'Bronco' de Orville Peck: Crítica del Disco Recomendado
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Disco de la Semana: Orville Peck / Bronco

Lo mejor: 'C'mon Baby, Cry', 'Outta Time', 'The Curse of the Blackened Eye', 'Lafayette', 'Hexie Mountains', 'Let Me Drown'
Te gustará si te gustan: Merle Haggard, Dolly Parton, Johnny Cash, Kacey Musgraves
Escúchalo: Youtube

«Muchas de las temáticas presentes en el country son el desamor, la soledad, el amor no correspondido, los remordimientos… temas que las personas queer vivimos de manera fundamental en algún momento de nuestras vidas». Orville Peck describe así su relación con la música country, y es quizá la persona más adecuada para hacerlo. Cuando NPR le pregunta por qué ha decidido «desvelar» que es gay cuando él mismo dice que «hay cosas más interesantes sobre mí que ser gay», el cantante responde que él no ha tenido que desvelar nada, que nunca ha visto su orientación sexual como algo que esconder. ¿Por qué solo los gays «desvelamos» que lo somos y nunca los heterosexuales? La asunción de la heterosexualidad existe y Orville ha venido a derribarla, también dentro de la música country.

Orville es la persona adecuada para esta labor porque es un icono. Lo tiene todo: una voz espectacular, sin nada que envidiar a los crooners que le han influido, como Elvis Presley; canciones con madera de clásico como ‘Dead of Night‘ y una imagen impecable. Orville ha creado un personaje en torno a su figura, como Lana Del Rey, pues se esconde tras un alias y, en su caso, también tras una máscara, como Sia, pero su imagen de cowboy queer rezuma erotismo, y además la existencia de Orville dentro de un género musical tan tradicionalmente heteronormativo es transgresora en sí misma. Orville lo tiene absolutamente todo para ser una estrella: talento, sex appeal y canciones estupendas. Especialmente las incluidas en ‘Bronco’, su nuevo disco.

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Por un tiempo no estuvo tan claro hacia dónde iba la carrera de Orville. El cantante sudafricano afincado en Canadá que PARA NADA es la misma persona que responde al nombre de Daniel Pitout y solía tocar en una banda de punk parecía tener muy clara su estética, pero le faltaba un repertorio más sólido. Orville llevó ‘Pony‘, su debut oficial, bastante lejos, en concreto a un montón de festivales, pero las canciones a menudo no lograban sonar más que a imitaciones de Johnny Cash y Roy Orbison. No siempre para mal: ‘Roses are Falling’ y la mencionada ‘Dead of Night’, con la que estará familiarizado cualquiera que haya visto la segunda temporada de ‘Euphoria’, hoy solo pueden considerarse clásicos de su repertorio.

Quizá faltaba un cancionero capaz de hacer «crossover» al mainstream o, como mínimo, de quedarse cerca. El de ‘Bronco’ lo es. De título ecuestre, sin relación aparente con el personaje del cowboy queer de ‘El poder del perro‘, el segundo disco de Orville se compone de canciones excelentemente escritas e interpretadas que, bajo la eficiente producción de Jay Joyce, que ha trabajado con los Brothers Osborne, Ashle McBryde o Eric Church, exploran diversos estilos asociados al country.

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Orville lo escribió durante el confinamiento, afectado por una «profunda depresión» que le llevó a tener ideaciones suicidas por primera vez en su vida, y de la que pudo salir fortalecido y, en sus propias palabras, «libre». ‘Bronco’ es el disco de un artista que da ya rienda suelta (no pun intended) a todo su talento.

En ‘Bronco’, las canciones hablan de relaciones fallidas, de traumas que te persiguen allá donde vas, de ser uno mismo, de echar de menos tu tierra, de beber para olvidar. Orville se apropia de los clichés temáticos y musicales del country -incluso su afectada voz tipo Elvis suena un poco impostada por momentos- y los introduce a una nueva generación no desde una perspectiva deliberadamente política y queer, sino simplemente auténtica.

Lo hace con canciones estupendas. ‘C’mon Baby, Cry‘, el alegre (o más bien agridulce) primer single, aboga por una masculinidad vulnerable y cuenta con un estribillo de 10. El sonido hawaiano de ‘The Curse of the Blackened Eye’, que narra una historia de abusos, sienta a Orville como un guante. ‘Hexie Mountains’, otro de los sencillos, es una balada sobrecogedora en cuyo vídeo aparece la nieta de Elvis. Y ‘Let Me Drown’, sobre su depresión, es el baladón a piano que necesitaba su repertorio.

También es una de las canciones de ‘Bronco’ donde Orville más luce su voz. Estamos ante un vocalista de los que se escuchan pocas veces. Su control y la pureza de su vibrato son dos detalles a destacar. En el estribillo de ‘Cmon Baby, Cry’, el modo en que su voz vibra en la palabra «cry» la hace sonar como un chorro de lágrimas, creando una imagen preciosa. En el estupendo country-rock de ‘Outta Time’ ata y desata su vibrato con mucha inteligencia en el momento oportuno.

El modo en que canta el sintagma «boulevard boy» en ‘Trample Out the Days’, otra de las estupendas baladas que incluye el largo, pone los pelos de punta. Y en la fiera ‘Any Turn’, un homenaje declarado a a la tradición de las «pattern songs» y, en concreto, a canciones como ‘I’ve Been Everywhere’ de Johnny Cash y a «It’s the End of the World» de R.E.M. justo cuando parecía que nadie les hacía ya demasiado caso; es digno de mención el modo en que sostiene las notas largas, con pleno control.

Musicalmente, ‘Bronco’ presenta suficiente variedad como para rara vez hacerse pesado. Empieza con la trotona ‘Daytona Sand’, un homenaje al sonido surfero de los Beach Boys que deletrea la palabra «Misisipi» quizá porque «Johannesburgo» no cabía por métrica, incorpora vientos metal en la apasionada ‘Iris Rose’ y las guitarras eléctricas están presentes en varias canciones, como en la rockera ‘Lafayette’, otra pista de ‘Bronco’ que, muy convincentemente, se apropia de la estética country, y que deja una de las frases clave del disco: «dicen que ya no quedan vaqueros, pero todavía no me han conocido».

Que Orville no esté recibiendo las críticas que, en su momento, sí recibió Lana Del Rey por supuestamente ser un producto manufacturado puede querer decir que hemos evolucionado como sociedad… o no. Quizá a Orville le queden unos años todavía para alcanzar la relevancia que alcanzó Lana. Una mejor noticia sería que, por fin, el viejo debate en torno a qué se considera auténtico y qué no en el pop ya esté superado, lo cual sería de agradecer.

Porque puede que la afectación vocal de Orville en ‘Kalahari Down’ suene poco natural. Puede que las referencias a vaqueros que llevan «tejanos azules gastados» o a los «vientos» que vienen del Oeste en ‘Iris Rose’ parezcan sacadas de un tutorial de música vaquera. Pero el pop es fantasía. Bob Dylan y Judy Garland no son nombres reales y a nadie debería importarle que ‘Bronco’ sea ficción y no realidad. Sea una cosa o la otra, es un producto bien construido, la música que ofrece promete sonar durante mucho tiempo y, qué coño, ya hacía falta una figura como la suya en el country, que derribase barreras desde la propia posición de ser, simplemente, uno mismo, aunque haya una máscara de por medio.

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Fabiana Palladino