Miss Marx (2020), de Susanna Nicchiarelli

De muerte a muerte. Biopic de Eleonor Marx (1855-1898), hija de Karl Marx conocida familiarmente también como Jenny o Tussy, que cubre el período que va del fallecimiento de Karl, 1883, al de la propia Tussy, 1898. La película, escrita y dirigida por la desconocida cineasta italiana Susanna Nicchiarelli, nos muestra a una mujer intelectualmente muy preparada, que sigue los postulados marxistas de su progenitor, pero relegada por las circunstancias de la vida a las tareas del hogar –cuidar de los padres enfermos y de un sobrino, como favor a una hermana–, hasta la muerte del padre. A partir de entonces trabaja más intensamente en recopilar la obra de Karl, apoyando causas de la lucha de clases a favor de los más desfavorecidos en el contexto de la revolución industrial, y postulándose como temprana feminista a favor de los derechos de la mujer. Sin embargo su romance con el autor teatral Edward Aveling, se convierte a la postre en un lastre en su desarrollo individual.

Tal como está planteado el film de Nicchiarelli, miss Marx es una persona hija de su tiempo y por tanto víctima de la alienación. La ironía es que sea precisamente su padre, teórico promotor de la justicia para el proletariado, quien contribuya a que no pueda desarrollar todas sus capacidades, en el fondo Karl sería un ejemplar típico de la sociedad patriarcal, al igual que Edward, lo que se ve específicamente con unas relaciones previas sobre las que ha sido poco claro con Tussy, y con la prioridad que concede a su carrera por encima de las aspiraciones de su pareja. Los desengaños que sufre nuestra protagonista por culpa de estos dos hombres con flaquezas serán decisivos para sus últimas decisiones en este mundo.

Como se ve, estamos ante un film de tesis clara y nítida. Se puede compartir o no –incluida la discutida paternidad extramatrimonial del hijo de una criada de Karl–, pero lo que resulta indudable es que cinematográficamente hablando, la película presenta importantes carencias. Su arritmia narrativa es un lastre, y sólo algunos momentos brillantes, como la representación reinterpretada de “Casa de muñecas” de Ibsen a cargo de Tussy y Edward, recuperan momentáneamente el interés de una narración que nunca acaba de encontrar su hilo conductor, y que se equivoca por ejemplo en la escena del descubrimiento de la pobreza y la miseria por parte de Tussy, cercana al ridículo. Además, la idea de introducir a ratos estridente música anacrónica, tal vez para subrayar la alienación que padece la protagonista, interpretada de modo simplemente correcto por Romola Garai, resulta desacertada y distrae.