CINE

Luis XIV: la agon�a francesa del sol

Tr�iler de 'La muerte de Luis XIV' EL MUNDO

La muerte de Luis XIV, de Albert Serra, con el legendario Jean-Pierre L�aud como protagonista, retrata los �ltimos d�as del mayor de los monarcas contemplados desde el m�s �ntimo de los gestos. Inolvidable pel�cula.

Un rey y una cama. Un rey, el m�s grande y longevo de todos ellos, reposa en la cama. Son sus �ltimos d�as. Y ah�, en el gesto �ntimo de su desnudez, de su contacto con la muerte cercana, se desvanece no tanto la vanidad, que tambi�n, como el secreto m�s �ntimo y oculto de la carne, del dolor de estar vivo. De eso trata y as� se resuelve, en el espacio limitado y perfecto de una habitaci�n, La muerte de Luis XIV, de Albert Serra, la pel�cula que se estrena este viernes protagonizada por el m�tico y hasta imperial Jean-Pierre L�aud (recu�rdese, el rostro del cine de Truffaut).

�Jean-Pierre habla para referirse a su trabajo de un silencio m�s heroico que el silencio de la muerte... No s� muy bien qu� quiere decir, pero suena muy po�tico y hasta justo�, dice Serra de buena ma�ana en el bar de un hotel de Madrid. Mientras, en la habitaci�n 209 concretamente, L�aud, en la cama como el propio rey, se niega a bajar. �Dice que est� enfermo. Lo que me preocupa no es la entrevista, sino que perdamos el avi�n�, zanja el director. Privilegio de la realeza cinematogr�fica. En efecto, a los dos les espera un vuelo a Barcelona donde la Filmoteca programa buena parte de la filmograf�a del actor.

La muerte de Luis XIV no es s�lo la mejor pel�cula del director sino la culminaci�n de un trayecto que le ha llevado a desnudar algunos de los mitos que de forma m�s profunda ordenan cada uno de nuestros gestos. Y nuestra propia mirada. Desde el Quijote a Casanova pasando por los Reyes Magos y el Conde Dr�cula, nada le es ajeno a la m�quina de triturar gigantes en la que se ha convertido su filmograf�a. �En realidad, todo surge tras un proyecto para la Bienal de Kassel�, cuenta. �All� hice una pel�cula de 101 horas de duraci�n sobre la vida de Goethe, Hitler y Fassbinder. A rengl�n seguido, surgi� la posibilidad de hacer algo parecido, pero con un personaje franc�s�. La idea cristaliz�, nunca mejor dicho, en un encargo del Centro Pompidou.

Se trataba de colocar una habitaci�n �transparente�, de cristal, en el centro del museo, en la que se dramatizara punto por punto y en 15 d�as el largo proceso de agon�a del monarca seg�n lo narrado, entre otros, por Saint-Simon en sus memorias. �Primero L�aud tem�a exponerse a la mirada de todos. Dec�a que no lo pod�a soportar. Pero el problema acab� por ser log�stico. Requer�a tantos medios s�lo para garantizar la seguridad que acab� por ser inabordable. Por caro. As� que se decidi� rodar la pel�cula�, recuerda. Y lo hace en el momento en el que suena su tel�fono... �Je suis malade... Je ne peux pas...�, se escucha gritar al otro lado del auricular. �No s�. Dice que est� agotado y lo �nico que hizo ayer [durante la presentaci�n de la cinta en el Instituto Franc�s de Madrid] fue leer un texto que ya hab�a escrito y publicado en Lib�ration�, dice Serra. Vuelve a comprobar la hora del vuelo. �Con lo simp�tico que fue durante el rodaje y lo bien que nos llevamos�, a�ade.

La pel�cula enfrenta el poder absoluto con la impotencia tambi�n desproporcionadamente absoluta. Y as� hasta alcanzar el coraz�n mismo de la banalidad de la misma muerte. �Generalmente, ese �ltimo instante se envuelve de drama y de trascendencia, pero cualquiera que haya visto morir a alguien sabe que eso no existe. Para m�, la referencia son mis abuelos. Se fueron apagando y jam�s les o� declamar un pomposo adi�s a la vida. Nadie lo hace. Ni un rey�, reflexiona.

Serra, de hecho, lleva a�os en la fatigosa y descomunal tarea de fotografiar los tiempos muertos; ese espacio en el que la acci�n y la palabra ense�an su verdadera y cruel anatom�a. Sus h�roes se miran, callan, describen con meticulosidad sus ansias m�s pueriles y, finalmente, desaparecen en un vac�o que se adivina con m�s sentido que lo otro. Ahora le toca el turno a Luis XIV. El director encierra, en un calculado juego de luces, sombras y conversaciones tal vez intrascendentes, la agon�a del mayor de los monarcas que ha dado la m�s vieja de las rep�blicas. Entre el esplendor, la carne putrefacta de una pierna gangrenada se impone con la contundencia de un abismo.

�Es el propio L�aud, en su descomunal presencia cerca del mito, un trasunto del propio Luis XIV? �El hecho de que la persona, el actor y el personaje resuenen uno en el otro es muy interesante. La persona cuando es consciente de que es filmada se convierte en actor. Y, en efecto, lleg� un momento durante el rodaje en que L�aud se hab�a convertido en el propio Luis XIV. Le sali� esa punta de vanidad y celos del resto del reparto que no quer�a que nadie se acercara. No pod�amos rodar. Ese juego de espejos es crucial�, responde Serra a la vez que reconstruye su forma de rodar. Tres c�maras configuran un espacio transparente en el que se disuelven las identidades. Realidad y ficci�n se pierden en un laberinto en el que la representaci�n del poder y la intimidad de la piel se huyen y buscan a la vez.

Vuelve a sonar el tel�fono. Al otro lado, la voz en franc�s. S�lo se distinguen voces. Cuelga.

�Nada, que no se levanta. No s�, quiz� la distribuidora podr�a hacer algo. No s� por qu� tengo que acabar por hacer yo todo�.

�Lo importante�, sigue Serra, �es que, al trabajar con tres c�maras, L�aud se sent�a perdido. Generalmente, s�lo lo hace con una. Busca un idilio con ella que ahora era imposible. Y esa turbaci�n es la esencia misma de todo�.

Y, en efecto, en el v�rtigo en equilibrio de una duda es donde se mueve una pel�cula que, en su m�s grave intimidad, roza la perfecci�n. �Un silencio m�s heroico que el silencio de la muerte�.

Suena el tel�fono. �Si salimos ahora llegamos�. Adi�s.

2 Comentarios

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Luis XIV, desde luego vistas las fotos se le puede aplicar a la perfecci�n lo de " Antes muerta que sencilla "

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Pero, �a�n seguimos con el complejo franc�s? Ser� el mayor de los monarcas... franceses. Por favor, desterremos este complejo de inferioridad cuanto antes.