Secretos de un matrimonio (2021), de Hagai Levi

A primera vista, el matrimonio de Jonathan y Mira parece modélico. Tienen buenos trabajos, él es profesor, ella ejecutiva de alto rango en una empresa, su posición económica es desahogada, su hijita Ava es preciosa... Y sin embargo, no son felices. Su relación está comenzando a desmoronarse. La noticia de que Mira está embarazada les lleva... al aborto. Una decisión que les pesa, y les lleva a los reproches, a las ausencias y viajes para escapar, a la pornografía en internet, a la infidelidad, a tirarse los trastos a la cabeza, así hasta tomar la decisión de separarse. De vez en cuando hay reencuentros, el deseo sexual permanece, incluso más enconado, pero el amor, ¿dónde está el amor? ¿Hay alguna posibilidad de recomponer lo que está roto? ¿Y qué pasa con Ava?

En 2019 Noah Baumbach entregó Historia de un matrimonio, un film impactante sobre la decadencia de una pareja de artistas casada y con un niño, que aparentemente lo tiene todo a favor, pero que inicia su proceso de divorcio. Seguramente fue lo que ha propiciado esta versión americana de Secretos de un matrimonio, miniserie de Ingmar Bergman de 1973 que ofrecía una aguda disección de la institución matrimonial, con protagonismo de Liv Ullmann y Erland Josephson. En esta ocasión toma el relevo Hagai Levi, responsable de En terapia y The Affair, series con las que comparte temas conyugales y terapéuticos, con un esquema semejante, aunque por supuesto todo más acorde con los tiempos que corren. Naturalmente se ha acudido a dos actores potentes, que hacen esforzados trabajos, Jessica Chastain y Oscar Isaac. Por supuesto, el resto de intérpretes carece de relevancia, aunque se puede detectar algún rostro conocido.

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero es evidente que Bergman logra una mucha mayor intensidad dramática, tal vez por beber de su experiencia personal, y por su talento, también en la escena teatral. Estamos ante un planteamiento que exige intimidad, diálogos afilados, y ello acompañado de una atmósfera donde la fotografía y la planificación son muy importantes. Quizá en la serie original uno tiene la sensación de que hay en juego algo muy valioso, por lo que vale la pena luchar, y se desatan tremendas tempestades en el choque entre los protagonistas; aquí todo resulta un poquito más insulso y cansino, como una aceptación del estado de las cosas y de lo complicado que es todo.

Las novedades de la mirada de Levi se descubren en varios apartados. Aunque las crisis conyugales constituyan un tema universal, la cosa se traslada a la escena pequeñoburguesa estadounidense, por lo que está más presente el individualismo, la búsqueda del éxito a toda costa y la frustración que generan las colisiones con la dura realidad. Sigue presente cierto nihilismo, aunque Jonathan aún se apoya en cierta religiosidad judía, pero a la vez se refleja cierta inmadurez y blandenguería muy contemporáneas, quizá la aportación más valiosa. Se nos retratan unos personajes veleidosos, que toman decisiones poco meditadas, dejándose llevar por sentimientos inmediatos, nuevos enamoramientos, celos, susceptibilidad... Que a la hora de desarrollarse profesional y económicamente lo han tenido medianamente fácil, quizá no saben lo que es la vida dura, lo que les lleva a no valorar en su justa medida el proyecto de construir una familia. La facilidad con que deciden abortar, el modo en que tienen montado el dormitorio de Ava, todo un modelo de sobreprotección, la añoranza repentina de un nuevo hijo, tal vez la mala conciencia pesa, o simplemente es un nuevo y repentino antojo, constituye un buen ejemplo de lo que caracteriza al matrimonio protagonista.