Prisioneros de guerra ejecutados

Sacrificios humanos en una pirámide de Teotihuacán

La Pirámide de la Luna guardaba en sus entrañas el macabro testimonio del poder de la ciudad y sus élites guerreras

La Pirámide de la Luna es una de las mayores de esta ciudad maya, elevándose 45 metros al final de la gran calzada que la conecta con la Ciudadela y el templo de Quetzalcóatl.

Foto: Wikimedia Commons

Entre 1998 y 2004, durante las excavaciones dirigidas por los arqueólogos Rubén Cabrera y Saburo Sugiyama, se hallaron cinco enterramientos correspondientes a diferentes fases de construcción de la pirámide de la Luna, levantada entre los siglos I y VI d.C. En ellos aparecieron sacrificios de personajes de origen forastero que posiblemente eran cautivos de guerra y que en algunos casos gozaban de elevada posición social. Con ellos se ofrendaron animales relacionados con la guerra: aves rapaces, pumas, serpientes de cascabel... Todo ello atestigua la importancia del sacrificio y la actividad militar en la historia de Teotihuacán; posiblemente la ciudad vivió en un ambiente de guerra endémica, como sucedió
con el mundo maya contemporáneo.

Vista de Teotihuacán desde la Pirámide de la Luna.

Foto: Wikimedia Commons

En el Entierro 3 (hacia el 300 d.C.) aparecieron tres hombres en la posición de «flor de loto», la misma que las dos estatuillas de serpentina 1 encontradas allí, que ostentaban orejeras desmontables; en Mesoamérica, y sobre todo en el mundo maya, esta posición era exclusiva de dioses y gobernantes. En el mismo lugar aparecieron 14 cráneos de lobo, 3 de puma y uno quizá de jaguar, con 4 esqueletos de extranjeros de entre 15 y 35 años a quienes se habrían atado las manos a la espalda.

El Entierro 6 incluía cuchillos de un vidrio volcánico, la obsidiana, que los sacerdotes utilizaban para los sacrificios humanos. En el mismo Entierro 6 apareció una figura posiblemente de carácter ritual 3, hecha con teselas de serpentina que originalmente estaban unidas a un soporte de madera.

Bajo el templo de Quetzalcóatl han aparecido otros sacrificios de nobles extranjeros ricamente ataviados.

Foto: Wikimedia Commons

Por su parte el entierro 4 (350 a.C.)contenía 17 cráneos más una vértebra perteneciente a otra persona. Los difuntos, menores de 35 años, fueron desnucados –quizá con una porra o un hacha de piedra– y luego se cercenaron sus cabezas con finos cuchillos de obsidiana. Algunos mostraban deformación craneana y mutilación dentaria, una modificación de la forma de los dientes, atípica en los teotihuacanos. Ello sugiere un origen foráneo –también avalado por el estudio isotópico de huesos y dientes– y un nivel social alto.

Finalmente el entierro número 5 albergaba tres extranjeros de entre 40 y 70 años sentados en la posición llamada «flor de loto»; los pectorales y otras joyas también eran de estilo maya. Quizá provenían de ciudades con las que Teotihuacán mantenía vínculos políticos.

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