Japón contiene la caída del yen sin resolver los problemas de fondo | Economía | EL PAÍS
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Japón contiene la caída del yen sin resolver los problemas de fondo

La divisa remonta desde mínimos frente al dólar en 34 años después de millonarias intervenciones de las autoridades

Casas de cambio en Tokio Japón
Varios ciudadanos pasan junto a unas casas de cambio en Tokio, la semana pasada.FRANCK ROBICHON (EFE)

Japón parece haber ganado algo de tiempo y un respiro para un yen que el pasado 26 de abril cayó hasta su nivel más bajo desde 1990, al cotizar a 160 unidades por dólar. Pero los analistas aseguran que los problemas que sostienen la depreciación siguen ahí y que ninguna intervención de las autoridades japonesas va a poner fin a la senda bajista a corto plazo. La divisa cerró la semana pasada levemente por encima de los 153 yenes por dólar, el mejor registro semanal (+3,5%) desde finales de 2022, después de que las autoridades inyectaran en el mercado el equivalente a casi 60.000 millones de dólares.

Ni el Ministerio de Finanzas, que es quien tiene la última palabra, ni el Banco de Japón (BoJ), quien ejecuta la medida, han confirmado la intervención, pero las fuertes oscilaciones en la cotización en la última semana no dejan lugar a dudas. Los análisis del balance del banco central llevados a cabo por Bloomberg apuntan dos intervenciones de unos 35.000 y 24.000 millones de dólares, respectivamente, una cifra impresionante pero manejable dadas las reservas en divisas por 1,2 billones de dólares que acumula Japón. Según Udith Sikand, analista de Gavekal Research en Hong Kong, la intervención se ha llevado a cabo de forma coordinada con Estados Unidos y Corea del Sur. “En esas condiciones, el riesgo de que una caída libre del yen acabe precipitando una sucesión de devaluaciones entre las divisas asiáticas está bastante contenido”, subrayaba esta semana.

Después de tocar las 160 unidades por dólar, Alvin Tan, de RBC Capital Markets, sitúa la nueva línea roja en los 165 yenes por billete verde, un nivel desconocido desde 1986, poco después de los Acuerdos cambiarios del Plaza.

Por primera vez en 17 años, la autoridad monetaria nipona acordó el pasado marzo subir los tipos de interés a una banda de entre el 0% y el 0,1%. Se trata de un movimiento limitado para los estándares occidentales, pero inmenso para la trayectoria de la economía nipona. Después de décadas de deflación, sueldos congelados, resistencia a los cambios corporativos, de excesos laborales y reticencias de los consumidores, la medida marcaba el fin de los tipos de interés negativos y daba un paso hacia la normalización monetaria.

Sin embargo, el giro en la política monetaria no ha logrado contener la depreciación del yen, que se deja más de un 10% de su valor frente al dólar desde comienzos de año. La divisa es víctima del diferencial entre los tipos de interés del BoJ y los de la Reserva Federal (5,25%-5,50%) y ahora que la rebaja de tipos en Estados Unidos parece que se retrasa, esas presiones no van a remitir a corto plazo.

Hay además razones de mercado que explican la depreciación del yen. Por un lado, las posiciones en corto de los inversores extranjeros han alcanzado niveles récord, para gran irritación de las autoridades japonesas. Por otro, los inversores institucionales nipones —como el Fondo de Pensiones del Gobierno con su cartera valorada en alrededor de 1,4 billones de dólares— tienen el 50% de sus activos en el exterior y reinvierten fuera los sustanciosos beneficios obtenidos. “Por último, los recientes cambios en la fiscalidad de las cuentas de ahorro han incentivado comportamientos de carry trade —que se endeudan en yenes para invertir en pesos mexicanos, por ejemplo— entre los inversores minoristas”, asegura Sikand.

La evolución de los precios (2,8% en febrero) y las subidas salariales pactadas en convenio (3,7% este año y un 2,3% el año anterior, que ya fue un alza histórico) soportan la decisión del gobernador del Banco de Japón, Kazuo Ueda, de subir los tipos en marzo, tal como explica Seisaku Kameda, economista del Sompo Institute Plus, en una nota publicada por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). “Aunque tiene un significado muy simbólico, su impacto directo sobre los mercados financieros o sobre la economía es todavía relativamente pequeño”, precisa Kameda.

Normalmente, una moneda débil sirve de estímulo para las exportaciones, que en el caso de Japón representan un nada desdeñable 21,6% del PIB. A la tradicional fortaleza de su sector automovilístico se suma ahora el reposicionamiento de Japón en la cadena global de suministros. Con la guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China, varias empresas americanas —Microsoft, Oracle, Micron y Blacstone— han trasladado a Japón parte de su inversión en China. TSMC, la firma taiwanesa que lidera la producción mundial de semiconductores, ha abierto este año su primera planta en Japón y ha anunciado planes para abrir una segunda. Un yen barato ha impulsado la llegada de turistas extranjeros al país hasta cifras récord en marzo pasado. Sin embargo, para los consumidores la debilidad de la divisa encarece y mucho la cesta de la compra, ya que Japón importa la mayor parte de la energía y los alimentos que consume.

La devaluación del yen explica, en buena medida, que Japón entrara en recesión técnica a finales de 2023, lo que le llevó a ceder a Alemania su puesto como tercera economía mundial. Los datos de los últimos meses apuntan a un buen comportamiento de la producción industrial en marzo (3,8%), lo que unido a la recuperación de las exportaciones y del turismo puede devolver el PIB a la zona de crecimiento, según los analistas.

Pero hace falta tiempo para obtener resultados estructurales de todos estos cambios políticos. “La era de tipos ultrabajos refleja el hecho de que la economía japonesa ha sufrido un estancamiento secular y una suave pero persistente deflación durante los últimos 20 años”, apunta Seisaku Kameda. “Aunque estamos asistiendo a cambios dramáticos en Japón, los avances básicamente se producen en términos nominales. El rápido envejecimiento de la población va a continuar y las innovaciones, como la inversión en nuevas tecnologías y su uso generalizado, van por detrás de otras economías desarrolladas. Los problemas de Japón en términos reales no han desaparecido”, asegura este antiguo economista jefe del BoJ.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.
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