Qué es la Música Nueva Era

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    Durante miles de años, la gente de todo el mundo ha honrado y reconocido
    el papel curador, ceremonial y elevador de la música. Desde esta perspectiva, la
    Nueva Era constituye realmente un retorno a las raíces, a una creencia en el
    poder primordial del sonido. Como dijo Lee Underwood, “la música proporciona
    alimento emocional, psicológico y espiritual. Brinda paz, alegría, felicidad y
    la oportunidad de descubrir en nuestro interior nuestra naturaleza más elevada”.


    Para muchos, la Nueva Era representa una explosión de creatividad y
    curiosidad humana, de liberación del potencial inexplorado que cada persona
    lleva dentro. Este espíritu también impregna la música de la Nueva Era. Aquellos
    que participaron en el estallido del rock de los años sesenta podrán recordar
    las ideas de los primeros teóricos musicales como Robert Palmer, Michael
    Ventura, David Walley, Ben Fong-torres y Nik Cohn, que ayudaron a articular la
    conciencia de la era. En el jazz, también presenciamos exploraciones de gran
    energía por parte de artistas como John Coltrane y Pharaoh Sanders, relatados
    por autores como Amiri Baraka, Charles Kiel y Frank Kofsky. Había una comunidad
    y un diálogo, y en su seno la música constituía un medio de intercambio
    cultural.

    Asimismo, la música de la Nueva Era nació de una conciencia compartida.
    En acontecimientos como el Festival de San  Francisco en honor del Cometa Kohoutek en 1973, muchos
    compositores/intérpretes, que coincidían por vez primera, descubrieron que todos
    ellos estaban escuchando musica “espacial”. Tuvimos una sensación de participar
    en el proceso de nacimiento de una nueva visión del sonido, de convertirnos en
    los instrumentos a través de los cuales esta nueva (hasta ahora no manifestada)
    forma de música se volvía audible. Para artistas como Joel Andres, Iasos y
    también para mí, el proceso fue la expresión de nuestras propias disciplinas
    meditativas. Otros exploradores, cuyas visiones personales se formaron a través
    de sus disciplinas meditativas y que contribuyeron a sentar las bases de lo que
    ahora llamamos música de la Nueva Era, fueron Kitaro, Andreas Vollenweider,
    Vangelis, C.H. Deuter, Klaus Schulze, Paul Horn, Suzanne Doucet, Brian Eno y
    Paul Winter. Aunque recibimos la inspiración independientemente (ya que todos
    compusimos aisladamente y todos nuestros trabajos eran diferentes), descubrimos
    que teníamos más en común entre nosotros que con artistas que creaban en
    cualquier otra forma de pop, rock, jazz o música clásica. Y así nació un
    movimiento.

    Pero, ¿qué es exactamente la música de la Nueva Era?

    Tradicionalmente, los musicólogos definen una forma de música basándose
    en varios criterios estilísticos, que por lo general son la armonía, melodía,
    ritmo, timbre y textura. Examinemos cada uno de ellos.

    Armonía. La mayor parte de la auténtica música Nueva Era se basa
    en la armonía y la consonancia, y no en la disonancia. Las armonías disonantes,
    que suscitan tensión en vez de elevar, son evitadas conscientemente en la música
    de la Nueva Era.

    Melodía. Prácticamente todo el mundo, cuando oye cantar o tocar
    una escala -do-re-mi-fa-sol-la-si…- sabe lo que “tiene” que venir después: el
    do final, la culminación de ese esquema. Pero es precisamente es ineludibilidad
    melódica la que nos mantiene encerrados en estados de conciencia predeterminados
    cuando escuchamos música. ¡En realidad, todos hemos sido condicionados
    culturalmente para responder a esquemas particulares de sonido, seamos
    conscientes de ello o no! La mayor parte de la música que se ha escuchado en
    este planeta -hasta que llegó la música de la Nueva Era, claro- satisface
    nuestras espectativas culturales.

    Escucha alguna de las grabaciones clásicas de la Nueva Era, como
    Inside, de Paul Horn, mi propia Spectrum Suite, o Interdimensional Music, de Iasos. Incluso después de reiteradas
    audiciones, la mayoría de la gente no puede recordar la secuencia de sonidos de
    estas obras. Está claro que representan un enfoque totalmente diferente de la
    composición.

    Ritmo. El aspecto más chocante de la música de la Nueva Era quizá
    sea su utilización del ritmo o, más exactamente, su carencia del mismo. Porque
    mucho antes de la historia grabada, el ritmo ha sido el elemento principal de la
    música. El contraste radical de la música de la Nueva Era es que no se basa en
    un pulso. Es cierto que un sub-género del que son pioneros Terry Riley, Steve
    Reich y Klaus Schulze se basa en gran medida en un pulso para crear efectos
    hipnóticos muy potentes y poderosos. Pero otros muchos artistas con grabaciones
    en su haber han abierto el continuo espacio-tiempo en el terreno del ritmo, en
    algunos casos suprimiendo el pulso por completo. Este cambio ha creado una
    extraordinaria sensación de eternidad en los oyentes, que ya no tienen las
    mismas indicaciones perceptuales y contextuales para ayudarles a anticipar el
    tiempo siguiente. La música y los músicos han dejado de ser esclavos del
    metrónomo.

    Desde el comienzo de la época de la Nueva Era, gran parte de lo que
    diferencia este nuevo género es su ausencia de una base rítmica machacona,
    tradicional. Las composiciones son más espaciosas y abiertas. En palabras de los
    músicos que inventaron estas músicas, “Si tiene un gran ritmo, sí, puedes
    bailarlo – pero no, no es música de la Nueva Era”.

    Timbre. El cuarto componente de nuestro paradigma es el timbre.
    Dado que los sonidos discordantes o estridentes tienden a incrementar la
    tensión, la música de la Nueva Era evita concretamente ciertos instrumentos y
    tonos. Los ataques armónicos y los armónicos de violines, trompetas, guitarras
    eléctricas heavy metal, y percusión sintetizada son
    claramente perjudiciales -y por consiguiente no son adecuados para el género de
    música de la Nueva Era. En cambio, el piano eléctrico, el arpa, la flauta, las
    campanillas y los conjuntos de cuerda son sedantes -de hecho, se trata de
    instrumentos que han sido reverenciados durante milenios por su potencial
    curador.

    Textura. El “Espacio” es una dimensión vital de la música de la
    Nueva Era; tanto que una de las primeras denominaciones del género fue
    simplemente el de “música espacial”, en referencia tanto a su textura como al
    estado que tendía a evocar en el oyente. Con “espacio”, queremos decir la
    expansión electro-acústica de los tonos instrumentales mediante la reverberación
    y el eco; en la música de la Nueva Era esta expansión no es un mero “efecto
    especial”, sino más bien parte integrante de la propia música.

    Aparte de estos criterios convencionales, la auténtica música de la Nueva
    Era tiene otros rasgos distintivos, el primero de los cuales es el estado
    psíquico del compositor. La investigación realizada por el Grupo de
    Investigación Psicotrónica, John Diamond y Patrick Flanagan, entre otros, ha
    demostrado que el estado “vibratorio” (emocional o psíquico) del artista al
    componer o grabar puede influir en nuestra respuesta a la música. Reaccionamos
    de forma distinta a la música tocada por un artista en un estado de equilibrio y
    amor que al sonido surgido de un deseo de glorificar el ego o, lo que es peor,
    de la ansiedad.

    El segundo rasgo distintivo de la música Nueva Era es su efecto sobre el
    oyente. Simplemente, pregúntate cómo te hace sentir la música. Si te sientes
    acelerado, hiperagresivo, entristecido, deprimido -o si no experimentas ningún
    cambio- probablemente estés escuchando en realidad música pop, rock, fusión,
    jazz o Muzak, y no música Nueva Era. La verdadera música de la Nueva Era te hará
    salir de ti mismo, evocando un espectro de respuestas distinto del resto de la
    música. No verás forzosamente los colores con mayor intensidad ni oirás con
    mayor agudeza (aunque algunos oyentes lo han experimentado), pero tu cuerpo se
    sentirá más ligero y tu estado de ánimo en general se elevará y
    vivificará.

    Estos efectos se deben a los cambios fisiológicos, reales y mensurables,
    producidos por la música de la Nueva Era. La auténtica música Nueva Era puede
    profundizar y regularizar la respiración, mejorar la digestión, reducir la
    presión sanguínea, y equilibrar los dos hemisferios cerebrales. También puede
    incrementar el aprendizaje e inducir la relajación profunda.

    Intenta escuchar con los ojos cerrados. Con un buen par de auriculares,
    escuchar esta música se convierte en una meditación en sí. Todo nuestro cuerpo
    responde al sonido, y esta técnica abre toda una nueva dimensión. Si la escuchas
    con un buen amigo o un amante, colocaos espalda contra espalda. Nuestros cuerpos
    actúan como amplificadores y altavoces para la música. No te sorprenda que la
    música suene y parezca diferente, según con quién estés. Utiliza la música para
    potenciar cualquier actividad vital: cenar, estudiar, meditar, conducir, dejar
    vagar la mente, trabajar, caminar y hacer el amor.

    Más que los artistas de ningún otro género, los músicos de la Nueva Era
    son claramente conscientes del concepto de la “música de las esferas”. Se ven a
    sí mismos trabajando con la concordancia de armonías que subyacen a los
    ordenados procesos del universo. Esta creencia se basa en las leyes de la física
    y no en las de metafísica. En realidad, nuestros cuerpos funcionan como
    instrumentos humanos, y producen un campo electromagnético que resuena con el
    campo electromagnético de la propia tierra. Pocos medios de alcanzar el
    “equilibrio” son tan fáciles o agradables como escuchar una música hermosa,
    elevadora. Esta es la función más importante de la música de la Nueva Era
    -mantener afinados nuestros instrumentos humanos, de modo que puedan tocar más
    armoniosamente la sinfonía de la vida.

    ¡Mantente afinado!