Los nuevos caminos de Farid Díaz | EL ESPECTADOR
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Los nuevos caminos de Farid Díaz

El exjugador de Atlético Nacional y de la selección de Colombia, que anunció su retiro profesional, fue confirmado como nuevo entrenador del Equipo Azul F. C., de la categoría C. Un repaso por sus influencias, ideas tácticas, recuerdos e historias ligadas a 19 años de carrera.

Fernando Camilo Garzón
19 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Farid Díaz durante su primer entrenamiento con Equipo Azul FC.
Farid Díaz durante su primer entrenamiento con Equipo Azul FC.
Foto: Crédito: Equipo Azul FC

En las calles de Codazzi (Cesar), Farid Díaz soñaba con ser pelotero. Fue su primera ilusión de infancia. Sin embargo, cuando su familia se mudó a Valledupar, buscando otros caminos, el béisbol dejó de ser una posibilidad. En su casa no había dinero y jugar a la pelota caliente con aspiraciones profesionales era imposible. Ahí, apareció el fútbol. La pelota. Esa que Díaz recuerda patear desde que tiene memoria en las esquinas de su pueblo, con los amigos de la niñez y en los atardeceres del valle en la llanura del Caribe.

Tenía once años, pero vio claro el sendero. Una vía para ayudar a su familia, un modo para encontrar la felicidad a través de un balón. Hoy, 28 años después de esa epifanía, Díaz mira hacía atrás orgulloso. Supo llegar. Se convirtió en estrella de uno de los equipos más grandes del país, Atlético Nacional, jugó en la selección de Colombia y estuvo en un mundial, la mayor alegría de toda su carrera.

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Empezar, no obstante, no fue fácil. Sus papás no podían financiarle su sueño. Díaz estaba solo en su lucha, aunque no le importaba, era un aliciente. Empezó en las ligas menores de Valledupar y llegó a los 19 años a Bucaramanga, donde le ofrecieron jugar como profesional.

La ilusión parecía hacerse realidad, aunque, para llegar a jugar en Santander, el cesarense necesitaba pagar su transferencia por $400.000. Plata, no había. Y llegó la angustia. Pensó en devolverse y dejar todo atrás, pero Díaz estaba tan convencido de que ese era su camino que buscó la forma. Y consiguió trabajo con un señor que necesitaba limpiar un lote. Machete en mano, se puso a trabajar y así consiguió pagar sus derechos deportivos.

“Cuando empecé estaba solo. En Bucaramanga me pagaban $80.000 mensuales. Era todo lo que tenía. Y me pagaban un mes y después no me pagaban los dos siguientes”. El deseo le ganó a la necesidad. Su cabeza, que fue más fuerte, moldeó el camino y lo hizo adaptarse a las circunstancias.

En Bucaramanga duró tres años. Su trayecto lo llevó después por Rionegro, La Equidad, Envigado y Pereira, antes de llegar, en 2012, de la mano de Santiago Escobar a Nacional, el equipo que le cambió la vida.

Fue un proceso. Díaz tuvo que ganarse a una hinchada que desconfiaba de sus capacidades. Y él, un trabajador incansable, supo hacerse un hueco en una de las épocas más importantes de la historia del verde antioqueño.

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“Nacional se metió en mi corazón. Disfruté desde el primer minuto hasta el último que jugué con esa camiseta y hoy solo siento amor y gratitud por ese equipo”.

No se queda con ningún momento. Tal vez, reconoce, el más especial que vivió fue la Copa Libertadores. “Me quedo con todos los títulos que gané. No hay uno que sea más especial que el otro. Añoro, incluso, los subcampeonatos. Me quedo con todo lo que hice en Nacional. La Libertadores, obvio, fue un caso especial, pero para mí todas las finales fueron importantes”.

Su paso glorioso por Nacional lo llevó a la selección. Y la noche en la que lo convocaron por primera vez no concilió el sueño. Solo pensaba en el peso de la camiseta. Fue una de esas noches en las que la cabeza conduce a la nostalgia y los pensamientos son hilos de recuerdos. La mente lo llevaba a imaginar los rostros dichosos de sus padres por la felicidad del sueño cumplido.

Después vinieron más alegrías. Farid Díaz también jugó en Paraguay, con Olimpia y Nacional, e incluso pudo jugar con Valledupar, el equipo de su tierra. Pero, ya anunciado su retiro y a punto de tomar otro camino, en la dirección técnica del Equipo Azul, conjunto aficionado que estará en la categoría c, la memoria se va siempre con sus padres. Es irremediable. Más allá de las copas, las victorias, los tropiezos y las anécdotas, al final del trayecto a Farid Díaz lo que lo llena de tranquilidad es haberle cumplido a su familia.

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¿Cuáles fueron los entrenadores que más influyeron en usted?

Pedro Sarmiento, Juan Carlos Osorio y Reinaldo Rueda. Sarmiento me enseñó a ser paciente, a no desesperarme. Con él aprendí a controlar mi cabeza. Osorio es un estratega y una gran persona. Va de frente y trabaja. Siempre quiere que el jugador mejore y se prepare. Y Rei también es muy especial. Desde que llegó a Nacional siempre fuimos amigos. Es un ser humano increíble, que siempre te enseña cosas y está dispuesto a ayudarte.

¿Cuál fue el mejor delantero que enfrentó?

Sin duda, Víctor Aristizábal. Un goleador único. Y eso que cuando jugué contra él, ya se estaba retirando. Para mí, era gigante. Después, lo conocí en Nacional y confirmé que, además de gran jugador, es una gran persona.

¿Qué viene en su vida?

Estoy estudiando y mirando mucho fútbol. Empezaré a dirigir al Equipo Azul de Valledupar.

¿Qué fútbol le gusta?

Me gustan los equipos ordenados y arriesgados. Los equipos que salen a jugar sin importar la cancha, que son aguerridos y luchan más allá del resultado. Me identifico mucho con la garra paraguaya. Allá, los jugadores siempre dan todo; ganen o pierdan. Eso es algo que todavía nos falta acá en Colombia.

¿Como el Atlético de Simeone?

Sí, ese es un equipo que juega. Cuando tiene el balón, domina, y cuando no lo tiene, pelea. Ese es el espíritu en el que creo.

¿Duele dejar el fútbol?

Duele, sí. Fueron veinte años. Aunque estoy feliz porque viene otra etapa. Y seguiré con mi idea de siempre: la de trabajar. Sigo mi consigna: que duela, pero que se vean los frutos.

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Harold(24275)19 de enero de 2022 - 01:20 p. m.
Leyendo el artículo no se me va un detalle, que en Bucaramanga le pagaran 80 mil y además no le pagaran siempre. Eso es un equipo explotador, detalle no menor para no olvidar.
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