Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache
1759. Óleo sobre lienzo, 128,5 x 103,5 cmNo expuesto
El retrato de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, es el único conocido hasta la fecha de este singular ministro de Carlos III. Nacido en Mesina (Sicilia) en 1699 y de orígenes oscuros y poco estudiados, su primer cargo público al servicio de Carlos, aún como rey de Nápoles, fue el de inspector de Aduanas en 1748, para ser nombrado más adelante ministro de la Real Hacienda. Había comenzado su carrera en la casa Beretta de Nápoles para suministrar material al ejército pero su ascenso debido a su inteligencia y capacidad organizativa le llevó rápidamente a entrar al servicio del rey y de inspector de Aduanas fue nombrado poco después ministro de la Real Hacienda. Recibió en 1754 el título de marqués de Vallesantoro y al año siguiente el de Esquilache, que respondía en italiano al de Squillace como referencia a la antigua ciudad helénica de Skyllition en Calabria; ese mismo año se hizo cargo además del ministerio de la Guerra, Marina y Comercio, para alcanzar la Secretaría de Estado en 1759 y ser nombrado al mismo tiempo Teniente General de los Reales Ejércitos de Nápoles. Fue uno de los numerosos notables italianos que acompañaron a Carlos III a su nuevo destino como rey de España en 1759, pero el único de ellos que había ostentado cargos políticos de tal relevancia. Esquilache ocupó al llegar a España el ministerio de Hacienda, para desempeñarlo más adelante, como en Nápoles, juntamente con el de Guerra, Gracia y Justicia. Sin embargo, la creciente enemistad de los españoles hacia los políticos llegados de Italia, sentimiento que desaparecería finalmente con el ascenso al poder del conde de Floridablanca en 1777, le costó la pérdida de sus cargos y el exilio en 1766. El pueblo centró en el ministro italiano su cólera, que estalló en Madrid el domingo de Pascua de ese año con el llamado motín de Esquilache, una de las revueltas más violentas del siglo XVIII español. La ira del pueblo se debió en parte a las reformas económicas del ministro y a la creciente carestía del pan, así como a su intento de abolir determinadas prendas de vestir consideradas reflejo propio de lo español, como la capa hasta el suelo y el sombrero de alas anchas o chambergo, pero también fue impulsada por las tensiones de los diferentes bandos políticos que ambicionaban el poder.
Este retrato del marqués de Esquilache se debe al pintor napolitano Giuseppe Bonito, discípulo de Francesco Solimena (1657-1747). Junto a sus obras tempranas de asuntos de género en la línea de su condiscípulo Gaspare Traversi (h. 1722-1770), con quien a veces se ha confundido su pintura de este periodo, destacan asimismo sus retratos, de los cuales el Museo del Prado guarda varios ejemplos (P54, P2357, P3946). El retrato de Esquilache debería fecharse con seguridad en 1759, por la información que suministra una estampa conservada en el Ayuntamiento de Valencia del napolitano Domenico Basile (sobre el que no hay de momento ninguna información), ejecutada a partir del cuadro de Giuseppe Bonito, cuando el marqués había sido nombrado ya Secretario de Estado y en ese mismo año, Teniente General de los Reales Ejércitos de Nápoles. A esta última condición se debe, sin duda, que el ministro se apoye en un bastón de mando de carácter militar, al que se une aquí la mesa de trabajo con documentos y una escribanía de bronce con su tintero y pluma, siguiendo la convención establecida en los retratos de la época para la representación de oficiales de elevada categoría y de ministros, que aparecen sentados junto a su mesa de despacho y cuyo trabajo queda reflejado en los numerosos papeles. Esquilache, un hombre ya maduro, delgado, enérgico y atento, lleva espada al cinto y viste con elegancia de seda gris, su magnífica casaca está bordada en oro y contra ella destaca el chaleco rojo, decorado generosamente con bordados de ese mismo material. A la calidad del retrato, que refleja la fisonomía y carácter del marqués y representa a la perfección el estilo colorido y brillante del rococó napolitano, se une aquí, en esta nueva obra, la dimensión pública y la notoriedad histórica de este importante personaje del reinado de Carlos III.
El cuadro estuvo depositado en el Museo del Prado durante la Guerra Civil, según consta en el recibo de entrega, núm. 645, que guarda su Archivo, emitido por la comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (AMNP, caja 407, exp.1), cuya etiqueta identificativa aparece con esa misma información en el reverso del marco. Este retrato de Bonito le fue devuelto a su propietaria, doña Pilar Mengs Peinador, en enero de 1940 (Texto extractado de Mena, M. en: Memoria de Actividades 2014, Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 40-42).