Las 21 mejores películas de terror de 2021 | Horror Losers
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Las 21 mejores películas de terror de 2021

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Como cada temporada, el cambio de año invita a hacer una reflexión
sobre las ofertas más relevantes del género durante sus 12 meses. Seleccionamos
nuestras veintiún películas favoritas estrenadas comercialmente durante el año
2021 y comentamos por qué creemos que merecen estar entre lo imprescindible del
año.

Si 2020 fue todo un viaje, 2021 no le ha ido a la zaga. Una
realidad alterada por una pandemia que condiciona todos nuestros movimientos y
el pulso social que nos lleva a querer introducirnos en otros mundos,
realidades más entretenidas y donde podamos pasar miedo con la seguridad de que
lo malo ocurre al otro lado de la pantalla. Si algo bueno ha tenido esta
segunda fase de la pandemia es que el cine ha respondido con decenas de
películas, muchos proyectos que aguantaron el estreno cuando las salas eran una
utopía y otros rodados con medidas de seguridad Covid. No han faltado títulos y
hemos hecho hueco para alguno más para poder reflejar la extraordinaria cosecha
de pequeños y grandes trabajos, puede que pocos destinados a ser clásicos que
cambian el juego, pero sí una muestra de diversidad, de distintas voces
haciendo cosas en el terror.

Hay muchas voces femeninas nuevas con debuts impresionantes,
un regreso al slasher verdaderamente marcando la pauta de la versión mainstream
del cine de terror, pequeños presupuestos que lucen como trabajos de estudio,
avalancha de estrenos en plataforma, rescates de festival que no deben quedar
en el olvido, muchas secuelas, el resurgir de la escena británica haciéndose
cada vez más fuerte, la aparición de Nueva Zelanda en el mapa, nuevas muestras
europeas y el regreso de maestros desde la tumba en un gabinete de pequeños
caprichos, próximos filmes de culto y obras que requieren de varios visionados
para descifrarlas. Pasen y vean.

21- Sound of violence
(2020)

imageEl director Alex Noyer expande el mundo planteado en su
cortometraje Conductor en su debut en el cine para explorar el fenómeno de
la sinestesia – estados alterados como sentir colores o saborear formas—
filtrándolo a través del género de terror. Alexis es una chica sorda que tiene
la capacidad de escuchar sonidos como colores, pero solo a través de hechos
violentos, por lo que el sonido en la pantalla se filtra a través de sus oídos,
haciendo que la trama en sí no sea tan importante como la experiencia. Noyer,
productor de vídeos y documentales musicales, crea un diseño de sonido
impecable, tanto para comunicar cómo se siente Alexis cuando no escucha nada como
para transmitir sus horribles paisajes sonoros. Esta técnica permite que el
espectador se sumerja por completo en su mundo, lo que nos permite centrarnos
únicamente en ella y nos pone en una posición incómoda cuando se revela la
naturaleza de la fuente de su música. Alexis trata de replicar su primera experiencia
sinestésica durante toda su vida; una sensación tan fuerte que nos permite entender
por qué quiere volver a experimentarla, con lo que se va convenciendo de que el
verdadero arte proviene del sufrimiento de los demás.Noyer, a través de Alexia, experimenta con los sonidos
vistos como explosiones de color de otro mundo, pero estas solo surgen en el
contexto de violencia extrema, lo que da lugar a una trama a lo A
Bucket of Blood
(1959) de “asesinatos por obligación” que equilibra la
oscura montaña rusa emocional de la película con un humor perverso que nos
hacen empatizar con la sonada misión de Alexis, una verdadera artista en busca
de su última frontera. Ella encarna el espíritu del Dr. Frankenstein, tal y
como se presenta a Peter Cushing en las películas de Hammer, un poco de Patrick
Bateman pero con una ingenuidad curiosa insólita encarnada por una sorprendente
Jasmin Savoy Brown, quien aparece en la próxima Scream (2022) y la
flamante serie Yellowjackets (2021). Su periplo se nos cuenta a través de una
experiencia audiovisual extraña, donde las representaciones de la sinestesia
van desde trucos de luz a combinaciones de efectos en cámara, prácticos y
digitales, que se unen para crear una fascinación sensorial que ella sintetiza
en ritmos que la convierten en un reverso de horror de Sound of Metal (2020),
donde la búsqueda del éxtasis místico aparece a través ondas imposibles que
aparecen tras muertes atroces que ya quisieran las secuelas de Saw
(2004). Sound of Silence tiene algunos momentos inconsistentes, pero es
un relato alegórico de autodescubrimiento sexual a través de una especie de
neogiallo experimental, lleno de explosiones cromáticas y splatter sónico para alcanzar
lo cósmico que la convierten en una rareza insólita para un debut.

Programa doble – The
Strings (2020)

imageLas posibilidades del cine musical y de terror de Sound of Violence tienen una réplica aún
más independiente y modesta en esta especie de reflexión del duelo a través del
proceso creativo que mezcla las historias de fantasmas más siniestras con la
teoría de las cuerdas, de una forma sutil y quizá demasiado sosegada. No
obstante, sus momentos de terror ponen la piel de gallina y el final da sentido
a una película que pone tanto esmero en dejarnos ver la rutina de la cantante
real Teagan Johnston como en crear una atmósfera opresiva, con escenarios
costeros con apariciones que nos recuerdan a Whistle and I’ll Come to You
(1968). No es para todos los paladares, pero sí una opción para amantes de la
música y enigmas circulares que no se descifran en un solo visionado.20- V/H/S 94 (2021)

imageVaya sorpresa el regreso de la saga de antologías found
footage V/H/S que, no solo está a la altura de sus mejores momentos, sino que
crea uno de los recopilatorios más compactos de toda la saga y, pese a que como
en todas las antologías, tiene altibajos, el cómputo general es notable y muy
divertido, aportando al menos un par de historias que podrían hacer un gran V/H/S
Greatest Hits junto a Amateur Night y Safe Heaven, los relatos
más icónicos de la franquicia. Aquí tenemos es espeluznante segmento Storm
Drain
, dirigido por Chloe
Okuno, una especie de REC (2007) es los 90, con una
presentadora de noticias en busca de una criatura hombre-rata que se ha visto
por la zona a modo de leyenda urbana, un homenaje a Blair Witch Project
(1999) que aprovecha el emplazamiento de las alcantarillas para crear claustrofobia
y cuyo desenlace es mucho más loco y divertido de lo esperado. Muy potente
también es Empty Wake de un Simon Barrett más inspirado que en su Seance
(2021), sobre una chica que debe vigilar un ataúd en un velatorio nocturno en
el que todavía no han llegado los invitados y familiares, una atmósfera que
crece lentamente hasta que sucede lo inevitable en una aportación deliciosa y
minimalista al género de morgues abandonadas como Nigth Life (1989) o The
Possession of Hannah Grace
(2018).Algo más decepcionante es The Subject de Timo
Tjahjanto, otro veterano de la saga, coautor de la obra maestra del
cortometraje de terror de la segunda parte. Con una ruptura en la cuidada
estética de vídeo olvidado y recuperado de los 90 de la película que propone
una loca propuesta de Mad Doctor a lo Frankensteins
Army
(2013) que, pese a ser gore y divertido no va en línea con el resto.
El final recupera un poco el tono con Terror de Ryan Prows el más político
del conjunto y el que más textura noventera consigue imprimir, sobre un grupo
de campesinos sureños decididos a desatar una presencia demoníaca en un complot
terrorista. Tiene algo en común con el otro regreso de las franquicias found footage del año, la divertida Paranormal
Activity: Next of Kin
(2021), también desarrollada en una zona rural y
con un final que recuerda mucho a la citada Safe
Heaven
y The Last Exorcism (2010). Steven Kostanski y Jennifer Reeder contribuyen
con pequeños segmentos y la historia que hila las demás, dando la consistencia
granulada, desenfoques de la lente, y aspecto vintage de lo que es una
agradecida gamberrada gore, con más ganas de divertir que de asustar, que no
desmerece en absoluto el nombre de la apreciada franquicia.

Programa doble – Horror
in the High Desert (2020)

imageUna vez pasada la moda del found footage de gran estudio, el subgénero se ha convertido en un
mundo aparte en el mundo del terror, regresando a su lugar natural, el cine
independiente y regional. Tal y como el cine de explotación de pequeños autores
de los 70, ahora hay un verdadero mercado sumergido en el que no es fácil encontrar
títulos. La plataforma Tubi selecciona algunos de ellos como este aterrador híbrido
ff salido de la nada, que, imitando las texturas histriónicas de un documental
de Discovery Max, sigue la desaparición de un survivalista en Nevada. Sus
últimas grabaciones son de lo más escalofriante que ha dado el género en años y
ponen el nombre de Dutch Marich, cuya Reaptown (2020) es otro ejercicio de
atmósfera espeluznante, en la lista de los cineastas DIY a seguir. Y como
rescate adicional, el mockumentary Hollard’s Mills (2021) es digno de
ver por su recreación documental llena de verosimilitud, pese a que tan solo
juega ligeramente con lo inquietante es una cita ineludible para fans del formato.19- The Boy Behind
the Door (2020)

imageAngustiosa vuelta al esquema de Hansel y Gretel en clave
survival horror, con dos niños escapando de un ogro moderno en la línea de Whoever
Slew Auntie Roo?
(1972) o The People Under the Stairs (1991),
con un triste fondo de abuso infantil que le da un cariz más dramático y
trágico que otras de su misma familia. Los directores y guionistas David
Charbonier y Justin Powell nos cuentan la historia de dos mejores amigos que
son secuestrados por alguien que no llegan a ver, pero uno de ellos logra
zafarse y trata de salvar al otro dentro de una casa sórdida y llena de
secretos. El actor principal lleva la película sobre sus hombros con una
interpretación sorprendente para su edad y por lo demás angustiosa hasta lo
difícil de digerir. El poder de la amistad que mueve al niño mantiene el
corazón de la película bombeando esperanza y transmite la sensación
inquebrantable de los vínculos infantiles como solo ha transmitido en el terror
Stephen King, y su conexión simbiótica es su mayor fortaleza.Pero la catarsis de las pequeñas victorias del protagonista
vienen acompañadas por un terrorífico juego del gato y el ratón que centra toda
su energía en transmitir la tensión de un modo parecido al que hacía Alone
(2020) el año pasado, jugando con muy pocos elementos y centrando todo en la
experiencia desesperada del niño, con quien compartimos la incertidumbre de no
saber ni cuándo ni por dónde aparecerá el secuestrador. Nunca llega a ser
demasiado explícita en sus elementos más turbios, pero las pequeñas trazas de
las posibles consecuencias para la vida de los dos amigos son suficientes para
abonar una incomodidad estomagante que contrasta con la voluntad abierta a
entretener de la película. Los directores nunca tratan de indagar en los
elementos más sociales que puedan implicar el tema sobre el que construye su huida.
Revelaciones bien dosificadas y sorpresas son los ingredientes básicos de una
película que no descubre nada nuevo, pero logra mantener el suspense durante
todo su metraje.

Programa doble: The
Djinn (2020)

imageNada mejor para acompañar el visionado de la anterior que
otro proyecto de Charbonier y Powell, nada más y nada menos que un doblete con
el que debutan en el cine. The Djinn es aún más pequeña que la
primera, pero pese a que incluso la fotografía es más tosca y digital, no
resulta menos interesante por cómo consiguen levantar una película con apenas
dos actores y un emplazamiento doméstico. En esta ocasión hay elementos
sobrenaturales, con una entidad que mete al protagonista, uno de los dos amigos
de la anterior, enfrentado a un ser que juega con su mente en una refrescante
aproximación al revival ochentero con detalles que recuerdan a The
Gate
(1987) y un final nada complaciente.18- The Power (2020)

imageUna premisa sencilla de vigilia en hospital semiabandonado
puede resultar demasiado típica,  pero The
Power
demuestra que sigue siendo efectiva gracias a una factura
impecable en la que Corinna Faith debuta sacando brillo a puntos fuertes de una
historia arquetípica: la fragilidad psicológica de una enfermera haciendo turno
de noche. No se diferencia mucho a propuestas como Infection (2004) o Last
Shift
(2014), donde el verdadero protagonista es el potencial
fantasmagórico de una localización, y aquí la fuerza de su escenario único y
apasionante tiene que ver también con su ubicación temporal en el Londres de
1974, donde las disputas sindicales de mineros llevaron a dosificaciones de
electricidad en forma de apagones programados. Esto deja mucho espacio para la
esencia de la película, que es perderse junto a una trabajadora novata por los
pasillos de un emplazamiento tenebroso, sin amparo y progresivamente más y más
amenazador. A medida que pasa la noche, la enfermera tiene alucinaciones y se
juega con la posibilidad de que sean antiguas presencias o su cabeza sin poder
aguantar la presión. Los compañeros hostiles y la alienación laboral también
enlazan con la fantástica Session 9 (2001), aunque esta
respira un aire más gótico y es mucho más sencilla.Pero Faith teje un guion con detalles subversivos interesados
en la ausencia de poder que representa la oscuridad, la clase trabajadora o las
mujeres de su época. El interés de Val en la conexión entre la enfermedad y la
pobreza demuestra que los personajes de The Power tienen muy claro qué es estar
en la parte más baja de la sociedad y desconfían de los médicos y
administradores demasiado encantadores y felices que tratan de evitar las
realidades desagradables y verdades ocultas. Se crea un paralelismo entre los
demonios de la protagonista y los enigmas que atormentan el viejo edificio, estableciendo
un orgánico cruce de caminos entre ambos, tratando los sensibles temas de fondo
con elegancia y una resolución con más que justificado tinte feminista rematada
por una macabra y dolorosa subtrama de denuncia y abusos tan vieja como los
mejores relatos de fantasmas de M.R. James. Incluso en sus momentos menos sutiles,
Faith demuestra un nivel de destreza a la hora de construir atmósfera y
trabajar la oscuridad muy por encima de la media de debuts de género, ofreciendo
además una obra con búsqueda de justicia sobrenatural totalmente coherente con
la tradición de horror espectral británica.

Programa doble: False
Positive (2021)

imageUna pequeña producción televisiva de A24 para Hulu que ha
pasado sorprendentemente desapercibida. Horror psicológico con punto de
denuncia feminista sobre la gestación subrogada a través de la experiencia de
una mujer que, como la protagonista de The
Power
, cree estar perdiendo la cabeza. Gozando de un humor negro muy, muy
oscuro, esta curiosidad  está creada por
la actriz Ilana Glazer, que firma un guion a modo de revisión ginecológica de Rosemary’s
Baby
(1968) y protagoniza junto a Justin Theroux como una pareja casada
desesperada por quedar embarazada, pero ella comienza a pensar que su renombrado
y encantador doctor de fertilidad, un Pierce Brosnan como nunca le has visto, tiene
otros planes. Una fantástica recreación de la paranoia maternal, el contrabando
de úteros y el gaslight gestante, con un final extrañísimo que sigue poniendo a
Hulu como una productora de terror envidiable.17 – Ghostbusters:
Afterlife (2020)

imageMenuda sorpresa. No se esperaba mucho de la vuelta al
universo de Ivan Reitman por parte de su hijo Jason, pero el heredero ofrece una
vibrante aventura juvenil de terror y comedia socarrona con sabor a Joe Dante y
Fred Dekker que convierte la tecnología de vanguardia del pasado en el equivalente
steampunk para la generación Z. Aunque el fan service la hace predecible, es una
notable secuela para la era Stranger Things, que entra de lleno
en el síndrome Goosebumps (2015) y The Force Awakens (2015), pero
aprovecha su plantilla con una mezcla equilibrada de sus elementos nuevos y
viejos, estupendas secuencias de acción, gags, y un plan sorprendente que sabe
encajar muy bien todas sus piezas en su último acto. El intento funciona
gracias a su inspirada elección de casting, con el acierto de dar el
protagonismo a Mckenna Grace, conocida y afín al género pero todo un hallazgo en
un papel más protagonista que nunca. Le acompañan un ocurrente Logan Kim, el
siempre efectivo Finn Wolfhard, la divina Carrie Coon y un Paul Rudd al que es
imposible no adorar. Lo que define a esta Ghostbusters:
Afterlife
esta vez no son sus fantasmas sino sus cacharritos. En su mayor
parte trata sobre chavales descubriendo y restaurando trastos hay una
fascinación genuina por la interacción de los jóvenes con el pasado, casi como
la primera mitad de Explorers (1985), siguiendo la tradición de My
Science Project
(1985), The Manhattan Project (1986) y, por
supuesto, Back to the Future (1985), a la que se le hace un conveniente
homenaje de puesta en escena, como si Reitman mezclara el efecto del film de su
padre en su memoria con la onda expansiva de cine del año siguiente a su
estreno.Esta tecnología retro crea una barrera para la fantasía ya
que no es un traje de nanotecnología todopoderoso, ni rayos en las manos, sino
que supone verdadera dificultad, peligro, errores. Las cosas salen mal, y
cuando salen bien son ñapas, carambolas. No hay explosiones salvadoras en
postproducción. Sí, mucha de esa mirada al catálogo de dispositivos se escuda
en la nostalgia, pero si es esa nostalgia la responsable de que “la
magia” cueste, tenga consecuencias, y ofrezca fricción al espectáculo de efectos,
bienvenida sea sobre la mayor parte de fantástico mainstream actual. Y por
cierto, en los efectos visuales hay una mezcla de animatronics y digital
admirable en estos tiempos, lo que le da al terror y los monstruos una mezcla
de sensación familiar y nueva que funciona mejor cuando se apoya en la
atmósfera, recuperando parte del peligro que desprendía la original. Se puede
achacar a Ghostbusters: Afterlife
apuntarse a la ola con su ángulo de fantástico juvenil con sabor Amblin, pero
en realidad, su coguionista Gil Kenan es el director de la fundamental Monster
House
(2008), la película de terror infantil que se adelantó al revival
de los 80 incluso antes que Super 8 (2010) y en el fondo, lo que
logra aquí es replicar el engranaje del éxito de la fórmula más difícil, un
guion con alma y con personajes que importan.

Programa doble – Don’t
Breathe 2 (2020)

imageEn un año de secuelas innecesarias que nadie pidió pero que
han resultado salir sorprendentemente bien destaca este sólido thriller de
venganza deprimente y desagradable con solo dos personajes que merezcan
redención, uno de los cuales es un perro. No es ni la mitad de potente que su
primera entrega, pero a diferencia de otras secuelas clónicas de este año, sabe
buscar su camino y probablemente funcionaría mejor como una película
independiente. Con violencia bestial, momentos de horror repugnantes y un uso
del espacio excelente, esta sólida película de explotación conforma la figura
del anti-zatoichi de Stephen Lang como un pequeño icono del cine más bastardo.16- The Conjuring:
The Devil Made Me Do It (2021)

imageEra lo esperable, la ausencia de James Wan en la saga de los
Warren derivó en una secuela inferior a las anteriores pero también en algo
mejor de lo esperado gracias a la sólida dirección de Michael Chaves, que, tras
lo visto en la decepción esperpéntica de Malignant, ha resultado una opción
más digna para la saga de lo que nos aventuramos a preveer. The Devil Made Me Do It se atreve a transformar
la franquicia en un ágil tebeo de aventuras siniestras y trampas satánicas que
podría haber firmado Gene Colan y el viraje hacia la investigación sobrenatural
y la aventura satánica no es un tren de la bruja sin fin como las secuelas de Annabelle,
sino más un equilibrio de elementos entre cine de posesión, juicios, investigación
policial paranormal y enfrentamiento con un rival a la altura del matrimonio
Warren. La película está basada libremente en el Juicio de Arne Cheyenne
Johnson, el primer caso de asesinato en el que se aceptó como defensa la
posesión diabólica, que ya fue adaptado al cine en The Demon Murder case
(1983), un inquietante film de terror para televisión en la que ya aparecía la
pareja de parapsicólogos. La parte central de aquella es aquí la primera
secuencia en frío, un homenaje a The Exorcist (1973) concentrado en
diez minutos fantásticos en donde caben contorsiones y apariciones que en otra
circunstancia ocuparían el final del film. Una secuencia que destaca por sus
efectos visuales, con contorsionistas reales haciendo locuras con el cuerpo
humano y un invitado especial que sonará a los que conocen bien el Universo de
los Warren, el viejo aliado del matrimonio, el padre Gordon.El terror es algo más vulgar que las anteriores, con algunos
detalles siniestros estupendos en una bienvenida huida hacia los márgenes que
no se plantea como un carrusel de sustos y apariciones, de hecho, su mayor
virtud es que se atreve a ir por otros derroteros, diluyendo su estructura en
un juego de flashbacks que vuelve al punto de partida antes de la explosión del
Conjuringverse en The Exorcism of Emily Rose (2005), de la que el guion de David
Johnson sabe distanciarse centrando la trama en un enfrentamiento con más en
común con la dinámica de The Wailing (2016). El viaje del
matrimonio por los aledaños del caso para descubrir el origen de la fuerza
maléfica tiene un ritmo intrigante y sin pausa, tomando el molde de una
investigación sobrenatural en la que las habilidades de medium de Lorraine
serán clave, convirtiéndose en el Frank Black de Lance Henriksen de la serie
con asesinos sobrenaturales Millennium (1996-1999), pero con un
toque vintage y un enemigo que la emparenta con las películas del psiquiatra
David Sorell, un precedente televisivo de Kolchak que se enfrentaba a
satanistas y sus conjuros en títulos como Ritual of Evil (1970). Chaves
demuestra más nervio que en su debut y se apoya en una fotografía competente, con
secuencias al ritmo de Call Me de Blondie y peligros que
ponen a prueba al matrimonio Warren, que conforman ya una pareja icónica en su
encarnación de Patrick Wilson y Vera Farmiga. Llenos de química, carisma
mundano y nobleza naif, si algo demuestran películas como The Devil Made Me Do It es que las grandes franquicias de
fantástico sobreviven cuando su corazón bombea al ritmo de grandes personajes.

Programa doble: La
funeraria (2020)

imageSi la escena del depósito de cadáveres de The Conjuring 3 es una de las más
inquietantes del año, esta modesta película argentina transcurre toda ella en
una casa funeraria en la que una familia disfuncional empieza a resquebrajarse.
Con elementos del universo Wan y de las relaciones familiares enfermizas de Hereditary,
este pequeño debut de Mauro Iván Ojeda está lleno de momentos de auténtico
miedo, sin recurrir a sustos y reinterpretando los patrones conocidos del nuevo
cine de casa encantada, con su parapsicóloga y una cuidada atmósfera vil a
través de silenciosos recorridos por las zonas de la casa que recupera la
quietud sugerente de la verdadera presencia del mal. Lástima que el cierre se
quede corto, pero es una película muy a tener en cuenta.15- Censor (2020)

imageHay una fascinación reciente alrededor de las cintas de
vídeo y el formato mismo como fuente de horrores y estética que lleva
apareciendo en obras como She’s Allergic to Cats (2019), Rent-A-Pal
(2020), V/H/S/94 (2021) o la misma intro de la serie Yellowjackets
(2021), que puede empezarse a considerar tendencia. Censor fue la sensación de terror
de festivales y una de las películas más comentadas del año, pero su estreno en
Sitges resulto en una recepción más tibia de la esperada. Poner las
expectativas de película de terror del año a todo lo que viene de Sundance
suele jugar en contra de las propias obras y, si bien el debut de Prano
Bailey-Bond no está a la altura de las posibilidades que crea en su primera
media hora, no es ni mucho menos una obra que se pueda desestimar a la ligera.
Solo su fascinante mirada a la represión a través de la censura de las video
nasties, como hacía Rodney Arscher en su corto Visions (2008), ha
generado conversación por sí sola, recuperando el interés por el infame
episodio de persecución a películas por parte del gobierno británico, y aquí el
detalle sirve para replantear la trama de Evil Ed (1995) con mucho estilo, uniéndose
a una tradición de películas sobre autores sufriendo alucinaciones con su obra
o la violencia que ven en otro metraje que va desde Deadline (1980), The Last
Horror Film
(1982), Videodrome (1983) a Un
gatto nel cervello
(1990), en una estructura que no había inventado Berberian
Sound Studio
(2012). Aquí la directora expande su fantástico corto
debut Nasty (2015), sirviéndose del planteamiento para elaborar con
más espacio todos sus caprichos experimentales con glitch de VHS, cambios de
relación de aspecto, los colores del giallo y las texturas retro, tanto de la
época como de las películas que mira su protagonista.Puede que el principal problema con Censor es que nunca llega
a desarrollar un misterio que no alcanza su potencial a causa de un metraje
efímero y engaña en su intenciones, acarreando decepciones por la expectativa
que su propia intriga de “vídeo maldito” y la enigmática desaparición de
un familiar generan, dejando solo pistas, detalles que pueden indicarnos qué
pasó en realidad. En realidad la película no llega a encadenarse nunca a esa
trama, por muy apetitosa que resulte y sirve más como retrato de un personaje,
muy bien interpretado por Niamh Algar, cuyo estado psicológico nunca se define
del todo por la violencia que ve como por la represión de sus propios
fantasmas, adhiriéndose a la reflexión de Scream (1996) de que “las películas
de terror no crean asesinos. Sólo hacen que sean más creativos”, siendo muy
sutil en su comentario a la actual cultura de la cancelación, apartando del
problema a las obras y centrando el foco en la mirada e interpretación de las
mismas en el receptor. Pero Censor no busca responder ni al
enigma de su historia ni contestar a las preguntas inherentes a su subtexto, porque
estos nunca son tan importantes como la gramática visual en la cuidada puesta
de escena de Bailey-Bond, desbordante y obsesiva en su recreación cromática del
universo de videocasettes a los que rinde tributo, basándose en el arte de Cindy
Sherman, películas prohibidas como Xtro (1982), Killers Moon (1978) o el
Fulci más sobrenatural. Además, el diseño de sonido es muy notable, basándose
en las escenas de los túneles de Watership Down (1978) para describir
los pasillos del búnker de los censores, logrando una experiencia de terror que,
incluso con su deprimente y fantasmagórico final, juega también con el humor
macabro, lavando con chorretones de sangre las dudas sobre qué película quiere
ser con la que se juzgan a muchas películas de “terror de autor” actuales.

Programa doble:
Broadcast Signal Intrusion (2021)

imageUn thriller psicológico con tantos puntos en común con Censor que parecen hermanas a través del
océano. Si la Británica está centrada en las películas prohibidas de los 80 de
Reino Unido, esta que se inspira en las interrupciones reales de transmisión en
Chicago a fines de la misma década en las que aparecía Max Headroom en medio de
una emisión y que siguen sin resolverse a día de hoy. Ambas comparten el punto
de vista de personajes obsesivos que pierden la cabeza investigando la
desaparición de un ser querido a través de metraje analógico, y llenas de
experimentación con texturas y formatos. Esta está ambientada en los 90 y si
bien es menos surrealista, si consigue crear una espeluznante pesadilla
tecnológica neo-noir basada en thrillers conspiranoicos de los 70 como The
Paralax View
(1974) o The Conversation (1974). Protagonizada
por Harry Shum Jr., Broadcast Signal Intrusion va dejando claro que su clave no es
tanto el misterio como el colapso mental y disfruta jugando con las texturas
sonoras, el grano VHS y las máscaras perturbadoras que, inspirándose en el creepypasta
Tara
the Android,
recuerda también a otros como Miss Shaye Saint John,
dejando un final abierto escalofriante que sabe que la incertidumbre es mayor
terror que resolver todos los misterios y permite revisionados y debate.14- Come True (2020)

imageCuando colocábamos la apreciable Our House (2018)
entre lo más destacado del 2018 no sabíamos que el Anthony Scott Burns había
declinado reconocer la obra y, aunque seguía teniendo su sello, nos queda la
duda de qué habría pasado si se hubiera terminado de la forma planeada, con una
banda sonora de Electric Youth desechada por Universal que se puede escuchar en
el canal de youtube de Milan Records bajo el nombre de Breathing. Esta
experiencia hizo que Burns decidiera hacer las cosas a su manera y su siguiente
película, rodada con un equipo de 4 personas aparte de actores, con el director
desdoblándose en infinidad de tareas, es una producción que compite con lo que
podría haber hecho bajo el paraguas de cualquier estudio, solo que esta vez,
además tiene la banda sonora de Electric Youth mano a mano junto al propio
Burns, una joya sonora que han macerado durante años antes de empezar a rodar.
El resultado es Come True, un inclasificable viaje de horror onírico al fondo
del angst adolescente, lleno de hipnóticas (y adictivas) secuencias de horror
surrealista, diseñadas para aterrar a víctimas de la parálisis del sueño, a lo
que se le añade una buena pila de retro scifi que construye un alucinante
híbrido de Donnie Darko (2001) y A Nightmare
on Elm Street
 (1984) bajo el filtro de Tron (1982),
que, aunque queda algo perjudicado por su perezoso final, resulta una de las
experiencias más hipnóticas y obsesionantes del año.Si ya el segmento de Burns para la antología Holidays
(2016), era una pequeña gran joya de horror cósmico, contada desde la intimidad
paternofilial y la tecnología de audio low-fi, esta nueva camina entre el
terror young adult y la ciencia
ficción ochentera como una hija bastarda deprimente de Dreamscape (1984),
los experimentos del sueño de Nightwish (1991) y el terrorífico
documental The Nightmare (2015). El director no tiene
prisa en responder preguntas y trabaja los estados de ánimo y los colores,
absorbiendo hacia su espiral tenebrosa de sueños febriles y relaciones
disfuncionales en un etéreo collage con principio y final conscientemente
difusos. Siendo dos películas sobre temas bien diferentes, Come True conecta
estilísticamente con la citada Our House,
que mezclaba el terror sobrenatural y la ciencia ficción de ecos Amblin con
unas misteriosas entidades oscuras que podrían convivir en el mismo universo.
Además, en Come True aparecen algunos guiños a George A.
Romero, desde el clásico visionado de Night of the Living Dead (1968)
en un cine, a la camiseta de la protagonista o las gafas de uno de los personajes,
lo cuál podría ser una pista de cara a resolver su paradoja final. El estreno
deficiente en países como España y la falta de atención de una crítica
“especializada” que ni le dedica una palabra en redes en su premiere en
plataformas no refleja la singularidad de una propuesta que va a acumular fans
con el paso del tiempo.

Programa doble: Al
tercer día (2021)

imageOtra de esas sorpresas Argentinas que pasan desapercibidas
fuera de sus fronteras pese a su originalidad. Una historia de horror
sobrenatural de pocos elementos y medios muy modestos contada a lo grande,
llena de ideas visuales, fundidos originales y uso del color heterodoxo que
recuerda a los mejores momentos del horror esotérico italiano. Cuenta la
historia de una mujer que sufre un terrible accidente de coche, despertando
aturdida tres días después sin su hijo a su lado, por lo que irán en su busca
desesperadamente mientras su realidad parece desmoronarse a su alrededor. Como
en Come True, mucho de su argumento
se hilvana entre aparentes sueños, o visiones alucinatorias que enturbian lo
que es palpable y lo que no, hasta su gran tramo final, que entronca también
con el film de Anthony Scott Burns de formas inesperadas. Una película de
terror excelente, pese a algunas limitaciones de efectos.13 – Shadow in the
Cloud (2021)

imageUna demencial pesadilla bélica a 20.000 pies con lógica de
dibujo animado llevada sobre los hombros de una peleona Chloë Grace Moretz que
se mueve a un ritmo poseído por el espíritu de Sam Raimi. Su idea sencilla, con
tres elementos claros como un avión, un monstruo escondido y una carga preciada
que debe ser transportada sin importar las dificultades, no deja de ser un
remake apócrifo y alargado hasta la duración de largometraje del relato de  Richard Matheson Nightmare at 20.000 Feet,
adaptado por él mismo en la serie The Twilight Zone, y que conoció
otras dos nuevas versiones (1983-2019) y hasta su propia parodia en The Simpsons.
Terror y aviones han conjugado en muchas ocasiones. Willian Shatner revivió su
pesadilla como cura contra el diablo en The Horror at 37.000 Feet (1978), y
hasta hemos visto a Cthulhu en Altitude (2010), pero los Gremlins y
los aviones son un clásico que van de la mano desde el primer registro
literario que aparece en el libro The ATA: Women With Wings (1938) de
la piloto británica Pauline Gower que los asociaba a Escocia y describía como
seres con tijeras que cortaban cables de los motores de los biplanos. Esta
asociación pionera tiene una coherencia histórica en Shadow in the Cloud, que se erige también como un homenaje a esas
mujeres piloto de la guerra, como un consciente regreso del mito a sus
orígenes.La mezcla de géneros da un programa doble de terror bélico
ideal para ver junto a Overlord (2018), con la que comparte
un tono de aventura con lógica de cómics como Weird War Tales (1971-1983)
de DC.  Si la producción de J.J. Abrams
bebía del tono spielbergiano de The Mission (1985) de la serie Amazing
Stories
, Shadow in the Cloud
comparte el mismo modelo de avión B-17 y parte de la trama clavada en su primer
acto, encerrando a su protagonista en el ombligo armado del avión. Pero el
verdadero protagonista aquí es el gremlin, una fantástica creación de Weta
digital para cuyo diseño se han inspirado en roedores, el murciélago de Gremlins
2
(1990) y algunas características del pez bruja, de grotescos pliegues
y boca monstruosa. Llena de situaciones que desafían a la física, la dirección
de Roseanne Liang es pura narración visual que fluye siempre de forma frenética
alrededor de un Macguffin en forma de una pequeña carga secreta que conecta con
cierta película de los hermanos Coen, invitando a absorber palomitas a puñados
sin exigir verosimilitud a su ping pong de situaciones inverosímiles. Una gran
sorpresa que hace honor a la ahora tan prostituida etiqueta pulp y da todo lo
que debería ser el revival de Twilight Zone.

Programa doble: The
Deep House (2020)

imageY si la cosa va de llevar el terror a lugares inverosímiles,
si Shadow
in the Cloud
lo hace en las alturas, la nueva película de Julien Maury
y Alexandre Bustillo lo lleva a un lugar inédito: en las profundidades de un
gran lago. The Deep House convierte
el memorable prólogo subacuático de In Dreams (1999) de Neil Jordan en
todo un experimento de terror de casa encantada bajo el agua, que trata de
llevar los nuevos tropos del cine de rituales, fantasmas y demonios a un
espacio sumergido, con las dificultades para salirse del molde lógicas en un
desafío técnico sin precedentes. Si 47 Meters 2: Uncaged (2019) lograba
un tenso survival submarino con tiburones ciegos que parecían presencias
fantasmales, aquí juega más con la parafernalia y la atmósfera, pero el trabajo
es muy meritorio y muestra a dos cineastas con ganas de probar y experimentar
cosas nuevas, por eso, aparecen por partida doble por aquí.12- The Night House
(2020)

imageLo nuevo del director de The Ritual (2017) es una
fantástica variación esotérica del cine de casa encantada con un inquietante
uso de la arquitectura para crear terror con pareidolias, misterios llenos de
giros y una enorme Rebeca Hall, que borda a un personaje cínico y lleno de
heridas profundas en la que puede ser la mejor interpretación en el cine de
terror de este año. The Night House es otra más de las producciones de 20th Century
Pictures que sufrió uno de esos reveses de pandemia que finalmente acaban en la
pantalla pequeña tras el anuncio frustrado de que iba a llegar a los cines en
algún momento. Y es una pena, porque David Bruckner huye del estilo del cine de
terror sobrenatural reciente con un tono de drama de duelo sin sustos fáciles o
apariciones, dejando que sus misterios aparezcan en sueños extraños, momentos
de duermevela y enigmas que van destapando un original trasfondo ocultista. La
confusión y frustración por la incertidumbre se cruzan con sucesos sin relación
aparente, como que el equipo de música se encienda solo en mitad de la noche, o
visiones que parecen tener claves sobre la escurridiza finalidad de la muerte
de su marido, adentrando a la protagonista en un horror psicológico con ecos a
películas como Let’s Scare Jessica to Death (1971) pero casi con un tono de
thriller de los 90 que engaña.Su mejor arma es trabajar los detalles, huyendo del estilo
del cine sobrenatural reciente con un tono de drama sin sustos fáciles o
apariciones para remover en la butaca. La exploración del duelo a través del
terror conecta con el tono melancólico de The Changeling (1980), abordando
horrores intangibles, de sombras, presencias y formas, que resultan una
metáfora del dolor con implicaciones escalofriantes sobre la depresión y el
suicidio. Sus revelaciones hacen reconsiderarla desde el principio y su
arquitectura de verdades escondidas esconde mucho más de lo que aparenta. Un pasado
donde nada es lo que parece lleva a una lucha oculta que solo intuimos, donde
entran en juego la casa en donde vivían y una vuelta inaudita de sus secretos,
la información sobre la arquitectura, las figuras que se encuentran y los
libros donde la protagonista parece encontrar una línea de migas de pan hacia
la verdad. Nada es lo que parece y todo lo que vemos son reflejos de la verdad,
y todo lo que priori parece que no tiene importancia se revela importante. No
hay nada colocado al azar y su puzzle deja espacio para reconstruirla de nuevo
días más tarde y volver a ella en el futuro.

Programa doble: No
One Gets Out Alive (2021)

imageNetflix estrenó esta fantástica adaptación de la novela del
autor de The Ritual, también producida por Bruckner, una estilizada torsión del
cine de casas encantadas que explora la geografía de sus espacios de forma
espeluznante con el contexto de la emigración de fondo, con una joven en busca
del sueño americano que cuando se ve obligada a alquilar una habitación en una
pensión, se encuentra en una pesadilla sin salida. Santiago Menghini rueda No
One Gets Out Alive
con grandes angulares que recogen la geografía de su
localización con una elegancia inusual para un debut, con una amplitud de
visión muy pensada para la gran pantalla que la diferencia de los estrenos
habituales de la plataforma. La obra despliega un terror taciturno, muy basado
en una cuidada edición de sonidos y susurros en huecos y desagües, que no busca
grandes sustos sino un juego entre las apariciones y la ruptura psicológica por
la presión laboral y vital de una situación irregular. La obra es una respuesta
urbana al folk horror de The Ritual –hay
un guiño que las coloca en el mismo universo– con gran diseño de seres y un
final muy satisfactorio.11- The Tomorrow War (2021)

imageLa pandemia ha condenado a tantas películas a las
plataformas en estos dos años, que parece que se pierde la noción de lo que se
produce directamente para la gran y la pequeña pantalla, y esto lo sufren
estrenos como The Tomorrow War, una verdadera apuesta por el cine de acción,
terror y ciencia ficción hecho para comer con palomitas y el cerebro en modo de
viernes noche que ha acabado comprada por Amazon para pasar como una de sus
producciones propias.  Afortunadamente,
esta rotunda fantasía militar con olor a pólvora, disciplina Heinlein y
retorcidas criaturas de pesadilla logró convertirse en un gran éxito de la
plataforma. Y es que Chris McKay pasa de solemnidades y ofrece un puro
espectáculo Bis de ciencia ficción bélica monstruosa a tiro limpio, coloreado
de humor tontorrón y frases lapidarias para redondear un megablockbuster sin
muchas complicaciones, más serie B cara que un complejo artefacto de viajes en
el tiempo sobrecomplicados. Es una película de monstruos de gran escala que no
busca más ser una película de monstruos, con su corazón en los lazos
emocionales entre personajes. Y es que The
Tomorrow War
sigue la tradición del gran cine de palomitas sobre invasiones
extraterrestres a gran escala, desde el tono catastrófico de Independence
Day
(1996), o el ángulo bélico de Starship Troopers (1997) y Battle
L.A.
(2011) al componente de viajes temporales (simplificado) de Edge
of Tomorrow
(2014).Sin embargo McKay revela
su corazón de verdadera monster movie en la espeluznante primera aparición de
sus seres extraterrestres que parecen los primos mayores de los Critters y
acumulan cuerpos muertos como los Predator. La película se reencuentra con la
sencillez de las películas con criatura en un delicioso tramo final más íntimo,
un clímax a lo Tremors (1990) en las montañas de la locura que homenajea The
Thing
(1982) y se convierte en una miniaventura de caza al alien, con
un J.K. Simmons estoico como Charles Bronson en The White Buffalo (1977).
Otro de los toques de comedia marca del director de The Lego Batman Movie (2017)
es que sus grupos de expedición no están formado por experimentados soldados,
sino por vecinos y personas normales requeridos en el futuro que caen como
moscas sin mucha piedad, con un reparto liderado por Chris Pratt, con buena
química con Yvonne Strahovski y J.K. Simmons, dejando varias notas de humor
absurdo dentro de su punto de juguete geek afín al manga, con el planteamiento
de mandar gente a una batalla como si fueran participantes de Gantz, incluidos
supervivientes de juegos anteriores, o una especie de Battle royale (2000),
solo que aquí los participantes deben ser cuarentones. Una sorpresa inesperada,
adictiva y que se deja gustar sin problemas.

Programa doble: Superdeep
(2020)

imageUno de los casos más extraños de
resurrección de una película que se recuerden en años, esta apuesta de
presupuesto holgado por el terror a lo The Thing (1982) se estrenó en un
deficiente montaje en Sitges 2020 que tenía problemas de acabado, con un uso
ortopédico de la BSO y una falta de tensión que la dejaban en tierra de nadie, sin
embargo, en su estreno en Rusia con el montaje terminado parece otra película
diferente. Con diversos avances de postproducción ahora luce perfectamente
competente, proponiendo una reimaginación de la leyenda urbana de que el
proyecto real del túnel Kola Superdeep se detuvo en los 80 porque los
científicos perforaron tan profundo que llegaron al infierno. Una sólida
película en la línea de Leviathan (1986) o Deep
Star Six
(1986), con FX grimosos de body horror fúngico a la altura, que
si bien podría ir un poco más allá para ser verdaderamente notable no es ni
mucho menos el bodrio que se pintó en sus primeras exhibiciones. 10 – Reunion (2020)

imageAunque les cueste mucho salir fuera y dejar huella
comercial, 2021 ha sido un año potente para las películas de terror de Nueva
Zelanda. Si Shadow in the Cloud ganó
el premio del público Midnight Madness en el TIFF del año pasado, este otro producto
kiwi de Jake Mahaffy es una versión muy diferente del género. Su apariencia de
melodrama extiende un tapiz perfecto para su historia sobre una mujer adulta embarazada
y su difícil relación con su madre separada. Cuando regresa a la casa de su
infancia ocurren cosas extrañas: escucha ruidos peculiares y las neurosis
controladoras de su madre se vuelven dominantes hasta el punto de provocarle comportamientos
erráticos. Los eventos del pasado ??de la historia se filtran a través de los
recuerdos y entramos en un territorio que incluye posible abuso infantil,
dilemas familiares, gaslighting, posible daño médico y memoria selectiva. El
trauma juega un papel importante en la psique de la familia y a historia
desenreda la tensión una sofocante espiral hacia la locura entre madre e hija
que se vuelve tan aterradora mientras se revelan los esqueletos en los armarios
en una serie de revelaciones impactantes que no son lo que parecen y deja
espacio para revisar la película y los pequeños anexos incluidos entre actos, aparentemente
sin relación.Con puntos en común a la inferior Relic (2020), la difícil
relación entre madres e hijas, con lo sobrenatural flotando entre los rincones
y recovecos de casas antiguas y oscuras, adopta en Reunion la vieja fórmula de
la ambigüedad entre enfermedad mental y los espectros mientras desarrolla
sucintamente a sus personajes como seres humanos tridimensionales al revelar información
sobre ellos gradualmente a través de la acción y no con exposición. Las dudas
de por qué la madre bloquea constantemente las puertas de la casa o los
constantes ataques de pánico de su protagonista son siempre intrigantes y
enigmáticas. Mahaffy adopta conscientemente un perfil bajo de ritmo cuidadoso
que se equilibra con el creciente exceso de Julia Ormond, recordando a algunas
de las grandes reinas del cine de hagsploitation como Joan Crawford y Bette
Davis en Whatever Happened to Baby Jane? (1964). Hay pequeños homenajes
a películas como el vestido rojo Don’t Look Now (1972), Eraserhead
(1977) o The Omen (1976), pero en general el tema en el que se mete es
plenamente original, aunque importe menos lo que toca que el desarrollo de una
historia angustiosa con atmósfera opresiva y de pesadilla. Reunion consigue una escalada gradual del suspense que acerca los
tabúes sigilosamente, una película de horror madura, hábilmente dirigida, con fotografía
cuidada y que se deleita en ser exactamente el tipo de género con aroma a los
70 que promete su póster.

Programa doble: Son
(2021)

imageY de cine turbio con madres va la cosa, el tono de esta Son
también es el de un thriller psicológico sobre el trauma, que aquí toma la
forma de una efectiva road movie de
horror sobrenatural que combina la paranoia maternal con síndrome de estrés
postraumático, como si Martha Marcy May Marlene (2011) y Midnight
Special
(2016) quisieran ser Baby Blood (1990). Juega sobre
lugares comunes del cine satánico y de niños creepy, pero con el gore y mal
rollo necesarios surfea cerca del cine con canibalismo, ocultismo, mentes al
borde del colapso y flashbacks de sectas que dejan una huella similar en la
protagonista a la de The Lodge (2019), pero como si está
estuviera en una trama entre Firestarter (1984) y To the
Devil a Daughter
(1976). Pese a su falta de originalidad, mucho mejor
de lo que su tibio impacto en Sitges puede hacer pensar, haciendo del director Ivan
Kavanagh un nombre a tener en cuenta tras su muy tétrica The Canal (2014).9- Sator (2019)

imagePuede que nos encontremos ante el proyecto más singular del
2021. Una película sobre un hombre y una cabaña cuyo concepto se reduce a que
tal vez haya algo en el bosque, pero que al mismo tiempo funciona como
metadocumental, ya que su historia surge de una de las coprotagonistas de la
película, la propia abuela del director. Sator, es uno de esos terrores
mumblecore con ecos a The Witch (2015) y The
Blair Witch Project
(1999) que traspasan los límites de lo
independiente, puesto que está realizada prácticamente en su totalidad por el
director Jordan Graham, quien hasta construyó el mismo la cabaña de la película
y aprendió postproducción para elaborar la cuidada dimensión sonora de la obra.
El tipo de sorpresa que cambia los sustos por un estado de ánimo y algunas
estampas que podrían abrir cualquier película de A24. Pero lo realmente
espeluznante de la película es que Sator, el nombre, la evocación de la que
habla el personaje de June Peterson que no es una leyenda inventada, sino que realmente
fue descrito por ella en sus cuadernos de escritura automática que su nieto
encontró. En esos textos se describía una entidad de la que su abuela siempre
hablaba, que de hecho era un tema tabú en su familia, y las grabaciones a la
actriz hablando de Sator son totalmente reales y pudieron ser captadas por el
director de casualidad, puesto que al poco tiempo Peterson fallecía. De hecho,
los escritos impresos en los créditos son de puño y letra de la anciana. Esto
crea un híbrido de realidad y ficción que pone los pelos de punta.Descrito por primera vez como un tutor que se le aparecía,
el misterioso ser parece tener que ver con una maldición familiar y la película
va alternando la línea temporal a recuerdos, representados con un cambio de
relación de aspecto y una paleta en blanco y negro, para llevar esa conciencia
de lo paranormal hasta el nieto de la película, Adam (Gabriel Nicholson), el
hombre del bosque, cuya relación con las voces en su cabeza va revelando una
realidad terrible, detalles imperfectamente encajados de una familia magullada
en su núcleo, con mucho que comprender para los que tengan el valor de
aventurarse de nuevo en el bosque para volver a verla. Porque Sator es
aterradora, una experiencia llena de capas que sigue resonando en tu cabeza
mucho después de terminar. Su dedicación a su universo de madera, oscuridad, y
ruidos nocturnos la emparentan con los terrores de Across the River (2013),
aquí estéticamente tan bien realizado que nos introducimos de lleno en su mundo
y, aunque no haya un argumento plenamente definido, su acercamiento al enigma
familiar dentro y fuera de la película crea un proyecto cercano a la experimentación
que se mete bajo la piel.

Programa doble: Antlers
(2020)

imageSi nos quedamos con hambre de criaturas ancestrales,
leyendas de los bosques y cornamentas de ciervo, esta digna heredera de la
mitología del Wendigo de Larry Fessenden, entre el American Gothic postcrisis y
el cuento de hadas sórdido con gran criatura, es un excelente trabajo en
atmósfera opresiva. Antlers está algo
dañada por un final blandito donde se nota más a Del Toro de la cuenta, pero aún
así, es un destacable de relato rural pequeño con trasfondo ecológico y social
de una Norteamérica antes boyante y ahora abandonada a su suerte. Pocas veces
hay detalles tan adultos o una representación tan cruda del efecto de un
monstruo sobre los cuerpos en el cine comercial actual y su retrato de la
América decrépita postcrisis tiene el pedigrí mugriento de Nick Antosca, no muy
común en la oferta de multisalas. Merece mucho más atención de la que recibió,
puesto que no es para nada la obra tibia y convencional que algunos quisieron
ver.8- PG Psycho Goreman
(2020)

imageEl cine de muy bajo presupuesto se ha convertido últimamente
en un cajón de sastre en el que es difícil separar obras que aspiran ser obras
de estudio y lo consiguen a medias de las que realmente utilizan la libertad
creativa de la total independencia para sacar a delante proyectos que un
estudio jamás haría. Steven Kostanski, una las dos mitades pensantes de la
tremenda The Void (2016) suele dedicarse a las de la
segunda categoría y con PG Psycho Goreman ofrece un
auténtico catálogo de aventura, terror gore, comedia y acción llena de mala
baba en una matrioska de escenas de inventiva sin límite, conectadas entre sí
como historias que expanden un universo que recoge una idea nostálgica de la
serie B sin replicar de cara a la galería. PG es una
especie de parodia del cine fantástico infantil de los 80 o las series de
mediodía de los 90 que trata de explicar con humor macabro, que algunas
películas dirigidas para niños eran auténticos festivales de gore y efectos
prácticos, confrontando una propuesta como The Gate (1987)
frente a E.T. (1982) cambiando al extraterrestre por un
destructor de mundos.En un presente en el que el pasado se nos devuelve
empaquetado y rodado con destello de lente y luces de neón, PG corrige la memoria visual del cine de
gran estudio o las series de plataforma mundial para decirnos que el cine de
los 80 también era sarnoso como un número musical en Mac and Me (1988), donde
las pandillas de niños cazamonstruos fumaban mientras espiaban a la vecina a
escondidas, y las hermanas pequeñas estaban como cabras. Pero no nos lo cuenta
por la simple voluntad de epatar y provocar, sino que disfruta el camino con
combates propios de series súper Sentai, diseñando a una plantilla de villanos
de Greyskull que se pegan con explosiones de sangre y látex, monstruos,
fantasía de space opera y brujería con terror cárnico donde cabe hasta las
pesadillas en Elm Street. Lo más similar a ella que hemos visto es la
saga The Guyver (1991) o el mítico anuncio fake Every
90s Commercial Ever
, invocando la subcultura del videoclub con medios
limitados pero una libertad absoluta, lleno de ideas rescatadas de films como The
Brain
 (1988) y fugas flipantes a la fantasía épica espacial
de Krull (1983) y medio catálogo de la Empire y Full
Moon Pictures. Puede que Kostanski en solitario no tenga los mismos objetivos
que parecía prometer su gran pesadilla lovecraftiana, pero ha dejado claro que
es la parte más juguetona de su pareja creativa de aquella. En cada nuevo
proyecto suyo puede pasar cualquier cosa.

Programa doble: The
Resonator: Miskatonic U (2020)

imageCuando nombramos a la Empire, la Full Moon y todas esas
compañías dedicadas a crear terror en videoclub cuando un estreno de cine nos
recuerda a esa época si nos olvida que Charles Band sigue produciendo películas
con música de su hermano Richard y a veces son tan divertidas como esta secuela
¡oficial! de The Beyond (1986) en formato de serie de universitarios en
Miskatonic. Con la estética de algo anacrónico como Buffy se enmascara su
presupuesto ajustado, pero funciona perfectamente como lo que es, un piloto
para una serie en el multiverso extendido de Stuart Gordon y Lovecraft que tiene
gore, monstruos y desnudos gratuitos con efectos visuales de colorín y acabado
de dibujo animado, respondiendo perfectamente al espíritu que quiere transmitir
Psycho Goreman, hecho por verdaderos
maestros de la caradura y la diversión pringosa.7 – Candyman (2021)

imageHabía dudas frente a lo que podía ofrecer una nueva mirada
al clásico de Bernard Rose de 1992 en los tiempos del Black Lives Matter y la
expansión cultural del horror noire
tras el éxito de Get Out (2017), pero esta rotunda secuela de Nia DaCosta ha
despejado las dudas reinterpretando el mito con una dirección llena de matices
especulares y elegancia. Un manifiesto slasher del trauma racial que se iba a
estrenar un año antes de la muerte de George Floyd, repleto de ideas visuales y
body horror que se reapropia de un
clásico, expandiendo sus ideas sobre gentrificación y condensando las leyendas
urbanas con el legado de dolor para fabricar un monstruo trágico, atemporal,
totalmente relevante y válido en 2021. El enfoque de presenta una espiral de
decadencia similar a The Fly (1986) de Cronenberg, con
temas comunes con la obra de Clive Barker en su sentido más amplio, haciendo
paralelismo con la obsesión del protagonista de Midnight Meat Train
(2008) aplicado a la inspiración artística. No es casualidad que el film se ambiente
en el clasista mundo artístico del Chicago gentrificado, significando su
crítica a través del ridículo y la sangre de la frivolidad de las galerías,
pero diferenciándose del retrato de Velvet Buzzsaw (2018) al llevar su
sátira a los conceptos de apropiación cultural e incluso la crítica blanca
sobre la “obviedad del mensaje” que la propia película sufriría en su estreno.Las muertes son bastante sangrientas y crueles pero no
siempre directas; DaCosta utiliza los puntos de vista, el zoom y el juego de
distancias en una puesta en escena que trata los asesinatos del ente con una
creatividad que se echaba en falta en el cine de terror, más allá de cómo se
elige un arma o escenario para las escenas. Candyman también cuenta
con deliciosas secuencias de siluetas y sombras chinescas de la artista Kara
Walker que narran tanto la historia de Daniel Robitaille como la de casos
reales de brutalidad policial o vergonzosas injusticias raciales como la
intolerable ejecución de George Stinney Jr., de 14 años. Además, DaCosta enfoca
al personaje a través de su poder en los espejos, llenando la pantalla de ellos
en la gran mayoría de escenas y a veces sus apariciones se esconden en los
reflejos de forma oblicua y de reojo. Todo lo que ocurre alrededor de esa
imagen especular, desde los títulos de crédito opuestos a los de la original,
que nos avisan que vamos a ver la película “desde el otro lado”. En el fondo
una semilla similar a la de Us (2018) en la que los personajes
negros integrados, acomodados en un nuevo escalón social pierden su identidad y
olvidan. Tanto los ligados como Candyman son espectros del pasado colectivo
grotescos, incómodos, que reclaman memoria. La imponente aparición final de
Tony Todd reafirma que su imagen icónica, encaje o no con la raíz literaria,
pertenece ya a un legado cultural distinto que el de hace 30 años, y el camino
hasta ese momento es el fascinante proceso de la reclamación de un mito.

Programa doble: Kandisha (2020)

imageLa primera de las dos películas de Alexandre Bustillo y
Julien Maury que nos han hecho recuperar la fe en ellos tras la imposible Leatherface
(2018). En este mucho más sencillo slasher sobrenatural, la pareja da toda una
réplica a Candyman, con otra figura de leyenda urbana con raíces
marroquíes que se encarga de vengar a las mujeres maltratadas. Un grupo de
adolescentes que de verdad parecen adolescentes de hoy, muertes brutales y gore
sin restricciones de estudio, una buena conexión con la multiculturalidad de
barrio moderna francesa y una criatura que va variando según se hace más
fuerte, con una inusual aparición desnuda y con patas de cabra, convierten a Kandisha en una extravagancia digna de
verse. 

6- Woodlands Dark and
Days Bewitched: A History of Folk Horror (2021)

imageNo está mal recordar que los documentales también son
películas, y pocas veces tenemos oportunidad de verlos en listas de lo mejor
del año frente a frente las otras de ficción y narrativa habitual. En un año en
el que se han estrenado muchas y muy diversas obras de terror dirigidas por
mujeres, no podría faltar la primera aproximación documental sobre la historia
del folk horror de la erudita absoluta del género Kier-La Janisse.  Un monumental recorrido que explora el
fenómeno desde todas las perspectivas imaginables durante nada menos que cuatro
horas de metraje en la que descubre cinematografías ignotas, incontables
títulos olvidados de todas partes del mundo que, además de un ejercicio de
arqueología impresionante, hila todo su discurso de una forma orgánica y
fluida. Janisse repasa el género desde sus inicios en la trilogía de películas:
Witchfinder
General
(1968), de Michael Reeves, Blood on Satan’s Claw (1971), de
Piers Haggard y The Wicker Man
(1973), de Robin Hardy, escarbando en el origen del término para reescribir la
semilla que se le había estado atribuyendo estos años a Mark Gatiss. De ahí
sigue a través de su proliferación en la televisión británica en la década de
1970 y sus manifestaciones, mutaciones y convergencias culturales específicas
en el horror americano, asiático, australiano y europeo, hasta el resurgimiento
del género en la última década hilando la narración con más de 50 entrevistas a
expertos y nombres relacionados con el género como Piers Haggard , Lawrence
Gordon Clark, Robert Eggers, Robin Hardy o Anthony Shaffer.Producida para Severin Films, Woodlands Dark and Days
Bewitched: A History of Folk Horror
es mucho más que un extra para una
cajas de dvd, e incluye una banda sonora original de Jim Williams, de A
Field in England
(2013) y secuencias animadas especiales con arte de
collage nada menos que creadas por el cineasta Guy Maddin, por lo que nos
encontramos ante una de las piezas más trabajadas dentro del formato este año. Mientras
explora las claves cinematográficas del horror rural, tocando más de 200
películas, obras de teatro, episodios de televisión y las raíces literarias que
lo inspiran, también examina el surgimiento del paganismo en la sociedad a
fines de la década de 1960, la prominencia de la figura de la bruja en relación
con la segunda ola del feminismo o el movimiento ecológico de la década de
1970. Se exploran los conceptos que siempre han creado dudas, se separa el
grano de la paja y disipa ideas preconcebidas sobre un subgénero en boca de
todos poniendo énfasis en elementos clave como el paisaje y la psicogeografía,
la variación estadounidense, desde las historias populares desde los cuentos de
los marineros y la historia colonial temprana hasta el gótico sureño y el horror
de los bosques, la política de la nostalgia popular y en general las muchas
formas en que se celebra el folklore, ocultando y manipulando las historias para
amoldar su resonancia mística a cada entorno.

Programa doble: Tales
of the Uncanny (2021)

imageY si de documentales ha ido la cosa, los amantes de las
antologías de terror tienen una cita con este extraordinario recorrido sobre las
películas antológicas de terror, un formato en sí mismo que a veces se nos
olvida es el estado natural de las historias de miedo. Desde las primeras
piezas del cine mudo a las más modernas aglutinaciones de cortos, Tales of the Uncanny va poniendo el foco
en los relatos más impactantes, los segmentos más influyentes y recordados, con
entrevistas a decenas de autoridades del género, todos a tiro gracias a haber
sido creado en la cuarentena de 2020, con lo que no falta a la fiesta ¡ni Roger
Corman! Un proyecto certero, modesto y muy completo para llenar una de las
asignaturas pendientes de la divulgación audiovisual de terror.5 – Post Mortem
(2020)

imageVivimos en una era en la que el terror ha sido muy popular
durante la década de los 2010, y, sin embargo, el terror europeo produce
títulos que cuesta mucho poner al nivel de la industria americana. Hacía mucho
tiempo que la cinematografía del Este no ofrecía una muestra tan despreocupada
por el qué dirán, capaz de aunar las tendencias comerciales de antes de ayer
con el gótico tradicional y la fantasía con raíces en el folklore local. El
sabor de grandes autores soviéticos como Nikolái Gogol se deja notar en un tono
de fábula que confluye con la comedia macabra más fúnebre y despreocupada. Pero
aunque tenga detalles de filmes modernos como Insidious (2010), Post
Mortem
 está rodada y planteada como un drama histórico de época,
sobre la historia de un fotógrafo de muertos y una niña conectados por un
vínculo sobrenatural que deben librar de sus fantasmas a un pueblo embrujado de
la Hungría de entreguerras, uniendo el desarrollo de investigadores
sobrenaturales como Carnacki de William Hope Hodgson con el splatstick con
sabor al Sam Raimi de Drag Me To Hell (2009) o incluso
el Peter Jackson más comedido de The Frighteners (1996).
Pese a ser una gran apuesta de su país –fue la seleccionada para representar a
Hungría en los Óscar–, el film de Péter Bergendy es modesto y usa un
naturalismo inmediato que quizá queda corto para plasmar su retrato de época, especialmente
para los paladares más acostumbrados a producciones americanas.Pero a pesar de ello la actitud es la de estar rodando una
gran producción, y el resultado es una necesaria incursión en un fantástico
singular, afín a la estonia November (2017) —desde el
humor, algunas levitaciones y escenas—, con el gamberrismo soviético de los
cazabrujas de Gongofer (1992) y el empeño de una
película histórica. Sin embargo, a la hora de plasmar algunas apariciones,
como sombras reptantes que podrían aparecer en la obra del polaco Zdzis?aw
Beksi?ski, se realizan con uso de FX digitales, que tienden a la sencillez,
usando un efecto difusor de movimiento que recuerda al de los viejos trucajes
de emulsión de fotos espiritista victoriana, lo que conecta con la temática
Memento Mori. Cerca de su fin, se saca de la chistera un pequeño clímax febril
influenciado por el expresionismo alemán, en el que las figuras aparecen en
espacios vacíos y desaturados a modo de estampas de cine silente de terror, lo
que lleva a la obra de los artistas europeos más oscuros de la época que
retrata, como Hugo Steiner o Alfred Kubin. En un
momento del fantástico en el que hay tanto análisis agotador de lo que ofrece o
no de fresco el terror, forzando una idea del vanguardismo que el tiempo
siempre acaba llevando a superficies familiares, es más necesario que nunca
torcer la mirada hacia una progresión que no se fuerza, sino que aparece en
películas como Post Mortem, una visión de lo de siempre bajo un
filtro decididamente exótico, que algunos rechazan por el envoltorio, ignorando
que forma parte de un acervo cultural igual de opaco y minoritario que otras
nuevas miradas mucho más sencillas (y convenientes) de reivindicar.

Programa doble: La
nuée (2020)

imageEntre la cosecha de Sitges 2020, además de la obra de Bergendy,
también se proyectaron otras que hicieron poco ruido pese a ser tan
interesantes como este gran debut de Just Philippot. Como Post Mortem, otra muestra de horror europeo diferente a lo que
acostumbramos a ver, entre el horror psicológico en espiral de locura
polanskiana y la pesadilla entomológica caníbal de cambio climático, este
paciente drama parental francés mira al Peter Weir de Mosquito Coast (1986) con
la paranoia catastrofista de Phase IV (1974) y The
Curse
(1987). Con reminiscencias al ecoterror de los 70, la nueé tiene
menos de invasiones de insectos del cine de catástrofes como de la scifi
documental de The Helstrom Chronicle (1971), que transcurre como catalizador
determinante de las ansiedades de una madre viuda frente a su sueño vital.4- Trilogía Fear
Street (2021)

imageLa trilogía de terror del verano de Netflix actualizaba la
famosa colección de libros de R.L. Stine para la era Stranger Things (2016-)
sin llegar realmente a adaptar ninguno en particular. Una gran película de seis
horas que iba a estrenarse durante tres meses en cines y no estaba planteada
como miniserie como podría asumirse por su destino en la plataforma. La
historia que plantea es completamente nueva, pero tiene todos los elementos
típicos de la literatura young adult
del creador de Goosebumps. La ambientación de los 90 del inicio es un poco
disimulado ejercicio de nostalgia no culpable, aprovechando su punto de partida
para proponer una carta de amor a Scream (1996) con twist sobrenatural
en el que no faltan muertes con gore –muy sorprendente para estar dirigido a
adolescentes– y película de terror cajón desastre, en donde caben maldiciones
centenarias, poseídos y experiencias al borde de la muerte que guiñan el ojo a Flatliners
(1990). La directora Leigh Janiak entiende los mecanismos del género como
diversión despreocupada, con violencia irreverente y el uso de las canciones de
la época con intuición e intencionalidad. Fear Street también añade elementos
al material original, con ciertos detalles sobre clase y ocurrencias atrevidas
que demuestra por qué el slasher juvenil posterior a los 90 le debe mucho a
series literarias como la homónima, captando las claves del género que ayudó a
expandir Kevin Williamson, muy influenciado por las dinámicas del terror de
instituto de Stine o Lois Duncan.La segunda entrega de la trilogía ambientada en los 70,
protagonizada por una Sadie Sink que roba la trilogía, desarrolla la historia
en un campamento, en una reinterpretación de los slashers de la época dorada
del género en campamentos de verano como Friday the 13h (1980), The
Burning
(1981) y Sleepaway camp (1983). Un episodio
brutal, mucho mejor terminado que 1994, aumentando los litros de sangre con un body count aún más generoso – incluido
el tabú infanticida– y, sorprendentemente, también incrementando la aparición
de sexo, haciendo que el espíritu de final de década huela a borrachera
nocturna, chustas a escondidas y sangre. Apariciones, cuevas ocultas y
misteriosas masas viscosas se unen a los asesinos posesos en la mejor entrega
de la trilogía. El episodio final vuelve a utilizar el flashback para llevarnos
a 1666 y mostrarnos el origen de la maldición de Sarah en una colonia en la que
empiezan a pasar cosas extrañas, siguiendo la pauta de los relatos clásicos de
caza de brujas como The Crucible (1996), con la influencia inevitable de The
Witch
(2015) o la serie Salem (2014-2017), haciendo de los
tres segmentos una historia completa sólida y llena de vasos comunicantes. Fear Street es un soplo de aire fresco
por su desparpajo dedicado a un público concreto, al que no priva de algunos
momentos realmente turbios para un film de estas características– la escena de
la iglesia es lo más tremendo que hemos visto este año–. Está llena de
sorpresas y la historia se cierra de forma bien entretejida en sus tres líneas
temporales que logra cuadrar muy bien todos sus elementos y personajes para
cerrar uno de los experimentos más estimulantes del cine de terror reciente,
solo posible gracias a su vía de estreno en plataformas que por cosa del
destino la convirtió en uno de los fenómenos de género más indiscutibles del
2021.

Programa doble: Halloween
Kills (2021)

imageSecuela atolondrada de guion delirante pero mucho mejor
dirigida y fotografiada que la previa, directa al grano, más tonta pero al
mismo tiempo, también más Carpenter, con muchísimas muertes gore, brutales y
crueles, con un prólogo-extensión del final de 1978 delicioso. Se quita la
pesada losa del trauma y los giros de trama para cumplir todas las reglas de la
secuela escritas por Scream 2 (1998): más cadáveres, más
sangre y un asesino casi fantástico. Michael Myers está desatado y sin piedad
en un slasher grosero, hiperbólico y grasiento que sube el volumen de
salvajismo y roza la amoralidad hasta llegar a ser estúpida, conectando
perfectamente con el espíritu de la era dorada del subgénero. La idea de
Haddonfield hirviendo en busca de venganza es torpe y chirriante, pero todo se
dirige a una secuencia tan inconscientemente grotesca y cafre que parece salida
de una exploitation italiana de Umberto
Lenzi, momentos de un cine perdido que solo salen de forma involuntaria. Una
verdadera fiesta aún más salvaje en su edición extendida.3- Last Night in Soho
(2020)

imageLa primera aproximación de Edgar Wright al cine de terror sin
coartada de comedia es una deslumbrante colisión de horror psicológico pop y
fantástico de regusto retro con una dirección estelar en donde caben desde
Clouzot hasta la Amicus. El personaje de Eloise, una frágil chica rural que
sigue sus sueños hasta la capital y es sobrepasada por la inclemencia de una
urbe atroz, está delineada según el modelo de la Suzy de Suspiria (1977). Thomasin
McKenzie ofrece una interpretación cálida y empática que gana al instante y
sigue la tradición de la chica en residencia femenina con pesadillas
reveladoras que descubre misterios que atormentan un edificio mientras sufre
una crisis nerviosa, en común con películas como Hasta el viento tiene miedo
(1968). Aquí las visiones le llevan mano a mano junto a una Anya Taylor-Joy
ultraterrena que canta y baila para deconstruir el glamour del swinging London, en un guion coescrito
con la nominada al Óscar Krysty Wilson-Cairns que no tiene tanto de análisis
del arte post Me Too como de
reconocer la nostalgia como un arma de doble filo donde se puede reconciliar la
fascinación con su lado oscuro. Wright no descubre nada nuevo y cita muchos
clásicos del cine de terror con la idea de la mujer asediada por la sexualidad
masculina agresiva como Repulsion (1965) o Carnival
of Souls
(1962), de las que además toma no pocas referencias estéticas
y oníricas.Con un juego de espejos de pasado y presente que destapa las
trampas de la historia, retrata los 60 con contrastes entre vestuario mod y una
BSO espectacular frente a la sordidez urbana llena de utilitarismo sexual
patriarcal en una trama llena de grises, que sabe perfectamente por dónde
camina y no se hace un lío tampoco en su giro final, conectando con las
ficciones feministas de Gillian Flynn. Una colorida representación de una trama
arquetípica que sirve de excusa para aprovechar cada fotograma con una apuesta
estética llena de clase y delirios caleidoscópicos que difuminan los límites de
la realidad y la alucinación con un montaje abrumador y pistas hasta a A
Nightmare on Elm Street
(1984). Last
Night in Soho
no es un giallo, pero podría ser la secuela sobrenatural de
uno, recupera la gama cromática imposible de Mario Bava, pero también mira
hacia sus películas más allá de la estética, con esos ecos del pasado
apareciéndose en la cama de La frustra e il corpo (1963) o el
escenario de diseño de moda de Sei donne per l’assassino (1964).
Algunas visiones del personaje de Anya Taylor-Joy están planteadas como
imágenes psicodélicas de su época, con la Romy Schneider de la película perdida L’enfer
(1964) de Henri-Georges Clouzot en mente y, en general, toda la apuesta de la
película busca parecer más un espectáculo de luz, color, terror y experimentos
de puesta en escena que se lo juega todo a una lógica de deleite tan gratuito
como pensado para no ponerle muchos obstáculos.

Programa doble: The
Woman in the Window (2020)

imageUn thriller criminal de horror psicológico canónico, con Amy
Adams desatada que conecta con Last Night
in Soho
al perpetuar la dimensión paranoica de Repulsión y en una puesta en escena espectacular de Joe Wright con
el Mario Bava más Giallo en mente. La idea de una mujer encerrada en un piso que
presencia un asesinato es puro Hitchcok, pero encuentra su voz a través del
estilo y una planificación y diseño de arte magistrales que domina la geografía
de la localización crea un espacio mental para la protagonista y el espectador
lleno de detalles, posibilidades, distancia e ideas que recuerdan al mejor cine
de género de los 70. Casi un ejercicio de fetichismo visual que recrea la
pesadilla agorafóbica sin conciencia del tiempo de la protagonista con
transiciones chifladas que hasta idealizan hallazgos de Profondo rosso (1975), soluciones
secuenciales majaras, planos violentamente divididos, flashbacks vertiginosos,
split diopters y otros trucos de la escuela De Palma del que recupera la
desfachatez de Body Double (1984), incluso rescata las raíces de Grand Guignol
de la hagsploitation al slasher de
ramalazo Wes Craven, con su delirio de gags de persecución y trompazo,
descarrile cómico y ocasionales momentos de gore que no muestran ningún miedo
al ridículo.2-The Amusement Park
(1973)

imageLa obra perdida de George A. Romero es la gran joya inesperada
del año lanzada desde el pasado. Una recuperación póstuma de un maestro del
horror que no se ha tratado con la profunda importancia que merece, teniendo en
cuenta que se hizo en el año 73, cuando el terror furioso de bajo presupuesto y
a la luz del día todavía no se había conformado del todo frente a los horrores
góticos de Hammer y AIP hasta llegar a The Texas Chainsaw Massacre (1974).
Aunque sea un film creado con intenciones didácticas –fue un encargo de la
sociedad luterana para concienciar sobre el edadismo social– tiene forma de
pesadilla circular que parece underground de los 90 hecho en los 70, y se
convierte ahora en un clásico pionero del subgénero de horror a la vejez de
forma retroactiva. En momentos en los que que buscamos lecturas de nuestra era
en el cine hecho en el presente podemos comprobar cómo han eclosionado
películas de horror a la vejez como Relic (2019), Old (2021), La abuela (2020), The
Father
(2020) o The Manor (2020), y, en este contexto
el descubrimiento de The Amusement Park es revelador,
reafirmando la relevancia visionaria póstuma de un maestro del horror social
como George A. Romero.El viaje de un anciano por un parque de atracciones figurado
es la obra más surrealista del director, una pesadilla circular que recuerda a un
episodio salvaje y cruel de The Twilight Zone en el que un
hombre no puede escapar de lo inevitable, un parque de atracciones de la vida
para ancianos en el que todos acabamos. Si Carnival of Souls (1962) ha sido
siempre relacionada como una influencia para Romero en Night of the Living Dead
(1968), su cualidad alucinatoria es mucho más patente en la realidad
escurridiza de The Amusement Park,
que, como el film de Harvey, también usa una feria de atracciones. La obra
comparte el trasfondo moral de otros filmes luteranos, algunos de terror
sensacionales como la prima hermana de esta, Stalked (1968) y no se
diferencia mucho del espíritu de relato advertencia heredado de los cómics E.C.
que el autor practicó en Creepshow (1982). La obra tiene un
matiz moderno disruptivo con la tradición del momento y crea un imaginario
grotesco en el que aparecen máscaras de Halloween de muerte o de payaso y un
grupo de moteros con un rudo grano antigótico que parece un pequeño adelanto a
la imaginería visual rabiosa de Tobe Hooper, especialmente en de The
Funhouse
(1980) y por extensión del universo Rob Zombie. La película es
mucho más que una curiosidad, sino un eslabón perdido que confirma a Romero
como el pionero del grano crudo y el cambio en el género, y para muestra la
secuencia en la que la pitonisa lee el desalentador futuro de una pareja,  angustiosa y horrible, casi un boceto del
segmento de Requiem for a Dream (2000) con Ellen Burstyn, que no
desentonaría en el cine indie más underground y vanguardista de los 90

Programa doble: The
Father (2020)

imageSí, es un drama sobre la demencia, pero esta ganadora de dos
Óscar de la Academia utiliza una gramática de horror psicológico sin matices para
perdernos en el asfixiante laberinto de la memoria de su protagonista, lo que
la acerca a películas como Mother! (2016), la trilogía de los apartamentos
de Polanski o Images (1972)
de Robert Altman. Una película completamente diferente a lo que su póster y
promoción podría sugerir, en realidad, su manejo de los resortes de miedo
cinematográfico a través de escenografía y el montaje la convierten en una experiencia
empática aterradora, llevando su premisa de thriller surrealista hasta el
último minuto. Su cariz de drama se apoya exclusivamente en la tremenda
interpretación de Anthony Hopkins, que lleva el carácter de pieza teatral de la
obra a un punto sublime, hasta su final desolador, brutal.1-The Empty Man
(2020)

imageNormalmente las reglas de nuestros listados de lo mejor del
año siguen la fecha del estreno comercial de las películas como requisito
principal, pero este un caso especial, y si la pandemia ha cambiado las reglas
del cine, las nuestras también. Estrenada de forma kamikaze en medio de salas
vacías en los peores momentos de la desescalada, y luego al filo de fin de año,
en copias de streaming que mutilaban su suntuosa relación de aspecto widescreen
2:35:1, The Empty Man es una película de 2020 que incluimos a última
hora en el listado del año pasado, pero no sería justo ni representaría el
ciclo de vida que ha tenido si no la incluimos de nuevo, un año después, como
el fenómeno más relevante en el cine de terror de 2021. No solo ha sido vista
por primera vez como fue concebida en sus copias de plataformas este año, sino
que la aparición de la sección adulta STAR ha permitido que haya sido incluida
en el catálogo de Disney+, permitiendo que el público mayoritario accediera a
ella por fin, tras ser abandonada por la propia distribuidora en su fantasmal
paso por los cines americanos. Este detalle de distribución fue lo que hizo que
la conversación empezara a cambiar su relato. Yotubers populares, podcasts, y
numerosos medios empezaron a trasladar el boca a oreja como el propio mito del
film. “¿Has visto The Empty Man?”,
sin publicidad de ningún tipo, sin más eco que el de las propias personas que
le dedicaban su tiempo a compartir y hablar sobre ella, estos 12 meses han
convertido una rareza en la verdadera película de terror de culto de la era
pandémica.Se podría decir que el nuevo ciclo de vida de The
Empty Man
empezó un artículo de Film School Rejects en abril en el que
se entrevistaba ¡por primera vez! al director desde su estreno en cines. En su
día no hubo rastro de sus impresiones en ningún medio y su voz se podía hoy por
primera vez, narrando el extraño periplo de la película, que fue rodada en
2017, cómo ha permanecido bloqueada por Disney todo este tiempo tras unos test screenings desastrosos que hicieron
que cuando absorbieron 20th Century Fox decidieran dejarla como estaba porque
los cambios del nuevo montaje fueron aún peor, algo que precipitó su
tratamiento sin ni siquiera una edición física programada hasta hoy. La
entrevista a David Prior reveló que las convergencias con Hereditary (2018) –hay
sectas y algunos elementos de la trama que a veces son tangentes– estaban lejos
de apuntarse a la moda del film de Aster por las fechas de rodaje y creó una
onda de estudios analizando los significados del film y sus referencias, así
como nuevas entrevistas, con contacto directamente con el director, que nacían
siempre del interés por film y nunca por el proceso habitual de promoción de
una distribuidora, devolviendo también parte de ese desaire hecho por Disney en
2020. El resultado es que la película ha ido apareciendo en listados de fin de
año y repasos de todo tipo, completando por fin la apasionante narrativa de una
obra maldita logrando sobreponerse a la tormenta por sus propios méritos.

imageY es que, aunque hablamos de ella largo y tendido, The Empty Man es una extraordinaria película de terror a fuego lento que adapta una
novela gráfica siguiendo su propio camino para compactar ideas de horror metafísico
puro en un relato de investigación sobre un aparente hombre del saco que, lejos
de ser la enésima variación de Candyman (1992), tiene un
planteamiento totalmente distinto a la película de miedo ordinaria proveniente
de gran estudio. Con un prólogo que de 22 minutos que ofrece una alternativa al
Incidente del paso Diátlov con algunas situaciones que recuerdan al remake de La
maschera del demonio
(1989), David Prior desarrolla un relato
Lovecraftiano devastador y elegíaco, un poso melancólico negro, que nos deja a
la intemperie frente a una realidad esquiva y pesimista, con una puesta en
escena elegante, de tonos fríos y oscuros captados por la impresionante
fotografía de Anastas Michos, que ofrece una aproximación visual que es lo más
parecido a las pinturas de Dragan Bibin plasmado nunca en el cine. Su
desarrollo dialoga con películas como Dead & Buried (1981), Jacob’s
Ladder
(1990) o Angel’s Heart (1987), si en vez del
satanismo o vudú hubiera ecos de nihilismo, ciencia ficción y existencialismo,
con algunos momentos ocasionales de terror grotesco y horrores cósmicos de la
literatura de Robert Chamers o Thomas Ligotti. Como su propia entidad
protagonista, nada existe hasta que es nombrado. The Empty Man solo ha existido de verdad cuando su nombre ha
empezado a ser pronunciado, los propios conceptos de la película han tomado
forma en la realidad, validando su complicada tesis solipsista en una época en
la que las certezas han dejado de tener sentido y cada uno las crea a partir lo
que lee a su alrededor. Solo una obra que nos hace dudar de quienes somos
podría representar de forma coherente lo que ha sido 2021.Programa doble: The
Vigil (2019)

imageOtro caso de estreno extraño que fue la clausura de Sitges
2019 y se estrenó de forma silenciosa en salas españolas en 2021, sin embargo
no llegó a plataformas hasta abril, siendo también estrenada en Estados Unidos
este año. Mejor de lo que se la recuerda, The
Vigil
cuenta la historia de un antiguo Hassid que debe permanecer toda una
noche de velando por el cuerpo de un difunto miembro de la comunidad jasídica
de Brooklyn, pero en la soledad de la vigilia, empieza a notar signos de que
quizá no está solo con el muerto. Una especie de Viy de Gogol para la era
WhatsApp con mimbres de La gota de agua de Mario Bava e Insidious
(2010), su formidable fondo mitológico y emocional de culpa judía queda algo
deslucido por sus jumpscares de sonido. Pero se le perdonan los sustos gracias
a su satisfactorio final emocional y secuencias extraordinarias como la del
vídeo con la mujer hablando o el viaje a través de un pasillo tenebroso con la
desconocida entidad al fondo.Menciones especiales
2021

imageDos películas que no pertenecen al género estrictamente han
sido importantes para el fantástico y tienen dentro grandes escenas que no
deberían faltar en cualquier repaso de lo mejor del horror visto en 2021. La Escandalosamente
brillante The Suicide Squad (2021)
es como si The Expendables (2010) tuviera
a Toxic Avenger, Snake Plissken, Willard y tiburones devorahombres en un
demencial cóctel de gore brutal, mugre, furia, humor subversivo y postre con
scifi-horror. James Gunn muestra su vocación y oficio en la
Troma sembrando de gags, con espíritu de serie B de terror y monstruos, con una
salvaje escena de laboratorio de Mad Doctor que cita directamente al George A. Romero
de Day
of the Dead
(1985) y un final de ultracuerpos de ciencia ficción y
terror puros con kaiju que recuerdan a It Came Without Warning (1980), Warning
from the Space
(1956), The Puppet Masters (1994) o los live
action de Attack on Titan (2015). Un 10. Por otra parte, la elegante The
Green Knight
(2021) es un abrumador ejercicio estético de precisión con
un aparato visual exquisito, que pese a ser cine fantástico en su sentido más
amplio, tiene algunas de las mejores y más bellas secuencias de terror del año
como el encuentro con Winifred, que parece una visión de fantasía oscura propia
de las adaptaciones de Nikolai Gogol y sus relatos de ahogadas. El estreno
tardío de The Devil Outside (2018), no debe despistar, es un coming of age de la familia de The
Reflecting Skin
(1990) de Philip Ridley con el trasfondo del fanatismo
religioso que no es exactamente una obra de terror aunque está rodado como si
lo fuera. Sus metáforas bíblicas y connotaciones demoníacas a menudo operan en
el nivel onírico, donde nos encontramos secuencias vagamente alucinantes y
motivos extraños, como las cosas duplicadas. Su final es muy inquietante y
aunque se decante hacia el drama juega con la ambigüedad de forma mucho más
efectiva que Saint Maud (2020).

imageDentro de las que si podemos considerar dentro del género
podemos rescatar la divertida Black Friday (2020) y sus criaturas
de efectos prácticos creados por Robert Kurtzman, en especial ese kaiju que podría
ser un habitante de PG Psycho Goreman.
No es muy destacable en originalidad The Seventh Day (2021), pero es
mucho más competente de lo que se dijo y no todos los días se ve un Training
Day
(2001) con exorcistas. La muy pequeña Scare Us (2021) es una
divertida antología sobre escritores que se reúnen regularmente en una librería
para compartir sus historias y mientras tanto un asesino nocturno está
aterrorizando el área. The Arbors fue un indie extraño,
lento pero siempre en movimiento con criatura como metáfora y un sórdido
trasfondo que a aclarándose durante su paciente desarrollo de horror psicológico
y pesadilla suburbana llena de atmósfera, una película probablemente hecha de
forma casi familiar que ganaría con un metraje más pulido. La simpática Nightbooks
(2021) es una producción infantil de Sam Raimi para Netflix, una golosina
inofensiva pero con algunos buenos momentos que puede servir de puerta de
introducción al cine de terror.Premio Ed Wood Jr.
2021

imagePor último, pero no por ello menos importante está Separation
(2021), ganadora de nuestro premio Ed Wood Jr. del año. Una película
tan torpe que se va a superando a sí misma en su dislate hasta convertirse en
un accidente fascinante. Un hombre que se pone a buscar nada menos que en
google si los síntomas de la posesión diabólica coinciden con los de su hija es
solo el principio de un compendio de todos los clichés de los dramas de terror
recientes, pareciendo una especie de parodia voluntaria (no lo es) de Babadook
(2014) o similares, es casi literalmente una ópera bufa del “elevated
horror” financiada con dinero de estudio para hacer un gran sketch de Saturday
Night Live. Brian Cox, recién salido de la gloria y el prestigio de primera
línea con Succession, pasa al abismo absoluto de la peli de tarde de
“divorcio de marido creativo y mujer controladora” con todos los
tropos que caben en 90 minutos, el mismo complejo misógino extraterrestre de
Tommy Wiseau con el añadido de crisis de la mediana edad y proyecciones de
guionista convertidas en niñera que se insinúa a un papá madurito que deja sin
palabras. Su arquitectura dramática pretende conjugar sus apariciones y el
carrusel de sustos de barraca a modo de metáfora, con tal falta de norte que
cuando llegan sus dos dementes giros finales la incredulidad se convierte en
“esto no puede estar pasando”. Dibujos infantiles turbios, diseños
que toman vida, marionetas… los recursos tópicos de Separation vienen acompañados por los diseños de Zsombor Huszka que
irónicamente son excelentes y hasta las apariciones de Twisty Troy funcionan a
su manera. Es una mezcla de vergüenza y confort inexplicable que sigue la idea
del dibujante de cómics que crea monstruos de Cellar Dweller (1988) y
le da una vuelta Insidious para al final mezclar ideas de thriller de los 90, e
intentar jugar con la lírica en imágenes de Guillermo del Toro de forma
descacharrante.Jorge Loser

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