¿Quién fue Saladino?
Saladino (1138-1193) fue un líder político, militar y religioso de origen kurdo. Unificó el Oriente Próximo, y fue uno de los grandes gobernantes islámicos, fundador de la dinastía ayubí.
Fue sultán de Siria y Egipto, y una figura admirada en su época, pero ese sentimiento ha trascendido hasta la actualidad entre la comunidad islámica.
Fue admirado también por sus enemigos, para quienes se convirtió en un símbolo de la caballerosidad medieval.
Su mayor logro fue derrotar a los cristianos en la batalla de los Cuernos de Hattin, en 1187, una de las causas principales de la Tercera Cruzada, mientras que para los musulmanes fue el impulso que les permitió reconquistar Jerusalén.
Saladino era un hombre sumamente devoto, fiel a la ortodoxia religiosa sunita. Creía firmemente en la guerra santa (yihad), con la que debía combatir a los infieles y regresar a los musulmanes los territorios arrebatados por los cristianos.
Biografía de Saladino
Primeros años
An-Nasir Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, mejor conocido como Saladino, nació el 2 de febrero de 1138, en Tikrit, actualmente ubicada en la provincia llamada en su honor “Salah al Din”, en Irak. Provenía de una familia de origen kurdo, de Armenia, que ostentaba un alto rango en la sociedad.
Su padre, Najm ad-Din Ayyub, era gobernador de Tikrit. Cinco años antes del nacimiento de Saladino, Ayubb le dio refugio a Imad ad-Din Zengi, gobernante de Mosul, que regresaba, derrotado, de una batalla.
Por esa acción, Ayyub fue duramente castigado. Sin embargo, se le permitió continuar desempeñándose en su cargo como gobernador.
Exilio
El destino de la familia de Saladino cambió el mismo año de su nacimiento, cuando su tío Asad al-Din Shirkuh asesinó a un gran amigo del jefe militar de la región, lo que provocó que toda la familia fuese expulsada.
En 1139, la familia llegó a Mosul, donde escogieron establecerse por la simpatía que sentían por su mandatario, quien no había olvidado la ayuda que un día Ayyub le suministró, y lo nombró comandante del fuerte de Baalbek.
Zengi controlaba Mosul y Alepo, y tras recapturar Edesa, con lo que provocó la Segunda Cruzada, murió. Entonces, el padre de Saladino decidió apoyar al hijo de Zengi, Nur al-Din, quien le otorgó a Ayyub la gobernanza de Damasco y a Shirkuh el mando militar.
Educación
Se cree que Saladino estaba mucho más inclinado hacia una carrera como jurista que a la vida militar. Aunque existen muchos registros sobre su formación académica, lo corriente para los jóvenes como él era estudiar temas de aritmética, leyes y pensamiento de los eruditos musulmanes.
Saladino debió recibir instrucción en religión e historia árabe. Se cree que las favoreció, puesto que siempre fue un hombre muy devoto.
También podía hablar al menos en dos idiomas: árabe y kurdo. Aunque el futuro sultán parecía no estar destinado a la vida militar, incursionó en ese ámbito desde muy joven.
Inicios militares
Asad al-Din Shirkuh, el tío de Saladino, fue encomendado con los ejércitos de Nur al-Din y decidió incluir entre sus hombres a su sobrino, para entrenarlo desde temprano.
En 1164 Shirkuh fue enviado por Nur al-Din a auxiliar a Shawar, visir de Egipto. Esa campaña le sirvió al novel militar para estrenarse en el campo de batalla bajo la tutela de su tío.
Shirkuh venció a Dirgham, con lo que cumplió su cometido de restituir a Shawar. Poco tiempo después, el visir le solicitó a los ejércitos de Nur al-Din que se retiraran, ofreciéndoles a cambio 30.000 dinares.
Sin embargo, Shirkuh declinó la oferta de Shawar y le explicó que su señor prefería que permanecieran en Egipto. Eso provocó que el visir se aliara con los cruzados, encabezados por Amalarico I, y juntos, cruzados y egipcios, atacaron el campamento sirio en Bilbeis.
Un segundo encuentro se produjo en las orillas del Nilo, al oeste de Guiza. Allí Saladino estuvo a cargo del ala derecha, compuesta por zenguíes, los kurdos se ubicaron a la izquierda y Shirkuh tomó posición en el medio y capturó a Hugo de Cesarea.
Resultados
Con la victoria conseguida en batalla, el nombre de Saladino comenzó a destacarse. Llegaron a Alejandría, donde se hicieron con un botín en armas y dinero, además de una base de operaciones.
Saladino quedó a cargo de la fortaleza tras la partida de su tío, que había sido advertido de un posible ataque. Luego, Nur al-Din les solicitó que se retiraran de Egipto puesto que había alcanzado un momentáneo acuerdo de paz.
En 1167 hubo una nueva invasión a Egipto comandada por los hombres de Nur al-Din. En la primera batalla consiguieron hacerse una vez más con Alejandría, cuyos habitantes apoyaban la causa siria, con la que tenían más similitudes culturales.
De nuevo, Saladino quedó a cargo de Alejandría, Shirkuh se retiró y la ciudad fue asediada por los hombres de Shawar.
Rápidamente se logró el cese de hostilidades, así como el perdón para los habitantes de la ciudad, que habían mostrado su simpatía por el ejército invasor.
Regreso a Egipto
Amalarico traicionó la alianza con Shawar y le atacó en 1168. Primero tomó Bilbeis, y cuando iba presto a conquistar la capital, Fustat, se encontró con que Shawar la había quemado y se retiró a la capital de facto: El Cairo.
El califa de la dinastía fatimina, al-Adid, decidió acudir ante el sultán de Siria, Nur al-Din, para que le ayudara con el descontrol que había provocado el visir Shawar en Egipto.
Nuevamente, Shirkuh fue encomendado con la misión, aunque esta vez Saladino no quería participar, pero finalmente cedió. A finales de 1168, acudió el joven kurdo y la presencia de los sirios facilitó el acuerdo de una tregua con Amalarico I.
Luego, Shawar fue condenado a muerte y se designó a Shirkuh como visir de Egipto, y su sobrino ocupó un lugar de gran importancia en su gobierno.
Visir de Egipto
Poco tiempo después de asumir el gobierno de Egipto, Shirkuh falleció. Cuando tuvieron que buscar un reemplazo, los intereses del califato y los del emir eran contrapuestos. Sin embargo, decidieron aceptar que Saladino tomara el cargo de visir.
Entre las hipótesis que se han planteado, históricamente, sobre esa selección del califato, se especula que los miembros de la dinastía fatimí pensaron que Saladino, por su juventud, sería altamente manipulable.
A partir del 26 de marzo de 1169, Saladino comenzó a ejercer sus funciones al frente de Egipto. Esto plantó varios retos para el militar, que era de origen kurdo, cosa que no era totalmente del agrado de los naturales de la zona, puesto que para ellos era un extranjero.
Sin embargo, contrario a lo que se pensaba, Saladino dio grandes signos de madurez, ya que al ver la relevancia de sus nuevas obligaciones se convirtió en un hombre mucho más devoto: dejó de consumir alcohol totalmente y se acercó a la religión para sentar el ejemplo a su pueblo.
Lealtad
La lealtad de Saladino estaba en entredicho, porque si bien el califa al-Adid lo apoyó para que llegara al cargo de visir, ambos pertenecían a cultos distintos dentro del islam: el primero era suní y el segundo chiita.
Por otro lado, Nur al-Din, el sultán de Siria, a cuyo servicio estuvo Saladino desde muy temprano, no lo consideraba más que un joven inexperto.
Primer complot
Al tiempo que Saladino alcanzó el control sobre Egipto, los planes para terminar con su poderío surgieron por doquier. Uno de ellos trascendió e involucró a un eunuco al servicio de los califas fatimíes.
Tras descubrirse la conjura en su contra, el ahora visir ordenó su ejecución, cosa que no fue del agrado de gran parte de los militares. El asunto devino en el alzamiento de 50.000 tropas de origen étnico negro, pero que Saladino supo aplacar rápidamente.
Sin embargo, eso le permitió al futuro sultán realizar grandes reformas dentro del ejército, que contaba con muchos miembros que no simpatizaban con su líder. Fueron reemplazados por una mayoría de soldados de origen kurdo y turco.
Disolución del califato
Saladino sabía que aunque en las cúpulas de poder de Egipto la mayoría era chiita, en el pueblo ocurría lo contrario, y el grueso seguía la misma corriente que la suya: la suní.
Entonces, institucionalizó el sunismo con la creación de mezquitas y madrasas. Asimismo, tomó otras medidas, como la creación de universidades o la disminución de la burocracia, con la que logró una cuantiosa reducción de impuestos.
Incluyó a un mayor número de egipcios en su gobierno, y ofreció mejores oportunidades a judíos y cristianos naturales de la zona.
En 1170 se produjo su primer ataque a Jerusalén, a su paso por Gaza masacró a la población local y logró tomar Eilat, así como la isla del Faraón, ubicándose en una buena posición.
De ese modo, Saladino consolidó su poder dentro del territorio y, tras la muerte de al-Adid, que lo había apoyado en su ascenso, decidió disolver el califato fatimí, con lo que su popularidad aumentó dentro del islam.
Así fue como Saladino se convirtió de facto en el gobernante único de Egipto, puesto que aunque nominalmente servía a Nur al-Din, en la realidad controlaba el territorio de forma totalmente independiente de Siria.
Sultán de Egipto
En 1172, Saladino comenzó a ejercer su autoridad en el territorio egipcio. Castigó y reguló el comportamiento de los bandidos bereberes de la zona, a quienes obligó a devolver artefactos robados y a pagar impuestos.
Ese mismo año organizó un enfrentamiento contra los nubios, del que regresó al año siguiente, después de haber asegurado el control de Ibrim y el norte de Nubia.
Tras la muerte de Ayyub, el padre de Saladino, que se había trasladado a las tierras de su hijo un tiempo atrás, Nur al-Din comenzó a sentir cierta desconfianza hacia la lealtad del gobernante de Egipto.
En 1174 se produjo la conquista de Yemen, donde el enviado de Saladino, Turan-Shah, sometió a los gobernantes chiítas y unificó Adén, Saná y Zabid, ciudades que fueron objeto de grandes mejoras y crecimiento a partir de entonces.
Con el acceso que ganó hacia las costas del mar Rojo, Saladino dispuso la creación de una nueva flota con el propósito de controlar ese paso.
Ese mismo año, Nur al-Din preparaba un ataque a Egipto cuando lo sorprendió la muerte el 15 de mayo, deshaciendo todos sus planes.
Sucesión siria
El heredero de los territorios de Nur al-Din tenía apenas 11 años. Aunque al principio Saladino le envió una misiva en la que le garantizaba que protegería sus territorios, no fue lo que hizo en la realidad.
El niño fue trasladado a Alepo, y Gumushtigin se proclamó regente. Saladino aseguró que en auxilio del emir marcharía hasta Damasco, y así lo hizo. La ciudad lo recibió con gran entusiasmo y encomendó la gobernanza a su hermano Tughtigin.
Luego, Saladino continuó su jornada hasta Alepo, de donde el pequeño rey huyó después de reclamar el apoyo de su pueblo. Posteriormente, la tienda de Saladino sufrió el ataque de 13 asesinos, que fracasaron en su intento de terminar con el líder militar.
Conquista de Siria
Después de plantar cara en varias ocasiones a los zenguíes, finalmente Saladino los derrotó el 13 de abril de 1175. Tras la batalla, los persiguió en su retirada hasta Alepo, lo que provocó que lo reconocieran como legítimo gobernante, así como lo hicieron Damasco, Homs, Hama y otras.
A partir de entonces, Saladino pasó a ser rey y una de sus primeras medidas fue eliminar el nombre de as-Salih as-Malik de los rezos en todas las mezquitas, y sustituyó la cara del joven en las monedas por la suya.
Entonces, el califato abasí reconoció también a Saladino como sultán de Egipto y Siria.
Un año más tarde llegó el fin de las hostilidades con los zenguíes tras un enfrentamiento en las cercanías de Alepo, en el que Saladino ganó y, tras asesinar a los líderes, decidió liberar a los soldados con presentes para todos.
En mayo de ese año sufrió otro ataque de un asesino, a quien pudo detener en su propia habitación. En junio del mismo año, Azaz se rindió, y Saladino firmó un pacto con el regente y con as-Salih, a quien le permitiría conservar Alepo si reconocía sus conquistas.
Saladino y los asesinos
La palabra “asesino” hace referencia a un grupo de musulmanes chiítas, especialmente relacionados con la dinastía fatimí, cuya fama se debe a los asesinatos selectivos de importantes figuras clave de la política.
El nombre real de la secta es “nizaríes”, pero sus enemigos se referían a ellos como hashshashin, que según algunos significa “consumidores de hachís” en árabe.
En 1175 Saladino había decidido ir contra los hashshashin y llegó a la zona del Líbano, de donde se retiró sin lograr nada, de acuerdo con algunas fuentes, porque el gobernante temía por su integridad tras recibir una amenaza dentro de su tienda.
Según otros, su partida se dio por la amenaza que representaban unos caballeros cruzados que se aproximaban a su campamento. De cualquier modo, hizo un trato, y desde entonces los asesinos de Sinan y Saladino se unieron contra los cristianos.
A partir de allí, Sinan decidió colaborar con Saladino, con quien envió hombres a luchar codo a codo, anteponiendo la guerra santa ante los conflictos internos.
Tiempos de paz
En su retorno pasó por Siria, donde dejó encargado a su hermano Turan Shah como gobernador. Finalmente, tras dos años de ausencia, regresó a Egipto, donde se dedicó principalmente a supervisar proyectos y fortalecer defensas.
De las múltiples construcciones de ese período, unas de las más destacables fueron la Ciudadela de El Cairo y el Gran Puente en Guiza.
En esa época mantuvo buenas relaciones con los miembros del emirato artúquida, a cuyo líder recibió con grandes presentes. El trasfondo de su comportamiento amable y generoso no era solo conseguir una alianza con el emir, sino con los pueblos vecinos a este.
Siguieron los conflictos con los beduinos, a quienes obligó a abandonar sus tierras, los castigó por sus fechorías constantes y les confiscó el grano que habían recolectado en sus depósitos.
Conquista de Mesopotamia
En 1181, Izz al-Din, de la dinastía zenguí, heredó el control de Mosul tras la muerte de su hermano Saif al-Din Ghazi II. También heredó el control de Alepo tras la muerte del líder de la dinastía, el príncipe as-Salih.
Aunque Izz al-Din no tuvo problemas con los jefes militares de Alepo, pues as-Salih hizo que le juraran lealtad, tener el control de dos ciudades resultó mucha carga para el nuevo regente. Por ello, intercambió el control de Alepo por el de Sinjar con su hermano Imad al-Din.
Por su parte, a finales de 1182 Saladino salió de Egipto hacia Siria para tomar las tierras interiores de Mesopotamia, pero respetando los tratados de paz que había realizado con los zenguíes.
Para ello, el sultán contaba con la mitad de su ejército y los acompañaban numerosos mercantes y civiles.
Emboscada en Petra
Sus exploradores le habían advertido que fuerzas cruzadas se encontraban reunidas en la frontera de Egipto, cerca del mar Muerto, por lo que decidió tomar la ruta más complicada.
Cruzó el desierto del Sinaí y condujo hasta la frontera sur de la campiña de Montreal, territorios de Balduino IV de Jerusalén, el “rey leproso”.
Saladino arrasó los campos ante la mirada impotente de Balduino, quien se rehusó a enfrentar al sultán egipcio, pues su enfermedad no le permitía comandar sus ejércitos efectivamente.
Sin embargo, desde su litera pudo ordenar sus tropas de modo tal que el propio castillo de Montreal, cerca de Petra, no fue atacado y los sarracenos finalmente optaron por seguir rumbo norte.
Llegada a Damasco
Finalmente, en junio de 1182, Saladino llegó a Damasco, donde supo que su sobrino Farrukh-Shah, virrey de la ciudad y emir de Baalbek, había atacado Galilea, donde saqueó la ciudad de Daburiyya y capturó la fortaleza cruzada de Habis Jaldek al este del Jordán.
Un mes más tarde, Saladino ordenó a su sobrino que atacara Kawkab al-Hawa, al sur del lago Tiberíades. En agosto, lanzó una campaña por mar y tierra para capturar Beirut, mientras que su ejército egipcio se encaminó a tomar control del Valle de la Becá, al oeste de Baalbek.
Sin embargo, la última empresa fue abandonada para concentrar los esfuerzos emprendidos en los territorios mesopotámicos.
Período de conquistas
Aunque Saladino había declarado a los zenguíes que respetaba los tratados y que solo libraba la yihad contra los invasores cristianos, su objetivo siempre fue el control del territorio.
Por ello, marchó lentamente con sus tropas frente a Alepo el 22 de septiembre de 1182, mientras iba camino hacia el Éufrates.
Finalmente, Saladino deshizo los tratados al aceptar la invitación del emir de Harrán para que tomara control de los territorios septentrionales de Mesopotamia, o Yazira.
Durante el invierno de 1182 capturó ciudades de la región: Edessa, Saruj, Raqqa, Quirqesiya y Nusaybin, muy cerca de Mosul.
También capturó los pueblos de al-Fudain, al-Husain, Maksim, Durain, Araban y Khabur, que no opusieron resistencia y le juraron lealtad.
Primer asedio a Mosul
Con los territorios alrededor de Mosul controlados, Saladino marchó con sus tropas hacia la ciudad.
Su excusa de la yihad se había desmoronado ante los ojos del califa abásida de Bagdad, quien, sin embargo, trataba de mantener la paz en sus fronteras.
Por ello, en noviembre de 1182 cuando llegaron las tropas y sitiaron Mosul, el califa abásida despachó un poderoso emisario para mediar entre los zenguíes y Saladino.
Pero el objetivo último de este era controlar Alepo y los zenguíes se opusieron tajantemente, con lo que se dio fin a las negociaciones.
Pese a ello, y gracias a la mediación del emisario abásida, Saladino levantó el sitio para luego marchar hacia la ciudad de Sinyar, la cual, tras un asedio de 15 días, cayó y fue saqueada por los invasores a pesar de las órdenes recibidas de su comandante.
Conquista de Diyarbakir
En Mosul, Izz al-Din logró formar una coalición con hombres enviados desde Alepo y los ejércitos selyúcidas de Armenia y Mardin para enfrentar a Saladino quien, en febrero de 1183, marchó con su ejército para hacerles frente en Harrán.
Izz al-Din decidió enviar emisarios al ayubí pidiendo la paz, pero Saladino seguía firme en sus pretensiones sobre Alepo, mientras que el zenguí no las reconocía. Las negociaciones finalizaron y la coalición se desbandó. Para los aliados de Izz al-Din, fue visto como una derrota.
Mientras tanto, los intentos de que el califa aceptara como legítimas las pretensiones de Saladino sobre Mosul no prosperaban.
Sin embargo, se le reconoció poder sobre la región de Diyarbakir donde estaba la ciudad de Hasankeyf, una parada importante de la Ruta de la Seda.
Fin de la alianza selyúcida
Esa maniobra de an-Násir aplacó a Saladino, pues la región estaba en el paso entre Armenia y Mardin, y a la vez envió un mensaje a los selyúcidas, de donde provenía originariamente la familia Zenguí, pues el territorio era controlado por ellos.
Ante esto, Izz al-Din convocó nuevamente la coalición que había formado antes, esta vez en Harzam. No obstante, después de haber asediado Amid durante semanas, la ciudad sucumbió a los ayubíes.
Saladino entregó la ciudad al artúquida Nur al-Din Mohammad, regente de Hasankeyf, quien le juró lealtad y que repararía las zonas dañadas de la ciudad, así como seguirlo en todas sus campañas contra los cruzados.
Mayyafarqin, al norte de la región, también juró lealtad a Saladino. Il-Ghazi de Mardin no vio otra opción que unirse al ayubí, haciendo que la coalición de Izz al-Din se debilitara significativamente.
Entrada en Alepo
Saladino se preparó entonces para ir hacia Alepo. La ciudad de Tell Khalid, a solo 130 km de allí, se rindió sin lucha ante la llegada del ayubí el 17 de mayo de 1183.
El 21 de mayo las fuerzas ayubíes llegaban a las murallas de la principal ciudad zenguí. Durante tres días, ofrecieron resistencia fuera de las murallas con pequeños enfrentamientos, en uno de los cuales murió el hermano menor de Saladino, Taj-al-Mulk Bori.
Pero a Imad al-Din se le acababa el dinero rápido y había descontento dentro de las tropas y entre los habitantes. Envió emisarios a Saladino, quien en una oferta generosa ofreció Sinyar, Nusaybin y Raqqa a cambio de Alepo y vasallaje militar.
Saladino consiguió hacerse con el mando de la ciudad el 12 de junio. Aunque los habitantes y defensores no sabían de las negociaciones y les tomó por sorpresa ver el estandarte del ayubí en la ciudadela, los términos de la retirada fueron tan generosos que no hubo resistencia.
Segundo sitio a Mosul
Durante el resto de 1183 y todo 1184, Saladino debió asegurar las fronteras de su territorio en campañas contra los cruzados. Ya controlaba la mayor parte del territorio zenguí y una tregua firmada en 1185 con los cristianos le permitió ir a la conquista de Mosul.
Mientras tanto, Izz al-Din había concertado alianzas hacia el este con el selyúcida Pahlavan, regente de Azerbayán y de una parte de Persia, y habían amenazado a algunas poblaciones aliadas de los ayubíes.
La marcha de Saladino y su ejército no encontró impedimentos hasta llegar a Mosul en julio de 1185.
Los hombres rápidamente montaron sitio a la ciudad, pero Pahlavan atacó Akhlat, desde donde se envió un emisario pidiendo la ayuda urgente de los ayubíes.
Sin embargo, la ayuda partió tarde: Baktimore, el regente de la ciudad, se había casado con una de las hijas de Pahlavan.
Enfermedad
De vuelta a Mosul, el sitio persistía. Sin embargo, Saladino cayó gravemente enfermo y el 25 de diciembre debió abandonar las murallas de Mosul y partió con su ejército.
Ya recuperado de su enfermedad, en febrero de 1186 recibió embajadores de Izz al-Din.
Enfocado en fortalecer sus posiciones, firmó un tratado de paz el 3 de marzo en el que el zenguí permaneció como regente de Mosul, pero perdió todos los territorios al sur de la ciudad. Además, se convirtió en vasallo de los ayubíes y prometió ayudar militarmente en la guerra santa.
Encuentros con los cristianos
En 1177 Saladino planificó un ataque sorpresa contra Palestina, puesto que estos habían roto la tregua al incursionar en territorios que pertenecían a Damasco.
Los cristianos habían sitiado a Harem, ubicada cerca de Alepo. Entonces, Saladino se dirigió a Ascalón, ciudad que pudo penetrar con facilidad. Luego continuó hasta las puertas de Jerusalén, pasando por otras ciudades en su camino.
Sin embargo, los hombres de Balduino IV, junto con los cruzados, los emboscaron en Tell Jezer y rompieron las filas musulmanas, provocando que Saladino huyese de la zona para refugiarse en Egipto.
Ese enfrentamiento fue conocido, según las fuentes occidentales, como la batalla de Montgisard.
Tres años más tarde, en 1179, Balduino volvió a confeccionar una estrategia sorpresa contra el sultán de Egipto, pero este se enteró a tiempo y los atacó de improviso en la batalla de Marjayoun.
Ese mismo año, Saladino obtuvo otra victoria contra los cristianos en el Vado de Jacobo, donde tomaron la fortaleza local.
Batalla de Hattin
Antecedentes
Reinaldo de Chatillon, también llamado de Antioquía, era conocido por ser un aliado problemático para la cristiandad. Aunque existía un tratado de paz, se dedicaba a atacar a viajeros y lugares santos para los musulmanes. Sin embargo, era respetado por ser veterano de Montgisard.
En 1187 el gobernante de Antioquía decidió atacar a una gran caravana musulmana que se dirigía a La Meca en una peregrinación religiosa.
Guido de Lusignan, rey consorte de Jerusalén, comenzó a preparar sus tropas puesto que anticipó la reacción que el ataque de Reinaldo provocaría en Saladino.
Efectivamente, poco tiempo después, los hombres del sultán asediaron la ciudad de Tiberíades, donde estaba la esposa de Raimundo III de Trípoli, quien solicitó el auxilio tanto de su esposo, como de Guido de Lusignan.
El rey de Jerusalén dejó la ciudad pobremente guarnecida y se lanzó con sus hombres hacia Tiberíades. Tomó esa decisión a pesar de que todos le aconsejaron lo contrario, incluyendo al mismo Raimundo.
Saladino atacó la fortaleza de Tiberíades con una pequeña parte de sus hombres. Cuando la ciudad intentó negociar su rendición, el sultán se negó.
Minaron una de las torres de la ciudad hasta que colapsó, lo que le abrió paso a los musulmanes, quienes asesinaron a muchos y tomaron a otros como prisioneros.
Enfrentamiento
Cuando Saladino tuvo noticias del éxito de su plan, donde pretendió atraer a los cristianos a campo abierto, se reunió con sus tropas rápidamente.
Todos catalogaron a Raimundo como un cobarde por plantear que se entregara Tiberíades, donde estaba su esposa, a cambio de conservar sus otras posesiones. Guido ya no consentía volver y siguió adelante con su marcha al encuentro de los musulmanes.
En el camino, los cristianos fueron atacados de forma insistente por arqueros musulmanes. La escasez de agua comenzó a hacer mella en la habilidad y disposición de los soldados, para quienes sus líderes no encontraron un manantial suficiente.
Mientras marchaban hacia los cuernos de Hattin para suplirse de agua, fueron sorprendidos con una barrera de musulmanes. Finalmente, los hombres de Saladino los rodearon y empeoraron su deshidratación con grandes hogueras.
Aunque Raimundo y algunos de sus caballeros lograron escapar, muchos de los soldados desertaron y fueron asesinados o hechos prisioneros por los musulmanes. Finalmente, los cristianos fueron derrotados con facilidad por Saladino.
Conquista de Jerusalén
Los resultados obtenidos por Saladino en la batalla de Hattin se convirtieron en pieza clave de su estrategia para reconquistar los territorios considerados musulmanes. Ocupó rápidamente y sin resistencia ciudades como Galilea y Samaria, luego se hizo con Acre, Arzuf y Tiberíades.
Así fue como todas las ciudades de la zona comenzaron a caer al paso de Saladino: Nazaret, Séforis, Cesarea, Haifa son algunos de los sitios que logró asegurar antes de que llegase la flota de apoyo, con la que tomó Sidón, Beirut, Biblos y Torón.
Asedio y captura
La comunicación y líneas de suministro con Egipto fueron aseguradas. Eso le permitió a Saladino preparar el asedio a Jerusalén con la seguridad de que sus hombres podrían resistirlo con comodidad.
Durante el asedio, Bailán de Ibelín, un importante y noble caballero cristiano, le solicitó a Saladino que le permitiera entrar a la ciudad para sacar a su familia que se encontraba allí y el musulmán se lo concedió, con la condición de que no defendiera la ciudad.
Al llegar al interior de la ciudad, la indefensa población le solicitó que se quedara y los defendiera de los infieles. Así pues, le escribió a Saladino, quien comprendió la situación y lo excusó de su promesa.
El asedio fue duro y cuando finalmente los cristianos decidieron ceder y entregar la ciudad, Saladino ya no deseaba negociar. A pesar de eso, aceptó la rendición de la ciudad y perdonó las vidas de quienes pagaran una suma establecida por él.
Tercera Cruzada
Ante la pérdida de la ciudad santa del cristianismo, el papa Urbano III decidió unir a pueblos en una nueva cruzada, en la que la meta era clara: tomar Jerusalén y los otros territorios cristianos arrebatados por Saladino.
El primero en partir a dicho llamado fue Federico Barbarroja, quien contaba con gran experiencia en batalla y uno de los ejércitos mejor organizados de Europa. Sin embargo, nunca llegó a Tierra Santa puesto que se ahogó en Anatolia y su ejército se dispersó.
Luego se presentaron por mar el soberano francés, Felipe Augusto, el rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, y Leopoldo de Austria. Esta coalición fue muy efectiva en sus inicios, pero pronto perdió el norte por las rencillas entre sus líderes.
Lograron reconquistar Acre, aunque poco tiempo después Felipe Augusto se retiró disgustado por el mal trato que le había proporcionado el inglés al conservar para sí el mejor palacio.
Otras afrentas también fueron perpetradas por Ricardo de Inglaterra al duque austríaco, que no tardó mucho más en regresar a Europa.
Final
Saladino intentó intercambiar prisioneros para salvar a todos los musulmanes apresados en Acre, a cambio le ofreció a los cristianos la Vera Cruz, es decir, la cruz auténtica en la que murió Cristo, y los prisioneros cristianos que conservaba.
Ricardo, por el contrario, decidió asesinar a todos los prisioneros musulmanes, lo que provocó la ira de Saladino, que se vio insultado e impotente ante su pueblo. El inglés consiguió asegurarse algunas victorias, como la de Jaffa.
Sin haber conseguido mucho, Ricardo Corazón de León aceptó la paz. Se acordó un cese de hostilidades durante tres años con Saladino, tras lo cual pudo dirigirse a la convulsa Inglaterra, aunque no arribó allí pronto porque fue secuestrado en el camino.
Muerte de Saladino
Saladino falleció en Damasco el 4 de marzo de 1193, a los 56 años. El motivo de su muerte es una incógnita, aunque se sabe que padeció de una fiebre durante los días previos a su deceso.
Al momento de su muerte no contaba con prácticamente ninguna posesión, puesto que legó todo a los pobres.
Fue enterrado en la mezquita omeya de Damasco y sus restos aún reposan allí. Su mausoleo está abierto a los visitantes. Fue sucedido por su hijo Al-Afdal, quien fue el segundo miembro de la dinastía ayubí.
Referencias
- Saladin. Recuperado de en.wikipedia.org.
- Saladin. Recuperado de britannica.com.
- Saladin. Recuperado de ancient.eu.
- Stevenson, W. The crusaders in the East. Cambridge University Press.
- Saladin’s Conquest of Syria, 1174-1185. Recuperado de historyofwar.org.