El presidente de Paramount, Barry Diller, aceptó rodar Grease, pero despreciaba el proyecto. Unos protagonistas desconocidos, un reparto añejo, una coreografía improvisada y un promotor, Allan Carr, que le caía francamente mal. Además, no habían conseguido fichar para el papel protagonista a Henry Winkler, que triunfaba entonces con la serie de televisión Happy days. A cambio, Carr y su coproductor, Robert Stigwood, le habían propuesto a un chico de 22 años que apenas había hecho un par de filmes en televisión y que tenía que rodar antes otra película para la que ya se había comprometido, Fiebre del sábado noche. un tal John Travolta. Diller les asignó un presupuesto pequeño, 6 millones de dólares, y 2 meses para rodarla. Se estrenó el 16 de junio de 1978 y desde ese mismo día se convirtió en fenómeno internacional. Grease recaudó 9,3 millones ese fin de semana y 160 millones ese año. La banda sonora colocó 4 singles en el top 10 y vendió 13 millones de copias en un año. Todavía está entre las 10 bandas sonoras más vendidas de la historia.
Carr, el productor excesivo
Grease no existiría si no fuese por Allan Carr. Productor y cazatalentos, trabajaba para Paramount Pictures cuando en 1972 vio en un modesto teatro de Nueva York un musical cuyo potencial solo él atisbó. Grease era la idea de un publicista, Jim Jacobs, y un profesor de arte de instituto, Warren Casey, nostálgicos de la música de los cincuenta y de la brillantina. Les compró los derechos por 200.000 dólares. Carr era un personaje excesivo en todas sus variantes. Nacido en una familia judía acomodada de Chicago, empezó como organizador de elegantes eventos y acabó organizando en su casa algunas de las fiestas más salvajes de Hollywood. Pero tenía olfato para el talento. A Olivia Newton-John la descubrió en una cena en casa de una amiga. Lo tuvo claro en cuanto la vio. Ella no tanto. Quería ser cantante y tenía miedo de que participar en una mala película perjudicara su carrera.
El test de las patas de gallo
Olivia, australiana, puso varias condiciones antes de aceptar el papel de Sandy: no fingiría acento americano y tendría que hacer una prueba con Travolta. En realidad, a sus 29 años, tenía miedo de parecer mucho mayor que él, que acababa de cumplir 23. Hicieron la prueba y química había... De la diferencia de edad se ocuparían los técnicos de luces. Quien más problema tenía con los años era Stockard Channing, que le arrebató el papel de Rizzo a Lucie Arnaz. En 1975, Channing fue una gran promesa tras protagonizar The fortune con Warren Beatty y Jack Nicholson, pero su carrera no avanzaba. Carr le dio el papel, pese a tener que pasar por adolescente... con 33 años. El director solo ponía una condición: el test de las patas de gallo. Si las tenían, no podía ser. Channing pasó la prueba.
Miedo al fracaso
Travolta llegó al rodaje en un momento difícil. Estaba superando la muerte de su novia, Diana Hyland, que acababa de fallecer de cáncer. El actor se había refugiado ya en la cienciología, cuyas virtudes pregonaba entre el reparto. Y, cuentan sus compañeros, era todavía un joven inseguro. De hecho, acababa de rodar Fiebre del sábado noche, pero todavía no se había estrenado (no lo haría hasta diciembre) y temía que fuese un fracaso. Les pidió a sus compañeros que acudiesen a un preestreno para que le dieran su opinión. Los que la vieron, cuentan, ´fliparon`.
El robo del número
Travolta derrochaba encanto y carisma, pero provocó uno de los momentos más tensos. El número de Greased lightning en la versión teatral era del personaje Kenickie, interpretado en la película por Jeff Conaway, pero lo hizo Travolta, quien reconoce que presionó a los productores para conseguirlo. Conaway le quitó importancia, pero parte del reparto lo sintió como una ofensa. Conaway murió por complicaciones relacionadas con su drogadicción en 2011.
La princesa Leila, ¿Sandy?
Para dirigir la película, Carr eligió a Randal Kleiser (en el centro), amigo de George Lucas, lo que hizo que en un primer momento se considerase para el papel de Sandy a Carrie Fisher, quien acababa de hacer La guerra de las galaxias, según reveló recientemente la edición americana de Vanity Fair. El verano que se rodó Grease en Los Ángeles fue muy caluroso, con lo que las secuencias de baile eran agotadoras, pero Carr se aseguraba de que hubiera compensaciones. No faltaron fiestas y la continua presencia de invitados en el set: George Cukor, Rudolf Nureyev, Jane Fonda, Kirk Douglas ...
Lorenzo Lamas, el rubio
La elección de los personajes secundarios pasó por azarosas circunstancias. El papel de Tom Chisum, el deportista con el que Sandy sale tras enfadarse con Danny, iba a interpretarlo Steven Ford –hijo del presidente Gerald Ford–, pero desapareció tras los ensayos. Carr llamó entonces al hijo de unos amigos: los actores Fernando Lamas y Arlene Dahl. Lorenzo tenía 19 años. Le pidieron que se tiñese el pelo de rubio porque con su altura y su aspecto parecía de los T-Bird, la pandilla de Travolta. «Me lo habría teñido de morado si hubiese hecho falta», dice él.
El arte de improvisar
Gran parte del éxito de la película es de la coreógrafa Patricia Birch, una bailarina de West side story, que improvisó varios números. Algunas canciones también se incluyeron a última hora, como You’re the one that I want. La compuso John Farrar, que ya escribía para Olivia. A mitad de rodaje se presentó de madrugada en el tráiler de la actriz. Se la cantó y le preguntó qué le parecía. «Oo-oo-oo, honey...».
La chica mala que arrasó
El rodaje de la última escena, que Birch coreografió sobre el terreno, se prolongó siete horas. La escena tenía muy preocupada a Newton-John, que no se veía para nada en el papel de 'chica mala'. «Fue un momento increíble no solo para Sandy, sino para mí. Cuando me pusieron aquel pantalón y aquel pelo y salí para que me viera el director, todo el equipo se dio la vuelta. ¡Y había que ver sus caras!».
La secuela interminable
A partir de Grease se han montado 123.000 producciones en todo el mundo. Esta imagen corresponde a la última. Ninguna superó a la original. En 1982 se rodó Grease 2, un desastre comercial, con Michelle Pfeiffer. Queda por saber qué habría pasado si hubieran rodado la secuela que quería Carr: la boda entre Kenickie y Rizzo. Carr murió de cáncer de hígado, en 1999, a los 62 años.
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