El Cantón de Cádiz: revuelta y resistencia en la cuna del liberalismo y el anarquismo

El Cantón de Cádiz: revuelta y resistencia en la cuna del liberalismo y el anarquismo

En 1873, Cádiz se convirtió en epicentro de la Revolución Gloriosa y la proclamación del Cantón. Liderado por Salvochea, promovió medidas sociales y políticas radicales, aunque fue sofocado por fuerzas monárquicas en 1874.

El Cantón de Cádiz: revuelta y resistencia en la cuna del liberalismo y el anarquismo (Juan Pablo Calero)

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La ciudad de Cádiz representaba, en 1873, una isla de modernidad en una España que todavía era, en buena medida, rehén de su pasado. Aunque se reconocía su valor estratégico en las rutas comerciales atlánticas, desde que en 1503 se estableció en Sevilla la Casa de Contratación, el puerto gaditano jugó un papel subordinado, hasta que en 1717 se trasladó a Cádiz el monopolio comercial con las colonias ultramarinas.

Desde entonces, la ciudad conoció un desarrollo extraordinario y, aunque en 1764 se liberó el comercio entre los puertos americanos y peninsulares, conservó un evidente protagonismo mercantil y fue refugio seguro para los capitales que retornaban de América, algunos ligados al tráfico de esclavos.

Grabado del castillo y del arco triunfal en la plaza Isabel II, Cádiz.

Grabado del castillo y del arco triunfal en la plaza Isabel II, Cádiz.Muy Interesante

Por otro lado, la creciente demanda por los británicos del vino de Jerez, que sustituyó al de Oporto en sus preferencias, impulsó la modernización de la agricultura, estimuló la actividad comercial y favoreció la residencia de mercaderes italianos y británicos.

Atendiendo a esa realidad económica, en Cádiz se fue asentando una burguesía moderna y cosmopolita, que obtenía sus rentas del comercio internacional y que estaba en constante y fluida relación tanto con las colonias españolas como con los principales centros comerciales europeos, una clase social emergente a la que pertenecía un porcentaje significativo de sus habitantes.

Frente al ensimismamiento de los siglos precedentes, Cádiz era una ventana abierta al mundo en la España de las últimas décadas del siglo XVIII. Fue así como la ciudad se convirtió en una de las vías de entrada para los nuevos conocimientos científicos y las nuevas ideas políticas que anunciaban la modernidad, encontrando entre la burguesía gaditana un ambiente favorable.

Este carácter progresista se puso de relieve tanto durante la guerra de la Independencia, cuando se convirtió en el epicentro de la revolución liberal que allí proclamó nuestra primera Constitución, como en 1823, cuando sirvió de último refugio a las instituciones de la nación durante el Trienio Liberal. Además, su cercanía al enclave británico de Gibraltar, cobijo de conspiradores liberales como los implicados en la fallida conjura que, en 1831, costó la vida a Mariana Pineda y José María Torrijos, avivó la orientación revolucionaria de los gaditanos.

Cádiz en 1873

En 1866, con la firma del Pacto de Ostende por progresistas y demócratas, comenzó la cuenta atrás para derribar el régimen encabezado por la reina Isabel II y el general Ramón María de Narváez, principales obstáculos para las aspiraciones de la burguesía sinceramente liberal.

Los fracasados pronunciamientos de Villarejo de Salvanés en enero de 1866 y de los sargentos del madrileño cuartel de San Gil, en junio del mismo año, forzaron a los conspiradores a preparar con cuidado su asalto final, reforzados en 1867 cuando se les sumó la Unión Liberal.

El compromiso del almirante Juan Bautista Topete y la flota atlántica, la proximidad a Gibraltar, donde se trasladó Prim con Sagasta y Ruiz Zorrilla, y el decidido apoyo de la población se conjugaron para que el 18 de septiembre de 1868 se iniciase en Cádiz el pronunciamiento militar que dio paso a la Revolución Gloriosa, que puso fin a la caduca monarquía de Isabel II.

Vista de Cádiz tomada desde el castillo de San Sebastián (1830), de Ferdinand Perrot. Hasta mediados del xix, Cádiz fue el primer puerto de España, Barcelona le quita la primacía.

Vista de Cádiz tomada desde el castillo de San Sebastián (1830), de Ferdinand Perrot. Hasta mediados del xix, Cádiz fue el primer puerto de España, Barcelona le quita la primacía.ASC

Como señala el profesor Diego Caro Cancela: «Pocas ciudades del país ofrecían a la altura de 1868 mejores condiciones que Cádiz para que los planes de los que conspiraban contra la monarquía borbónica salieran adelante sin obstáculos de relevancia».

Al fuerte arraigo de las ideas democráticas entre la burguesía se unía el descontento de las clases populares por la crisis económica nacional de 1866, que en Cádiz se sumaba a la decadencia sufrida por la ciudad desde 1824 a causa de la independencia de las colonias americanas.

Pero ese mismo ambiente, tan predispuesto a la revolución, muy pronto se convirtió en un quebradero de cabeza para el Gobierno Provisional, controlado por liberales y progresistas, a causa de la rebeldía de una provincia en la que habían echado tempranas raíces las ideas del socialismo, con el furierista algecireño Joaquín Abreu, y del feminismo, de la mano, entre otras, de Margarita Pérez de Celis.

Si el 5 de diciembre de 1868 fue necesario que el Gobierno mandase tropas parasofocar la insubordinación de la Junta local gaditana, en enero del año siguiente Prim y Sagasta tuvieron que admitir la victoria electoral de los republicanos en la provincia y en octubre fue necesario enviar al ejército para aplastar un nuevo levantamiento republicano. En los comicios de 1871, monárquicos y republicanos empataron a pesar de las turbias maniobras gubernamentales, pero en 1872 los republicanos volvieron a hacerse con la victoria.

Fermín Salvoechea

Es imposible seguir hablando del Sexenio en Cádiz sin citar a Fermín Salvochea. Como afirma el historiador José Luis Gutiérrez Molina, para las clases populares «es el apóstol vencido, el Quijote de carne y hueso. Síntesis del revolucionario virtuoso para Díaz del Moral e inspirador de Valle Inclán, Blasco Ibáñez, Sawa y otros tantos escritores.

Los republicanos hicieron de él un ídolo. Los anarquistas lo presentaron como el héroe moderno» y, añadimos, los gaditanos lo usan como una medida de capacidad: «Llueve más que cuando enterraron a bigotes», dicen en referencia a la tromba de agua que cayó durante su entierro.

Majo y agricultores de Jerez de la Frontera ( Cádiz), ilustración aparecida en Viaje por
España Vol. I, de Gustave Doré y Charles Davillier. Dibujo del famoso ilustrador francés.

Majo y agricultores de Jerez de la Frontera ( Cádiz), ilustración aparecida en Viaje por España Vol. I, de Gustave Doré y Charles Davillier. Dibujo del famoso ilustrador francés.Getty Images

Fermín Salvochea Álvarez nació en Cádiz el 1 de marzo de 1842 en el seno de una familia acomodada de comerciantes de origen navarro. Estudió en el afamado colegio de San Felipe Neri y, al cumplir los quince años, fue enviado a Inglaterra para ampliar su formación comercial con el propósito de que dirigiese los negocios de la familia. Durante su estancia en Londres y Liverpool conoció de primera mano las nuevas ideas que allí se estaban desarrollando al calor de su temprana Revolución Industrial.

A su regreso a la ciudad gaditana, entró en contacto con los círculos democráticos y de socialistas utópicos locales, en los que destacaban personajes como Eduardo Benot o Ramón de Cala, y dio las primeras muestras de un rigor ético que le acompañó toda su vida.

En 1862, se negó a incorporarse al Servicio Militar, forzando a su padre a pagar la redención a metálico que permitía eximirse de su cumplimiento y liberarle de su ingreso en prisión.

Durante la revolución de 1868, dio pruebas de la profundidad de su compromiso y de su altura moral. Junto a José Paúl y Angulo movilizó a grupos de civiles armados reclutados para reforzar a los militares conjurados, lo que le valió ser elegido jefe de los Voluntarios de la Libertad gaditanos tras el éxito del pronunciamiento.

Cuando la Junta Revolucionaria de Cádiz, a la que pertenecía, se declaró en rebeldía frente al Gobierno provisional de Prim y Serrano y proclamó la República, Salvochea se presentó a las tropas gubernamentales enviadas para sofocar la revuelta y se declaró único responsable del conflicto, lo que le valió una condena a destierro en ultramar, a pesar de lo cual fue elegido diputado en 1869.

Gefes (sic) del alzamiento republicano federal de España en 1869: Fermín Salvochea,
Francisco Suñer y Capdevila, Adolfo Joarizti, José Paúl y Angulo, Pedro Caymó y Bascós,
José Antonio Guerrero, Enrique Romero, Froilán Carvajal, Rafael Guillén.

Gefes (sic) del alzamiento republicano federal de España en 1869: Fermín Salvochea, Francisco Suñer y Capdevila, Adolfo Joarizti, José Paúl y Angulo, Pedro Caymó y Bascós, José Antonio Guerrero, Enrique Romero, Froilán Carvajal, Rafael Guillén.ASC

Se inició así su ciclo insurreccional personal; en octubre de ese mismo año, se puso al frente de una columna guerrillera republicana que pronto fue disuelta, teniendo que marchar al exilio hasta la amnistía de 1871. A poco de proclamarse la República, fue elegido alcalde de Cádiz y, el 19 de junio de 1873, impulsó el levantamiento cantonal.

Tras su derrota, volvió a presentarse ante las tropas gubernamentales como único responsable, por lo que fue condenado a cadena perpetua en los presidios africanos. En 1883, rechazó un indulto particular que se le había concedido y poco después se fugó de prisión convirtiéndose de nuevo en un exiliado. Una amnistía general decretada en 1885 le permitió regresar a Cádiz, pero en abril de 1891 se le detuvo para evitar que se celebrasen los actos del 1º de Mayo.

Su semilla del ideal anarquista ya había germinado y, aunque estaba en la cárcel, fue encausado y condenado por la explosión de unas bombas en 1891 y por el asalto campesino a Jerez del año siguiente, permaneciendo en prisión hasta que, en 1899, fue liberado por su delicada salud y se instaló en Madrid, donde fue de nuevo detenido en 1902 acusado de planear un atentado contra Alfonso XIII.

Al mismo tiempo, crecía la admiración de las clases populares, sobre todo de Cádiz pero también de toda Andalucía. Tras cada fracaso y después de cada castigo emergía crecida la figura de Fermín Salvochea aureolada de integridad, sobriedad y coherencia, hasta que el mito del santón laico y del apóstol de la idea fue oscureciendo al hombre, pero dejando una memoria colectiva en las clases populares gaditanas que aún se mantiene viva.

El Cantón de Cádiz

El 19 de junio de 1873 se celebró una sesión ordinaria del cabildo gaditano en cuyo orden del día, sin más solemnidad y junto a asuntos de trámite, se proponía la proclamación del cantón de Cádiz; una decisión cuyo espíritu respondía al proyecto político del recientemente dimitido Pi y Margall, pero que iniciaba el proceso desde el ámbito municipal y sin recibir la autorización previa de las instituciones republicanas.

Una política de hechos consumados que ya se había adoptado en Cartagena o Sevilla, ante la demora en constituir la república federal. Al leer las actas del pleno municipal, sorprende la unanimidad de los concejales gaditanos; los dos únicos que se opusieron lo hicieron porque preferían que el nuevo régimen tuviese una base provincial o se adaptase a los antiguos reinos.

Del mismo modo, extraña la moderación de los concejales que, en la mayoría de los casos, consideraban la proclamación del cantón no como un acto revolucionario, sino solo como la asunción de una soberanía local que les permitiría legislar libremente en interés exclusivo de la ciudad, con el propósito, explícito en algunos de ellos, de convertirla en el primer puerto comercial del mundo.

Grabado del Motín de las Quintas (17 y 18 de marzo de 1869). Valeriano Domínguez
Bécquer recrea una escena de un combate en las barricadas de Jerez.

Grabado del Motín de las Quintas (17 y 18 de marzo de 1869). Valeriano Domínguez Bécquer recrea una escena de un combate en las barricadas de Jerez.ASC

En principio, la constitución del cantón gaditano no pasaría de ser una declaración instrumental sin un auténtico contenido revolucionario, porque, como expone el profesor Salvador Cruz Artacho, en la Andalucía de 1873 «la República, entendida bajo un ropaje federal, se convierte para amplias capas de ciudadanos en el cauce idóneo para la concreción de la transformación política y el cambio social».

Fue la presencia de Salvochea, y el apoyo de las clases populares gaditanas, lo que dio un contenido claramente revolucionario al cantón de Cádiz, donde a la República se le añadía, junto al consabido adjetivo de Federal, el calificativo de Social. Del mismo modo, fue él quien transformó un acuerdo exclusivamente local, aprobado por el Ayuntamiento gaditano, en un movimiento de ámbito provincial, cuando asumió el traspaso de poderes del gobernador civil y firmó la disolución de la Diputación Provincial.

Naturalmente, esta declaración de intenciones no se tradujo, necesariamente, en la obediencia de todos sus municipios al recién nombrado Comité de Salud Pública de la Provincia; algunos, como Algeciras, anunciaron su propio cantón; otros, como Jerez de la Frontera, permanecieron leales al gobierno federal de Nicolás Salmerón; y otros siguieron al cantón de Cádiz, como San Fernando, Puerto Real o El Puerto de Santa María. En cualquier caso, el Comité de Salud Pública se apresuró a ejercer su soberanía aprobando distintas iniciativas.

En líneas generales, sus acuerdos seguían tres ejes de actuación: mejoras económicas para las clases populares (supresión de impuestos indirectos y del papel sellado o desestanco del tabaco), defensa del cantón por el pueblo en armas (se eliminaban las quintas y la matrícula del mar y se fijaba un salario para los voluntarios de la República) y separación de la Iglesia y el Estado (incautación de edificios religiosos con la excepción de las parroquias, secularización de los cementerios y de los registros parroquiales y prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas).

Resoluciones que profundizaban en la línea política emprendida desde la alcaldía por Salvochea, que había establecido la jornada de ocho horas y un salario mínimo para los empleados municipales. En contra de lo que muchas veces se dice, este programa de gobierno no respondía a un proyecto anarquista, aunque Salvochea estuviese afiliado a la Federación Regional Española internacionalista como muchos cantonales de Cádiz y El Puerto de Santa María.

Sus acuerdos solo llevaban a la práctica la doctrina del republicanismo radical de la pequeña burguesía y de las clases populares. No conviene olvidar que el gabinete de Pi y Margall en Madrid había aprobado, de la mano de Eduardo Benot o de José Fernando González, leyes equiparables. Además, todavía por entonces para muchos republicanos la Internacional no era más que la sección profesional del federalismo y para muchos internacionalistas, el republicanismo federal era su referencia política.

El final del Cantón de Cádiz

Ese verano de 1873 para Salmerón no había tarea más prioritaria que restablecer el orden, y para conseguirlo levantó un ejército de 100.000 soldados que puso bajo el mando de dos generales monárquicos: Arsenio Martínez Campos y Manuel Pavía, que en 1874, primero, ahogaron las libertades públicas y, pocos meses después, demolieron la República.

Aprovechando el ferrocarril, el 23 de julio la columna del general Pavía llegó a Córdoba, abortando la inminente proclamación del cantón en esa ciudad; desde allí viajó a Sevilla, que asedió desde el 28 de julio hasta su conquista el 1 de agosto. 

Las tropas se dirigieron a Cádiz, y aunque su Comité de Salud Pública decretó la defensa a ultranza de la ciudad, la traición de algunas unidades del ejército acuarteladas en su interior hicieron imposible toda resistencia y, el 4 de agosto, el cantón de Cádiz arrió su bandera roja del palacio de la Aduana.

* Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Muy Historia.

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