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Las hermanas Aguirre, de la élite madrileña a coquetear con La Movida y el flamenco popular

Esperanza Aguirre y Rocío Aguirre en la inauguración de la primera edición de Expobike, feria que Rocío montó

Luis de la Cruz

Madrid —

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El pasado 16 de enero Rocío Aguirre Gil de Biedma –hermana de Esperanza Aguirre– fue noticia por sustituir inesperadamente a Carla Toscano como diputada de Vox por Madrid. No son pocos los medios que han mencionado en las semblanzas su aventura como empresaria de la farándula al frente de la conocida sala Caracol (en la calle Bernardino Obregón, Embajadores), que fundó en 1992 junto con su hermana Piedad (Piedy) y su amiga Mariola Orellana. Juntas, capitanearon la nave durante las primeras cinco temporadas de existencia de la mítica sala flamenca.

La presencia asidua de una Lola Flores ya enferma, pero con su característica energía de torbellino intacta, dinamizó el lugar como uno de los espacios de moda en la capital. De hecho, la sala comenzó llamándose Navefénix y pronto cambió a Caracol en honor al mito del cante y ex pareja de La Faraona.

Dicen que Rocío Aguirre era la más cercana al mundo del flamenco entre las tres socias fundadoras de la Caracol porque que había bailado desde niña, pero sin duda la ligazón con el ambiente venía de los Habichuela: Mariola Orellana era la pareja de Antonio Carmona y aquí hay que buscar la agenda de contactos y la popularidad del lugar entre la comunidad gitana capitalina.

La Caracol se inauguró en septiembre de 1992 con la última actuación de la Niña de la Puebla. Por allí pasó mucha de la gente guapa de la época, desde Felipe (hoy VI) e Isabel Sartorius a Paco de Lucía. Se trajeron a Chavela Vargas antes de su renacer almodovariano y cerraron las puertas –traspasaron, en realidad– con una fiesta de nochevieja en 1995 donde alternaron la troupe de Almodóvar y el mundillo flamenco. Tuvo vida después de las Aguirre y hoy ha reabierto, con el nombre Sala Villanos y nuevos dueños, tras diversas polémicas que van desde el concierto de un grupo neonazi hasta el desahucio por impago.

Pero Rocío no es la única de los ocho hermanos con un pasado ligado al mundillo del espectáculo y la noche. Su socia y hermana Piedad Aguirre es pata negra de la gente guapa y divertida desde los tiempos de La Movida. Fue, incluso, guía por Toledo de Andy Warhol en 1983 (durante su viaje para la famosa exposición en la galería Vijande) y anfitriona suya en el cigarral del siglo XVI de su entonces marido, Francisco Javier Cavero de Carondelet y Christou, duque de Bailén y marqués de Portugalete. Aquella excursión de Warhol y su pequeño séquito de la Factory fue acompañada por un grupo de niños y niñas de buena familia a la par que modernos.

Vivencias en La Movida que comparte también con su hermano José Luis. De formación abogado (como Piedad), frecuentó durante los años de la Nueva Ola los ambientes más modernos de la ciudad. Guitarrista y pianista del grupo Bajas Pasiones, presume de haber sido el primero en actuar en El Sol y el último en el Rockola, o haber tocado con Carlos Berlanga y Alaska. Como pintor –firma Jaelius–  además de hacer los murales de la sala Caracol es fundador de FLECHA, Feria de Liberación de Espacios Comerciales Hacia el Arte.

Aguirre y Ouka Leele, primas segundas

Jaelius tampoco es el único sobrenombre artístico ligado a los Aguirre. Las madres de Esperanza Aguirre y la de la conocida fotógrafa Bárbara Allende Gil de Biedma, Ouka Leele, eran primas, y ella compartió vivencias nocturnas con José Luis y otras de sus primas segundas.

Pero no todo era artisteo en la familia. Durante los años de La Movida la hermana mayor, Esperanza, había iniciado su carrera política en UCD y Alianza Popular. Cuando la Caracol, ya era primera teniente alcalde y portavoz del Ayuntamiento de Madrid y pronto sería conocida por todos los españoles por su paso al frente del Ministerio de Cultura. Lejos quedaba la Esperanza que se puede ver en un vídeo de 1971 en el que la presentan como “una de las más firmes promesas del golf madrileño”… y relativamente lejos también las andanza familiares en el mundo del artisteo.

Relativamente, decimos, porque los planetas de la empresa y la cultura tienen vasos comunicantes en las élites madrileña, que están bien representados en el clan Aguirre. Rocío ha trabajado también en Aguirre Home, la asesoría inmobiliaria con sede en Madrid fundada por su hermana María. Empresa que, por cierto, comparte denominación con la conocida Aguirre Newman, asesoría inmobiliaria cofundada por otro de los hermanos, Santiago.

La familia Aguirre tiene el interés informativo de condensar en su seno muchas de las características de uno de los fenotipos más claros de élite madrileña. La historia de la corte contiene numerosos ejemplos de mestizaje tabernario entre el palacio y el barrio bajo, y, quizá por ello la campechanía –de Álvarez del manzano a Manuela Carmena– es el atributo mejor valorado de nuestro político municipal. Nuestra peculiar forma de vivir el populismo sin pronunciar el término.

El destilado de los tiempos guarda cierta coherencia con el que formaban sus padres en su época. José Luis Aguirre Borrell fue procurador en las Cortes franquistas durante siete legislaturas como Empresario del Sindicato Nacional de Combustible. Su madre, Piedad Gil de Biedma y Vega de Seoane, hija de los condes de Sepúlveda, aportaba el componente nobiliario que la propia Esperanza perpetuará emparentando con un conde de Murillo. Su apellido conecta la relación contracultural a través de Jaime Gil de Biedma, genial poeta burgués, izquierdista y homosexual, que fue tío segundo de Esperanza y sus hermanos.

La familia Aguirre nos habla del lado pijo de La Movida (que no es su único perfil, pero es insoslayable) tanto como lo hace del monocultivo inmobiliario madrileño (otra sociedad de un primo suyo es estos días noticia por la compra de edificios y la posible expulsión de sus vecinos). En Madrid, las élites siempre han gustado de pasarse por la taberna y mezclarse con el populacho. Y, en cada época, lo hacen de la forma que toca.

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