Tienes que verlo - Dopesick: historia de una adicción | EL PAÍS

Una epidemia silenciosa
(y muy lucrativa)

Dopesick. Historia de una adicción

Estreno en exclusiva en Disney+, disponible en Vodafone TV

La serie, protagonizada por Michael Keaton, ahonda en el sufrimiento que ha provocado en EE UU la adicción a los opiáceos y la responsabilidad de una compañía, Purdue Pharma, que vendió OxyContin, un analgésico tres veces más potente que la morfina, ocultando deliberadamente que causaba adicción. Cada día mueren 38 estadounidenses de sobredosis, medio millón desde 1995.


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Dolor crónico y codicia: historia de dos adicciones

Esta historia comienza con una familia, los Sackler. Empieza, de hecho, como un cuento motivador: tres hijos de inmigrantes de Europa del Este, Arthur, Raymond y Mortimer Sackler, que triunfan en la tierra de los sueños en los años cuarenta del siglo XX. Son tres médicos que, horrorizados por las prácticas del psiquiátrico neoyorquino en el que trabajaban –eran los tiempos del electroshock–, deciden montar una farmacia para crear medicamentos: soluciones químicas a problemas químicos.

Hacen fortuna. Tan grande, que era mayor que la de los Rockefeller. Algunos los bautizan como los Medici del XX, por sus generosas contribuciones a museos y universidades: el Louvre, el Metropolitan… El final es menos luminoso: fueron los responsables de una epidemia que ha matado a más gente en EE UU que las guerras de Vietnam y Afganistán juntas.

Arthur Sackler, hermano mayor de Raymond y Mortimer y pionero en la utlización de mercadotecnia para la venta farmacéutica. Ya en los años cincuenta fue acusado de publicidad fraudulenta.

Arthur Sackler, hermano mayor de Raymond y Mortimer y pionero en la utlización de mercadotecnia para la venta farmacéutica. Ya en los años cincuenta fue acusado de publicidad fraudulenta.

El siguiente pelotazo de Purdue Pharma vino con un analgésico, el MS Contin, sulfato de morfina de acción lenta. La pastilla, gracias a la fórmula de su membrana, disolvía la droga gradualmente, durante horas, en el torrente sanguíneo.

En 1995, cuando la patente de este medicamento estaba a punto de caducar, acuciados por la ruina que sobrevendría cuando cientos de genéricos más baratos sustituyeran a este analgésico, los hermanos contragolpearon con otro lanzamiento: así nació el OxyContin.

OxyContin es, básicamente, oxicodona con la misma fórmula de acción lenta que el MS Contin pero cuya base es un opioide tres veces más potente que la morfina. Purdue Pharma lo comercializó en pastillas de 10, 80 y 160 miligramos. Si se tratara de un arma contra el dolor, sería una bomba nuclear.

Reprodujo la estrategia que ya antes les había funcionado: el medicamento, cuyo uso debía circunscribirse a pacientes con cánceres terminales o recién salidos de una agresiva cirugía, se recomendó y prescribió para cualquier persona con dolores severos o crónicos.

Galería Sackler del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. El popularmente conocido como Met decidió no retirar

Galería Sackler del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. El popularmente conocido como Met decidió no retirar

La prosperidad de los Sackler comenzó pronto. De hecho, ya en los cincuenta, adquirieron una farmacéutica, Purdue Pharma. Pero fue Arthur, el hermano mayor, el que hizo algo inédito: compró una agencia de publicidad. , hizo que la mercadotecnia se introdujera en el sector médico. En viñetas y panfletos, doctores de su invención comenzaron a recomendar sus fármacos a crédulos compradores que luego les remitían cartas, esperando respuesta de los falsos doctores. Un periodista de un diario local desveló su truco… pero eso no supuso un freno para su estrategia.

Los primeros grandes beneficios de Purdue Pharma llegaron en los sesenta gracias, sobre todo, a un tranquilizante: el Valium. En aquella época, Arthur Sackler ya poseía un periódico, el Medical Tribune. Además, se supo que una compañía de su propiedad, MD Publications, había pagado a Henry Welch, jefe de la División de Antibióticos de la FDA (la agencia estatal estadounidense de regulación de medicamentos) para que promocionara sus fármacos entre la población en general.

De hecho, la campaña publicitaria del Valium, hasta entonces restringido a pacientes psiquiátricos, se basó en la seguridad del medicamento: lo podía tomar cualquiera. Este fue el modus operandi que repetirían varias veces.

Frasco de analgésicos de OxyContin, en pastillas de 10 mg. Se comercializó también en formatos 80mg y 160mg.

Frasco de analgésicos de OxyContin, en pastillas de 10 mg. Se comercializó también en formatos 80mg y 160mg.

De nuevo, tuvieron en nómina a un agente de la FDA, Curtis Wright, encargado de autorizar la venta de OxyContin. Además, sobornaron a cientos de médicos. Lanzaron una campaña para concienciar a la opinión pública de que la sanidad no trataba el dolor en los EE UU. Inventaron escalas de medición del dolor. Influyeron para negar la certeza empírica de que la toma continuada de opiáceos genera adicción… Lograron vender enormes cantidades de OxyContin en base a una frase del prospecto que carecía de evidencia científica: “Se cree que la liberación lenta evita la tendencia a la adicción”. No era cierto.

No era cierto. Además, esa “liberación lenta” dejaba de existir cuando la pastilla se trituraba, fumaba, esnifaba o incluso se inyectaba en vena: formas de consumo de las que tuvieron noticias y reportes desde el principio y de los que hicieron caso omiso. Inundaron el mercado de un opioide tan adictivo y potente como la heroína.

jeringuilla

3.000

denuncias y

500.000

muertos después

Purdue Pharma se declaró culpable por la venta fraudulenta de OxyContin. El tribunal le impuso una multa de

8.300

millones de dólares

(más de 7.000 millones de euros)

Pero la farmacéutica se declaró en bancarrota, y difícilmente llegará el dinero a los afectados.

En 2021, los Sackler han acordado pagar 4.500 millones de dólares a cambio de inmunidad legal. Podrán conservar lo que les resta de los 14.000 millones que se estima que ganaron con OxyContin.

Virginia Occidental: la realidad que ficciona ‘Dopesick’

Williamson, en Virginia Occidental, un municipio de no más de 3.000 personas, recibió entre 2006 y 2016 más de 20 millones de pastillas. Fue el estado con la tasa más alta de EE UU de muerte por sobredosis de opiáceos: 57,3 por cada 100.000 habitantes en 2017, año en el que los reportajes sobre estas gentes le valieron el Pulitzer a Eric Eyre.

Esa es la realidad de la que parte Dopesick, ambientada en un pueblo ficticio en el que las comunidades mineras deben lidiar, día a día, con dolores a veces insoportables. Ese es el entorno en el que un médico que quiere cuidar de los suyos, Samuel Finnix (Michael Keaton), convencido por un comercial de que menos del 1% de los que tomen OxyContin se volverán adictos, extiende recetas de analgésicos para que sus allegados sufran menos. Sin embargo, pronto se arrepiente. Sus vecinos se enganchan y mueren. Él mismo se vuelve adicto. Una ficción que tiene uno de sus espejos más obvios en el médico virginiano Art Van Zee, uno de los primeros en llevar a los tribunales a Purdue Pharma.

Todos los datos anteriores provienen del Centre for Disease Control and Prevention (CDC), ‘The Washington Post’, ‘The New Yorker’ y EL PAÍS.

Mapa Williamson Mapa Williamson
Mapa Williamson

El ser humano y el opio

El término «opio» deriva del griego ‘ópion’, que significa ‘jugo’, refiriéndose al látex que exuda la adormidera (un tipo de amapola, la Papaver somniferum) al cortarla o al rasgar el bulbo. De ese jugo se extraen los alcaloides, la droga.

En la antigua Mesopotamia se cultivaba opio. El nombre asirio de la amapola se puede leer como Hul Gil, la planta de la felicidad.

Bajo relieve mesopotámico de un templo de la antigua ciudad de Persépolis, en la provincia de Shiraz (Irán).

Se han encontrado residuos de opio en tumbas egipcias. Los egipcios comerciaron con opio encapsulado por todo el Mediterráneo.

Vasijas del antiguo Egipto destinadas al comercio de opioides por el Mediterráneo.

El opio aparece en la Odisea de Homero:

Los dioses del sueño y la muerte, Hipnos y Tánatos, se representan con corona de amapolas; y Dioscórides ya describe en su enciclopedia cómo se extrae el opio del bulbo de la amapola y advierte de que una dosis alta mata.

Dioscórides con uno de sus pupilos, según el copista de Mosul Abu Yusuf Bahnam b. Musa b Yusuf al-Maxisili, imagen del siglo VII.

Alejandro Magno llevó su cultivo a India.

Cuadro de Nicolaes Berchem de finales del siglo XVII que representa la batalla de Alejandro Magno contra Porus en India.

Los romanos lo emplearon como paliativo, para morir dulcemente. Y, mezclado en una bebida, el vino crético, como somnífero.

Pintura mural en Pompeya de un vendedor de pócimas.

En el siglo XVI se consume en píldoras en toda Europa, y se populariza también su uso medicinal en un jarabe, mezclado con vino, azafrán, clavo y canela: el láudano.

Ejemplos de frascos de láudano. En 1925 en las boticas españolas seguía vendiéndose láudano, a 30 céntimos el gramo.

En 1839 era el bien más comercializado del mundo. La compañía de las Indias Orientales del imperio británico poseía fábricas enormes en China y la adicción de los chinos les llevó a una guerra con los británicos.

Fotografía de chinos adictos al opio de finales del XIX.

En 1849 una farmacéutica inventa un derivado del opio fundamental para la medicina: la morfina. En 1897, a la vez que la aspirina, Bayer desarrolla un opioide que trata de vender como medicamento contra la tos: la heroína.

Caja de aspirina en polvo de finales del XIX de Bayer.

En 1930 se había prohibido en casi todos los países del mundo su comercio y consumo no regulado. Se calcula que hoy el negocio del narcotráfico mueve unos 100.000 millones de dólares.
En España hay 301 plantaciones de adormidera autorizadas, todas en Castilla León y Castilla la Mancha. Los agricultores, que la mitad del año cultivan cereales, la otra mitad plantan opio, sometidos a estrictos controles de seguridad, para la industria farmacéutica.

Plantación de adormidera.

Michael Keaton, sin capa contra las injusticias

Con la capa y la máscara, impartió justicia en un enfrentamiento contra el Joker de Jack Nicholson que es historia del cine. Y, décadas después de desprenderse del traje de Batman, de nuevo, como periodista que guía al equipo de investigación que destapó los abusos de sacerdotes católicos en el Boston Globe en Spotlight, película ganadora del Oscar en 2015. A raíz de este filme, Francia reconoció a Michael Keaton (Pensilvania, 1951) como caballero de la Orden de las Artes y las Letras, en cuyo discurso aprovechó para agradecer el poder cambiar el mundo con lo que hace.

Manifestante en contra de la guerra, defensor del ecologismo y de la igualdad de mujeres y minorías, Keaton, en su segunda edad de oro, ha decidido volver a la pequeña pantalla con Dopesick, a pesar de tener grandes proyectos cinematográficos entre manos. Porque, como ha manifestado en varias entrevistas, la historia real que hay tras la ficción merece no caer en el olvido. Por justicia. Porque es un drama que sufrió en carne propia: su sobrino murió de sobredosis.

No necesita la capa y la máscara de Batman, Keaton; pero, por cierto, a sus 70 años, volverá a ponérsela 30 años después para acompañar a Flash a luchar contra el crimen en un filme que verá la luz en 2022.

Quién es quién en ‘Dopesick’


Haz clic sobre los personajes y conócelos a fondo.

Samuel Finnix

(Michael Keaton)

Es, en buena medida, el rostro que hace comprensible el drama. Sin embargo, este personaje, tal como revela la autora del libro, Beth Macy, también productora de la adaptación fílmica, no tiene un correlato real exacto, sino que es la mezcla de muchos hombres y mujeres que de veras existieron. En parte, se inspira obviamente en Art Van Zee, el médico virginiano que trató de derribar a Purdue Pharma antes que nadie, pero también en otros doctores rurales que, como el personaje de Keaton, no solo comprobaron los efectos adictivos de OxyContin en la gente a la que se lo prescribían: ellos mismos se volvieron adictos.

Billy Cutler

(Will Poulter)

Como este personaje, hubo cientos por todo EE UU: representantes, agentes comerciales de la farmacéutica Purdue Pharma adiestrados para convencer a los médicos de que el uso continuado de opiáceos para aliviar el dolor no tenía por qué generar dependencia; correctamente administrado, gracias a su acción lenta, se trataba del mejor analgésico del mercado. Sin contraindicaciones. La mayoría, gracias a las ventas de OxyContin, ganó cientos de miles de dólares anuales.

Richard Sackler

(Michael Stuhlbarg)

Hijo de Raymond Sackler (interpretado por Lawrence Arancio), sobrino del patriarca Arthur, el pionero en el marketing en medicina. Richard es quien continúa de alguna manera con su legado. Incluso después de la sentencia judicial en la que Purdue Pharma se declara culpable por la venta fraudulenta del OxyContin, Richard Sackler sigue defendiendo que no hicieron nada malo, que su fármaco es el mejor analgésico de la historia y que el problema son aquellos que carecen de autocontrol y caen en el abuso de la droga. Sus primos, los hijos de Arthur Sackler, se desvincularon de la farmacéutica, aunque la mácula en su apellido permanece, por más que reclaman no tener nada que ver.

Rick Mountcastle

(Peter Sarsgaard)

Mountcastle fue uno de los fiscales que se lanzó a investigar las maniobras de Purdue Pharma allá por 2002; uno de los autores del proceloso memorando que hizo evidente que la compañía estaba cometiendo varios delitos, al afirmar sin evidencia científica que OxyContin no generaba adicción, así como al sobornar a médicos o incluso a agentes del FDA.

Betsy Mallum

(Kaitlyn Dever)

Otro personaje sin correlato real, basado en las entrevistas que la autora del libro llevó a cabo entre los habitantes de Virginia Occidental en la época. Se trata de una joven lesbiana, hija de padres homófobos, que se lesiona la espalda en un accidente en la mina en la que trabaja y que, a raíz de ese dolor, se vuelve adicta a los opiáceos; una auténtica yonqui, a raíz del consumo de OxyContin.

Bridget Meyer

(Rosario Dawson)

Tampoco existe como tal el personaje interpretado por Dawson, una agente de la DEA (Administración de Control de Drogas, por sus siglas en inglés) que, tras cerciorarse de que se está traficando con OxyContin como si de heroína se tratase, busca la forma de poner coto a la distribución del opiáceo. Sin embargo, su lucha se encontrará con las trabas de sus superiores y, en última instancia, con las acciones que las grandes farmacéuticas llevarán a cabo contra la agencia (acciones también basadas en hechos reales).

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