Lina von Osten, la mujer que “convirtió” a Heydrich al nazismo

Lina von Osten, la mujer que “convirtió” a Heydrich al nazismo

Segunda Guerra Mundial

La vida de Reinhard Heydrich, el Carnicero de Praga, pudo haber sido muy distinta si no se hubiera enamorado de una fanática nacionalsocialista, con la que se casó en 1931

Lina von Osten, esposa de Reinhard Heydrich, con sus hijos en 1944.

Lina von Osten, esposa de Reinhard Heydrich, con sus hijos en 1944.

AGE Fotostock

A finales de 1930, Reinhard Heydrich era un joven alférez de navío con un futuro prometedor en la Marina de Guerra (Reichsmarine). Apuesto y deportista, virtuoso del violín y buen bailarín, era pretendido por muchas jóvenes de la buena sociedad de Kiel que pugnaban por sus atenciones.

Aunque con fama de mujeriego, desde 1928 mantenía una relación con la hija de un contratista naval amigo del almirante Erich Raeder, con la que, según parece, aunque nunca se haya probado, llegó a comprometerse. Sin embargo, el 6 de diciembre de 1930, en un baile celebrado en el club de remo de Kiel tras ganar una regata, conoció a una joven de diecinueve años –él tenía veintiséis– que marcaría definitivamente su vida: Lina Mathilde von Osten.

Un lío de faldas

Miembro de una rama menor de la pequeña nobleza de origen danés, Lina nació en la pequeña isla báltica de Fehmarn (Schleswig-Holstein) el 14 de junio de 1911. Como hija de un maestro de escuela con escasos recursos, tuvo una infancia sin excesivos lujos. La pequeña de los Von Osten era una joven bien parecida, decidida y algo terca, que, tras terminar la enseñanza secundaria, se matriculó en la Escuela de Comercio. Un subterfugio seguido por aquellas familias que no podían costear los estudios universitarios.

Fuertemente derechista y nacionalista, como el resto de su familia, siguió los pasos de su hermano mayor Hans, miembro de las Secciones de Asalto (SA). Así, tras asistir a un mitin del NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes) en 1929 y quedar embelesada por las palabras de Hitler, ingresó en esa formación, a la que se entregó en cuerpo y alma.

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Lina y Reinhard se enamoraron perdidamente. El primer regalo de la muchacha al marino fue un ejemplar del Mein Kampf, que, al parecer, nunca leyó. A él solo le interesaba su carrera, y, aunque compartía sus ideas conservadoras, no se interesaba por la política. Pero el anuncio del compromiso oficial entre ambos cambiaría las cosas.

La noticia, publicada en los ecos de sociedad de la prensa local, enfureció a la que aún se consideraba su novia, quien interpeló al galán. Por lo visto, la respuesta del futuro jefe del SD (Servicio de Seguridad de las SS) fue bastante grosera, y la joven fue con el cuento a su padre, quien, a su vez, apeló al almirante Raeder, que ordenó abrir una investigación.

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Heydrich, jefe de la policía bávara y del SD, en Múnich. 

Otras Fuentes

Para los estándares de la Armada, la ruptura de un compromiso matrimonial era algo muy serio, aunque no definitivo. Dado el magnífico expediente de Heydrich, la cosa pudo haber acabado en una simple reprimenda, pero el acusado no solo menospreció a la demandante, sino que se mostró altanero con el tribunal de honor, un rasgo típico de su carácter.

Los jueces, por ello, fallaron en su contra. El 31 de mayo de 1931, el alférez de navío Heydrich fue expulsado de la Reichsmarine por un delito de honor, aunque se le mantuvo un sueldo de 200 marcos durante dos años en virtud de su trayectoria. Escasa consolación para una persona con sus aspiraciones.

Entrevista de trabajo con Himmler

Encontrar un trabajo en la Alemania del paro, con tal baldón, no era tarea fácil, y casarse sin recursos, menos. Sus futuros suegros insistieron a su hija en que lo dejara, pero ella se negó. La inteligente joven era una persona expeditiva, y movió cielo y tierra para ayudar a su prometido, consciente de sus extraordinarias aptitudes. Decidió guiarlo por un camino para él desconocido, pero con grandes posibilidades: el partido.

“Mi marido se metió en política por casualidad. Pero si no se hubiese afiliado al partido, habría llegado a ser un violinista célebre, un campeón mundial de esgrima, o un importante marino”, escribió Lina en sus memorias. Siguiendo los consejos de su novia, que actuaría como lazarillo suyo durante esos primeros años, Heydrich se afilió al NSDAP a través de un amigo de la familia, Karl von Eberstein. Pero entonces no era más que un recién llegado sin pedigrí político.

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Enterado de que el Reichsführer buscaba candidatos para organizar el servicio de inteligencia de las SS, Eberstein propuso a su amigo, aduciendo que había sido oficial de inteligencia de la Armada. Se trataba de un error que nadie advirtió. Solo había realizado un curso de transmisiones (Nachrichten), pero no sabía nada de inteligencia (Nachrichten-dienst). La similitud entre ambas palabras hizo el resto.

Heydrich fue citado en la residencia que Heinrich Himmler tenía en Waldtrudering, cerca de Múnich, capital del movimiento nazi, el 14 de junio de 1931. Aquejado de gripe, el Reichsführer canceló la cita en el último momento. Pero Lina, intuyendo que la gran oportunidad podía escaparse, decidió que ambos debían acudir igualmente, y cogieron el tren.

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Himmler junto a su esposa y su hija.

Terceros

Aunque recibidos con reticencia, la entrevista se realizó. Viendo que su interlocutor sabía menos que él de temas de seguridad, Reinhard realizó un sugerente esquema con un lenguaje casi profesional (aprendido de las novelas de espionaje) que encandiló al antiguo criador de gallinas. A los pocos días, con el beneplácito de Hitler, Heydrich fue nombrado jefe del SD. Consciente del gran paso dado y de lo trascendental de su intervención, la señora Heydrich declaró años después: “Este fue el día más glorioso de mi vida, de nuestras vidas”.

La señora Heydrich

El sueldo no era excesivo, pero daba para vivir, aunque austeramente, por lo que la pareja decidió casarse. La boda se celebró el 26 de diciembre de 1931 en la pequeña iglesia de Grossenbrode (Schleswig-Holstein). Heydrich apareció con chaqué y sombrero de copa y no con el uniforme de las SS que todos esperaban, tal como explicó Lina: “A mi marido no le gustaba el uniforme. Lo llevaba por obligación; él prefería vestirse de paisano cuando no estaba de servicio”.

Los primeros tiempos distaron de ser fáciles. Fueron a vivir al primer piso de una vivienda compartida en el barrio muniqués de Lochhausen, que, con frecuencia, se convertía en oficina. Pronto llegaron sus dos primeros hijos: Klaus y Heider. El jefe del SD era un trabajador nato y sin horario, aunque procuraba reservar un tiempo para sus hijos.

A medida que acumulaba cargos, el otrora apolítico Heydrich sufrió una radical transformación, en la que la influencia de su esposa no resultó ajena. No solo abandonó la Iglesia católica, sino que abrazó los postulados raciales e ideológicos del nacionalsocialismo con la fe de un converso. En todos, el judaísmo aparecía como la bestia negra a batir.

Pero con los años, mientras seguía ascendiendo en el escalafón nazi, los esposos se distanciaron. Heydrich no solo disponía de menos tiempo cada vez para dedicar a su esposa, sino que nunca dejó de serle infiel: “A mi marido le interesaba cualquier cosa con faldas”.

Heydrich y otros oficiales de las SS, con sus esposas, en 1937.

Heydrich y otros oficiales de las SS, con sus esposas, en 1937.

Dominio público

Al parecer, aunque este extremo nunca ha sido confirmado, ella decidió pagarle con la misma moneda y flirteó con el ambicioso y apuesto SS-Hauptsturmführer Walter Schellenberg. Pero el siempre bien informado Heydrich cortó esa relación de raíz, amenaza incluida, y se reconcilió con su mujer, fruto de lo cual nacería su tercer retoño, Silke, por la que sentiría una gran predilección.

Desde entonces, y al menos aparentemente, la relación entre la pareja siguió viento en popa mientras Lina disfrutaba del boato correspondiente a la esposa del segundo cargo de las SS tras Himmler, con cuya esposa no haría buenas migas.

La viuda del Reich

La calculada y fría intervención de Heydrich en la Noche de los Cuchillos Largos catapultó su figura, y la Bestia rubia, como lo denominaba con sarcasmo el almirante Canaris, no dejó de ascender, convirtiéndose en uno de los personajes con más poder del Tercer Reich: director de la Gestapo, director de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), presidente de la Interpol y, por fin, protector adjunto de Bohemia y Moravia (actual Chequia).

La contundencia con que actuó en el último cargo le comportó un nuevo apelativo: el Carnicero de Praga. Sin embargo, tras haber descabezado toda resistencia, realizó un sorprendente viraje: pacificó el país y mejoró las condiciones de los trabajadores checos. En realidad, actuaba como un verdadero virrey, y su esposa, como una reina. Parecía que al matrimonio todo le iba bien.

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No obstante, la situación preocupaba al gobierno checo en el exilio, que envió un comando para matarlo, consciente de que, en caso de éxito, las represalias alemanas provocarían un estallido de furor entre los nacionales, como así fue.

El 27 de mayo de 1942, Heydrich sufrió un atentado y, a las 04:30 del 4 de junio, murió de septicemia. Su cuerpo, tras un fastuoso funeral en Praga con honores de jefe de Estado, fue depositado en el cementerio de los Inválidos berlinés, junto a la tumba de los mayores héroes prusianos.

Reinhard Heydrich con su esposa en 1942.

Reinhard Heydrich con su esposa en 1942.

Bundesarchiv, Bild 146-1972-039-24 / CC-BY-SA 3.0

Hitler regaló a la viuda una lujosa residencia cerca de Praga: la finca Jungfern-Breschan. Allí nacería Marthe, hija póstuma de Heydrich, y allí murió su hijo mayor, Klaus, atropellado por un camión mientras paseaba en bicicleta. Poco a poco, aunque se dejaba ver de vez en cuando, Lina se fue retirando de la vida pública. Con el fin de la contienda, la familia huyó a Baviera, y de allí a la querida isla de Fehmarn, donde la mujer superaría el proceso de desnazificación y la petición de extradición del gobierno checo, si bien fue condenada a cadena perpetua en ausencia en 1948.

Lina negó durante el resto de su vida todo conocimiento de los crímenes de su marido y defendió su honorabilidad. Además, frecuentó los círculos revisionistas y de veteranos de las SS, donde fue una figura aclamada. En puridad, nunca renunciaría al nacionalsocialismo, y, además, emprendería un largo litigio contra las autoridades de Schleswig-Holstein (1956-1959) para que se le reconociera la sustanciosa pensión correspondiente a la viuda y los huérfanos de un general de la policía muerto en acción, de la que salió victoriosa.

Lina von Osten, viuda de Reinhard Heydrich, en una imagen de 1965.

Lina von Osten, viuda de Reinhard Heydrich, en una imagen de 1965.

Daily Express/Hulton Archive/Getty Image

En 1965 decidió dar un giro a su vida: se casó con el director de teatro finlandés Mauno Manninen y restauró la mansión familiar de Fehmarn, que convirtió en una afamada posada-restaurante, frecuentada por nostálgicos del Tercer Reich.

El incendio de la finca y el posterior fallecimiento de su segundo esposo en 1969 liquidaron sus proyectos y la forzaron a retirarse de nuevo de la vida pública. Inquieta como era, se centró otra vez en su primer marido, publicando en 1976 un libro exculpatorio del matrimonio, en el que manifestaba su ignorancia sobre la “solución final” pergeñada por su esposo en la Conferencia de Wansee. Lina von Osten falleció en Fehmarn el 14 de agosto de 1985.

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