Abandonando el alto empíreo, revolotea ante los ojos de la muchacha:—Inocente como sois y extraña a tales pruebas, ¿creéis posible obtener una sola gota de esta fuente tan terrible como sagrada?
Si otro ingenio el Dios Padre me hubiese concedido, remontara tal vez hasta el
empíreo y robara una chispa solamente del fuego celestial...
Jacinto de Salas y Quiroga
Y vosotras, oh, sombras generosas, compatriotas sagrados, que perdidos en el choque fatal continuo lloro, si aqueste canto desde el alto
empíreo os dignareis oír, recibid gratos las lágrimas que vierto enternecido.
Vicente López y Planes
Y aún más que todo, oh, almas venturosas, colocadas allá sobre el
empíreo en brazos de eternal contentamiento, recompensa halló ya vuestro heroísmo.
Vicente López y Planes
Como los ángeles insistían en revolotear sobre Betlehem, y el cielo seguía, como niebla baja, cerrazón divina, a ras de tierra, mezclados el Empíreo y la Judea, Lucifer, a quien la envidia desgarraba las inmortales entrañas del espíritu sutil, hizo un supremo esfuerzo de voluntad, quiso violentar su egoísmo y pensó: «¡Yo también quiero encarnar, yo también quiero tener un hijo, yo también quiero mi Noche buena!...».
iendo desde el alto
Empíreo cómo la iniquidad crecía sobre la tierra, el arcángel San Miguel se quemaba, literalmente, de indignación: su cuerpo era una brasa, su cabellera rubia un sol irritado.
Emilia Pardo Bazán
Lució por fin el anhelado día de alabar tu belleza y al monstruo confundir que pretendía encubrir su fealdad con tu ropaje, y tomando tu enérgico lenguaje de sombras rodear al ser humano cerrándole el Empíreo soberano.
Tú, numen tutelar del pueblo ibero; tú, domador de la morisma impía, que en la mezquita del alarbe fiero los pendones dejaste de María; tú, que a Fernando el áspero sendero mostrar supiste que al empíreo guía, tú me inspira, y mi voz al aire dando, cantaré las virtudes de Fernando.
Truena indignada la tartárea roca, y envuelto lanza en encendida nube del negro Averno la escondida boca al triste mundo el infernal querube: muere la hierba que su planta toca; el ronco ahullido hasta el empíreo sube; y vuela ardiendo en furibunda saña a los campos católicos de España.
ú que por mi amor trocaste el empíreo por el suelo, amoroso, inseparable, si invisible compañero; tú que en la débil infancia me salvaste de mil riesgos, escucha, celeste hermano, escucha mi humilde ruego.
uando mi dulce y suave y fiel consuelo por dar reposo a mi cansado pecho, se apoya al lado izquierdo de mi lecho con aquel dulce y razonable celo, musito entre piedad y entre desvelo: «¿De dónde llegas tú, bendita alma?» Sacando ella de palma un ramo y de laurel otro del seno, me dice: «Del sereno cielo empíreo y aquella santa parte partí para venir a consolarte».
Todos, sí, todos; menos uno sólo: el mártir del amor americano, de paz, de caridad apóstol santo, divino Casas, de otra patria digno; nos amó hasta morir. Por tanto ahora en el empíreo entre los Incas mora.