Inquisiciones antiguas y nuevas

Inquisiciones antiguas y nuevas

Cartel del Simposio.
Cartel del Simposio.

Tuve la oportunidad durante la pasada semana de asistir a V Simposio Internacional de Estudios Inquisitoriales. El foro académico más relevante de estudio científico sobre la Inquisición, que antes era calificada como santa.

Una iniciativa del profesor José Antonio Escudero, que no necesita presentación en el mundo de la Historia del Derecho, ni en el de la Academia de Jurisprudencia y legislación de España.

El profesor Escudero en su día creó el Instituto de Historia de la Intolerancia, que edita una de las más prestigiosas revistas sobre esta materia.

Bueno la edita nada más y nada menos que el BOE. Se trata de la Revista de Inquisición-Intolerancia y Derechos Humanos, cuyos números por cierto están colgados en la web del BOE. Una fuente imprescindible para el estudio esa realidad histórica.

Al citado Congreso asistieron investigadores y profesores de Universidades de muchos países, casi de todos los continentes.

Como curiosidad pregunté a los organizadores cuántos eclesiásticos había, de qué universidades o centros de investigación. Me respondieron que ninguno. Y me aclararon que no siempre fue así. En los primeros años del Instituto participaban, por ejemplo, el recordado José Luis González Novalín o algunos jesuitas de nombres reputados.     

La conferencia de clausura en esta ocasión corrió a cargo del catedrático del CEU, Juan Carlos Domínguez Nafría, miembro destacadísimo, casi por fundador diría yo, de la Comisión de la Causa de Beatificación de Isabel La Católica, esa causa que sigue adelante con cada vez mayor viento a favor acá y acullá.

Recordó el profesor Nafría al inicio de su intervención las palabras “del creador y Director de nuestro Instituto, José A. Escudero: “De las manifestaciones de intolerancia se aprende la tolerancia. Y del conocimiento de los excesos inquisitoriales, tan incomprensibles a la luz de una religión cuyo fundador prometió la bienaventuranza a los pacíficos y misericordiosos, debemos aprender el respeto a la libertad de conciencia, a los derechos humanos y la defensa de la concordia civil””.

En su conferencia sobre el Derecho Inquisitorial, Domínguez Nafría afirmó, por ejemplo, que “este complejo ordenamiento jurídico ofrece una visión mixtificada del Santo Oficio español, pues si la jurisdicción que ejerció en origen fue eclesiástica, al estar delegada por el mismo papa con carácter extraordinario, no es menos cierto que también existió otro tipo de delegación jurisdiccional, más o menos explícita, por parte de los poderes políticos, para investigar y reprimir la herejía y la heterodoxia, en aras de la unidad religiosa, que fue el objetivo principal de la Monarquía española del Antiguo Régimen.

 

Prueba de este carácter mixto del Santo Oficio moderno o español, es que, en afirmación del profesor Escudero, estuvo integrado durante más de tres siglos dentro del aparato institucional de la Monarquía española. “Impronta gubernamental” afianzada por criterios regalistas gracias a la figura del Inquisidor General, nombrado por el papa a propuesta del rey, y gracias sobre todo al Consejo de la Suprema y General Inquisición, presidido por el Inquisidor General, que logró centralizar toda la actividad inquisitorial. Una singular y compleja simbiosis entre Estado e Iglesia, que HC. Lea describió con las siguientes palabras: “la Inquisición llegó a ser una organización autónoma –un imperium in imperio- que daba sus propias leyes y estaba sometida tan sólo a la autoridad de la Santa Sede, raramente ejercida, y al menos titubeante control de la Corona””.

Para concluir con una interpelación: “Aquel Santo Oficio se caracterizó por aspirar a la supremacía de su jurisdicción, tal y como revela el lema de su insignia: Exurge domine et iudicam causam tuam (Manifiéstate Señor y juzga tu causa). Y es aquí donde puede radicar el mayor pecado de aquellos inquisidores, al considerar que más que juzgar en el nombre de Dios, lo suplantaban en el juicio de su causa; alejándose, además, como dije en el comienzo de esta conferencia, del compromiso cristiano de bienaventuranza para los pacíficos y misericordiosos”.

Fue entonces, mientras aplaudía, cuando me pregunté por los nuevos tribunales de este oficio, sin tantas garantías judiciales, como los que vemos ahora, incluso desde los medios de comunicación, también eclesiásticos, que no eclesiales.

Da la impresión que la intolerancia siempre ha necesitado de instituciones.

Cuestión para otro momento.   

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