Psicología de las emociones: el desprecio - Lic. Maria Marta Gallicchio

Psicología de las emociones: el desprecio

No es posible comenzar a hablar sobre emociones sin hacer mención al psicólogo estadounidense Paul Ekman. Ekman dedicó la mayor parte de su carrera al estudio de las emociones y cómo éstas se expresan.
Entre todas ellas, definió el desprecio como una emoción hacia los demás, la cual puede generar en la persona la sensación de ser moralmente superior a otro. Esta emoción puede sentirse hacia los demás por considerarlos menos válidos en cualquier aspecto, por ejemplo en cuanto a inteligencia o fuerza.

También la podemos encontrar en subordinados que la experimentan hacia sus superiores, como puede ser el ejemplo de un trabajador hacia su jefe o si pensamos en un adolescente hacia sus padres.
Se trata de una emoción que, cuando es excesiva, puede estar presente también en algunos trastornos de la personalidad, especialmente en aquellos pertenecientes al grupo B, como pueden ser el trastorno de la personalidad antisocial o el trastorno narcisista.

Lo que es claro es que el desprecio, a diferencia del asco, no puede surgir ante olores, tactos o gustos sino que siempre se siente hacia las personas o hacia sus comportamientos y aunque se trata de un sentimiento con una connotación negativa, puede ser bastante placentera para quien la siente, lo cual la convierte en una emoción compleja para el ser humano, ¿me hace sentir placer el sentirme superior a otro? ¿qué pasa entonces cuando siento desprecio hacia mí mismo?.

¿Cual es la función del desprecio?

Las emociones son una condición que ayuda a los seres humanos a adaptarse al medio para sobrevivir, de tal forma que motivan a la acción para dar respuesta a las diferentes situaciones que se presentan. Sin embargo, no todas ellas tienen la misma función, en este caso,
el desprecio forma parte de aquel conjunto de emociones sociales que tienen como función juzgar las conductas de los demás.
De esta forma, se puede entender que el desprecio tiene la función de un mecanismo de defensa para los seres humanos.

Los mecanismos de defensa se definen como aquellos procedimientos inconscientes que permiten a las personas enfrentar diferentes situaciones de malestar para protegerse de peligros externos. Así, a través del desprecio, la persona puede oponerse a aquellas conductas indeseables de los otros, resaltando su desacuerdo con las mismas y reafirmando a la misma vez la propia valía y punto de vista.

Además, puede servir como una vía para defenderse ante críticas que no se consideran como constructivas, ayudando a reafirmar la idea de que el comportamiento de uno mismo es el correcto y está por encima de las opiniones de los demás. 

Por otro lado, el desprecio también puede relacionarse con la envidia. Si entendemos la envidia como el deseo de poseer lo que otros, ya sea algo material o una cualidad o aptitud, podemos pensar que el desprecio puede servir para protegernos de esa sensación de tristeza o rabia que nos provoca la envidia hacia otros.
Importancia de gestionar el desprecio

Como hemos comprobado, el desprecio es una emoción social que describe un conflicto entre dos personas, donde se establece un desacuerdo y simbólicamente, una relación jerárquica en la cual uno se siente superior al otro.
Consecuencias del desprecio en las relaciones

El problema tiene lugar cuando quien siente desprecio responde hacia los demás con frialdad, distanciamiento, mostrando ira, con palabras malsonantes o inadecuadas, con un tono de voz alto, etc. Así, surgen expresiones promovidas por esa emoción, que no pueden ser justificadas bajo ningún concepto y que pueden considerarse dañinas para los demás.
Esa respuesta va a provocar que los demás se sientan juzgados e incluso humillados y generará un rechazo y distanciamiento que dificultará el mantenimiento del contacto y la relación.

Además, cuando se siente una emoción desagradable hacia otra persona, se hace complicado poder practicar la empatía y la escucha activa, tan imprescindibles en las relaciones personales sanas y seguras


Efectos del desprecio en la salud mental y el bienestar personal

Sin embargo, no es solo la interacción con los demás lo que puede verse afectado por el desprecio, también nuestra propia salud mental. Es bien sabido, que cuando una emoción se vuelve desadaptativa y pierde su función de supervivencia, ésta tendrá consecuencias negativas para quien las sufre y en el caso del desprecio ocurre igual.

Cuando el desprecio se vuelve muy frecuente, intenso y duradero, podemos vivir en una constante espiral de juicio e incluso odio hacia los demás, dedicando un gran esfuerzo a demostrar nuestra superioridad y poniendo el foco de atención en la crítica de comportamientos y actitudes.

Pensamientos disfuncionales y su relación con el desprecio
Por tanto, se reforzarán esquemas de pensamiento disfuncionales como pueden ser pensamientos polarizados de todo o nada, según los cuales no aceptemos ninguna interpretación que no sea la que nosotros consideremos como totalmente válida, o aquellos que desvalorizan lo positivo resaltando siempre la interpretación negativa de lo que ocurre.

En resumen, se trataría de un círculo de retroalimentación en el que una emoción desadaptativa me lleva a una interpretación disfuncional de la situación, lo cual a su vez provocará un aumento de ese malestar y el refuerzo de dicha emoción.

Además, un estado permanente de desprecio también podría influir en el propio desarrollo personal.
Por un lado, ese sentimiento de superioridad hacia los demás puede provocar que no nos identifiquemos como responsables de ciertos errores que cometemos y que por tanto, no admitamos la necesidad de remediar o modificar comportamientos en pro de mejorar.