Maestro del grabado

Alberto Durero, el genial pintor del Renacimiento alemán

Considerado el mayor exponente del Renacimiento alemán, Durero fue un gran admirador del arte italiano, que influyó poderosamente en sus grabados, xilografías y pinturas. El artista, que alcanzó la fama antes de los treinta años, supo combinar en su producción artística la perspectiva y las proporciones renacentistas con el gusto típicamente alemán por el detallismo.

Autorretrato de Alberto Durero realizado en el año 1497 y que puede admirarse en el Museo del Prado de Madrid.

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El Renacimiento alemán no se entendería sin una figura como la de Alberto Durero. Este artista polifacético, nacido el 21 de mayo de 1471 en Núremberg, está considerado uno de los más grandes pintores y grabadores de la historia. Melancolía I, San Jerónimo en su celda y El caballero, la muerte y el diablo, y Arco de triunfo, obras realizadas entre los años 1513 y 1514 mientras trabajaba en la corte del emperador Maximiliano I, están consideradas hitos fundamentales de su amplia producción artística. También son destacables sus grabados de animales (como por ejemplo su famoso rinoceronte, de 1515) y de la naturaleza, además de sus magníficos autorretratos, en los que el artista clava su aguda mirada en el espectador.

Alberto Durero no tardó mucho en tener éxito. Ya era famoso tanto en su país como fuera de sus fronteras antes de haber cumplido los treinta años. El artista alemán era apreciado por su asombrosa capacidad para plasmar los detalles más pequeños, una habilidad que supo combinar con las tendencias artísticas italianas y del norte de Europa. Durero llegó a ser admirado por maestros de la talla de Rafael y de Tiziano, y se tiene constancia de que mantuvo contactos con Leonardo da Vinci y con Giovanni Bellini. Sus grabados inspiraron a múltiples creadores, incluidos los pintores del Barroco español, y mucho después a los artistas de la corriente nazarena del siglo XIX y a los expresionistas alemanes de principios del siglo XX.

Durero, un niño prodigio

A diferencia de muchos otros artistas cuya vida es conocida a través de biografías que fueron compuestas después de su muerte, la vida de Alberto Durero es mucho más fácil de reconstruir gracias a que al artista le gustaba documentar su vida en diarios muy detallados, y también debido a su copiosa correspondencia. Durero también tenía la costumbre de firmar y fechar la mayoría de sus obras, al parecer plenamente consciente de su fama. Durero, que era hijo de Alberto Durero el Viejo, un emigrante húngaro que se dedicaba a la orfebrería, pasó la mayor parte de su vida en Alemania, donde desarrolló casi toda su carrera. El precoz artista dibujaría su primer autorretrato cuando tenía tan solo 13 años. Más tarde, entre 1490 y 1497, pintó un famoso retrato de su padre, Retrato de Alberto Durero el viejo (Galería de los Uffizi), y mucho después, en 1514, realizó un boceto al carboncillo de su madre, Barbara Holper (Museos Estatales de Berlín), obra que realizó poco antes de la muerte de esta.

Durero tenía la costumbre de firmar y fechar la mayoría de sus obras, al parecer plenamente consciente de su fama.

El caballero, la muerte y el diablo, grabado realizado por Aberto Durero en el año 1513 (Galería Nacional de Arte, Washington).

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El Apocalipsis, xilografía realizada por Alberto Durero entre los años 1497 y 1498.

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El joven Alberto aprendió la técnica del delineado en el taller de su padre, y su formación como grabador de piezas de oro le sería de gran utilidad a lo largo de toda su carrera. Desde 1486 hasta 1489 trabajó como aprendiz en el taller del pintor y grabador alemán Michael Wolgemut, en Núremberg. Tras terminar su formación, en 1492 Durero se trasladó a Basilea, donde permaneció dos años durante los cuales compuso xilografías (grabados en madera) para ilustrar libros. En aquella época, uno de sus encargos más importantes fue la ilustración del libro satírico Das Narrenschiff del poeta francés Sebastián Brant, en 1494 (que fue traducido en 1507 como La nave de los locos), del que se le atribuyen 75 de las 116 imágenes que aparecen en él. De regreso a su ciudad natal, Durero se casó en 1494 con Agnes Fey, la hija de un comerciante alemán, un matrimonio acordado por su padre. "Cuando regresé a casa, Hans Frey negoció con mi padre y me dio a su hija, cuyo nombre de soltera era Agnes, me dio y celebró la boda, en el año 1494". Pero el matrimonio no fue feliz.

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El pintor en Italia

En 1495, Alberto Durero viajó a Italia por primera vez, y permaneció durante un tiempo en Venecia, ciudad que le fascinó y donde se dedicó a estudiar la influencia del arte clásico en el arte contemporáneo italiano. Al igual que otros artistas del Renacimiento, como Piero della Francesca o Leonardo da Vinci, Durero estaba convencido de que en la Antigüedad los escultores habían descubierto la fórmula matemática que permitía esculpir con total perfección la anatomía del cuerpo humano. Al igual que otros en su época, Durero pensaba que las matemáticas y la geometría también podían aplicarse al arte para conseguir una perspectiva realista tanto en la pintura como en los grabados. De ahí que el resto de su vida lo pasara estudiando el arte italiano, haciendo abundantes anotaciones en sus diarios y experimentando con las matemáticas en sus propios bocetos y obras terminadas. Uno de los artistas italianos que más admiró Durero fue Andrea Mantegna. En 1494 había realizado un grabado, Bacanal con Sileno, basado en uno del pintor de Padua titulado La batalla de los dioses marinos.

Durero pensaba que en la Antigüedad los escultores habían hallado la fórmula matemática para esculpir con perfección la anatomía humana.

La Adoración de los magos, óleo pintado por Alberto Durero en el año 1504.

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De regreso a Núremberg, en 1498, Durero realizó una serie de 15 xilografías inspiradas en el arte gótico y que son conocidas como El Apocalipsis. Pocos años después, en 1504, pintó su célebre óleo la Adoración de los magos, que actualmente se expone en la Galería de los Uffizi de Florencia, y también su famoso grabado de Adán y Eva. Pero la curiosidad de Durero era insaciable, y lo empujó a viajar de nuevo a Italia en 1505 con el objetivo de "respirar el mismo aire que respiraban los artistas del mundo clásico". Durante su segunda estancia conoció a Giovanni Bellini y a otros artistas italianos, de los cuales hablaría así en una carta fechada en 1506: "Tengo muy buenos amigos italianos que me advierten de que no alterne con sus pintores, ya que muchos son mis enemigos y copian mis obras en las iglesias y donde pueden. Luego me critican diciendo por ahí que no son buenos porque siguen los patrones clásicos. Pero Giambellino (Bellini) me ha elogiado con creces ante muchos caballeros".

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La corte austríaca y Martín Lutero

Cuando regresó de nuevo a Núremberg, en febrero de 1507, Durero pintó una de sus obras más famosas, que a la larga se convertiría en uno de sus cuadros más copiados: Adán y Eva, basado en su propio grabado, que puede admirarse en la actualidad en el Museo del Prado de Madrid. En dicha pintura, Durero muestra su obsesión por las proporciones ideales del cuerpo humano. A partir de entonces, el artista alemán empezó a recibir encargos del príncipe Federico III de Sajonia y del emperador Maximiliano I. "Me mandó llamar urgentemente para que hiciera su retrato. Lo he hecho al carboncillo. He hecho también el retrato de su criado Antonio y tuve que comer con el rey que se mostró muy agradable conmigo. El domingo, víspera de Santa Margarita, ha ofrecido un gran banquete al emperador, a Doña Margarita y a la reina de España, y me invitó", relataría el artista. Sin embargo, Margarita de Austria, curiosamente, mostraría cierta animadversión hacia Durero. Cuando este le ofreció un retrato del emperador Maximiliano, ella lo rechazó. "He visitado a Doña Margarita y le he enseñado mi emperador, el cual quise regalarle. Pero como le ha desagradado, me lo he vuelto a llevar", escribió con pena el artista.

En febrero de 1507, Durero pintó una de sus obras más famosas, que a la larga se convertiría en uno de sus cuadros más copiados: Adán y Eva.

Adan y Eva, óleo pintado por Alberto Durero en el año 1507.

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Durero era asimismo un hombre de profundas convicciones religiosas y un gran admirador de Martín Lutero, al que había conocido en Augsburgo y al que siempre quiso retratar. "Y si con la ayuda de Dios me encuentro con el doctor Martín Lutero, lo retrataré cuidadosamente y le grabaré en cobre en duradera memoria del cristiano que me ayudó en mis grandes ansiedades", dejó escrito sobre el fundador del protestantismo. La influencia que Lutero tuvo sobre él puede verse en la obra Los cuatro apóstoles, de 1526, que el artista regaló al Concejo de Núremberg. Esta es, según numerosos críticos, una de sus obras cumbre y actualmente puede admirarse en el Alte Pinakothek de Múnich.

Los cuatro apóstoles, óleo pintado por Alberto Durero en el año 1526.

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Alberto Durero murió el 6 de abril de 1528 a causa de unas fiebres. Su insaciable interés por todo aquello que lo rodeaba, fuera creación del hombre o de la naturaleza, acabarían con su salud. Un día, el artista, que ya no era joven, se enteró de que había aparecido una ballena en la costa de Zelanda, la provincia más meridional de la costa holandesa. Y raudo, partió hacia allí. Pero para cuando Durero llegó a las inmediaciones de la costa, la ballena ya había desaparecido. Pero el artista tuvo la mala suerte de contraer en el lugar unas fiebres palúdicas que debilitaron irreversiblemente su salud. A pesar de ello, Durero siguió trabajando hasta el día de su muerte dejando tras de sí más de setenta pinturas, cien grabados, todo tipo de xilografías, y unos mil dibujos y libros sobre geometría y teoría de las proporciones. Su influencia ha sido enorme y es visible tanto en la obra de artistas de su época como de maestros posteriores como Goya, Dalí o Picasso.