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Las bajas de los generales alemanes durante la Segunda Guerra Mundial

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En el �mbito te�rico Jomini (1) dice que un �punto decisivo� es aquel que permite, a quien lo posee, aplicar correctamente los principios de la guerra. Adem�s, a�ade que deben adoptarse las medidas apropiadas para asestar el golpe decisivo precisamente en este punto.

(1) Se refiere a Henri Antoine de Jomini y a su libro Compendio del arte de la guerra. Esta obra, de car�cter fundamental en su g�nero, fue publicada en la Colecci�n Cl�sicos, del Ministerio de Defensa espa�ol, el a�o 1991.

Los puntos decisivos pueden ser clasificados seg�n las siguientes tres categor�as: los f�sicos, los cibern�ticos y los morales. Los cibern�ticos consideran tanto el mando y control como a los comandantes que los ejercen. Sin embargo, los comandantes militares carism�ticos influyen no s�lo en �ste, sino tambi�n en el �mbito moral de la batalla. Contemplado as�, aunque es bien cierto que un jefe carism�tico constituye una ventaja para una fuerza militar, tambi�n puede representar un tropiezo ya que su p�rdida posiblemente tendr� un impacto negativo sobre la moral y en el sistema cibern�tico.

foto: El general Blomberg. En el cuello luce la �Pour le Merite�, la m�s alta condecoraci�n alemana de la PGM. Al pecho la Cruz de Hierro de 1� clase, tambi�n ganada en ese conflicto.

Viene esto a cuento de un hecho constatado, esto es: que las bajas de generales durante la Segunda Guerra Mundial (SGM), sobrecargaron severamente el sistema alem�n de mando y control. La acci�n enemiga fue la causa directa de las citadas p�rdidas si bien, indirectamente, la propia doctrina de la Wehrmacht, su entrenamiento, las experiencias personales de sus efectivos y los mayores efectos letales del campo de batalla exacerbaron el problema. El n�mero de generales alemanes ca�dos durante la conflagraci�n de 1939-45 fue asombroso y afect� adversamente a la capacidad de las unidades. Debido a estas bajas las Divisiones frecuentemente eran mandadas por coroneles, los Regimientos por mayores y los Batallones por capitanes. En este art�culo me centrar�, exclusivamente, en los casos de aquellos generales que mandaban al nivel de Divisi�n y superiores, y que resultaron muertos en combate o fallecieron a consecuencia de sus heridas.
La eficiencia de las unidades con tantas bajas, simplemente no se pudo mantener y durante la guerra la erosi�n del generalato alcanz� un promedio de un comandante de Cuerpo de Ej�rcito fallecido en acci�n cada tres meses y un comandante de Divisi�n �cada tres semanas! L�gicamente cabe preguntarse: �habr�a sido posible minimizar este problema? Un an�lisis de la doctrina alemana, del entrenamiento de los generales, de su experiencia en el campo de batalla y de la rotaci�n de los comandantes, indica que podr�a haberse evitado alguna de esas p�rdidas.

EN PRIMERA LINEA

En 1936, las teor�as del Ej�rcito alem�n sobre la guerra y que ser�an las puestas en pr�ctica a partir del estallido b�lico de tres a�os m�s tarde, fueron esbozadas en el manual �Truppenf�hrung� (�El mando de las tropas�). Las directrices que tomo del mismo y que transcribo a continuaci�n, indican cuan importante era el liderazgo de nivel superior en la l�nea del frente:
� La influencia personal que ejerce el comandante sobre sus efectivos es de la mayor Importancia. Este debe situarse cerca de las tropas de combate.
� Un comandante de Divisi�n debe estar con sus tropas... Durante los choques con el enemigo, es mejor que el comandante se encuentre presente para que pueda efectuar una apreciaci�n acertada de la batalla.

� Los comandantes deben vivir con las tropas y compartir el peligro, la privaci�n, el triunfo y el sufrimiento. Solamente as� lograr�n desarrollar una perspectiva realista, tanto sobre la potencia de combate como sobre las necesidades de sus hombres.

foto: Sepp Dietrich contempla su autom�vil, gravemente da�ado por un ataque de los aviones aliados en Francia.

Los oficiales alemanes, en todos los niveles, se tomaron esta doctrina muy a pecho consiguiendo cosechar grandes �xitos t�cticos que, eso s�, muchos acabar�an pagando con su sangre. Una situaci�n que no era nada sorprendente en aquellos oficiales cuya actitud respecto al combate se hab�a formado, principalmente, en base a lo experimentado en el curso de la Primera Guerra Mundial (PGM). Durante la misma, el servicio prestado por los oficiales subalternos alemanes �muchos de los cuales alcanzaron el rango de general en la SGM� se caracteriz� por un alto grado de valor y servicio en la l�nea del frente. Sus vivencias de entonces contribuyeron a la forja de una �tica profesional b�sica respecto al liderazgo, el peligro personal y su responsabilidad para con las tropas. Esa �tica habr�a de reflejarse a su actuaci�n en los frentes, dos d�cadas m�s tarde. A trav�s de un an�lisis de su papel en la contienda de 1914-18 resulta posible entender mejor sus percepciones del liderazgo y de la naturaleza mort�fera del campo de batalla en la SGM; percepciones que, en buena parte, mantuvieron pese a que en esta �ltima conflagraci�n ya eran obsoletas.
Un indicador de m�ritos en el servicio y valent�a lo constituyen las condecoraciones siendo por eso de inter�s fijarnos en las conseguidas por los generales alemanes ca�dos entre 1939 y 1945. En la PGM, las principales condecoraciones otorgadas para distinguir el valor en la l�nea del frente eran la Cruz de Hierro de 1 y 2 clase. Esta �ltima premiaba un s�lo acto de valor en combate m�s all� de los requerimientos normales del deber, en tanto que la Cruz de Hierro de 1 clase normalmente recompensaba a quien hubiese realizado de tres a cinco de esas acciones. Para las heridas recibidas en combate e1 Kaiser Guillermo II instituy�, el 3 de marzo de 1918, una medalla en tres grados: negra (1-2 heridas), blanca (3-4 heridas) y oro (m�s de 5).

foto: El entierro de las grandes figuras era motivo de actos masivos.

Se sabe que 97 de los 136 generales fallecidos en acci�n durante la SGM, hab�an recibido condecoraciones en el anterior conflicto mundial. En total, el 95 por cien fue distinguido con uno de los grados de la Cruz de Hierro y el 88 por cien obtuvo la de 1� clase. El 54 por cien fue herido al menos 2 veces, el 12 por cien sufri� heridas en 3-4 ocasiones y el 1 por cien por lo menos 5 veces. La repetida demostraci�n de valor en el frente era lo que se esperaba de los oficiales alemanes subalternos y esta �tica profesional se encuentra bien ilustrada por las haza�as de esos mandos. Es evidente que los oficiales subalternos de la PGM que murieron en los teatros de operaciones durante la conflagraci�n siguiente, formaron su propio concepto del peligro y del liderazgo en el campo de batalla por la v�a m�s dif�cil de todas: la experiencia (2).

(2) Ver: Rangliste des Deutschen Reichsheers., publicado en Berl�n en 1929 y en el que aparece una lista de todos los oficiales de la Reichswehr y otra con las condecoraciones que recibieron durante la PGM.

El 1 de septiembre de 1939, Adolf Hitler instituy� la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro para premiar repetidos actos de valor destacado y que, en el caso de los oficiales de mayor antig�edad, tambi�n sirvi� para agradecerles la brillante conducci�n de un batalla o la formulaci�n de excelentes planes operativos. Luego, en el curso de la campa�a de Francia, Hitler instituy� un grado todav�a m�s alto: la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble. Este premio reca�a en quienes, habiendo ya ganado la Cruz de Caballero, continuaban dando pruebas de permanente valor e iniciativa. Un a�o m�s tarde, el canciller alem�n introdujo la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble y Espadas que fue a parar a los poseedores de las Hojas de Roble que realizaban nuevas haza�as militares.

foto: Funerales por el capit�n general Korten.

Este �ltimo grado de la Cruz de Hierro s�lo lo alcanzaron 159 oficiales. El 15 de julio de 1941, para premiar logros todav�a mayores, se cre� la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes que �nicamente tuvo 27 titulares. Los comandantes de Divisiones, de Cuerpos de Ej�rcito y de Ej�rcitos ca�dos en combate eran titulares de muchos de los citados premios. Un 42 por cien de ellos pose�an la Cruz de Caballero, el 21 por cien las Hojas de Roble, el 4 por cien las Espadas y el 1 por cien los Diamantes.
El alto grado de valor e iniciativa que los oficiales subalternos de la PGM demostraron en 1939-45 como generales, se adecuaba al concepto Auftragstaktik. Sin embargo, aunque su coraje personal y su adhesi�n a la doctrina les llevaban a dirigir las operaciones desde la l�nea del frente, la rotaci�n en el mando y la preparaci�n que recib�an en los cursos de entrenamiento para generales, les colocaban en una situaci�n desventajosa una vez llegados al campo de batalla. Pero veamos este cap�tulo con m�s detalle.

ROTACI�N DE GENERALES Y DURACI�N DEL MANDO

El sistema para el reemplazo de generales alemanes durante la SGM fue interesante pero no pudo satisfacer los requerimientos crecientes de oficiales dados los disminuidos medios de personal con los que se contaba. Este sistema, que en principio era suficiente, se deterior� en el curso de la guerra debido, en parte, a las numerosas bajas sufridas.

Al prepararse para la movilizaci�n, a finales de los a�os 30, la rama central del Estado Mayor General (EMG) del Ej�rcito llen� las vacantes de generales cubriendo los niveles de Brigada y de EMG. Al estallar la conflagraci�n, los generales fueron asignados por otra unidad: la Oficina de Personal Militar. Despu�s de 1942 el procedimiento volver�a a cambiar. Los generales que mandaban unidades fueron asignados por la Oficina de Personal, seg�n las instrucciones impartidas por el comandante en jefe del Ej�rcito, pero esta Oficina estaba participada por el jefe del EMG. Por otra parte, los oficiales superiores del EMG destinados para ser asignados como jefes de Estado Mayor de los Grupos Militares, de Ej�rcitos y de Cuerpos de Ej�rcito, fueron seleccionados directamente por el jefe del EMG. Muchos de estos oficiales tambi�n eran muy solicitados para mandar unidades. Como puede verse, el procedimiento resultaba bastante complicado.

BAJAS DE OFICIALES GENERALES ALEMANES DURANTE LA SGM

Rango

N�mero de Bajas

Coronel general
General de Infanter�a, etc.
Teniente general
General de Divisi�n

Total

1
19
55
61
136

Posici�n

N�mero de Bajas

Comandantes de Ej�rcito
Comandantes de Cuerpos de Ej�rcito
Comandantes de Divisi�n
Total

3
23
110
136

El problema lleg� a agravarse debido al creciente n�mero de unidades que necesitaban comandantes con rango de general. En diciembre de 1940, el Ej�rcito alem�n contaba con una fuerza de 140 Divisiones que pasaron a ser 208 al comienzo de la campa�a de Rusia, 226 en junio de 1942, 243 justo un a�o m�s tarde y 257 en junio de 1944. El n�mero de Cuerpos de Ej�rcito tambi�n hab�a aumentado llegando a un m�ximo de 77 en enero de 1945.

foto: El general Schleicher con uniforme de la Reichswehr, nexo entre el Ej�rcito alem�n de la Primera y de la Segunda Guerra Mundiales.

Muchos de los oficiales generales se transfirieron de posiciones protegidas de Estado Mayor en la retaguardia, a la l�nea del frente lo que muy a menudo les llev� a la muerte. Por ejemplo, Henning von Thadden estuvo entre 1943 y 1945 prestando servicios, en Alemania, como jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ej�rcito del 1� Distrito Militar. Destinado al frente del Este en calidad de comandante de la 1� Divisi�n de Infanter�a antes de que hubiesen transcurrido dos meses ya estaba muerto. Otto Beutler, comandante de la 340 Divisi�n de Infanter�a, prest� servicios en el EMG durante quince meses antes de asumir el mando. S�lo 36 d�as despu�s de hacerlo cay� en acci�n. Werner Duerking fue director de la Escuela de Guerra de Dresde durante casi dos a�os, antes de marchar al frente oriental como comandante de la 96� Divisi�n de Infanter�a. Diez d�as m�s tarde hab�a perecido...
Es evidente que alg�n tipo de maduraci�n ten�a lugar con el tiempo. De los generales ca�dos en combate, el 45 por cien prest� servicios de comandante menos de cinco meses, en tanto que el 66 por cien no alcanzar�a el d�cimo mes de mando. Si un individuo lograba sobrevivir durante los primeros meses, que eran los m�s peligrosos, sus posibilidades de salir indemne se multiplicaban. La diferencia en la duraci�n del mando de los generales antes de que fallecieran en combate, apoya la idea de que los nuevos oficiales generales enfrentaban un mayor peligro debido a su falta de experiencia.

EFECTOS DEL CAMPO DE BATALLA

Entre las dos guerras mundiales, la capacidad mort�fera de las armas en el campo de batalla aument�, incrementando las posibilidades de que un comandante pudiera caer en acci�n. Las armas enemigas incluyeron artiller�a, campos minados, fuego contracarro, francotiradores y partisanos. Muchos de estos motivos -como los ataques por medios a�reos y el fuego de los blindados- eran muy poco frecuentes en la PGM. Otras tales como el fuego artillero con mejor adquisici�n de blancos, constitu�an mejoras notables de los sistemas anteriormente empleados.
Durante la PGM, el principal peligro personal que enfrentaban los oficiales eran las tremendas barreras de artiller�a y el fuego de las ametralladoras pesadas.

foto: El mariscal Bush, con Hojas de Roble para su Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Sobre el pecho lleva la Cruz de Hierro de 1� clase y el distintivo de herido.

Aunque estos dos sistemas ocasionaron la muerte de muchos generales entre 1914 y 1918, tuvieron poco que ver con los actuantes veinte a�os despu�s y que nos llevan a estas dos conclusiones:
1) La mayor�a de los generales alemanes ca�dos en la SGM resultaron v�ctimas de ataques r�pidos e inesperados. Los bombardeos a�reos, barreras de artiller�a, campos minados ocultos, francotiradores y ataques de guerrilleros de este �ltimo conflicto fueron muy distintos de las operaciones tambi�n mort�feras, pero mucho m�s met�dicas, que aquellos hombres hab�an e experimentado durante la PGM.

2) Muchos perecieron en sus veh�culos, mientras atravesaban la zona de batalla que facilit� los ataques a�reos y las acciones de emboscada. Al parecer, la mayor�a de los comandantes no empleaban un apoyo de escolta que impidiera esas agresiones durante sus desplazamientos. Adem�s no se privaban de viajar en las horas de luz solar y es probable que creyesen err�neamente, que un autom�vil tipo Estado Mayor constitu�a un blanco demasiado peque�o para atacarlo. Por otra parte, y hasta el final de la guerra, los generales alemanes continuaron llevando sus caracter�sticos uniformes y enarbolando banderines en sus veh�culos, lo que les identificaba ante francotiradores y partisanos. Incluso cuando, en enero de 1943, se estableci� un curso de 4-6 semanas de duraci�n para preparar a los comandantes de Divisi�n y de Cuerpo de Ej�rcito, las medidas de protecci�n en el teatro de operaciones no fueron tenidas en cuenta (3).

(3) El Sr. Dermot Bradley, destacado historiador del Ej�rcito alem�n, escribe en uno de sus libros que en muchos casos los generales alemanes se hicieron cargo de Divisiones y de Cuerpos de Ej�rcito sin haber asistido antes a cursos apropiados.

Queda por abordar el tema de la rotaci�n de generales que fue una singularidad debido al hecho de que se contaba con muy pocos oficiales de rango superior para cumplir funciones en un Ej�rcito que no s�lo era enorme sino que, adem�s, se hallaba desplegado en un amplio escenario. Para satisfacer los requerimientos, los oficiales de Estado Mayor eran muy a menudo transferidos al frente sin una adecuada preparaci�n con lo que muchos murieron a los pocos meses de asumir el mando. La doctrina de ubicar a los oficiales superiores casi en la l�nea de fuego y el excelente nivel de los mismos, les permitieron a los alemanes alcanzar un considerable promedio de �xitos t�cticos y operativos pero a costa de importantes p�rdidas.

foto: Rommel (con Hojas de Roble) y von Rundstedt (con la Cruz de Caballero) cuando este �ltimo era jefe del frente del Oeste.

CONCLUSIONES

-La doctrina de la Blitzkrieg (guerra rel�mpago) alemana requer�a que los comandantes superiores alcanzaran el �xito. Para lograrlo ten�an que mantenerse bien informados sobre la situaci�n t�ctica del campo de batalla en todo momento al objeto de tomar decisiones r�pidas y correctas. Los comandantes dirig�an la acci�n desde el propio frente, con el fin de obtener una perspectiva t�ctica actualizada.
-La mayor�a de los generales alemanes de la SGM hab�an prestado servicios como oficiales subordinados en la PGM. Sus percepciones sobre los efectos mort�feros del campo de batalla y del liderazgo personal eran el resultado de lo vivido durante este �ltimo conflicto.
-El Ej�rcito alem�n ten�a que satisfacer una creciente necesidad de generales con disminuidos medios, a medida que el Ej�rcito aumentaba y la cantidad de bajas de comandantes superiores comenz� a crecer. La consecuencia de ello fue que muchos generales tuvieron que trasladarse desde puestos relativamente seguros en la retaguardia, hasta posiciones peligrosas en la l�nea del frente lo que hizo que bastantes de ellos, reci�n llegados, causaran baja por muerte o heridas graves antes de que hubieran podido acostumbrarse al ritmo de la batalla. Una parte del problema, sin duda, lo provocaba el hecho de que el sistema de asignaci�n de personal fuese fragmentado mientras que todos sus diversos elementos compet�an celosamente por los recursos.

foto: El general Dielt, primero por la izquierda, uno de los muertos en acto de servicio.

-El Ej�rcito alem�n contaba con un programa extenso de entrenamiento de oficiales pero no se les ense�� aspectos esenciales de c�mo sobrevivir en el campo de batalla lo que, con las percepciones anticuadas que ten�an sobre los efectos mort�feros de �ste en base a lo experimentado durante la PGM, produjo muchas bajas. Aunque existieron cursos de entrenamiento para comandantes de Divisiones y de Cuerpos de Ej�rcito, una buena parte de ellos no asistieron a los mismos y a aquellos que s� lo siguieron no se les trasmiti� las lecciones apropiadas sobre las posibilidades que ten�an de ser aniquilados en el frente.
Lo dicho hasta aqu�, indudablemente, contiene lecciones de cara a un conflicto que pueda darse el d�a de ma�ana. Afirmar que la pr�xima guerra ser�, en la mayor�a de los casos, m�s mort�fera que la anterior, probablemente constituya una verdad fundamental. Las bajas de los generales durante la SGM parecen confirmar esta observaci�n. Las guerras de media a alta intensidad del futuro las ganar�n los comandantes superiores en la l�nea del frente aunque esta situaci�n resultar� a�n m�s letal siendo posible que los medios de protecci�n no se desarrollen tan r�pidamente como las capacidades destructivas del enemigo. No obstante, y por lo que hace a los EE.UU., ni el curso para comandante de Divisi�n ni el Centro Nacional de Entrenamiento ponen el debido �nfasis en lo que tiene que hacer un comandante para sobrevivir. Sin embargo, ambos cursos de instrucci�n podr�an ser modificados con un m�nimo costo. Comparado con el costo moral y cibern�tico que supone la p�rdida de cada comandante superior, esto podr�a ser un dinero bien invertido desde el principio. Estoy seguro de que, por lo menos los 136 generales alemanes muertos durante la SGM, hab�an estado de acuerdo en introducir tales cambios.  

Revista Defensa n�172-173, agosto-septiembre 1992, French L. Maclean


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