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31. Poesía más Poesía: Esenin

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SERGUÉI ALEKSÁNDROVICH YESENIN

BIOGRAFÍA

Serguéi Aleksándrovich Yesenin, más conocido como ESENIN, nace el 21 de septiembre de 1895, en Konstantínovo, una aldea a orillas del río Oká, a unos 200 km al sureste de la ciudad de Moscú, en una de las provincias más aisladas de Rusia.

Nació en el seno de en una familia de campesinos muy pobre, por lo que a los dos años su cuidado fue confiado a su abuelo materno, un campesino con una posición un poco más acomodada.

En 1909 termina la escuela primaria y sus padres lo matriculan en una escuela religiosa de Spas-Klépiki a 30 km de su aldea donde ahora se ubica su museo. Cuando se graduó, se examinó para estudiar en la Escuela reliogiosa de magisterio.

Serguéi Esenin intervenido x Villavicencio Descontexto 2 - Poesia Online

Fue un poeta muy dotado y muy precoz. Escuchaba a los poetas populares errantes y repetía sus canciones. Empezó a escribir poesía a los 9 años, pero será más tarde, cuando termina sus estudios, en torno a los 16 años, cuando comienza su actividad poética de un modo más evidente. Leía a Aleksander Pushckin, Mijail Lérmontov y otros poetas, escribía sus propios poemas y leía ante sus compañeros y ante los viajeros de la estación del tren.

Era un muchacho apuesto, de cabello rubio, crespo, rizado y expresivos ojos azules, tremendamente temperamental y vivo.

Sus primeros versos muestran el amor a su tierra, pero no su tierra Rusia, con sus ciudades, sus fábricas, sus universidades, sus teatros, su política o su sociedad, sino su tierra natal campesina, su pueblito, los campos y los bosques que eran su patria de entonces.

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En esa época llegan a la aldea y los grupos estudiantiles las primeras ideas revolucionarias. Escribe sobre el campesino que está oprimido, miserable, desnudo:

“Escuchan los arbustos

El silbido del viento…

Pueblito abandonado,

Mi pueblito natal…”

Habla de un Dios, también miserable, que se funde con la tierra:

Mendicante por la estepa iba el Señor
poniendo a prueba el amor humano.
El viejo abuelo, sentado en un tronco del bosque,
masticaba su pan con las encías.

El abuelo vio al mendigo en el camino,
en el sendero, con un bastón de hierro.
Lo mira: está enfermo, tiembla de hambre.
Y piensa: ¡pobre, cuánto ha caído!

Se aproximó el Señor ocultando su pena;
pensando: sin duda son de piedra sus corazones…
Y le dijo al viejito, tendiéndole la mano:
toma, mastica un poco… te hará bien.

Su cristianismo es más bien una forma para sus tendencias religioso-campesinas: la misión del campesino es divina, porque participa en la creación. Dios es el padre, la tierra: la madre, el hijo: la cosecha. La terminología cristinana es más bien un procedimiento literario.

Amo al mundo y a Dios
como al fuego del hogar.
Todo en ellos es santo y bendito,
todo luminoso y vivaz.
La amapola escarlata del ocaso
reverbera en el vidrio lacustre.

E inmerso en el mar del trigal,
de la boca me nace una imagen:
el cielo ya sin peso lame
a su rosado ternerito.

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En 1912 su padre lo lleva a Moscú a trabajar en un almacén, trabajo que no le gustó. Trabajó como corrector de pruebas tipográficas entre 1913 y 1914. No tenía para nada la apariencia de un campesino, ataviado con su vestido color castaño, cuello almidonado y corbata amarilla. Se le trata no como un aldeano sino más bien, como un exponente de la inteligencia campesina. Su padre le reñía constantemente reprochándole que no se ocupara de cosas más útiles que escribir versos, pero él todo su tiempo lo ocupaba en leer, y todo su sueldo lo empleaba en comprar libros y revistas. Comienza a escribir infatigablemente y comenzaron a publicarse sus poemas en varias revistas.

La agitación revolucionaria comenzaba en el país y Esenín deja testimonio de Ello en las cartas que escribía a su compañero de estudios desde Moscú. Participó en el ambiente político y padeció los registros de la policía.

Tuvo su primer hijo con su compañera de trabajo.

Participó del círculo literario-musical del poeta campesino Iván Súrikov que aglutinaba a escritores noveles y poetas venidos del campo. y publicó junto con los otros integrantes del grupo “El amigo del pueblo”, un diario que nació a comienzos de la I Guerra Mundial. Para este periódico Esenin escribió PAPAMOSCA, que no vio la luz porque fue secuestrado por la censura zarista y no ha sido conservado. Fue puesto bajo vigilancia policial por su participación en mítines y repartir propaganda.

Asistió a la Universidad Popular de Shaniavski, la primera institución a la que se podía asistir libre y gratuitamente y en la que daban conferencias importantes catedráticos. Se vinculó al movimiento obrero y cultural en plena ebullición. Pero su poesía sigue estando motivada por el universo patriarcal de su infancia más que por la agitación y el movimiento obrero.

Él destacaba con respecto a sus compañeros del cículo literario y era consciente de su propio talento y de las posibilidades que tenía de conquistar un primer puesto en la vida literaria. Las revistas de Moscú lo ignoraban por completo.

A los dieciocho años decide viajar a San Petesbrugo, sin muchas pretensiones. Si fracasaba se iría a Revel donde vivía un tío suyo a emplearse como obrero. Pero no fue así: en pocas semanas se convirtió en la estrella de los círculos literarios de San Petersburgo más influyentes y refinados. Se encuentra de pronto convertido en poeta de moda, mimado de revistas y salones. Su vida cambia por completo.

Fue reconocido por Gorki (escritor y político ruso identificado con el movimiento revolucionario ruso, fundador del movimiento literario “El realismo socialista” y nominado cinco veces para el Premio Nobel de Literatura), como exponente de la intelectualidad campesina. Esenin le entregó el poema Marfa Posadnitsa para su publicación, pero la censura del zar lo vetó. Se escribía con Aleksandr Block (poeta simbolista ruso) que más que ningún otro conocía la vida literaria variada y extraña que cercaba a Esenin en San Petersburgo y que le escribiría “yo creo que para usted el camino será corto y que para no perderse en él hará falta ir despacio, sin inquietarse.” Y en efecto, el camino resultó arduo para Esenin a pesar de su empeño en conservar lo más limpio y noble de su primera juventud.

Su poesía traduce el hondo amor por la tierra natal, el paisaje y las emociones que suscita, expresado con frescas y originales metáforas. Más tarde Esenin explicará: “todo arte está basado en imágenes y es la plasticidad de dichas imágenes la que constituye la clave del arte popular ruso”. Él había leído mucho canto épico y folclore ruso. Y de ello se nutrirá su sistema poético. La riqueza léxica de Esenin es asombrosa. En ella podemos encontrar unos diez mil giros diferentes.

En 1915 se hace gran amigo del poeta Rúrik Ívnev y del poeta Serguéi Gorodetski, quien lo presenta en importantes círculos literarios. Después conoce al poeta Nikolái Kiliúev, que para esenin fue una figura muy significativa y trabajó con él entre 1916y 1918.

En su autobiografía Esenin dice: “A los dieciocho años, después de haber enviado mis poemas a numerosas redacciones, me sorprendió que no los publicaran, y de golpe me precipité en San Petersburgo. Allí fui acogido muy cordialmente. Blok fue la primera persona que vi, Gorodecki la segunda… Gorodecki me presentó a Kliuev, de quien nunca había oído hablar antes”.

Cuando Esenin llegó a San Petesbrugo, el kliuevismo había elaborado bastante ciertas ideas que fermentaban en él de un modo confuso e incoherente. “Rusia es un país campesino. Todo lo que en ella no provenga del mujik (término utilizado para referirse a los campesinos rusos que no poseían propiedades, antes de 1917. Antes de 1861, los mujik eran siervos) y no esté destinado a él es una incrustación que debe ser extirpada. El mujik es el único portador de la idea religiosa y social auténticamente rusa. Ahora él está oprimido y explotado por gente de todas las otras clases y profesiones. El terrateniente, el industrial, el funcionario, el intelectual, el obrero, el cura: todas variantes parásitas que chupan la sangre del mujik. Ellos, y todo aquello que de ellos provenga, deben ser expulsado; entonces el mujik construirá la nueva Rus, otorgándole una nueva verdad y una nueva justicia, porque él es la única fuente tanto de la una como de la otra. Él abolirá las leyes engendradas por los funcionarios de San Petesburgo y hará valer sus propias leyes no escritas. También la fe, que enseña los popes en los seminarios y las academias será enmendada por el mujik, y en el lugar de la iglesia sinodal construirá la nueva iglesia “de la tierra, del bosque, de los árboles”. El mujik está rodeado de enemigos, pero cuando se empiecen a pelear y a destruirse entre sí, enderezará la espalda y dirá la última y decisiva palabra. Debe esperar y se aliará con el primero que encienda el fuego. Por ahora no importa si será un astuto obrero el que ataque al zar o si es el zar el que llame a la guardia para acabar con la inquietud de las plazas. Da lo mismo. De arriba o de abajo, de derecha o izquierda, se trata de paja. Lo importante es que arda.”

Este era el kliuvismo de 1913. Cuando Esenin llegó a San Petesburgo, rápido se hizo amigo de Kliuev.

Esenin pensaba que para el mujik y para el Dios campesino las cosas no iban bien y comenzarían a mejorar en el momento que la Rus campesina se sublevase. Entonces, en sus versos comienza a trabajarse un nuevo tema:

Oh Rus, sacude las alas,
levanta otras fortalezas.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Basta de gemir y marchitarse,
de glorificar la mugre:
La Rus que despierta
lava las manchas del vicio.

Empieza a vislumbrarse al cantor de la Rus, al lado de Aleksei Kolcov, de Kliuev y del narrador Capying:

¡Escóndete, desaparece, estirpe
de fétidos sueños y pensamientos!
Sobre la testa de piedra llevamos
el fragor de las estrellas.

…no escaparemos de la tormenta,
aceptaremos las pérdidas,
para resonar en el azul
como batientes de invisibles puertas.

En sus poemas, aunque sin concretar, parece tener la certeza de que la revolución desencadenará la audacia campesina.

Un año después de llegar a San Peteburgo estalló la guerra. Y Gorodeckij y Liuev se orientaban con la derecha. Otro campesino Rasputin (místico, curandero del consejo real y ocultista), que por carisma personal se ganó el favor de la familia real e hizo que toda la aristocracia se rindiera a sus pies, intentaba desatar el incendio desde lo alto. El kliuevismo se imprengnaba de rasputismo.

Esenin era joven e inexperto, un obediente satélite de Kliuev y Gorodeckij. Pero simpatizaba con los socialistas revolucionarios de izquierda y recibió con entusiasmo la Revolución de Octubre de 1917.

En sus poemas utiliza términos eclesiásticos y alude a la revolución de octubre comparándola con Jesucristo resucitado:

Oh Rusia, inmarcesible,

Dela muerte vencedora.

Has llegado del firmamento estrellado

A tu lugar en la tierra.

Estas expresiones religiosas comienzan a desaparecer cuando el poeta empieza a interrogarse sobre su papel en el proceso revolucionario.

Hay dos autobiografías de Esenin, una berlinesa y otra moscovita. En esta segunda Esenin cuenta hechos que no había narrado en la primera: sus relaciones con las altas esferas en el periodo 1915-1917. Con un tono igualmente desenvuelto, muestra una especial cautela en su confrontación con las autoridades soviéticas, incluso en los detalles. Por ejemplo, Esenin indica la fecha de su nacimiento no según el viejo calendario, sino según el nuevo, 3 de octubre en lugar de 21 de septiembre. El instituto magistral eclesiástico en el cual había estudiado, ahora es solo magistral. Dicen que escribió esta segunda autobiografía para acabar con los chismes que existían acerca de su relación con Carsloe Selo, el complejo residencial de la familia imperial rusa en San Petesburgo.

“En 1916 fui llamado a las armas” escribe Esenin. “Con la protección del coronel Loman, ayudante de la emperatriz, pude gozar de muchos privilegios. Vivía en Carskoe, no lejos de Razumnik-Ivanov. A ruegos de Loman, una vez le leí algunos poemas a la emperatriz. Después de la lectura, ella dijo que mis poemas eran bellos, pero muy tristes. Le respondí que así era Rusia. Traje a colación la pobreza, el clima y salí del paso”.

Esenin contaba con la protección del ayudante de la emperatriz, Loman. La emperatriz misma habría invitado a Esenin o la lectura habría sido organizada por personas cercanas a la emperatriz a las que Esenin estaba ligado.

En la autobiografía moscovita Esenin escribe: “La revolución me sorprendió en el frente, en un batallón de disciplina, donde me habían enviado porque me rehusé a escribir poemas en honor al zar”.

En la narración sobre la vida de Esenin que realiza Ustinov sostiene que durante el gobierno provisorio Esenin se acercó a los socialistas revolucionarios y, después de octubre, “se unió a los Soviets bolcheviques”.

En realidad, siempre estuvo más o menos próximo a los socialistas revolucionarios. Y recibió la revolución con entusiasmo:

¡Oh Rusia, lánzate

hacia un nuevo horizonte!

Bajo otros nombres late

una nueva estepa.

Aunque no militaba con los bolcheviques, escribía:

El cielo es como una campana,

como el tiempo mis palabras,

como mi madre la patria,

y yo me siento bolchevique

Pero en su autobiografía de 1922 escribe: “Nunca formé parte del Partido Comunista Ruso, porque me siento mucho más a la izquierda”.

En su poema INONIA, la revolución traerá a Rusia, el reinado del mujik, el paraíso terrestre aldeano.

Vamos a escuchar este poema INONIA en la voz de 

El proceso de la revolución se le reveló a Esenin como una fusión entre el cielo y la tierra que se cumple entre huracanes y tempestades. El futuro, es “más que la revolución”, es el paraíso en la tierra, y en ese paraíso está el mujik:

¡Hosanna in excelsis!
Cantan los montes del paraíso.
Y en ese paraíso puedo verte
mi pueblo natal.

Bajo la encina de Mamre se sienta
el abuelo de rojos cabellos,
resplandece su vello
tupido de estrellas.

Y el sombrero de piel de gato
que llevaba en los días de fiesta
contempla aterido, como una luna,
la nieve de las tumbas familiares.

Como a los socialistas revolucionarios de izquierda a Esenin le repugnaba todo lo contrarrevolucionario: el Gobierno Provisorio, Kornilov, la Constituyente y los monárquicos, los mencheviques y los banqueros, los socialistas revolucionarios de derecha y los latifundistas, los alemanes y los franceses.

En los pesebres campesinos
ha nacido la llamarada
por la paz de todo el mundo,

Escribe.

Y sospechaba que los ingleses tenían malas intenciones:

¡Muere, británico monstruo,
desaparece, disuélvete en los mares!
¡Tus hijos no pueden comprender
nuestro prodigio nórdico!

Le parecía que contra Rusia se habían levantado fuerzas oscuras.

A continuación vamos a escuchar el poema “El advenimiento” en la voz de —–

Esenin utilizaba nombres e imágenes de la fé cristiana pero para expresar su idea funtamental: “Dios mío, encarna tu verdad en la Rus futura”.

En su poesía no hay manifestaciones contra el critianismo hasta que escribe Inonia.

Vamos a escuchar otro poema de INONIA en la voz de —–

Inonija fue el canto del poeta de la revolución y de la nueva deseada verdad. Expresó mucho de lo que flotaba en el aire de catástrofe de la época.

Isadora Duncan y Serguei Esenin 1 - Poesia Online
Esenin con Isadora Duncan.

En el campo del amor Esenin se casó en 1916 con la actriz Zinaída Raij, con la que tuvo un hijo y una hija. Tras su divorcio, ella se casaría con el famoso director de teatro Meyerhold. En 1921 conoce a la bailarina Isadora Duncan con quien mantuvo un famoso romance publicitado como el amor entre el poeta campesino y la diva. Se casaron el 2 de mayo de 1922 y viajaron por Europa occidental y Estados Unidos. En 1923 regresa a Rusia acosado por el alcoholismo y por la nostalgia. Después se divorció.

Mantuvo relaciones pasajeras con la actriz Augusta Miklashévskaya y con Galina Benislávskaya y en 1924 se casó con Sofía Andréyevna Tolstáya (nieta Tolstoi). Ese matrimonio duró unos meses. En 1924 tuvo un hijo con la poeta y traductora Nadezhda Volpin, al que no llegó a conocer, será el futuro matemático y disidente Aleksander Esenin-Volpin.

En “El camarada” Esenin amplía su “base social” incluyendo también a los obreros, que generalmente se consideraban “hampa y mugre” por los poetas campesinos.

En 1919 termina un periodo profético y senin empieza a mirar al presente más a que el futuro. En 1919 Se acercó a nuevos círculos literarios en Moscú en los cuales imperaban las mismas ideas. Le llevaron hacia el IMAGINISMO. Los imaginistas eran un grupo entre los muchos de carácter decadente que subsistían como residuo del pasado. Su talento hizo brillar las mediocres exhibiciones de los imaginistas que se alimentaban de su prestigio. Editaban sus libros, organizaban recitales, utilizando la autopropaganda y el escándalo. Esenin participó con ellos haciendo varias giras, peor en cuanto a criterios teóricos y artísticos, desde el principio estuvo en clara divergencia con ellos. La única noción del imaginismo de la que estaba convencido era que, en lo profundo de todo arte, la noción de imagen es fundamental. Comienza a alejarse lentamente del grupo y escribe un manifiesto sobe la disolución del orden imaginista. Escribe el artículo Arte y vivencia a sus compañeros de grupo: “Mis camaradas imaginan que el arte sólo existe como arte, sin ninguna ligazón con la vida y sus maneras… A mis camaradas tan sólo les atrae la plasticidad del lenguaje, pareciéndoles que la palabra y la imagen lo es todo. Sabrán pues perdonarme si les digo que semejante arte no es más que una tontería.” “Mis camaradas carecen de cualquier sentimiento patriótico, en el más amplio sentido de la palabra y de ahí su inconexión. Y por eso aman a tal grado esa disonancia que han sabido absorber a la manera de un sofocante vaho de bufonadas gracias a la bufonada misma… Pero la vida exige lo que le pertenece y siendo el arte una de sus armas, todo lo que la niega se elimina a sí mismo como ocurre con la confusión.” Para Esenin Arte y vida están interrelacionados, y no sólo eso, sino que el arte es un arma para vivir. Hoy en día el imaginismo se recuerda vinculado a Esenin.

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Se desengaña de los bolcheviques. Ve que no se iba hacia el Socialismo, ni con mayúsculas ni con minúsculas y mucho menos hacia la Inonija y lanza un amargo reproche:

¡Con remos de brazos rotos
remáis hacia el país del futuro!

Pone sus esperanzas de nuevo en el campo. Escribe Pugachëv y después se va al campo para estar de nuevo en contacto con la tierra y tomar fuerzas.

Se decepciona también del campo y echa la culpa a la ciudad, a la cultura urbana bolchevique que había intoxicado a la Rus. Los talleres y las fábricas están situados demasiado cerca del campo y lo envenenan.

Se llama a sí mismo el “último poeta de la aldea”.

Vuelve a Moscú muy abatido. Desea convertirse en vagabundo. Rompe definitivamente con los imaginistas y con los escritores campesinos. Sus preferencias se dirigen a los escritores agrupados en torno a la revista “El erial rojo”, en su mayoría al margen del partido Comunista pero compenetrados con las tareas del poder soviético. Pero no quiere tomar parte en la lucha de grupos que se estaba librando. Prueba de ello es que envía uno de sus mejores poemas de la época “Canción sobre una gran gesta” a la revista proletaria Octubre. En este tiempo establece amistad con múltiples escritores y escritoras.

En El País de los canallas narra de una forma lírica el enfretamiento entre la URSS y EEUU, proponiéndose reflejar el conflicto ideológico entre el capitalismo y el socialismo.

Cada vez se interesa más por los temas de su época, su énfasis está en el amor a la patria y se vuelve hacia la figura de Lenin. En 1924 escribe “Rusia Soviética” y “Regreso a la patria” y en 1925 “Ana Sneguin”.

Es cierto que los motivos amorosos en la poesía de Esenin aparecen en los tres últimos años pero algunos autores piensan que este amor a la patria no puede disociarse de la belleza de una mujer. En 1924-25 escribe “Los motivos persas” impregnado por una delicada ternura hacia la mujer.

Pero los motivos patrióticos van a sufrir una transformación en su poesía al transcurrir los años. Y el 1925 se refleja el pesar de romper con las ilusiones de antaño. La incomprensión de la nueva coyuntura social y la lucha entre lo viejo y lo nuevo, que vivieron muchos. La vida de Esenin se fue haciendo dramática. Se aproxima de nuevo a los decadentistas y su poesía testimonia ese momento particular de su vida.

Esenin toca fondo cuando comienza a beber. Se imagina que toda Rusia ha comenzado a beber por los mismos motivos que él. No se han cumplido las esperanzas de “aquello más grande que la revolución” “aquello que está más a la izquierda que los bolcheviques”. El pasado está destruido y el futuro soñado está lejos aún.

Con los delincuentes de la ciudad se encuentra más cómodo que con sus antiguos amigos. Le repugnan los bolcheviques y quienes les apoyan y sus viejos amigos que ahora ocupan puestos más o menos manchados de sangre:

Maiakovski dijo: Establecer una relación entre el espíritu de decadencia y Esenin carece de sentido. Dicho estado de decadencia es un fenómeno mucho más serio, mucho más complejo y vasto en sus consecuencias que Sergio Esenin. Y en su artículo Cómo escribir poesía, Maiakovski subrayó que al escribir su poema A Sergio Esenin, se había propuesto la tarea de arrancar al poeta de los que han querido aprovechar su muerte.

Caía cada vez más bajo, parecía que a propósito.

En 1921 conoce en casa de un amigo pintor a la célebre bailarina Isadora Duncan. Y en 1922 se casaron y salieron juntos para el extranjero. Visitaron Alemania, Francia, Italia, Bélgica y también EEUU. Ligado a los viajes y compromisos artísticos de su esposa, era mencionado como el marido de… Se sintió muy solo en el extranjero a pesar del amor y la admiración que sentía por el talento y las cualidades artísticas de su esposa. Rompió con esa vida y con Isadora. Huyó de París a Moscú e Isadora fue tras él pero él jamás volvería a abandonar Rusia.

Vuelve a Rusia y el siguiente periodo se caracteriza por un rápido alternarse de estados de ánimo.

Escribe la “Carta a la madre”, desbordante de aflicción:

Volvió al campo y ahí sufrirá la última gran decepción:

¡Cuántos cambios
me han seguido de cerca!

No reconoció los lugares ni a su abuelo, al que había imaginado sentado en el paraíso. Su hermana abría como si fuese la biblia un volumen de el Capital y hablaba de marz y de Engels. En la cas encuentra en la pared un almanaque con el retrato de Lenin.

El abuelo y la madre que miran con desesperación a la hermana son para él los últimos baluartes de la verdad campesina.

Escribe el poema LA RUS SOVIETICA y reconoce que la luz selvática de la cual debía nacer Inonija no existe.

Se despide del campo, prometiendo aceptar la realidad tal cual es.

Vuelve a Moscú. Habían comenzado a sentarse las bases de la Nueva Política Económica. Le pone rabioso la divergencia existente en la ciudad entre los eslogan bolcheviques y la realidad. Se dio otra vez a la bebida. Su rabia se desahogó con brutalidad y fu llamado a un tribunal social en la casa de las publicaciones. Esenin fue perdonado. Denigraba a los bolcheviques, cualquiera que hubiera dicho una décima parte de lo que él decía hubiera sido fusilado. Pronto todas las comisarías de policía del centro conocerían a Esenin en persona. Cuando se le pasaba la borrachera le soltaban, No se querían reconocer oficialmente las divergencias entre el poder obrero-campesino y el poeta campesino.

En 1924 escribe MOSCÚ TABERNARIO.

Poesía bohemia: “Canción”, “Entreveo un sueño”, “sendero oscuro”, “Pena, estrella mía, no te extingas”, “Ay de los trineos”, “Ay de los corceles”

Esenin probó con los viajes. Pasó una temporada en el Caúcaso. Escribió un ciclo de poemas, tratando de ser más conciliador esforzándose por amar a la URSS tal cual era. Comenzó a leer concienzudamente El Capital, pero lo dejó de lado. Casi todo poema suyo terminaba con el presentimiento de la muerte próxima.

Cuando va comprendiendo que la Inonija es imposible de realizar, escribe:

¡Amigo mío, amigo mío! Sólo la muerte cierra los ojos que han comenzado a comprender.

Esenin había abierto sus ojos pero no quería aceptar lo que sucedía alrededor. El desenlace de su tragedia:

Entre 1924 y 1925 escribe Ana Sneguin, Los motivos persas, y otros. Poema. Esta luna imposible.

En 1925, tratando de reorganizar su vida, se casa con la nieta de Leon Tolstoi Sofía, matrimonio que duró apenas unos meses.

El 27 de diciembre de 1925 Esenin, tras tres días en un estado de ebriedad, se suicidó en el hotel Angleterre de Leningrado  ahorcándose. Dejó un poema de despedida para su amigo el poeta Volf  Ehrlich:

Adiós, amigo mío, adiós

tú estás en mi corazón.

Una separación predestinada

promete un encuentro futuro.

Adiós, amigo mío,

sin estrechar la mano ni palabra

no te entristezcas y ninguna

melancolía sobre las cejas

morir en esta vida no es nuevo,

pero tampoco es nuevo el vivir.

A la noticia de su muerte, el poeta contemporáneo de esenin, Maiacovsky, poeta urbano en contraposición con el poeta rural, escribe este poema que vamos a escuchar en la voz de —-.

En sus 30 años de vida Esenin publicó 20 libros. Su último libro fue El hombre negro.

Yesenin en el lecho donde se suicidó. - Poesia Online
Esenin en el lecho donde se suicidó.

POEMAS

LA CONFESIÓN DE UN GRANUJA

No todos saben cantar,
no todos pueden ser manzana
y rodar a los pies de los demás.

Esta es la suprema confesión
que puede hacer un granuja.

Ando intencionalmente despeinado
con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta iluminar entre tinieblas
el deshojado otoño de vuestras almas.
Me gusta cuando las piedras de los insultos
vuelan hacia mí, como el granizo de una eructante tempestad.
Entonces sólo oprimo con más fuerzas
la pompa oscilante de mis cabellos.

Con cuánto cariño recuerdo
el estanque invadido por la hierba y el ronco tañido del aliso,
y que en algún lugar viven mi padre y mi madre,
a quienes todos mis versos no les importan un comino,
pero que me aman como al campo y a su propia sangre,
como a la llovizna que en primavera mulle los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
por cada injuria que lanzan sobre mí.

¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente ya están feos y viejos
y aún temen a Dios y las ánimas del pantano.
¡Oh, si pudieran entender
que su hijo
es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no se helaban
cuando sus pies desnudos tocaban los charcos del otoño?
Ahora anda con sombrero de copa
y zapatos de charol.

Pero vive en él, con ímpetus de antaño,
el mismo aldeano travieso.
Desde lejos saluda con reverencias
a las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías,
y cuando se cruza con los coches de la plaza
recuerda el olor del estiércol en los campos natales
y está dispuesto a levantar la cola de cada caballo
como la cola de un traje de novia.

Amo mi patria.
¡Amo inmensamente a mi patria!
Aunque exista en ella la tristeza y la herrumbre de los sauces.
Me gustan los hocicos fangosos de los cerdos
y las voces estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de recuerdos de infancia.
Sueño con la humedad y la niebla de las tardes de abril.
Como queriendo entibiarse
nuestro arce se encuclilló ante la fogata del ocaso.
¡Cuántos huevos robé de los nidos de las comadrejas
trepando de rama en rama!
¿Será el mismo con su cima verde?
¿Será como antes tan dura su corteza?

¿Y tú, mi querido,
mi fiel perro overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
y vagas por el patio arrastrando tu cola caída,
tu olfato ya no distingue el establo de la casa.
Cuán queridas me son aquellas travesuras
cuando hurtaba pan a mi madre
y lo mordíamos por turno
sin sentir asco uno del otro.

Soy el mismo de antes
y mi corazón es el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como azulíes en el centeno,
y al extender las esteras doradas de mis versos
quisiera decirles mis palabras más tiernas.

¡Buenas noches!
¡Buenas noches a todos!
La guadaña de la aurora ha enmudecido
sobre la hierba del crepúsculo…
Siento unas ganas enormes
de mear la luna desde la ventana.

¡Luz azul! ¡Es tan azul la luz!
En este azul ni siquiera morir importa.
¡Qué me importa parecer un cínico
con un farol colgando del trasero!
Mi viejo, buen y derrengado Pegaso,
¿acaso necesito de tu trote apacible?
He llegado como un amo severo
a cantar y glorificar las ratas.
Mi cabezota, como agosto,
vierte el vino burbujeante de los cabellos.

Quiero ser el velero amarillo
que va hacia el país adonde todos navegamos.

CARTA A UNA MUJER

Usted se acuerda,
usted, claro, de todo se acuerda,
cuando andaba nerviosa
por la estancia

yo a la pared pegado –
y me reñía
con acerbas palabras.

Decía usted
que había llegado
la hora de separarnos,
que a causa de mis locuras
sufría mucho,
que iba a dedicarse a sus cosas,
y que yo estaba condenado
a rodar por la pendiente.

Querida:
Usted no me amaba.
Ignoraba que entre el gentío
era yo cual caballo espumeante,
espoleado por audaz jinete.
Ignoraba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida
sufría yo, sin comprender
lo que se avecinaba.
De cara a cara
no se ve el rostro.
Lo grande se ve a distancia.
Cuando el mar se encrespa,
corren riesgo las naves.
¡Y de pronto
se convirtió la tierra
en una nave!
Alguien
empuñó majestuoso el timón
rumbo a la nueva vida prodigiosa
por entre vendavales y tormentas.
¿Quién no se cayó en la cubierta?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen,
que venciesen aquel torbellino.
Entonces
entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que me hacía
bajé a la bodega
para no ver vomitar a la gente.
Aquella bodega
era eso: la taberna.
Yo me entregué al vino
para no padecer pro nadie
y hundirme
en la embriaguez.
Querida:
La hice sufrir, es cierto.
En sus cansados ojos
se asomaba la pena
al ver que yo, ostentosamente,
me consumía en escándalos diarios.
Pero usted ignoraba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida,
sufría yo,
sin comprender
lo que se avecinaba…

Han pasado los años.
Mi edad es ya otra.
Ahora pienso de distinto modo.
Ahora brindo en los días de fiesta
por el gran timonel.
Me embargan hoy
amables sentimientos.
Al recordar su angustia
quiero apresurarme
a decirle
lo que fui antes,
lo que soy ahora.
Querida:
Me complace comunicarle
que no rodé por la pendiente.
Vivo en el Territorio Soviético
como el más entusiasta adherente.
No soy ya
el de antes.
Ahora no la haría sufrir
como entonces.
Tras la bandera de la libertad
y del trabajo luminoso,
estoy dispuesto a ir
al fin del mundo.
Perdóneme…
Sé que usted no es la de ayer.
Ahora vive
con un marido serio, inteligente.
A usted no le hacen falta
nuestros duros quehaceres,
y yo tampoco
le hago la menor falta.
Viva bajo
el signo de su estrella,
bajo su mansión renovada.
La saluda su amigo
que jamás la olvida,

EL AYER QUE DESAPARECE

Los que a Lenin seguimos tras el triunfo, muchas cosas aún no comprendemos. Cantamos canciones nuevas
al viejo modo,
como nos enseñaron los abuelos. Amigos, amigos:
¡Qué escisión en el país!
¡Cuánta tristeza en medio de tan jovial ardor! ¡Qué ganas tengo
de remangarme los pantalones
y echar a correr tras del Komsomol!
Yo no reprocho
a los que se separan por mi pena. Los viejos, de los jóvenes se atrasan. Los viejos, cual centeno sin segar, se pudren de raíz y se desgranan.
No soy viejo ni joven.
Y el tiempo me condena a ser estiércol. ¿Será por ello
que las guitarras de las tabernas
me provocan dulce sueño?
¡Suena, suena,
bruja guitarra!
Canta, gitana,
hazme olvidar aquellos días amargos sin caricias ni afecto.
Con el Poder soviético
me siento ofendido
porque en mi juventud radiante
no me enseñó a ver
el ardor de otra gente en el combate.
¿Qué vi yo? Sólo batallas.
Y en lugar de canciones
oí sólo el estruendo de la guerra.
¿No será porque loco corría por el mundo con mi amarillenta cabeza?
De todos modos soy feliz. Entre multitud de tormentas presencié hechos maravillosos. Vistió el vértigo mi destino
con oreado paño de oro. No soy un hombre nuevo.
¿Por qué ocultarlo?
Cuando intento alcanzar
a las huestes de acero,
me quedo con un pie en el pasado, con el otro resbalo y caigo al suelo.
Pero hay otros hombres
más infelices y desconcertados. Su incomprensión les impide pasar por el tamiz
de la realidad en que viven.
Yo los conozco.
Triste mirada bovina
se asoma en sus ojos.
Y mientras los demás trabajan, a ellos el verdín cubre su sangre como en fétido estanque.
¡Que nadie tire piedras al estanque! ¡Que nadie lo toque!
Saldría un hedor espantoso.
¡Ellos mismos se pudrirán.
como las hojas de otoño! Pero hay otros hombres.
Son los que creen,
los que, inciertos, al futuro miran, los que, rascándose trasero y pecho, hablan de la nueva vida.
Yo los escucho. Oigo decir
a estos campesinos con andrajos:
«Está bien el Poder soviético…
Pero si hubiera tela… Si hubiera clavos…».
¡Qué poco esas barbas necesitan!
Su obsesión son el pan y las patatas.
¿Por qué de noche maldigo mi suerte aciaga?
Yo envidio
a quienes a la lucha se entregaron, a quienes defendieron la gran idea. Estropeada ya mi juventud,
ni recuerdos me quedan.
¡Vaya escándalo!
¡Menudo escándalo!
Me encuentro en apurado lance,
pude otras cosas haber dado
en lugar de las que se me daban cual jugando.
¡Suena, suena, bruja guitarra!
Canta, gitana,
hazme olvidar aquellos días amargos sin caricias ni afecto.
La pena no se ahoga con el vino, ni se cura el alma
en la soledad y reclusión.
¡Qué ganas tengo
de remangarme los pantalones
y echar a correr tras del Komsomol!

SIN LAMENTOS:

Sin quejas, ni lamentos ni llantos
como el humo a través del florido manzano
hasta mí llegó la marchitez dorada
ya no seré más joven y lozano.
Ya no lates con la fuerza de antes
mi corazón tocado por el hielo
y caminar descalzo por el bosque
ya no es una ilusión, no es un anhelo.
El deseo de aventura cada vez es menor
y el fuego de los labios ya se ha ido
¡oh mi joven y lejano frescor
mis antaños pletóricos sentidos!
Ahora son escasos mis afanes
¿he vivido mi vida o la he soñado?
Es como si en un alba primaveral
galopé sobre un caballo rosado.
Nuestro destino es frágil y finito
el cobre de las hojas lento emana
por todos los siglos sea bendito
lo que florece hoy para morir mañana.

De La confesión de un granuja

UNA HUÉRFANA LUZ DE LUNA

Una huérfana luz de luna
y la tristeza de llanuras infinitas
fue lo que vi en mi juventud alocada,
lo que maldije y amé, como muchos.

Los magros sauces de los caminos
y los cantos de las ruedas de carretas…
Por nada del mundo quisiera
volver a oírlos otra vez.

Ahora las chozas no me conmueven,
y ya no añoro el fuego del hogar,
por la pobreza del campo perdí el cariño
a la nevasca primaveral de los manzanos.

Ahora otras cosas me anegan el alma…
Bajo la luz achacosa de la luna,
a través de la piedra y el acero
veo la fuerza de mi tierra natal.

¡Rusia campesina! ¡Basta de arrastrarte
con arados de madera por los campos!
Los álamos y abedules se acongojan
cuando contemplan tu miseria.

Yo no sé lo que mi estrella me depara…
Quizás no sirva para la nueva vida.
Sin embargo deseo ver de acero
a mi Rusia mendiga y miserable.

Al oír el ladrido de los motores
entre la nieve y la ventisca,
por nada del mundo yo quisiera
oír de nuevo los cantos de las carretas.

A SERGUEI ESENIN por VLADIMIR MAIAKOVSKI

Usted se fue,
                     como suele decirse,
                                                    al otro mundo.
¡Qué vacío… !
                      Vuela usted
                                         hasta incrustarse en las estrellas.
Ya no le ayuda
                        ni el dinero
                                          ni las tabernas.
¡Sobriedad pura !
No, Esénin,
                  no me burlo.
En la garganta,
                       el dolor ajusta un nudo,
                                                            y no es la risa…
Yo veo
            sus brazos colgando
                                            y su mano cortada,
balanceando la propia bolsa de sus huesos.
¡Qué hace!
                 ¡Quieto!
                              ¿Está usted en su sano juicio?
Dejar que las mejillas
                                  se cubran de tiza mortal
Sí, usted sabía cantar
como nadie en el mundo.
¿Por qué?
              ¿Para qué?
                             Me pilló de sorpresa.
Los críticos farfullan:
                                 -Es el vino,
es esto, es aquello
                            o lo de más allá.
Y, como resultado,
                             mucho vino, mucha cerveza.
Cambiando
                 la bohemia por la «clase»,
la clase tendría influencia sobre usted,
                                                           y ya no habría por qué pelear.
¿Acaso la «clase»
calma la sed sólo con limonada?
La clase no es idiota
                                y también sabe empinar el codo.
Es decir,
             si contase con el apoyo
de algunos de los de «En Guardia»,
usted tendría otra orientación
y escribiría todos los días
                                       cien estrofas fatigosas y extensas
como las de ese tal Dorónin.
En mi opinión,
                      si se hubiera realizado semejante pesadilla,
usted se hubiera colgado mucho antes.

Es mejor morir de vodka
que de aburrimiento.
No revelarán
                    la causa de esta pérdida,
ni la cuerda
                  ni el puñal suicida.
Tal vez,
            si hubiese tinta en el hotel «Inglaterra»,
no tendría razones
                            para cortarse usted las venas.
Los imitadores se alegraron:
                                             -¡Bis! – aplaudieron.
Contra usted,
                    casi un pelotón entero,
                                                       parecía haber realizado un atentado.
¿Para qué aumentar
                               el número de suicidas?
Mejor aumentar
                         la calidad de la tinta.
Ahora
          se han cerrado sus labios
                                                 para siempre.
Inoportuno
                  y penoso
                                es hablar de estos misterios.
Al Pueblo,
                al creador del Idioma,
se le ha muerto
                         un sonoro
                                         cantor,
vicemaestro.
y llevan los viejos versos al velatorio,
sacados de otros entierros,
                                         casi sin rehacer
                                                                ni afilar las rimas.
¿Acaso es éste
                       el homenaje que merece este poeta?
A usted
            todavía
                        no le han erigido un monumento.
¿Dónde están
                     el bronce sonoro
                                               o las aristas de granito?
Pero al pie del recuerdo ya han dejado
homenajes y dedicatorias.
Su nombre
                 lo bordan ya con mocos todos los pañuelitos.
Babeando
               entona su versos Sóbinov ,
surgiendo detrás de un abedul del decorado:
«Oh, amigo mío,
  ni palabras ni suspiros».
¡Eh!
¡Yo hablaría de otro modo
con ese tal Leónidas Lohengrinoide!
Me levantaría aquí mismo,
                                       estridentemente escandaloso.
 -No permito babear
ni ajar el verso!
Los dejaría sordos
                            con un silbido de locomotora,
y les mentaría a su buena madre, a su buen Dios y a su
abuela.
Hasta hacer trizas al bigotudo Kógan,
clavado con lanzas más agudas que sus bigotes retorcidos.
La basura,
               por desgracia,
                                    es lo que más abunda.
Asuntos hay muchos,
                                 sólo nos falta el tiempo.
Primero,
             hay que transformar la vida;
una vez transformada,
                                  podremos cantarla.
Nuestro tiempo
                      es difícil para la pluma.
Pero, decidme,
                       vosotros,
                                    mutilados y lisiados,
¿dónde
           cuándo,
                      cómo y cuál de los grandes
eligió el camino
                         más gastado y fácil?
Verbo,
            comandante en jefe
                                          de la fuerza humana.
¡Adelante… !
Que el tiempo se nos quede atrás hecho jirones,
                                                     y  únicamente el viento
despeine los mechones de pelo alborotado.
Para la alegría,
                       nuestro planeta
                                              está escasamente preparado.
Debemos arrancar la alegría
                                           de los días venideros.
En esta vida
                   morir es cosa fácil.
Hacer la vida
                     es mucho más difícil.

EL HOMBRE NEGRO

¡Amigo mío, amigo mío:
estoy muy, muy enfermo!
No sé de dónde me vino este dolor.
Es que el viento silba
sobre el campo desierto,
o el ajenjo anega mi cerebro
como la lluvia del otoño al bosque desmantelado.

Un hombre negro,
negro, negro…
Un hombre negro
se sienta en mi lecho
y no me deja dormir
en toda la noche.

El hombre negro
recorre con su dedo un libro infame,
y gangueando sobre mí
como un monje sobre un muerto,
me lee la vida
de un pícaro y borracho,
empapando mi alma de amargura y temor.
El hombre negro,
negro, negro…

Oye —me susurra—,
en el libro hay muchos
bellísimos pensamientos y proyectos.
Este hombre vivía
en el país
de los más repugnantes
bandidos y charlatanes.

En aquel país, en diciembre,
la nieve está sin mancha
y los remolinos ponen en marcha
sus alegres ruecas.
Aquel hombre era un aventurero,
pero de la más alta
y mejor marca.

Era elegante;
además, poeta;
de poca fuerza,
pero tenaz,
y solía llamar a una mujer
de cuarenta y tantos años
su “chica querida y mala” .

“La dicha —decía—
es la habilidad de la mente y de los brazos.
Todas las almas inhábiles
son conocidas por lo infelices.
No importa
que los gestos,
quebrados y falsos,
traigan mucho dolor.

En las tormentas y borrascas,
en el frío de la vida,
en las penosas pérdidas
y cuando parece difícil
sonreír y ser sencillo,
lo más alto en el mundo es el arte”.

¡Hombre negro!
¡No oses decir esto!
No estás pagado al servicio de nadie para decirlo.
¡Qué me importa la vida
de ese poeta escandaloso!
Léela y nárrala a otros,
por favor.
¡El hombre negro!
Me mira en los ojos, tenaz,
y sus ojos se cubren
de lagaña azul,
como si quisiera decirme
que soy un pillo y un ladrón,
insolente y desvergonzado
que ha robado a alguien.

¡Amigo mío, amigo mío:
estoy muy, muy enfermo!
No sé de dónde me vino este dolor.
Es que el viento silba
sobre el campo desierto,
o el ajenjo anega mi cerebro c
omo la lluvia del otoño al bosque desmantelado.

Noche fría.
Está muda y calma la encrucijada.
Estoy solo en la ventana;
no aguardo a un huésped ni a un amigo.
Una cal blanda y movediza
cubre toda la llanura,
y los árboles, como jinetes,
se han reunido en nuestro huerto.

Un ave nocturna y siniestra
llora en algún lugar.
Los jinetes de madera
siembran un ruido de cascos.
Y de nuevo aquel hombre negro
se sienta en mi sillón,
tocándose la galera
y apartando los faldones de la levita.

“¡Oye, oye!”
—susurra, mirando mi rostro.
Se inclina hacia mí más y más cerca…
Nunca he visto
que alguien
pudiera sufrir tan inútil
y tontamente
de insomnio.
¡Ah, no: tal vez me equivoco!
Hay luna hoy.
¿Qué más le hace falta
a un lírico lleno de sueños?
¿Quizá vendrá ella
en silencio, con sus gruesas caderas,
y uno le leerá su lírica lánguida y débil?

¡Ah, cómo quiero a los poetas!
Son tan entretenidos…
Siempre encuentro en ellos
una historia que conozco bien,
como un monstruo de largos pelos,
padeciendo de languidez sexual,
habla de los universos
a la estudiante con granos en la cara.

No sé; no recuerdo…
En algún pueblo,
quizás en Kaluga,
quizás en Riazán,
solía vivir un muchacho
de cabellos rubios
y ojos azules,
en un humilde hogar de campesinos.

Luego se hizo adulto;
además, poeta;
de poca fuerza, pero tenaz.
Y solía llamar
a una mujer
de cuarenta y tantos años,
su “chica querida y mala”.

“¡Hombre negro!
Eres un mal huésped.
Hace mucho tiempo
que esta fama
se propaga de ti”.
Me pongo loco, furioso,
y mi bastón vuela, directo
a su hocico,
entre los ojos…

Murió la luna.
En la ventana el alba se pone azul.
¡Ay, noche, noche!
¿Qué hiciste tú, noche?
Estoy de pie con mi galera.
Nadie conmigo.
Y el espejo está roto…

CESÓ DE HABLAR…

Cesó de hablar el bosque rubio 
en su lenguaje alegre de abedul. 
Las grullas que van pasando 
por nadie sienten pesar. 

¿Por quién sentir? Cada uno es un viajero: 
llega, entra y de nuevo deja su hogar. 
El cañamar y la luna sobre la charca azul 
sueñan con los que ya no volverán. 

Estoy solo, de pie ante la desnuda llanura; 
el viento lleva las grullas a lo lejos; 
estoy pensando en mi alegre juventud, 
pero no me lamento de los tiempos idos. 

No me lamento de los años disipados. 
No lamento la blanca flor de mi alma. 
En el jardín arde el fuego del serbal 
sin dar calor a nadie ya. 

No se quemarán los ramos del serbal. 
No perecerá la hierba en la sequía. 
Como un árbol que pierde sus hojas sin quejarse, 
así dejo caer mis nostálgicas palabras. 

Y si el viento de los años las dispersa 
y las rastrilla todas en un montón inútil, 
decid así: que el bosque rubio 
cesó de hablar en su lenguaje tierno.

LAS HOJAS CAEN…

Las hojas caen… Las hojas caen… 
El viento gime lento y sordo… 
¿Quién alegrará mi corazón? 
¿Quién lo calmará, amigo mío? 

Con párpados pesados 
miro y miro la luna. 
De nuevo cantan los gallos 
en la quietud sombría. 

El amanecer. Lo azul. Lo matinal. 
Y de las estrellas fugaces la felicidad. 
¿Formularme un deseo cualquiera? 
Pero, no sé que desear. 

Qué desear bajo la carga de la vida 
maldiciendo mi destino y mi hogar. 
Quisiera ver ahora una buena muchacha 
bajo la ventana. 

Muchacha de ojos azules 
—sólo para mí; para nadie más—
que calme mi corazón 
con palabras y sentimientos nuevos. 

Que bajo esta blancura de luna, 
aceptando mi suerte dichosa, 
no sufra yo con la canción ajena, 
y al ver en otros juventud alegre, 
no me lamente de la mía jamás.

ARDE, ESTRELLA MÍA…

Arde, estrella mía, no caigas. 
Derrama tus rayos fríos. 
Tras la muralla del cementerio 
ya no late ningún corazón. 

Luces con el agosto y el centeno 
y llenas la quietud de los campos 
con el temblor sollozante 
de las grullas que aún no partieron. 

Me alcanza viniendo de lejos, 
quizás del bosque o del cerro, 
otra vez aquella canción 
de mi país, y de mi casa natal. 

Y el otoño dorado 
reduciendo la savia de los abedules 
llora sus hojas sobre la arena 
por todos los seres que amé. 

Lo sé. Lo sé. Dentro de poco, 
ni por mi culpa ni por la ajena 
tendré que tenderme también 
detrás de la negra muralla. 

Se apagará la llama cariñosa 
y se convertirá en polvo el corazón. 
Los amigos pondrán una piedra gris 
con una alegre inscripción. 

Mas yo, pensando en la triste muerte 
así la compondría para mí: 
“Amó a su patria y a su suelo 
como un borracho a su taberna”. 

HASTA LA VISTA…

Hasta la vista, amigo mío, hasta la vista. 
Querido mío, estás en mi pecho. 
La predestinada separación 
promete una cita en el porvenir. 

Hasta la vista, amigo mío, sin dar la mano, sin palabras. 
No te afijas; no pongas tan triste el ceño. 
En esta vida el morir no es cosa nueva; 
pero el vivir —seguro— es menos novedad.

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