El amor es extraño | Crítica | Película | Cine Divergente

El amor es extraño

Amor en estado sólido Por Jose Cabello

“Estaré contigo cuando anochezca, contigo cuando te duermas, contigo cuando las estrellas te pidan a gritos que apuestes por ellas” No te dejaré nunca más - Delafé y las Flores azules

¿Y si nos cansamos de lo perfecto? Supongo que no aporto nada nuevo si digo que las relaciones de pareja, tal y como han funcionado hasta ahora, están en crisis. Los patrones heredados e inamovibles comienzan a moverse y a fracturarse. Aún gozando de una situación idílica, muchas parejas no logramos evitar el desgaste del paso del tiempo. Un desgaste que irónicamente nos somete a una especie de obsolescencia programada, como si funcionásemos como un bien de consumo más. Economías de mercado. Mercados de sentimientos.

La sodomización que padecemos, fruto del frenético ritmo de vida, termina acribillando la vida en pareja. La rutina, las zonas de confort o el simple acto de convivir abrocha, casi hasta asfixiar, un cinturón ataviado con unos roles predefinidos que pueden acabar dinamitando la más estable de nuestras relaciones. Determinados actos, en apariencia triviales, producidos fuera del campo de reacción de la pareja pueden actuar en ocasiones como indicadores y así redefinir el mapa sentimental con el otro. De repente, en un brote de valentía, nos permitimos analizar una situación que dista, sentimentalmente, años luz de la que en un principio dibujábamos en nuestra cabeza. Una vez descubrimos que distorsionamos nuestra propia realidad, no hay vuelta atrás. Las decisiones vendrán a la mañana siguiente. No podemos escapar fácilmente de una ruleta rusa armada con un cuenta atrás que accionará el mecanismo y lanzará el proyectil hasta acertar. El camino para esquivar la bala comienza con apostar por el cambio, por la oxigenación y revitalización de la pareja. La regeneración pasa por aquí. Y esos hechos nimios que gestan el principio del fin -no necesariamente entendido fin como final de la pareja, sino final de una etapa- pueden ocurrir de forma consciente o inconsciente, buscada o no, sin la necesidad de que aparezca una tercera persona para que la pareja eclosione.

El amor es extraño

La recta final de LesGaiCineMad presenta una de sus apuestas fuertes de esta decimonovena edición, El amor es extraño. Un film que nos introduce a una pareja homosexual donde los protagonistas mantienen una relación desde hace casi cuarenta años. El realizador americano Ira Sachs ya formó parte de la Sección Oficial de Largometrajes a concurso, dos años atrás, con su anterior trabajo Keep the Lights On (2012). Si el compañero Manu Argüelles iniciaba su análisis de Keep the Lights On precisándola como un film donde “pasa el tiempo por éste pero no deja huella ni en los personajes ni en el entorno contextual que se mantiene invariable por mucho que avance el metraje.”, con El amor es extraño ocurre lo opuesto. Ira Sachs opta por retratar una historia de amor de una pareja en su edad madura, pero en este caso, otorga un gran peso al factor tiempo, proyectándolo sobre los personajes y ahondando sobre la cuestión de la evolución en la relación de Ben y George.

El amor es extraño parte de la misma premisa con la que ya lo hizo Reinas (Manuel Gómez Pereira, 2005). Ambas películas recogen el gran paso adelante que supuso la legalización del matrimonio homosexual, recreando hipotéticas celebraciones tras la aprobación de la nueva ley. Reinas, no profundiza más allá del caos intrínseco al primer evento de boda homosexual en España. Sin embargo, El amor es extraño utiliza el hecho para provocar una reacción en cadena tras el enlace. George, profesor de música en un colegio católico, es despedido inmediatamente después de contraer matrimonio. El director del centro explica que la moral católica entra en conflicto con su nueva vida. George nunca había ocultado su sexualidad ni a padres, ni alumnos, ni al resto del profesorado, pero el hecho de formalizar su relación con otro hombre supone un insulto a la doctrina católica, según le explica el director del colegio. Ira Sachs deja latente el doble rasero de la religión que hace un uso de la moral a la carta.

El despido conlleva un cambio de residencia, la pareja no pueden hacer frente económicamente a la casa actual. Ben y George deben separarse después de 39 años juntos. Ben se muda con su sobrino al barrio de Brooklyn; George, va a vivir con una pareja de policías gays en su mismo edificio. Un horizonte en común quebrado, de manera temporal, hasta encontrar otra casa para alquilar en el centro.
El amor es extraño explora los cambios fortuitos ocurridos en el seno de una pareja estable, donde los protagonistas deben enfrentarse a un nueva realidad.

El amor es extraño

La convivencia en sus respectivos nuevos hogares resulta complicada: si una casa excede en número de visitas, ruido, y fiestas; la otra, se ahoga en el silencio, rutinas y manías de sus moradores. Y lo contrario de sus hábitats pone de manifiesto que ninguna de las situaciones resultan válidas para la pareja, porque ellos quieren estar juntos. Como los agapornis necesitan el uno del otro, entendiendo esa necesidad como un sentimiento no nacido de carencias fisiológicas o de la dependencia sino de la existencia de un fuerte vínculo entre ellos después de toda la vida juntos.

Ira Sachs utiliza la separación de Ben y George para reabrirle los ojos y hacerles recordar lo felices que se hacen el uno al otro, aunque no lo habían olvidado, pero la continua convivencia y el paso de los años les empuja a adoptar una actitud de normalización de la situación. A raíz de la encrucijada a la que se ven sometidos, se originan brechas en la seguridad de un futuro en común, la pareja que siempre confió en un viento a favor y en la constante presencia del otro, ahora debe asumir una vida en diferentes casas con la consiguiente obligación de desarrollar vidas en paralelo. Estos acontecimientos retoman la consciencia de la relación y les hace tomar perspectiva a los chicos.

El amor es extraño

Planes que ya no son los mismos sin la otra persona. Fiestas, charlas, escapadas en la noche que no resultan atractivas porque desaparece el ingrediente principal que nos hacía vibrar. Inmersos en esta dualidad, nueva y antigua, de repente, como de un golpe seco en la nuca, recobramos la lucidez, pausamos la mirada mientras realizamos un escáner a nuestro alrededor y comprobamos que a pesar de estar rodeados de amigos, nos sentimos solos, notamos el vacío y el peso del tiempo cae sobre nuestros hombros. Ahora más que nunca el tiempo huele a óxido, se hace pesado, pero a la vez sufrimos, porque percibimos lo efímero de nuestra existencia. El amor es extraño funciona como una llamada de atención, un toque en la espalda, un recordatorio del carpe diem que debemos desempolvar de rutinas que lo vuelven casi imperceptible. Más que de lo extraño del amor, la película habla de lo extraño de la vida.

El amor es extraño puede pecar, a ratos, del tono complaciente al que nos invita, también puede parecernos excesivamente agradable, pero este planteamiento tiene como fin recogernos con el brazo e introducirnos a formar parte de la historia, siendo infinitamente más accesible que Keep the Lights On. Pero no todo es benévolo en El amor es extraño, Ira Sachs construye un giro final de apariencia tenue pero sin hacernos olvidar lo crudo de la vida.

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