ὅé ὅi eὀtὄe tὁdaὅ queda alguὀa ὁtὄa máὅ que la ὀueὅtὄa”, lὁὅ promacedónicos no se identifican con los ricos liturgistas sin más. Epstein (2011) discute la falta de apoyo en las fuentes para identificar sistemáticamente grupos sociales con posiciones políticas. Comenta Hajdú (2002: 109) que las expresiones υ ᾳ/ π α no aparecen en los oradores, así como tampoco la unión eleuthería y nómoi. Lo que es habitual es la expresión α ᾳ π α , que es mucho menos comprometida. 14 En Sobre la organización (XIII 20ss) acusa al pueblo de preferir la molicie ( α υ α ) a una ‘fortuna’ abundante que le pertenece (π ὴ αὶ π υ α ῖ α α ). La eudaimonía de este pasaje apunta a la verdadera ‘riqueza’ de la ciudad, que incluye la acción política y los bienes necesarios para la vida, ambos extremos compartidos por los ciudadanos. Lo que dice en esta frase es muy sucinto pero suena como los consejos de Aristóteles (Pol. 1320a 17-b 49), que era contrario a las subvenciones pero no a invertir la riqueza pública en ayudar a los pobres a adquirir los medios para sobrevivir desempeñando un trabajo. Jenofonte (Ingresos 4.17, 33; 6.1), en su programa de recuperación económica posterior la Guerra Social, iba en la misma dirección. Cf. Gauthier 2010: 119-120. 13 π EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 123 ) que ahora gastáis inútilmente en lo que no hace ninguna falta, y todas aquéllas de que disponéis, procedentes de las contribuciones de los aliados ( ᾽ υ π ), afirmo que de ellas es menester que cada uno de vosotros obtenga ( α ) una parte proporcional ( ὸ ἴ ), los que están en edad miliar, a título de soldada ( α ), los que han pasado la edad apropiada para la leva, como paga por vigilancia ( α ), o como uno quiera llamarlo; y que personalmente vosotros hagáis el servicio y no lo cedáis a nadie. Enfrentarse al hábito de los repartos de dinero era tema arduo para un político popular. Tal vez la primera vez que Demóstenes abordó el aspecto crucial de la utilización de los recursos del Fondo del Teórico para la guerra fue en la época de la guerra de Olinto (349/8) pero solo consiguió su objetivo diez años después, en 339. La mayor parte de los intérpretes modernos piensa que alguna normativa prohibía ese trasvase, sin embargo las palabras de Eubulo para convencer a la asamblea de llegar en 346 a un acuerdo con Filipo significarían que, de optar por el conflicto, el dinero del Teórico habría de pasar inmediatamente al ministerio de la guerra (Stratiotiká). No puedo entrar ahora en detalles acerca de la polémica, sin embargo hay que reconocer que Demóstenes procedía con sumo cuidado en esos momentos: [I 19] «¿Entonces, qué? –podría alguien decir– ¿propones por escrito una moción para que esos fondos se destinen a la milicia?» Por Zeus, yo no. [20] Yo estimo que hay que equipar soldados y que debe ser una y la misma coordinación la que rija las distribuciones y el cumplimiento del deber ( α αὶ π ῖ ὰ α); vosotros en cambio pensáis que hay que cobrar así, más o menos, sin problemas, para emplear el dinero en fiestas públicas ( α ὰ )έ Si bien exhortar a crear una única administración, era soslayar la propuesta del trasvase de fondos, es evidente que Demóstenes no renunciaba tampoco ahora a emplear el lenguaje del deber ya señalado anteriormente. Y que eso significaba dos cosas: pagar impuestos y tomar las armas. No puede decirse que, en este terreno, Demóstenes optara por la vía más sencilla, la que suponía menores resistencias; o que actuara demagógicamente (III 13). Su mensaje, como siempre, plantea exigencias a las dos partes: a los contribuyentes y a los que deberían hacer el servicio militar a cambio de un sueldo. Pero, con quienes arriesgaba enfrentarse, desde luego, era con los que esperaban obtener el dinero de otras fuentes y mantener las dádivas: [III 1λ] …«Peὄὁ ὅi alguieὀ puede dejaὄὀὁὅ lὁὅ fὁὀdὁὅ deὅtiὀadὁὅ a eὅpectáculὁὅ ( ὰ ) e indicarnos otros ingresos (π υ υ ) para los gastos del ejército ( α ), ¿ὀὁ eὅ eὅe tal pὄefeὄibleς», pὁdὄía alguieὀ deciὄέ …me extraña que a algún mortal haya sido posible o lo sea alguna vez, gastar sus recursos contantes y sonantes en lo que no es necesario y disponer de remanentes esfumados para lo que es necesario ( ὰ πα α α π ὸ ὴ ῖ, π π α π ὸ ῖ). En la Cuarta Filípica (341 a.C.), en fechas muy próximas a la confrontación final, no escamotea referirse al eventual conflicto de intereses entre ricos y pobres 15 15 En contextos como el pasaje X 35-45 en que se pone unos junto a otros, a los contribuyentes y a los ‘pobres’, es una de esas ocasiones en que los autores clásicos nos permiten intuir la raíz de posiciones políticas enfrentadas en la democracia (Epstein 2011: 93). No obstante, el ideal de homónoia, la 124 LAURA SANCHO ROCHER porque, dice, si se enfoca mal, este puede convertirse en una excusa para la inacción. En esta arenga faltan tanto la censura de los efectos morales de las subvenciones, como la recomendación de suplantarlas por la soldada. Efectivamente, en estos momentos Demóstenes exhortaba a la alianza con el rey persa para obtener los recursos económicos que faltaban; y tal vez renunciara a hacer explícita la parte habitual que, en su mensaje, resultaba menos popular, la de dejar de hacer donativos públicos. Aunque no se priva de afirmar que sostenerlo no puede ser considerado inadmisible (§ 36). De hecho, poco después, en 340, cuando Filipo capturó las naves que conducían el cereal del Ponto a Atenas, Demóstenes alcanzó su objetivo de ver unificados los recursos de Atenas para la guerra; y, si bien no nos consta ningún discurso al respecto, no es improbable que lo hubiera. Lo que sí es conocido, además de la medida anterior, es que reformó el sistema de contribución de los trierarcos para que los Trescientos más ricos cotizaran proporcionalmente a sus bienes. En suma, a pesar de todo, en 341 no había cambiado básicamente de idea, la de que todo el mundo contribuyera a lo que era una tarea común y fundamental, aunque limitara en esos momentos su consejo a instar a la concordia entre ricos y pobres, creando con ello el clima favorable para plantear la acción militar. Si admitimos la autenticidad de este discurso, no será legítimo excluir arbitrariamente los párrafos 35-45, como ha pretendido parte de la crítica en base a que su doctrina no coincide punto por punto con la de los discursos previos. En ese pasaje de la última Filípica, se dirigía a los ricos para recriminarles la ‘eὀvidia’ (§ 39)16 por los repartos, advirtiéndoles de que en tiempos de bonanza ellos también se habían beneficiado tributando en menor proporción para las trierarquías y la eisphorá. El sentimiento de envidia suele ser atribuido al demos por los oradores, quienes procuraban inculcarlo en los jueces populares hacia los encausados miembros de la elite dirigente (cf. Arist. Pol. 1320a 5-6; Fisher 2003: 183-187); sin embargo, en este pasaje, Demóstenes busca persuadir a ambos grupos de la ventaja de establecer la concordia en los términos de reciprocidad y colaboración porque da por supuesto que las dos partes están interesadas en la supervivencia de la democracia (42).17 Donde el orador, no obstante, manifiesta entender las razones de los contribuyentes es al censurar la confusión de los bienes privados con los comunes. Reconoce entonces comprender la actitud defensiva de los ricos, que temerían la instrumentaliὐacióὀ eὀ ὅu cὁὀtὄa del ‘vὁtὁ ὅecὄetὁ’ (§ 44), es decir, una vez más de la justicia arbitrada en los tribunales populares. Apostar por la concordia exigía no aspiración a fundamentar la comunidad política en la philía, es uno de esos valores para cuyo buen entendimiento el intérprete moderno ha de hacer el esfuerzo de abstraerse de la meta liberal que ha sido tradicionalmente separar el mundo privado de los afectos del mundo político de los intereses; cf. Ludwig 2009: 301-305. 16 El concepto de φ , analizado por Fisher (2003) como un elemento desestabilizador de la cohesión de la polis, sería uno de los motores esenciales de la tendencia igualitarista en las democracias, un hábito que consistía en destruir a los hombres grandes por medio de la justicia. Cf. Arist. Pol. 1320a 5-6. 17 En el discurso Contra Leptines (XX 10, 39, 164), Demóstenes exhorta al demos a no ser cicatero/envidioso, desleal e ingrato con los que lo han beneficiado. En el pasaje comentado de la IVª Filípica, vemos que tanto la envidia como la deslealtad son sentimientos que pueden desarrollar los ricos. Para Fisher (2003), en el sistema de valores compartido por los atenienses de todos los estratos sociales, la ‘envidia’ puede ser una reacción emocional defendible si nace de la contemplación de la injusticia, pero es un sentimiento perverso, desaconsejable y causante de la disolución social si procede de la falta de reciprocidad. EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 125 entregarse a los obsequios demagógicos, pues solo la concordia basada en la equidad podía ser base de una acción por el bien común: [X ἁἄ] … pὁdὄé, eὀ iὀteὄéὅ de la ciudad, defeὀdeὄ la cauὅa juὅta de lὁὅ meὀeὅteὄosos contra los ricos y la de los que poseen bienes contra los necesitados ( ἶ α ὰ αὶ πὲ π ὰ α ᾽ πὶ υ φ π π ῖ π ὸ ὺ π υ αὶ πὲ ὰ α π ὸ ὺ π ῖ )… [ζἃ] Ya que es menester, varones atenienses, compartir con equidad la ciudadanía ( α π α ῖ ), lὁὅ ὄicὁὅ ( ὺ ὲ π υ ), consideὄaὀdὁ ὅeguὄὁὅ ὅuὅ pὄὁpiὁὅ bieὀeὅ… y pὁὀieὀdὁ a diὅpὁὅicióὀ de la patὄia y eὀ defensa de su salvación sus propios bienes como fondo común para afrontar los peligὄὁὅ ( ὺ υ ὰ πὲ α ὰ α πα πα α )ν lὁὅ demáὅ, eὅtimaὀdὁ bieὀeὅ cὁmuὀeὅ lὁὅ que ὅὁὀ taleὅ ( ὰ ὰ )… peὄὁ teὀieὀdὁ lὁὅ que ὅὁὀ paὄticulaὄeὅ pὁὄ pὄὁpiὁὅ de ὅuὅ pὁὅeedὁὄeὅ ( ὰ υἴ α υ)… debeὄeὅ de cada uὀa de laὅ parteὅ… Curiosamente nunca en las arengas políticas de Demóstenes se solapan los ricos con los oligarcas. A los únicos que denomina así, y considera desleales y traidores, no solo a la democracia, sino también a la ciudad, es a los políticos determinados a llegar a acuerdos con Filipo (IX 53-66; X 4). Al margen del uso retórico e hiperbólico de este lugar común de la corrupción (Roisman 2006: 122-129), hay una lectura que merece la pena poner de relieve: jamás se propone Demóstenes dividir a la ciudadanía en pobres-demócratas y ricos-oligarcas, señalándoles intereses enfrentados, al menos no lo hace en los discursos políticos que se han conservado. REFLEXIONES FINALES Predomina en los alegatos de Demóstenes una imagen de los atenienses muy distinta a la que nos ofrecen los discursos y comentarios tucidídeos. La pasividad del demos de la segunda mitad del siglo IV contrasta con la hiperactividad que le reconocen en el historiador del siglo V tanto Pericles como Cleón o Alcibíades. Complementariamente, y también en oposición a la imagen del siglo V, mientras Pericles, los atenienses en Esparta, y Diodoto subrayan que entre los atenienses la reflexión y las palabras preceden a la acción, Demóstenes constantemente denuncia la inacción del demos a causa del exceso de los protocolos que median entre decisión y puesta en acto. Por tanto, y según Demóstenes, la democracia, entendida como ejercicio positivo del poder, estaría en situación de parálisis –de hecho ya no estaría vigente– debido a la renuncia de los individuos a implicarse en las deliberaciones políticas y en la acción militar. ¿Las palabras de Demóstenes expresan la realidad? ¿En qué medida la no acción de los ciudadanos puede considerarse una degradación real, y en qué medida es un problema inseparable de la asunción de la soberanía por un pueblo que, en la práctica, es heterogéneo pero, en la definición jurídica, ha de funcionar como un todo único? Al parecer el exceso de disponibilidad para las campañas bélicas existió solo mientras éstas reportaban victorias y pingües beneficios para los particulares y la polis. Cuando los recursos empezaron a escasear –ya durante la guerra del Peloponeso– salieron a flote las tensiones sociales (Burke 2005: 18-24); más tarde, en el siglo IV, cuando las posibilidades de recuperar el poder sobre el Egeo se revelaron como inalcanzables, la mayoría mostró preferencia por el acceso a las subvenciones, 126 LAURA SANCHO ROCHER frente a la eventualidad de sueldos militares unidos a la gloria patria (Burke 2005: 35). El problema, pues, que plantean los discursos de Demóstenes es el de la capacidad del demos para la dirección política; está en el aire la cuestión acuciante de si el demos es solo una unicidad abstracta portadora de la soberanía, o la suma de individuos autónomos capacitados para la reflexión. La prédica de Demóstenes va orientada a despertar a individuos autónomos. Su confianza estriba en que ellos tomen las riendas de la dirección política que de hecho está en manos de los, eὀ geὀeὄal, ‘aduladὁὄeὅ’ y meὀtiὄὁὅὁὅ pὁlíticos. También la confusión –que Demóstenes indica en varios lugares y de diferentes modos– entre poder político ejercido a través de la deliberación-acción, y soberanía teórica de los tribunales, denota cómo el verdadero poder no es ejercido por el pueblo, sino que, resida donde resida, el poder simplemente actúa con la aprobación del demos. El demos recela, teme y castiga a sus dirigentes, pero se lava las manos acerca de las decisiones fundamentales que atañen a la ciudad. Así ocurre también que el demos está pronto a acusar de mentira a sus dirigentes cuando las empresas fracasan; mientras que, por el contrario, nuestro orador lo incrimina por dejarse halagar por políticos que ocultan los verdaderos intereses de la ciudad ante el temor a una reacción de rechazo. Por tanto, la democracia se diluye, de hecho, no solo porque esté amenazada por Filipo sino porque los propios ciudadanos dimiten de la posibilidad de hacerle frente con todas sus fuerzas. Si el lenguaje empleado para hablar de la democracia y contrastar este régimen con la oligarquía o la tiranía es muy tópico, ello es debido a que tal tipo de discurso solo está destinado a exacerbar el orgullo patriótico. En él se mezclan mayormente elementos propios de los discursos epidícticos con exhortaciones a la acción bélica, pero se dice poco de la esencia del sistema de soberanía popular: nada apenas de las ventajas y responsabilidades implícitas en la libertad entendida como autonomía personal; o de la igualdad política y legal que habría de caracterizar a una sociedad de individuos con la misma dignidad jurídica y cívica. Tal vez esas explicaciones resultaran manidas o vacías, y ejercieran escasa atracción en las masas. En suma, en la óptica de Demóstenes, si la democracia había evolucionado desde un sistema de poder efectivo del pueblo a un sistema de soberanía nominal del demos era por la incapacidad de ese demos de ejercer positivamente sus capacidades estatutarias. BIBLIOGRAFÍA BADIAN, E. 1995: “The Ghost of Empire: Reflections on Athenian Foreign Policy in the Fourth Century B.C.”, en W. Eder (ed.), Die athenische Demokratie im 4. Jahrhundert v. Chr.: Vollendung oder Verfall einer Verfassungsform, Stuttgart, 79-106. BURKE, E. 2005: “The Habit of Subsidization in Classical Athens: Toward a Thetic Ideology”, Cl&M 56, 5-47. CARMIGNATO, A. 1998: “Demostene e la parresia: diritto di critica e rifondazione dei valore demὁcὄatici”, Inv. Luc. 20, 33-57. CHAMBERS, J.T. 1975: “The Fourth-ἑeὀtuὄy χtheὀiaὀὅ’ View of their Fifth-Century Empire”, PP 162, 177-191. EL DISCURSO SOBRE LA DEMOCRACIA 127 CHANKOWSKI, A.S. 1989: “δa ὀὁtiὁὀ de la démὁcὄatie cheὐ Démὁὅthèὀe”, Eos 77, 221-236. 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