«La tipografía de la imprenta de la Universidad de Cambridge» por Bruce Rogers

«Las reimpresiones de clásicos, en particular, deben ser realizadas con suma atención y los mejores materiales posibles, por ser esta rama de la edición de libros la que soporta un examen más exhaustivo y recibe las más asperas críticas.»

Impresionado por algunos libros de la Kelmscott Press, Bruce Rogers se convirtió de hecho en el primer tipógrafo «freelance» aunque originalmente su deseo era convertirse en ilustrador, con lo que su facilidad para dibujar unida a su habilidad manual la conjugó de forma notable en el diseño de tipos, símbolos y marcas.

Los libros de la Kelmscott Press que impresionaron a Bruce Rogers se los mostró J. M. Bowles fundador de la revista trimestral Modern Art y que en palabras de Frederic Warde «fue uno de los primeros reflejos del movimiento de las Artes y Oficios (Arts & Crafts) en los Estados Unidos».

El editor L. Prang & Co. invita a Bowles a editar su revista en Boston y Bruce Rogers le sigue y es en esta ciudad donde entra en contacto con la Riverside Press donde comienza a diseñar y producir ediciones de lujo de libros de la editorial.

En el año 1916 viaja a Inglaterra para colaborar en un proyecto con Emery Walker que se concreta en una edición del libro de Durero «Sobre la forma de las letras» y la invitación, por parte de la Universidad de Cambridge, para convertirse en su consejero tipográfico. A requerimiento de esta institución elabora un informe: sus palabras de la primera página «Yo podría ir incluso más lejos y decir que ese libro debería casi ser identificado en la oscuridad, simplemente por su tacto o su olor» seguro que dejaron aturdidos a los Síndicos de la Universidad.
El informe nunca fue publicado hasta el año 1950 cuando Brooke Crutchley, encargado de la imprenta de la Universidad en aquel entonces, lo publicó en una edición limitada en honor del ochenta cumpleaños de Bruce Rogers. El informe completo (del cual el presente extracto representa las primeras cuatro páginas de un total de treinta y tres), fue adoptado e implementado en dos cursos a pesar, como señala Crutchley, de la situación bélica y la apariencia de destastre inminente que existía en 1917. Rogers retornó a los Estados Unidos en 1919.

Bibliografía:

Bruce Rogers, Designer of Books
Harvard University Press, 1925

The work of Bruce Rogers: Jack of all trades: master of one
Oxford University Press, New York, 1939

Paragraphs on Printing
William E. Rudge´s Sons, New York, 1943

Conseguir un estilo distintivo en la confección de libros en la actualidad es algo de difícil consecución. Cuando los impresores fundían sus propios tipos, elaboraban sus tintas y en algunos casos hasta el papel, los productos de imprentas diferentes eran facilmente reconocibles y reflejaban, algo que nosotros estamos a punto de perder, los gustos y capacidades de cada impresor.

Hoy en día la mayoria de los tipos de uso corriente son de fácil adquisición por las imprentas y están ampliamente distribuidos; asimismo éstas han incrementado enormemente su producción y el aumento del uso de máquinas de componer, hace que entre los productos de diferentes imprentas exista una gran uniformidad. Lo mismo se puede decir en cuanto a la selección y distribución de papeles y tintas: generalmente son productos estandar preparados para el uso de cualquier impresor y público en general.

Queda asumido en el siguiente borrador que el objeto de los responsables de la imprenta de la Universidad es producir libros cuya cualidad sea al menos la inequívoca «marca» de haber sido realizados por esta imprenta y no por otra.
En otras palabras, infundir en los trabajos ese concepto huidizo que se conoce por estilo de manera que con una simple mirada a una página de texto sirva para identificarlo sin tener que recurrir a la portada o a la impresión. Yo podría ir incluso más lejos y decir que ese libro debería casi ser identificado en la oscuridad, simplemente por su tacto o su olor.

Existen varios factores generales en la manera de proceder para conseguir la distinción en los trabajos impresos pero ninguno de ellos sirve si es tomado en solitario. Estos deben ser combinados en diferentes grados de acuerdo con el particular objetivo que queramos obtener. a) La adquisición de materiales especiales —tipos, papel, tintas, viñetas— elaborados especialmente para la imprenta, o de acuerdo con sus especificaciones; diferenciándose de los pruductos estandar servidos a la industria. b) No admitir otros materiales para la realización de cualquier libro de la imprenta; en otras palabras estandarizar con ciertos límites los materiales utilizados en la imprenta. Pero c) estos materiales especiales serán de poco provecho a menos que sean empleados en combinaciones y arreglos que concuerden con sus características y con el objeto en particular para el cual han sido elegidos.

La combinación y disposición de los tipos es imposible de prescribir en terminos generales con algún grado de exactitud, variando mucho de acuerdo con los gustos, requerimientos y condiciones. Solamente es posible dar una serie de opiniones consensuadas de varios impresores, tanto antiguos como modernos, que se ponen de manifiesto en sus trabajos y esto es lo que yo he intentado presentar en vez de mis opiniones personales en las críticas sobre ciertos tipos y papeles, y las recomendaciones de otros. Cuando las preferencias sean mias, así lo indicaré.

Soy consciente del peligro de elaborar extensos informes, y si el siguiente parece demasiado condenatorio esto es debido a que en un informe breve no puedo hacer las necesarias acotaciones sobre el mismo sin entrar demasiado en detalles y tampoco puedo señalar demasiadas excepciones. Pero, hablando en un sentido amplio, el equipamiento actual de la imprenta así como los tipos y papeles (y, yo pienso, muchas de las tintas) es muy inferior y completamente desmerecedor de la reputación del establecimiento en el que se encuentran. Asimismo soy consciente de la dificultad —casi la imposibilidad— de efectuar reformas radicales en este equipamiento durante las condiciones actuales de interrupción de la normal actividad comercial (1) pero algunas si que se pueden realizar sin un gasto excesivo. Igualmente en tiempo de paz cualquier mejora en los productos de la imprenta sería posible hacerlo solamente con un gasto considerable de dinero así como con tiempo y cuidado.

Pero, con criterio, este gasto adicional podría ser primeramente aplicado en tales empresas que mostraran una indudable mejora en sus resultados y no necesitarían ser extendidas a la producción completa de la imprenta.
Quiero significar que libros de teología, sobre las distintas ciencias o de contenido técnico cuyo primer requirimiento es la claridad y la exactitud, se encuentran en la actualidad convenientemente realizados. Pero trabajos sobre literatura y arte, que tienen generalmente un mayor atractivo entre personas interesadas por la cultura, deben ser realizados por la imprenta con el mejor estilo de que sea capaz, incluso si eso supone por algún tiempo una pérdida financiera. La imprenta, como yo lo entiendo, que hace muchos sacrificios al servicio de la ciencia y el saber debe ahora incluir al arte en esta lista, y el arte más inmediato por el que puede empezar es el arte de la impresión.

Las reimpresiones de clásicos, en particular, deben ser realizadas con suma atención y los mejores materiales posibles, por ser esta rama de la edición de libros la que soporta un examen más exhaustivo y recibe las más asperas críticas. Eventualmente, por supuesto, el ideal sería dotar a toda la producción de la imprenta de un nivel similar, pero su reputación se incrementará de una forma más rápida y efectiva con la mejora en los libros que traten sobre artes liberales que sobre publicaciones de caracter científico o técnico, ya que estas pertenecen a un nivel superior.

Antes de entran en detalle sobre materias técnicas, quiero decir algo acerca de las impresiones de volúmenes privados realizadas en la imprenta. En muchos de estos, me parece a mi, el cliente se involucra demasiado en la propia realización del libro. Muchos autores tienen el convencimiento de que sus logros literarios, también los convierte en experimentados impresores, mientras que lo contrario probablemente sea la verdad. El hecho de que un hombre page por un libro no le da derecho a dictar cómo debe ser realizado este, en una imprenta de primer orden. Al menos este libro no debería llevar el pie de imprenta. Como el público generalmente ignorará la historia interna de la producción del volumen, harán responsable a la imprenta de todas las extravagancias que el cliente haya impuesto, y con más razón si el libro lleva su marca.

El gusto del autor, por supuesto, debe ser considerado, y sus deseos seguidos mientras no se opongan a las normas de la imprenta, pero debe quedar entendido que en temas de vital importancia la imprenta decidirá; como puede ser supongo, en materia de excentricidades ortográficas.
Creo que encargos que no puedan ser tratados de esta manera deben ser declinados, ya que suponen una continua amenaza para la reputación de la imprenta y, al final, mucho más costosos que lo que sería la posible pérdida de unos cuantos. La teoria y la práctica deben ser que nadie ajeno a la imprenta utilize esta simplemente como un agente manufacturero para realizar sus propios diseños.

Bruce Rogers
Report on the Typography of
Cambridge University Press
, 1917

(1) Este informe fue elaborado en el año 1917 en plena I Guerra Mundial.