J.T. LeRoy, el gran carnaval literario de la década del dos mil - El Periódico de España

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J.T. LeRoy, el gran carnaval literario de la década del dos mil

A principios de 2000, las editoriales cayeron rendidas ante J.T. Leroy, joven escritor que utilizaba experiencias de su turbulenta vida para escribir novelas en las que no faltaban el sexo, las adicciones, la violencia y las cuestiones de género. Un producto literario que fascinó a las celebrities de Hollywood a las que les resultaba increíble que que alguien pudiera haber pasado por todo eso. De hecho, habrían hecho bien en no creérselo

Winona Ryder con J.T. Leroy. O más bien, con Savannah Knoop.

Winona Ryder con J.T. Leroy. O más bien, con Savannah Knoop. / La mentira de J.T. Leroy

En enero de 1992 se estrenó en la televisión estadounidense Radio Bart, el décimo tercer capítulo de la tercera temporada de Los Simpson. En dicho episodio, Homer regala a Bart un micrófono que se puede sintonizar con un reproductor de radio para utilizarlo como altavoz y hablar a través de él. Si bien en un primer momento se siente decepcionado por el regalo, el primogénito de los Simpson no tarda en encontrarle el atractivo. Cuando el reproductor de radio cae a un pozo, Bart aprovecha para burlarse de los habitantes de Springfield haciéndoles creer que un niño llamado Timmy O’Toole está atrapado en el fondo.

El capítulo era un indisimulado homenaje a El gran carnaval, película dirigida por Billy Wilder en 1951 y protagonizada por Kirk Douglas en el papel de un periodista sin escrúpulos que retrasaba a propósito el rescate de un trabajador atrapado en una mina para crear un circo en torno al suceso y vender más periódicos. Después del considerable éxito de ambos productos, era de suponer que la sociedad estadounidense estaría más que advertida sobre el actuar de desaprensivos y estafadores que buscaban sacar beneficio de la buena fe de los incautos. Nada más lejos de la realidad. A mediados de los noventa, apenas unos meses después del estreno de Radio Bart, el mundo editorial, los medios de comunicación, los famosos y decenas de miles de lectores estadounidenses cayeron rendidos ante un joven y enigmático escritor que, finalmente, resultó no ser quien decía.

El nuevo Rimbaud

Todo había comenzado con una serie de llamadas de teléfono a un servicio de prevención al suicidio del ayuntamiento de San Francisco realizadas por un joven que, para preservar su verdadera identidad, solía utilizar el nombre Jeremiah o Terminator. A raíz de esas comunicaciones, Jeremiah, Terminator o J. T., como sería conocido a partir de entonces, fue derivado al Programa Psiquiátrico para Adolescentes. Siempre por teléfono, pues nunca aceptó mantener entrevistas presenciales, J. T. fue atendido por el doctor Terrence Owens que, entre otras cosas, le animó a utilizar la literatura como método terapéutico para superar sus problemas emocionales, que no eran pocos.

Según su propio testimonio, J. T. era hijo de una prostituta que acostumbraba a buscar clientes entre los camioneros que paraban a repostar en una estación de servicio cercana al domicilio familiar. Todavía adolescente, el joven J. T. comenzó a frecuentar a esos mismos camioneros para, a cambio de favores sexuales, conseguir dinero para costearse su adicción a la heroína que, sumada al sexo sin protección, había hecho que contrajese el VIH.

A pesar de su juventud, las experiencias de J. T. eran tan extremas que, cuando decidió seguir los consejos de su terapeuta y escribir algunas de sus vivencias, las editoriales se volvieron locas por publicar esa nueva voz que mezclaba la juventud de un Rimbaud con la crudeza de The Basketball Diaries de Jim Carroll, la sordidez de Yo, Cristina F., el Bukowsky más etílico, la literatura gonzo de Hunter S. Thompson y la trepidación de los autores de la generación Beat. La fascinación era tal que, en 1999, Bloomsbury lanzó en Estados Unidos Sarah, la primera novela del muchacho, que no tardaría en ser publicada por otros importantes sellos editoriales como Harper Collins en Inglaterra y Mondadori en España, que pusieron en marcha todo su músculo promocional para que J. T. fuera conocido en todo el mundo.

La verdadera J. T.

Nacida en Nueva York en 1965, la infancia de Laura Albert quedó marcada por el divorcio de sus padres cuando ella era todavía una niña. Durante su adolescencia, pasó por algunos hogares de acogida y cursó estudios de creación literaria, antes de abandonar su ciudad natal para radicarse en San Francisco, donde compaginó su carrera como escritora con trabajos como teleoperadora en líneas eróticas y terapeuta sexual.

Laura Albert, en una imagen de los últimos años.

Laura Albert, en una imagen de los últimos años. / LA MENTIRA DE J.T. LEROY

Debido a sus altibajos emocionales, no era infrecuente que Laura Albert buscase ayuda en los servicios de prevención del suicidio, a los que llamaba haciéndose pasar por un hombre joven llamado Jeremiah o Terminator y en las que comenzó a dar forma a la personalidad y vivencias de un joven de vida salvaje al que llamó J. T. LeRoy. Animada por el potencial del personaje y su vida imaginaria, Albert decidió desarrollar la historia en Sarah, un libro que, a diferencia de lo que había sucedido con sus fallidos trabajos literarios anteriores, no tardó en encontrar editor. Una buena noticia que, lejos de llevar tranquilidad a la vida de Albert, la complicaría definitivamente.

La farsa

Deslumbrados por su prosa, su biografía y por el potencial de J. T. LeRoy de cara a los medios de comunicación, los responsables de Bloomsbury quisieron conocer a ese enigmático adolescente al que deseaban pasear por estudios de radio, programas de televisión y las fiestas más exclusivas.

Ante esa situación, Laura Albert, que hasta entonces había conseguido comunicarse con las editoriales a través del teléfono y el correo, se vio en la necesidad de encontrar a alguien que pudiera encarnar al escritor, pero con el que tuviera suficiente confianza como para poder seguir manejando el personaje y sus declaraciones. La solución la encontró en Savannah Knoop, la hermana de su pareja, a la que vistió con gafas de sol oscuras, una peluca rubia y a la que Albert acompañaba a todas las citas promocionales haciéndose pasar por Emily 'Speedie' Frasier, una supuesta amiga íntima del escritor que, además, actuaba como una suerte de portavoz porque, según ella, T.J. era tímido y parco en palabras salvo, claro, cuando hablaba por teléfono.

Laura Albert (izda.), aquí como Emily 'Speedie' Frasier y Savannah Knoop (centro), en su papel de J.T. Leroy, con la actriz y directora Asia Argento, en la época en la que las primeras se paseaban con sus fans 'celebrities'.

Laura Albert (izda.), aquí como Emily 'Speedie' Frasier y Savannah Knoop (centro), en su papel de J.T. Leroy, con la actriz y directora Asia Argento, en la época en la que las primeras se paseaban con sus fans 'celebrities'. / LA MENTIRA DE J.T. LEROY

De hecho, aprovechando la protección y el anonimato que le proporcionaba ese medio de comunicación, Laura Albert seguía manteniendo largas charlas bajo la identidad de J.T. La diferencia era que sus interlocutores ya no eran los psicólogos del teléfono de asistencia al suicidio, sino estrellas como Winona Ryder, Courtney Love, Carrie Fisher, Tatum O’Neal o el realizador Gus Van Sant.

El final de la fiesta

El éxito de la carrera literaria de J. T. LeRoy siguió creciendo en los siguientes años y, con él, su exposición mediática. A esa primera novela siguió, unos meses más tarde, El corazón es mentiroso —una colección de diez relatos que profundizaban en la ficticia biografía de LeRoy—, una segunda novela publicada en 2005 titulada El fin de Harold, así como giras promocionales, lecturas públicas de fragmentos de sus obras y colaboraciones periodísticas en diferentes cabeceras, una de las cuales terminó desvelando todo el fraude.

El artículo en cuestión era un reportaje sobre Disneyland Paris para la revista T: Travel que requirió que J.T. se desplazase hasta Francia. Sin embargo, cuando el escritor envió a la editorial los gastos para que le fueran abonados, los responsables de la publicación recibieron tres billetes de avión a nombre de Laura Albert, su esposo, Geofrey Knoop, y el hijo de ambos. Ni rastro de alguien llamado J.T. LeRoy, a pesar de que era él quien firmaba el artículo.

Tras descubrirse el engaño sobre la identidad de J. T., el proyecto de película se había frustrado, lo que provocó que la productora perdiera todo el dinero invertido"

Ajena a la comprensible indignación de los medios, los lectores y los famosos que se desató nada más conocerse el engaño, Laura Albert justificó su actuación como parte del juego literario. De hecho, el affaire J. T. LeRoy no hubiera pasado de ahí de no haber sido por la denuncia que Antidote International Films interpuso contra ella. Los hechos se remontaban a 2003, cuando dicha productora compró los derechos de Sarah para llevar la novela a la gran pantalla. Tras descubrirse el engaño sobre la identidad de J. T., el proyecto se había frustrado, lo que provocó que la productora perdiera todo el dinero invertido. Para intentar minimizar los daños y obtener una compensación, los abogados de la compañía buscaron la forma de demandar a Albert, a la que acusaron de suplantación de identidad por haber firmado el contrato de cesión de derechos con el nombre de J. T. LeRoy. A pesar de que la persona suplantada no existía, debido a todas las circunstancias que rodeaban el caso, el jurado de la Corte Federal de Distrito de Nueva York no consideró J. T. LeRoy un mero pseudónimo literario y declaró a Albert culpable, le obligó a resarcir a Antidote International Films con 116.500 dólares y asumir las costas judiciales, que superaron los 350.000 dólares.

Más allá de ese litigio, Laura Albert salió bastante bien parada del affaire J. T. LeRoy. Superado el escándalo, la escritora retomó su carrera como guionista y recuperó su anonimato, al menos hasta 2006, fecha del estreno de La mentira de JT Leroy, un documental construido con los cientos de horas de conversaciones telefónicas que Albert había mantenido con diferentes famosos y que, en muchos casos, habían sido grabadas sin su conocimiento. Por su parte, Savannah Knoop relató su experiencia como J. T. LeRoy en Girl Boy Girl: How I Became JT LeRoy, que fue llevada al cine en 2018 por Justin Kelly con el título de J.T. Leroy: Engañando a Hollywood y con Laura Dern en el papel de Laura Albert y Kristen Stewart en el de Knoop.

Kristen Stewart, con gorra, y Laura Dern, con sombrero, como Savannah y Laura, J.T. y Speedie, en la película 'J.T. Leroy: Engañando a Hollywood'.

Kristen Stewart, con gorra, y Laura Dern, con sombrero, como Savannah y Laura, J.T. y Speedie, en la película 'J.T. Leroy: Engañando a Hollywood'. /

Dos décadas después del fraude de J. T. LeRoy, es un hecho que ni las infinitas reposiciones de Antena 3 de Los Simpson, ni la presencia de El gran carnaval y La mentira de JT Leroy en el catálogo de Filmin, ni la de J.T. Leroy: Engañando a Hollywood en FlixOlé es suficiente para prevenir al público y los lectores de este tipo de fraudes. Porque ahí está Carmen Mola y su flamante Premio Planeta.