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El �ltimo trago del poeta Kingsley Amis: "Llevo mis pecados conmigo, nadie puede perdonarlos"

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El novelista Kingsley Amis, intentando hacer ejercicio en 1963. GETTY

Pas� de estalinista radical a liberal reaccionario en una deriva que fue biogr�fica, literaria y po�tica. Pero Amis, uno de los m�s destacados novelistas brit�nicos del siglo XX y padre del tambi�n escritor Martin Amis, quiso sobre todo ser poeta. Y lo fue.

La editorial Visor publica en espa�ol parte de su poes�a in�dita, cercana y (a veces) molesta

El Holocausto seg�n Martin Amis

Cuando el escritor Kingsley Amis dio el primer vagido, 16 de abril de 1922, el Ulises de James Joyce llevaba tres meses desconcertando al respetable en algunas librer�as de Par�s, Londres y Dubl�n. Aquel libro iba a voltear la literatura del primer tercio del siglo XX, estableciendo un nuevo canon y generando un debate de navajas entre seguidores y esc�pticos. Durante varias d�cadas, Joyce fue el santo grial de la narrativa en ingl�s. Hasta que apareci� un grupo de j�venes que sali� de batida contra los padres fundadores de la nueva escritura. Eran insolentes, osados, fr�volos si tocaba serlo, inteligentes, cultos, extra�os. Y ten�an una misi�n: apagar a pedradas la estela de los mayores.

En cabeza de la expedici�n estaba el poeta y narrador Kingsley Amis, un pimpollo del sur de Londres educado en la Universidad St. John's College, rematadamente british, ir�nico, inteligente, bebedor, machista y falt�n. Un tipo de sobrado talento para desquiciar a quien se acercase a su jurisdicci�n. Kingsley Amis estaba en el mundo convencido de que incordiar era un apostolado. Ten�a la literatura como �nica religi�n y la certeza laica de que el alcohol es el mejor aderezo para cualquier convicci�n. Incluso para todas las dudas. Kingsley Amis era un borracho de buen �nimo que, como poco, escrib�a demasiado bien.

Su primer impulso literario fue la poes�a (aunque el sitio lo gan� con unas cuantas novelas y un pu�ado de ensayos). El segundo, no tomarse demasiado en serio. El tercero, disfrutar sin tregua. El cuarto, trabajar en el tiempo que dejaba libre su voraz propensi�n a vivir. Cuando a�n era un joven airado (Angry Young Men), poco despu�s de servir en el Cuerpo Real de Se�ales durante la II Guerra Mundial, public� su primer libro, Bright November (1947). Un conjunto de poemas que romp�a con la secuencia de los maestros que, junto a Joyce, hab�an establecido el itinerario de la poes�a anglosajona: T.S. Eliot y Ezra Pound, principalmente. Los art�fices del Modernism y padres tutelares de una poes�a exigente, culta, compleja, espolvoreada de referencias intelectuales que repican en todas direcciones.

Para entonces, con el poeta Philip Larkin (compa�ero de universidad), los dramaturgos Harold Pinter y John Osborne (su pieza, Mirando hacia atr�s con ira fue la casilla de salida) y los narradores John Wain, Elizabeth Jennings o Thom Gunn form� parte de The Movement (El Movimiento), la extensi�n natural de aquellos j�venes airados que zarandearon la Inglaterra literaria de los a�os 50 del siglo pasado con un prop�sito claro: recuperar la normalidad en la literatura, acercarla al ruido de la calle, hacerla m�s cercana, incluso m�s dom�stica, sin perder rigor pero dejando en la cuneta las penumbras. Y Amis fue el agitador primero. El vendaval. El ojo de la tormenta.

El poeta Amis, sin embargo, despunt� para la cr�tica con la novela Lucky Jim (1954), con la que inaugura el g�nero de la campus novel: universitarios listos y r�pidos como la sangre retratando con cinismo su mundo universitario, infestado de rigores de eco victoriano y se�ores con camisa con cuello de almid�n. Pero �l quiso ser, primero, poeta. Por eso la editorial Visor recupera buena parte de su producci�n l�rica, a�n in�dita en espa�ol. Poemas antirrom�nticos, en edici�n de Jes�s Isa�as G�mez L�pez. Una selecci�n de textos de los siete libros de versos que public� y donde se a�pa la figura poderosa, zascandil, enreda y deslenguada de Kingsley Amis. Contra la solemnidad de los maestros de la generaci�n precedente, �l presenta una escritura c�mica, sard�nica, confesional pero tambi�n lasciva, altamente testicular, con reflejos de reflexi�n y ce�ida a lo real, a lo inmediato, a lo visible.

En verdad, este show es para j�venes./ El baile pronto empezar�,/ entonces, �por qu� t� y yo, guapa,/ no nos lo montamos en la Newlands Inn,/ y nos vamos conociendo bien/ con unos tragos de ginebra?

Kingsley Amis no muestra gran inter�s por la perfecci�n y el purismo. Prefiere una s�tira po�tica con la que adoba ciertos bandazos de su vida. ��Deber�an los poetas inflar de aire el coraz�n humano/ o desinflarlo del todo?/ El amor del hombre es cosa aparte en la vida del hombre./ Las chicas no son as��.

La meta era la impostura. En Kingsley Amis suced�a as�. Todo marcado por una fulminante risotada, muchas veces desconcertante y �cida. Sin olvidar el tonelaje de las contradicciones. Un d�a era estalinista. Unos a�os despu�s, �s�lo comunista� (sic). M�s tarde, anticomunista. Finalmente, conservador con un ali�o de certezas de corte reaccionario. Y as� con casi todo. Cinco a�os antes de morir, en 1995, acept� al Orden de Caballero del Imperio Brit�nico, pasando a adoptar el t�tulo de Sir por el largo viaje de su aventura literaria, que deja como herencia m�s de 20 novelas y 11 libros de no ficci�n, adem�s de cientos de art�culos en prensa (muchos sobre jazz en The Observer) y conferencias dispersas. Amis (Kingsley) destaca hoy como uno de los escritores principales de la segunda mitad del siglo XX en el paisaje de la literatura brit�nica. Pero si su nombre se asocia a la desmesura, su obra se instala en una tradici�n corrosiva, �cida y visceral.

Una itinerancia que est� en l�nea con su biograf�a. Dos mujeres, tres hijos. Algunas amantes dispersas. Y de entre los herederos, Martin Amis, que pronto tom� el testigo de su padre como escritor inflamable y tambi�n luminoso. La relaci�n entre ellos pas� por distintos momentos b�licos. Se gustaban, pero se guardaban las vueltas. En Experience el hijo entr� a cuchillo en la vida del padre. Los dos son excelentes novelistas. Los dos son dif�ciles de encajar en cualquier molde. Los dos empujaron una generaci�n. La de Amis Jr. es la que tiene en la escuder�a a Ian McEwan, Julian Barnes, William Boyd, el Nobel Ishiguro, Salman Rushdie... El joven Amis contaba c�mo su padre le explicaba los sue�os h�medos que ten�a con la reina de Inglaterra: �Ella est� sentada sobre m�, la siento y la toco�, dec�a el padre. Iba m�s all� y ella le frenaba: �No, Kingsley, no debemos hacerlo�. Conviene tener en cuenta que el autor de Los viejos demonios (novela con la que gan� el Booker Prize en 1986) desayunaba dos lingotazos de Wild Turkey, uno de los bourbons de mayor gradaci�n.

En poes�a confiaba a ciegas en Philip Larkin, que le correg�a los poemas.Fue quiz� su mejor amigo. Muri� en casa de los Amis en 1985. �l revisaba tambi�n los trabajos de Larkin. Eran compadres impulsados por un respeto mutuo, pero �ntimamente protegidos por un recelo de ida y vuelta que nunca se sacaron de encima. Fueron los dos poetas m�s destacados de su generaci�n, pero Larkin m�s hondo, m�s le�do, mejor reconocido, m�s constante. �Amis ofrece una visi�n c�mica del mundo sin necesidad de caer en la mera parodia del poema burdo y barato�, dice G�mez L�pez. Aun as�, le venc�a en demasiadas ocasiones el ingenio. Pero alcanz� maestr�a en la nota hilarante: �Ya defin� el verso c�mico como una continuaci�n, en cierta medida, de la s�tira�.

No es f�cil encontrar una imagen de Kingsley Amis en la que no aparezca cerca de una botella o con un vaso en la mano. Mirando a c�mara con las pupilas hechas agua o con cara de ir dando bandazos despu�s de soltar en un folio cuatro o cinco maldades sin dar nombres. �Llevo mis pecados conmigo, nadie puede perdonarlos�, le gustaba decir. Cre�a en aquello que el polemista Cristopher Hitchens llamaba �la musa del trago�. Pero no pasaba la l�nea de un vulgar pelmazo del whisky. Por algo es autor de uno de los libros esenciales del etilismo: Sobrebeber. Igual habla de c�cteles que de resacas con esa erudici�n que conceden muchas jaquecas y demasiados tragos previos. Defini� la sangr�a como �esa antigua p�cima espa�ola� y su defensa fuera del whisky la lanzaba en favor del vodka ruso.

Estos juegos de contrarios eran muy del gusto del viejo Amis. Igual en la literatura: alternaba la poes�a con la ciencia ficci�n. Y en 1964 complet� el borrador de Ian Fleming El hombre con la pistola de oro. Quiz� no se tom� demasiado en serio como poeta, pero ten�a altos momentos de intensidad. Y no siempre involuntarios: �Lo que hacemos/ en nuestro desamparo,/ nos ense�a qui�nes somos,/ y lo que somos, y lo que/ es la vida misma�. Jug� fuerte, pero no agot� su repertorio, que es lo mismo que decir que no desgast� a sus lectores. El poeta Kingsley Amis fue el origen de todo lo que vino (literariamente) detr�s de un tipo imprevisible capaz de hacer de su existencia esa forma de gloria que se resume en vivir como uno quiere, contra quien sea. Principalmente contra casi todo. �Por eso soy el que sopla los molinos de viento./ Espl�ndido menester�.