Cookie Mueller, la ‘hippy’ postmoderna

Cookie Mueller, la ‘hippy’ postmoderna

Cookie Mueller, la ‘hippy’ postmoderna

Cookie Mueller llegó a convertirse en icono del cine de culto y referente LGTBI. Se lo pasaba bien actuando, pero también anhelaba ser escritora y, para conseguirlo, estuvo dispuesta a trabajar sin escatimar esfuerzos.

Texto: Alex Ander
11/11/2020
Portada del libro 'Edgewise: A Picture of Cookie Mueller'

Portada del libro ‘Edgewise: A Picture of Cookie Mueller’

Cuando Cookie Mueller acudió a la proyección de una cinta semiamateur en el sótano de una iglesia de Baltimore, lo último en lo que pensaba era en que aquello acabaría cambiándole de algún modo la vida. La película en cuestión era Mondo Trasho, el primer largometraje de un controvertido cineasta —John Waters— al que aún no conocía ni Dios. Pues bien, resulta que aquel día, Cookie, una joven hippy aficionada a las drogas y que acababa de salir de un internamiento en un hospital de salud mental, se hizo con un premio por el número de la entrada que la acabó llevando a entrar a formar parte de la troupe del tal Waters —los llamados dreamlanders—.

Conocer a aquella pandilla de frikis e inadaptados sociales supuso un oasis para Cookie, una joven bastante independiente y procedente del suburbio de Catonsville que siempre se llevó mal con su dominante madre, y que se volvió aún más rebelde a raíz de la muerte de su hermano —fallecido en un terrible accidente con apenas catorce años—. “Cookie escribió una historia sobre su adolescencia llamada Dos personas: Baltimore, 1968“, explica la artista Chloé Griffin, autora de un magnífico libro de memorias titulado Edgewise: A Picture of Cookie Mueller. “Ya la primera línea dice ‘Yo tuve dos amantes y no me avergoncé por ello’. Luego, continúa describiéndolos: su novio, un chico malo que conducía un muscle car, fumaba cigarrillos, bebía y tenía el pelo negro azabache, y su novia, una chica dura con un cardado, tacones de aguja y minifalda. La hermana de Cookie me dijo que, incluso cuando era una niña, Cookie tenía su ‘propia manera’ de hacer las cosas. Que siempre amó a los marginados y a los tipos que parecían ‘duros'”.

Todo parece indicar que, siendo aún una adolescente, Cookie decidió reunir unos ahorros y huyó de Baltimore en busca de aventuras. Tras meterse en algún que otro lío y experimentar cierto desenfreno en Haight-Ashbury —el barrio más alternativo de San Francisco en aquella época—, pasó varios años deambulando por el país y currando en lo que podía, hasta que alguien le cortó las alas y la internó durante un tiempo en un hospital mental californiano. Pero alternar con Divine, Mink Stole y demás dreamlanders le sirvió de terapia a aquel torbellino de creatividad que ansiaba comerse el mundo ya a los veinte años.

Cookie aceptó el reto de aparecer en tres de las cintas más icónicas de Waters —Multiple Maniacs (1970), Pink Flamingos (1972) y Female Trouble (1974)—, y logró hacer disfrutar a los espectadores con su tierno ceceo, y con aquella forma tan auténtica de encarnar a los extravagantes y vulgares personajes que el cineasta le ofreció habitualmente. “Cookie tiene una presencia única en la pantalla porque aporta gran parte de su inusual personalidad a los papeles que interpreta. Entonces, en cierto sentido, se interpretaba a sí misma, pero a través de diferentes dramatizaciones. Y, en muchos sentidos, a pesar de su estilo de vida de espíritu libre, se tomaba muy en serio lo que hacía, algo que se refleja [en su trabajo]”, opina Griffin.

suscribete al periodismo feminista

El estreno nacional de aquellas películas le otorgó cierta fama, pero trabajar en filmes independientes de bajo presupuesto no daba para vivir, así que en 1976 Cookie tomó la decisión de abandonar la gay-friendly localidad de Provincetown —donde residió con frecuencia en distintas épocas del año— y marcharse a vivir a la ciudad de Nueva York junto a su novia Sharon Niesp y su pequeño hijo Max. Abiertamente bisexual y con fobia a las etiquetas, Cookie representó para muchos el paradigma de la mujer postmoderna. Su historia es la de alguien que vivió su sexualidad de una forma absolutamente libre —quizás por eso llegó a convertirse en un icono LGTBI con el paso de los años—, y que dejó boquiabiertos a muchos de sus colegas cuando mencionó su intención de convertirse en madre soltera. No en vano, Max fue fruto de una premeditada noche de pasión entre la artista y un atractivo mulato al que nunca le pediría que asumiera la responsabilidad de la paternidad (pero que aun así ejerció como padre en la medida de sus posibilidades.

La actriz estaba determinada a seguir creciendo profesionalmente, pero (sobre)vivir en un lugar como Nueva York —todo un hervidero de creatividad entonces— no siempre resultaba tarea sencilla. Cookie se lo pasaba bien actuando, pero también anhelaba ser escritora y, para conseguirlo, estuvo dispuesta a trabajar sin escatimar esfuerzos. No se le cayeron los anillos cuando tuvo que ponerse a ejercer de gogó en algunos locales de la zona, ni tampoco se despeinó cuando tuvo que ponerse a trapichear con drogas para poder pagar el alquiler y dar de comer a su hijo, un chaval que a menudo se quedaba encerrado en casa cuando Cookie salía por la noche, y que faltaba bastante al colegio, porque su madre se mostraba en ocasiones incapaz de levantarse de la cama para llevarlo al centro escolar.

Aunque siempre adoró a su pequeño, hubo momentos en los que Cookie se volcó demasiado en su trabajo y su ajetreada vida social —todo el mundo la adoraba y algunos aseguran que llegó a transformar su apartamento neoyorquino en una constante barra libre de juerga y cocaína—. “Cookie fue una gran madre”, comenta su buen amigo, el fotógrafo Bobby Miller. “Conocía a toda la gente de moda, y muchas de estas personas encontraban el camino a su casa. Era la persona famosa más espontánea que he conocido. Trataba a todos por igual con gran amabilidad y respeto”. Y fue precisamente ese carisma el que la llevó a convertirse en toda una ‘it girl’.

Entre finales de los setenta y principios de los ochenta, Cookie se codearía con la flor y nata del artisteo alternativo neoyorquino. La de Baltimore —que siempre lucía glamurosa y a menudo confeccionaba sus propias prendas de ropa— posó más de una vez para fotógrafos como Robert Mapplethorpe o Nan Goldin y, aunque nunca dejó de colaborar con su descubridor, participó gustosamente —a veces, por puritito amor al arte— en películas underground (poco conocidas y bastante olvidables) como Underground U.S.A. (1980) o Subway Riders (1981). “Con nosotros fue muy cooperativa, dulce y de voz suave”, recuerda el chef y cineasta Joseph Cacace, quien dirigió a Cookie en Trilogy of Loneliness, una película experimental que se proyectaría en un par de ocasiones en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York. “Me emocionó verla aparecer como una especie de ‘ángel de la muerte’ que toca suavemente la cara de Frank Collerius, momentos antes de que él salte desde la ventana de un quinto piso. Recuerdo que estaba cansada el día que filmamos y que se echó una siesta en la cama de Frank, entre ajustes. Filmamos su escena en el dormitorio de Frank, en el 13 de la calle Union Square West, mientras él asistía a la New School. Se sintió más que agradecida cuando le ‘pagamos’ con una botella de champán Moët”.
Aunque las fiestas y los brindis (con amigos y también con desconocidos) nunca cesaron, Cookie jamás perdió de vista su objetivo profesional, y su determinación la llevó a poder terminar dedicándose a escribir. “Rara vez organizaba reuniones, y decir que su apartamento siempre estaba lleno de gente y fiestas salvajes es una exageración”, opina su amigo, el profesor de historia Bruce Balboni. “Ella era muy disciplinada con lo de su escritura, por lo que ocasionalmente le pedía a la gente que se fuera [de casa] para poder concentrarse en ello”. Por un lado, Cookie empezó a colaborar en East Village Eye, una revista en la que llegaría a capitanear una divertida columna de consejos donde respondía con gracia, empatía e invenciones a cartas que le enviaba la gente. Trataba sin tapujos temas tan delicados entonces como el consumo de drogas o la epidemia del sida.

La artista empleó con acierto su gran espontaneidad en todas las críticas de arte que les pidió la revista mensual Details. “En una ocasión, acudí con Cookie a la inauguración de una exposición de arte que ella tenía que reseñar. Llegamos antes de que llegara nadie. Miramos las obras y luego vimos que había una exhibición completa de ostras frescas abiertas. A los dos nos encantaban las ostras frescas, así que nos comimos toda la exhibición sin darnos cuenta. Justo cuando los invitados comenzaban a llegar, apareció el camarero con la salsa de tomate y las rodajas de limón, y se encontró con que ya no había ostras. Cookie y yo salimos de la galería y sonreímos. Justo cuando llegamos a la puerta, Cookie eructó muy fuerte. Nos pasamos riendo el camino de vuelta a casa”.

El estilo fresco y el talento de Cookie le valieron para llegar a publicar una novela, y hasta un libro autobiográfico titulado Walking Through Clear Water in a Pool Painted Black (1990). “Cookie tenía una excelente manera de observar una situación y de encontrar un ángulo extraño dentro o detrás de la misma”, señala Griffin. “Ella tiene eso que podríamos llamar una ‘sabiduría chiflada’. Y sus descripciones de las personas son muy perceptivas y coloridas. Se muestra juguetona con sus palabras y es tan directa que, de alguna manera, después de leerla sientes que la conoces”.

Cookie nunca pudo nadar en la abundancia, pero lo cierto es que tampoco pasó hambre. Llegó a convertirse en una especie de estrella cinematográfica de culto y, aunque su relación con Sharon terminaría acabando tras casi diez años de romance, las dos siguieron siendo amigas hasta el final. No en vano, Sharon se convirtió en una segunda madre para Max después de que la actriz muriese. Porque, por desgracia, todo aquel glamour y popularidad que experimentó en la Gran Manzana se fueron al garete después de que, en un viaje a la localidad italiana de Positano, Cookie se enamorase perdidamente de Vittorio, un artista gráfico y marino mercante adicto a la heroína.

La pareja se enamoró perdidamente y acabó casándose a los tres años de conocerse en la azotea de un colega. Fue entonces cuando el trabajo empezó a pasar a un segundo plano para una Cookie atrapada por el sufrimiento del mono. El abuso y consumo de heroína y cocaína afectó las relaciones sociales de la actriz y escritora, quien —como muchos otros artistas de su generación— terminó muriendo de sida el 10 de noviembre de 1989 —con apenas cuarenta años y solo unos meses después de que falleciese su marido (debido a la misma enfermedad)—. “¡Perdimos a muchos [amigos por las drogas y el sida]”, apunta el artista George Figgs, que trabajó en varias películas con Cookie (y salió además con ella durante una temporada). “En realidad, Cookie ‘duró’ mucho tiempo, o eso pensaba yo, dadas las atmósferas y circunstancias a las que todos estuvimos sometidos. Cuando digo que soy un ‘superviviente’, no me refiero solo a los dreamlanders. Hablo de la guerra en curso contra el auténtico lado oscuro que se dio en todos nosotros. Pero Cookie sabía lo que estaba haciendo en todo momento. Era muy valiente y brillante”.

Parece ser que Cookie —quien durante un tiempo trató de ocultar su enfermedad a sus allegados por el miedo al estigma— continuó escribiendo prácticamente hasta el último suspiro. Su marido y ella pasaron un tiempo hospitalizados y aprovecharon su estancia en aquel lugar para elaborar un desgarrador libro de dibujos y reflexiones. De hecho, la batalla que Cookie libró contra aquella cruel enfermedad le inspiró a escribir uno de sus pasajes más populares y recordados: “Afortunadamente, no soy la primera persona en decirte que nunca morirás. Tú, simplemente, pierdes tu cuerpo. Serás el mismo, excepto que no tendrás que preocuparte por el alquiler, las hipotecas o la ropa de moda. Quedarás liberado de las obsesiones sexuales. No tendrás adicciones a las drogas. No necesitarás alcohol. No tendrás que preocuparte por la celulitis, los cigarrillos, el cáncer, el sida o las enfermedades venéreas. Serás libre”.


No te vayas, que tenemos más cosas para ti:

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia
Etiquetas: ,

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba