Uno de los estrenos más esperados de esta temporada en Broadway fue el de la adaptación musical del best seller editorial Water for Elephants (Agua para elefantes) de Sara Gruen, una autora de origen canadiense. Y es que no es la primera vez que una exitosa novela sirve de inspiración para convertirse en película y luego, en una obra de teatro.
En los Estados Unidos siempre ha existido una simbiosis entre las industrias teatral y cinematográfica: en los albores del cine sonoro, Hollywood recurrió a Broadway para conseguir a los histriones que se trasladarían de las tablas a la pantalla de plata. Y desde entonces, ambas capitales del espectáculo han compartido todo tipo de recursos: actores, directores, escritores e historias.
Water for Elephants es un ejemplo del ciclo de esa metamorfosis en la industria cultural estadounidense: un libro se lleva a la pantalla grande y luego llega a la escena transformado en un musical. Una misma historia presentada en tres formatos, diferentes entre sí, pero unidos por el éxito comercial y, en este caso, con una fascinación hacia el circo… Porque el agua del título hace referencia a los elefantes que viven en la carpa.
Es en este contexto Water for Elephants se convierte en un show teatral sobre un espectáculo circense. Y ante esta doble atracción, muy pocos asistentes pueden sustraerse a sus encantos. Quizá es por esto que los escenarios de Broadway también han mantenido una prolífica relación con el mundo del circo… Así es que han surgido musicales tan entrañables como Barnum (1980), Sideshow (2014) y Pippin (2015).
En todo caso, el público que acude al Imperial Theater de Broadway a ver Water for Elephants tiene la sensación de entrar en un circo. La embocadura del escenario ha sido cubierta con afiches y motivos que evocan al circo a pesar de que no hay una gran carpa. Tampoco hay otros elementos circenses adornando el teatro, pero arriba del escenario se respira ese ambiente de carnaval itinerante que otrora recorría cada rincón del país.
Esta es la magia del circo que impregna a Water for Elephants y es este su mayor acierto. Recrear la vida circense, los sufrimientos de sus artistas y, desde luego, el amor que tenían hacia los animales que conformaban el gran atractivo de este espectáculo. En este montaje hay una elefanta de nombre Rosie que es recreada de manera muy ingeniosa ante la audiencia: es una gigantesca marioneta, pero también se puede sentir su presencia a través de efectos de sonido, en un juego de sombras o con atrezo.
La devoción hacia los animales es la anécdota que sustenta la historia del personaje principal, Jacob Jankowski, un joven que a punto de graduarse como veterinario se ve forzado a abandonar sus estudios y, casualmente, un circo le ofrece convertirse en el médico de sus animales. Allí sobrevivirá a un triángulo amoroso para después tener los años más felices de su vida. Al joven Jacob lo interpreta Grant Gustin, quien debuta en Broadway; para quienes no lo recuerden, Gustin dio vida al superhéroe Flash en la serie televisiva de Warner Bros. Y el resto de la triada la complementan Isabelle McCalla (Marlena) y el excepcional Paul Alexander Nolan (August).
Pero el verdadero trabajo a destacar es el de la directora del montaje, Jessica Stone, quien ya había empezado su carrera en la dirección con la galardonada Kimberly Akimbo, y que ahora confirma su destreza en los musicales. Como si fuera su propio número circense, Stone crea un espectáculo equilibrado entre el circo y el musical, entre el drama y la risa, y quizá lo más importante: entre el romance rosa y los asuntos serios como el abuso emocional y el asesinato.
La letra y música de Water for Elephants es de Pigpen Theatre Co., una banda de músicos dedicada a crear espectáculos teatrales, y en esta ocasión su trabajo es memorable al hacer gama de una ecléctica serie de ritmos y estilos musicales. La partitura logra cumplir la función principal de mantener a su audiencia en un estado anímico de felicidad y la gente sale del recinto tarareando las melodías, aunque no puedan recordar sus letras.
