Cómo un niño ciego se convirtió en un gran matemático - Russia Beyond ES

Cómo un niño ciego se convirtió en un gran matemático

D.Sorokin/Sputnik
Lev Pontriaguin hizo esfuerzos increíbles para superar su enfermedad. Dejó una huella notable en la ciencia mundial e incluso impidió el trasvase de los cauces de los ríos siberianos.

Un nefasto día de 1921, a un escolar soviético corriente, Lev Pontriaguin, le ocurrió una terrible tragedia. En las manos de un niño de trece años explotó un hornillo primus roto, que estaba tratando de reparar. Como consecuencia, el adolescente quedó completamente ciego.

El padre de Lev, Semión Akímovich, presenció este desastre y se derrumbó. Empezó a sufrir ataques epilépticos, quedó rápidamente inválido y pronto murió de un derrame cerebral.

Sin embargo, el propio niño no iba a rendirse. No sólo sobrevivió, sino que consiguió convertirse en un destacado científico de renombre mundial.

Elección de vida

Lev Pontriaguin de niño

Los primeros años tras la tragedia fueron los más difíciles de la vida de Lev. Parecía que la escuela había terminado, pero los compañeros acudieron al rescate. Le decían lo que el profesor escribía en la pizarra, le ayudaban con los deberes.

El chico se enfrentaba a una difícil cuestión: a qué dedicar su vida. Aprendió diligentemente a tocar el piano e intentó hacer manualidades. Sin embargo, su verdadera pasión acabaron siendo las matemáticas.

Su madre, una sencilla modista llamada Tatiana Andréievna, fue de gran ayuda para que el adolescente comprendiera la ciencia. "Mostró un gran autocontrol y abnegación para ayudarme a superar las dificultades", recuerda Pontriaguin. - Al no tener una educación sistemática, me ayudaba a preparar las clases cuando estaba en la escuela, me leía libros no sólo sobre las secciones de humanidad del currículo escolar, sino también sobre matemáticas, que ella no conocía en absoluto, y los libros de matemáticas iban mucho más allá del currículo escolar". 

La madre se dedicó por completo a su hijo, convirtiéndose en su “secretaria”. Todos los días le leía en voz alta decenas de páginas de fórmulas matemáticas, que él memorizaba.

Semión Akímovich y Tatiana Andréievna Pontriaguin

Lo más difícil para Tatiana Andréievna era explicar a Lev los signos matemáticos que él no veía. Para cada uno de esos signos inventaba denominaciones especiales que el niño podía entender ("cola arriba", etc.). El futuro científico nunca en su vida había utilizado el Braille desarrollado especialmente para ciegos.

En 1925 terminó la escuela con una medalla de oro e ingresó en la Facultad de Física y Matemáticas de la Universidad de Moscú. En las clases, por supuesto, no anotaba nada, sino que lo memorizaba todo. Por la noche, tumbado en la cama, el joven reflexionaba sobre lo que había oído. "Anotar distrae la atención de la comprensión de la conferencia en sí", creía Lev Semiónovich. 

A la universidad siguieron los estudios de posgrado y la docencia. Ya a los 27 años, Pontriaguin se convirtió en doctor en ciencias físicas y matemáticas.

Vivir la vida al máximo

En todas las etapas de su trayectoria vital, su madre siguió prestando a su hijo un apoyo integral, sin el cual difícilmente habría podido lograr gran cosa. Sus compañeros de clase, colegas, ayudantes, amigos y conocidos también ayudaron a Lev. El matemático escuchaba y memorizaba todo. Desarrolló una memoria extraordinaria y guardaba enormes cantidades de información en su cabeza.

Pontriaguin utilizaba una máquina de escribir para registrar sus trabajos científicos. Al mismo tiempo, dejaba a propósito un espacio en el que más tarde se escribían fórmulas matemáticas a petición suya.

Más tarde, empezó a utilizar mucho la grabadora. Su madre o sus ayudantes leían literatura científica o de ficción en un magnetófono, que Lev Semiónovich escuchaba. Él, a su vez, dictaba en ella sus propios trabajos, que luego entregaba a sus ayudantes para que los transcribieran.

El científico intentaba llevar una vida plena. Prácticamente no utilizaba ningún aparato especial, caminaba sin bastón y sin ayuda de otras personas. Por eso se caía a menudo, y en su cara aparecían golpes y arañazos. Sin embargo, Lev Semiónovich se levantaba y volvía a caminar.

Pontriaguin incluso aprendió a bailar, esquiar y patinar. Además, el científico se casó dos veces.

Gran matemático

Lev Pontriaguin llegó a ser autor de unas 300 publicaciones, entre ellas varias monografías y libros de texto. Por su contribución a la ciencia recibió varios premios estatales soviéticos y otros altos galardones, se convirtió en miembro honorario de la Academia Internacional de Astronáutica, la Sociedad Matemática de Londres y la Academia Húngara de Ciencias, así como en Doctor honoris causa en Ciencias de la Universidad de Salford (Reino Unido).

Gracias al científico aparecieron términos como "principio máximo de Pontriaguin", "clases características de Pontriaguin", "dualidad de Pontriaguin", "cuadrado de Pontriaguin", "criterio de Andrónov-Pontriaguin" y otros.

Lev Semiónovich desempeñó un papel importante en el hecho de que el dudoso proyecto de desviar una serie de ríos siberianos hacia las regiones áridas de Asia Central nunca viera la luz. El matemático calculó las consecuencias desfavorables de este paso y envió una carta personal al líder del país, Mijaíl Gorbachov.

Mstislav Keldysh, a la izquierda, Presidente de la Comisión de los Premios Lenin y del Estado, entrega al académico Lev Pontriaguin la insignia y el diploma de laureado.

Un asteroide y una calle de Moscú fueron bautizados en honor del académico Pontriaguin, y se erigieron dos bustos, uno de los cuales se encuentra en la Biblioteca Estatal Rusa para Ciegos.

“¿Por qué tuvo tiempo Lev Semiónovich de hacer tantas cosas?”, se preguntaba el matemático Ígor Shafarevich, colega de Pontriaguin. - “Creo que porque nunca se preguntaba si tenía fuerzas suficientes para algo. Emprendía una causa, y su fuerza la encontraba en sí mismo. Empujaba constantemente los límites de lo posible”.  

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